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Cómo queda Venezuela en el ajedrez de Trump, Rusia y el petróleo

Maduro ha soltado flores y señales de paz al magnate, que regresa al poder en un mundo muy diferente al que dejó

Cómo queda Venezuela en el ajedrez de Trump, Rusia y el petróleo

Imagen de archivo de Nicolás Maduro.

En Venezuela todavía resuenan los recuerdos de las fanfarronerías de Donald Trump, cuando decía que «todas las opciones están sobre la mesa» para lidiar con el régimen chavista de Nicolás Maduro. Pero los tiempos cambian, hoy el chavismo está más fortalecido, el mundo está harto de conflictos, las potencias necesitan petróleo de fuentes más estables y la crisis migratoria de Venezuela es un asunto de política interna para toda América. ¿Habrá un entendimiento práctico entre la Casa Blanca y Maduro?

Ya sabemos que la Guerra Fría terminó hace años, que Venezuela está muy lejos de ser la Cuba de la crisis de los misiles y que por estos días conmemoramos el 35 aniversario de la caída del Muro de Berlín. Pero en estos conflictos modernos con ecos del pasado, los juegos de poder siguen en renovada pugna, mientras se perfilan nuevas relaciones y ciertos valores están en la picota. Para el caso Venezuela la llegada de Donald Trump plantea nuevas interrogantes y escenarios complejos en un conflicto con ramificaciones en toda América y en Europa.

Venezuela importa por razones históricas, por la relación estrecha de algunos países europeos como España, Italia y Portugal con su población; por su papel en la oferta petrolera mundial; por el potencial de su dormida economía, por las inversiones que quedan de empresas extranjeras, como Repsol o Telefónica; por una crisis migratoria que no cesa, por la relación del chavismo con el Irán de los ayatolas, y también por su estrecha alianza con la Rusia de Vladimir Putin en tiempos de guerra en Ucrania. La palabra clave por aquí sigue siendo incertidumbre, un acertijo que comenzará a destejerse en las próximas semanas, especialmente en enero. 

Tiempo de juego

El día 10 asumirá Nicolás Maduro su nuevo período 2025- 2031, salido de unas elecciones calificadas como fraude masivo por la oposición, porque el oficialista Consejo Nacional Electoral nunca presentó las actas oficiales ni los resultados desagregados por estados y municipios del evento del 28 de julio, pero declaró ganador a Maduro con 52% de los votos.    Ninguna democracia de corte occidental, ni el gobierno de Joe Biden, han reconocido el proclamado triunfo de Maduro. No está claro qué hará Trump con esa papa caliente.

Por ahora Maduro le ha soltado flores y señales de paz al magnate que regresa al poder en un mundo un tanto diferente al que dejó tras su primer mandato. Le pide un nuevo comienzo, conversar. «Queremos relaciones de respeto. Estamos en el siglo XXI», dijo en sus primeras declaraciones sobre la reelección de Trump. «En su primer gobierno no nos fue bien. Este es un nuevo comienzo para que apostemos a ganar y le vaya bien a Estados Unidos y a Venezuela», dijo al acotar en que él también fue «reelecto».

Trump encabezó en 2019 una nueva batería de sanciones contra el régimen de Maduro y terminó reconociendo como «presidente interino» al diputado Juan Guaidó, entonces presidente de la Asamblea Nacional (Congreso). Ese movimiento fue seguido con entusiasmo por varias democracias americanas y a regañadientes por la Unión Europea, de modo que casi 60 países desconocieron a Maduro como presidente y en cambio apoyaron a Guaidó, cuyo gobierno en realidad nunca tuvo mayor poder, ni ningún control del territorio, ni de las instituciones, mucho menos de la chavista Fuerza Armada. Ese gobierno interino, llamado «Narnia» por el chavismo, terminó desvaneciéndose y en términos prácticos varios países volvieron a enviar embajadores a entenderse con Maduro y retomaron las relaciones políticas y económicas.

Ese periodo de gobierno de Maduro que está por terminar, nació de cuestionadas elecciones en mayo de 2018, fuera del marco constitucional, convocadas por una Asamblea Constituyente que fue creada por Maduro para usurpar los poderes del Legislativo (el Congreso, que en 2025 había quedado en manos de la oposición). Los principales partidos políticos y sus líderes estaban proscritos de participar y el chavismo usó groseramente todos los poderes del Estado para su campaña electoral. De modo que fueron consideradas unas elecciones ilegítimas por la oposición. Trump fue el primero en seguir ese coro.

Tras ese recuento histórico, surge ahora la pregunta: ¿qué pasa con las elecciones del 28 de julio de 2024, en las que el chavismo es acusado de cometer un fraude masivo? Además, desató una ola represiva que ha dejado más de 2.000 presos políticos, más presuntos crímenes de lesa humanidad y una total cancelación de la división de poderes, con más tintes de autoritarismo.  Maduro afirma que sabe de «mucha gente nerviosa tratando de llegar donde Trump para que nos ataque». Pidió «calma y cordura, nervios de acero» y esperar que el hombre dé sus primeros pasos.

Los escarceos con Rusia

Pero el heredero de Hugo Chávez también da sus propias señales, en un claro esfuerzo provocador por elevar su papel negociador y sumar puntos en el tablero de ajedrez mundial. Esta semana recibió con bombos y platillos a uno de los 10 vice primeros ministros de Rusia, el empresario Dmitry Chernyshenko, centrado en el área de comercio y turismo. La pompa oficial lo presentó al público desinformado como «vicepresidente de Rusia». Pero en todo caso, lo que importa son los nuevos 17 acuerdos que se suman a los 340 ya vigentes entre las dos naciones en diversas áreas.

Durante la reunión de la Comisión Intergubernamental Rusia Venezuela (CIAM) en Caracas se firmó un nuevo acuerdo de cooperación militar y de defensa. «Confirmamos la disposición para desarrollar asociaciones estratégicas en el ámbito militar y técnico; para plenamente abastecer las necesidades de la Fuerza Armada Venezolana en ejemplares más sofisticados de armamento y maquinaria militar de fabricación rusa para asegurar la seguridad del país», dijo Chyernishenko en un breve discurso como enviado de Putin.

Esta relación tiene años y Rusia ha provisto a Venezuela de aviones caza Sukhoi, vehículos blindados, tanques, rifles de asalto, sistemas de artillería, radares y lanzacohetes. Firmaron además acuerdos para la integración financiera y de los sistemas de pagos entre los dos países (algo clave en caso de que Trump recrudezca las sanciones y saque a Venezuela del sistema de compensaciones Swift), para facilitar flujos financieros e inversiones de empresas.  

Petróleo y migrantes

Rusia tiene una de las mayores reservas propias de crudo y gas, pero está aumentando su presencia en Venezuela. Según dijo la vicepresidenta de Maduro, Delcy Rodríguez, ya las empresas rusas disponen de 100.000 millones de barriles en reservas aquí y en las próximas semanas anunciarán nuevos proyectos de gas natural que harán de Venezuela un exportador del hidrocarburo.  La alianza con Rusia es apremiante para el régimen de Maduro en su esfuerzo por reducir la incertidumbre que supone la dependencia a Estados Unidos.

Según recientes cifras recopiladas por la agencia Reuters, la producción y exportación de petróleo de Venezuela sigue recuperándose con la ayuda de empresas privadas como Chevron, Repsol y ENI, que responden por un tercio de la producción del país y al contrario de la malograda Pdvsa pueden aumentar aún más su producción.  Las exportaciones de Venezuela subieron en octubre a 947.387 barriles por día (bpd), su nivel más alto desde 2020, gracias a mayores ventas a Estados Unidos e India. Solamente Chevron colocó 280.000 bpd.

Por su parte, Repsol acaba de reportar en su informe de resultados que en el tercer trimestre del año sus refinerías procesaron siete cargamentos de petróleo venezolano que sumaron 6,5 millones de barriles. Eso equivale a 72.000 barriles por día. Eso significa que solamente Chevron y Repsol responden hoy por un tercio de las exportaciones de petróleo de Venezuela

Las dos empresas operan por aquí gracias a licencias individuales otorgadas por la Oficina de Control de activos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro de EEUU, que administra la pragmática política de sanciones que mantiene Washington desde hace casi una década contra el régimen chavista.

Estas licencias les permiten a las empresas cobrarse parte de una enorme deuda vieja que mantiene Maduro con ellas, por sus operaciones en empresas mixtas con PDVSA. Por eso son las primeras interesadas en que Trump mantenga ese modelo y no se radicalice.

Pero si se revocaran las licencias, las exportaciones de Venezuela caerían más de 25%, lo que pondría en aprietos a Maduro en un año en el que, si no es reconocido internacionalmente, tendrá más dificultades para recibir flujos de inversiones del sistema financiero occidental. Y es ahí donde entra Moscú.

Ya Venezuela es el tercer cliente de Rusia en América latina, algo significativo considerando lo pequeña de esta economía. Venezuela es también el principal comprador de armas rusas en la región y en general el intercambio comercial ha crecido exponencialmente. 

Hay otra pieza suelta pendiente de arreglar en este rollo: los migrantes venezolanos, que son desde hace tiempo el segundo colectivo después de los mexicanos con más entradas y arrestos de indocumentados por la frontera sur de Estados Unidos. Si Trump cumple como se prevé su amenaza de emprender deportaciones masivas, esos venezolanos serán de los primeros en ser sacados…, aunque como no hay vuelos directos entre Estados Unidos y Venezuela, tendrán que encontrar un tercer país dispuesto a recibirlos. 

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