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El tercio más rico de EEUU votó más a los demócratas por primera vez desde 1960

Los expertos atribuyen este cambio a la agenda «identitaria» del partido de Joe Biden y Kamala Harris

El tercio más rico de EEUU votó más a los demócratas por primera vez desde 1960

La aún vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris. | Agencias

Son muchas las claves que explican la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, celebradas hace diez días. Entre ellas, se ha apuntado a que el candidato republicano mejoró notablemente sus apoyos respecto a los comicios de 2020 entre las minorías, llegando incluso a sacarle diez puntos al Partido Demócrata de Kamala Harris entre los hombres latinos.

No obstante, un elemento del que se ha hablado menos es el de los cambios que se observaron en estas elecciones si se atiende al nivel económico de los votantes. Así, cabe destacar que, por primera vez, al menos desde 1960, el tercio más rico de la población ha votado más por los demócratas que por los republicanos. En cambio, el partido de Kamala Harris ha obtenido su menor apoyo histórico entre el sector más pobre de los estadounidenses.

En efecto, según datos del organismo demoscópico American National Election Studies, recogidos por el Financial Times, el Partido Demócrata ha captado por primera vez más votantes que su rival entre los de mayor nivel económico. Concretamente, Harris superó a Trump entre ese grupo de ciudadanos por unos ocho puntos. En paralelo, demócratas y republicanos quedaron en empate técnico entre los votantes más vulnerables, tras más de 20 años en los que la ventaja de los progresistas en esta cohorte se haya ido acortando.

Fuente: Financial Times, recogiendo datos del American National Election Studies.

Trump, el republicano a quien menos han apoyado los ricos

Tal y como muestran los datos, el Partido Republicano había sido siempre más popular entre los votantes ricos. Esta ventaja fue menos evidente en las elecciones de 1960 y 1968 (ambas con Nixon como candidato de los conservadores), pero generalmente más amplia a partir de entonces, con su pico en los comicios de 2008, con John McCain como aspirante, cuando los republicanos sacaron más de 25 puntos a los demócratas.

Desde entonces, sin embargo, el voto republicano ha estado cada vez menos asociado al tercio más pudiente de la población. Y el candidato menos popular entre los ricos ha sido precisamente Donald Trump. La primera vez que se presentó a las elecciones, cuando las ganó en 2016, el magnate sólo aventajó en tres puntos a Hillary Clinton entre los votantes más acaudalados. En 2020, cuando se enfrentó a Joe Biden, el margen se estrechó aún más y Trump apenas ganó el ‘voto rico’ por uno o dos puntos. Finalmente, en estos comicios de 2024, ha sido Kamala Harris la preferida de ese sector de la población.

El Partido Demócrata pierde el favor de la clase obrera

La historia puede contarse en sentido inverso con los demócratas, que tradicionalmente han ganado siempre el voto de la clase obrera. Esta preferencia del tercio menos acaudalado de los ciudadanos fue especialmente evidente en las elecciones de 1984 (en la apabullante derrota de Walter Mondale contra Ronald Reagan), 1996 (cuando los progresistas, liderados por Bill Clinton, vencieron contra el republicano Bob Dole) y 2008, con Obama. Sin embargo, a partir del segundo mandato del primer presidente afroamericano, los demócratas han ido perdiendo el favor de las clases más vulnerables. Eso ha llevado a que, en 2024, los que menos tienen se hayan decantado casi al 50/50 entre Harris y Trump.

Por su parte, el tercio intermedio en lo económico, las clases medias, han experimentado una evolución similar, si bien no tan acusada. En los 60, se decantaban más por los progresistas, pero a partir de entonces han ido variando su apoyo entre demócratas y republicanos.

El motivo del cambio, la agenda «identitaria»

¿Qué ha ocurrido para que el Partido Demócrata haya visto reducidos sus apoyos entre las clases populares y, en cambio, se haya convertido en ‘el partido de los ricos’? Los cuatro expertos contactados por THE OBJECTIVE coinciden, casi con las mismas palabras, en señalar que el partido de Biden y Harris ha sufrido una «desconexión» de la clase trabajadora. También están de acuerdo en señalar que la razón es que los demócratas se han entregado a una agenda «identitaria» con la que muchos de sus votantes tradicionales no se identifican.

Jordi Rodríguez Virgili, profesor de Comunicación Política de la Universidad de Navarra, sostiene que muchos votantes llegaban a estas elecciones preocupados por aspectos económicos, laborales y de acceso a la vivienda. «Frente a ello», dice, «el Partido Demócrata ha hecho de sus asuntos de campaña la agenda woke, el aborto o la transexualidad», temas «totalmente ajenos a la clase trabajadora». Trump, en cambio, ha explotado las auténticas inquietudes de estos votantes y, «aunque probablemente no haya hecho la compra en su vida, no se ha cansado de hablar de cuánto han subido los precios del pollo o de los huevos». Para Rodríguez Virgili, aún está por ver si las soluciones de Trump a esos problemas serán eficaces, pero al menos les ha dado a los votantes «certidumbres en tiempos de incertidumbre».

Para este profesor, quien mejor lo resume es el propio Bernie Sanders, destacada figura progresista y desterrada por el que fuera su partido. El político publicó un tuit al día siguiente de las elecciones en el que afirmaba: «No debería ser una gran sorpresa que el Partido Demócrata, que ha abandonado a la clase trabajadora, se encuentre con que la clase trabajadora le ha abandonado».

En parecidos términos se expresa Eduardo Cader, director del Área Internacional de la Fundación Disenso, vinculada a Vox. «Los demócratas han priorizado una agenda ideológica que no atiende los problemas, principalmente económicos, de la población», señala. Para Cader, la campaña de Trump hizo una lectura acertada de esa realidad y respondió con un mensaje y con propuestas que «devuelven la esperanza» a ese 70% de norteamericanos que, según las encuestas, opinaban que el país iba por un camino equivocado. «Harris no pudo desmarcarse de la mala imagen de Biden porque se empeñó en defender banderas identitarias que solo representan a una minoría elitista, ajena a las necesidades del pueblo y enfrascada en su propia supervivencia», insiste el directivo de Disenso.

César Calderón, fundador y director general de la consultora estratégica Redlines y colaborador de este periódico, también opina que la campaña de Trump ha sabido conectar mejor con el votante blanco de clase trabajadora, que es el más afectado por la globalización y las políticas identitarias patrocinadas por los demócratas. En este sentido, entiende que lo ocurrido en estos comicios no tiene tanto que ver con un trasvase de votos ricos-pobres, sino con la abstención: «Trump no ha logrado atraer prácticamente nuevos apoyos respecto a las elecciones de hace cuatro años, el problema ha sido que los votantes de clases medias y trabajadoras del Partido Demócrata no se han sentido identificados con las propuestas de Kamala Harris y simplemente no han acudido a las urnas».

El «reemplazo» de las élites

Para Juan Ángel Soto, CEO de la consultora estratégica Fortius, la cuestión va más allá y opina que el «enorme empobrecimiento» que ha sufrido Estados Unidos ha provocado un gran desencanto popular hacia las élites. Esto ha llevado a los republicanos, liderados por Trump, a plantear el reemplazo de esas élites que consideran corruptas. Para Soto, el ejemplo de Elon Musk también ha alentado a otros empresarios como Jeff Bezos e incluso Mark Zuckerberg a comenzar a alejarse del «progresismo corporativo».

El CEO de Fortius señala, además, que este fenómeno no es exclusivo de Estados Unidos, sino que ya está presente en otros países, en lo que él define como «nueva derecha». «Hay una orfandad política de la clase trabajadora, que ha sido abandonada por la izquierda. La nueva derecha ha ido a por ella», apunta. Soto menciona los ejemplos de Francia, con Le Pen, y España, con Vox. Estos partidos de la nueva derecha coinciden en algunas ideas como «la identidad nacional, la antiglobalización y la política del sentido común, como la recuperación de la industria o una política migratoria más restrictiva».

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