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Una Comisión Europea débil en un mundo adverso

La UE nunca está tan mal como parece que está, y siempre da saltos adelante en momentos de crisis. Ojalá esté a la altura

Una Comisión Europea débil en un mundo adverso

Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. | Philipp von Ditfurth (Europa Press)

Ya hay nueva Comisión Europea, y su arranque ha sido poco brillante. El equipo del segundo mandato de la presidenta Ursula von der Leyen, que asumirá sus funciones el 1 de diciembre, fue respaldado este miércoles en Estrasburgo por 370 de los 720 eurodiputados, apenas el 51% de la Eurocámara. Nunca desde que la Comisión se somete al voto del Parlamento, 1993, había habido un apoyo tan bajo

En buena parte es reflejo de las elecciones de junio, que desembocaron en una Cámara más fragmentada que la anterior, y más conservadora. Ganó esas elecciones el Partido Popular Europeo; tanto socialistas como liberales y verdes retrocedieron, al tiempo que avanzaban las fuerzas a la derecha del PPE, poco sospechosas de fervor europeísta. El centro de gravedad de la Cámara que antes estaba en los liberales se ha desplazado ahora al PPE. Los contrapesos son más complicados.

El ajustado resultado para Von der Leyen tiene mucho que ver con el caso Teresa Ribera. Los esfuerzos del PP para vetar su candidatura chocaron con los complejos equilibrios internos, y el riesgo de volver a barajar las cartas fue excesivo para los conservadores –enfrentados ya desde hace cinco años entre los partidarios de la presidenta y los seguidores del jefe del grupo, el también alemán Manfred Weber— y para los socialistas, que a cambio de asegurar a Ribera aceptaron tragarse los sapos de la presencia de los comisarios de Meloni y Orbán. 

Más paradojas: los socialistas franceses votaron en contra precisamente por esta doble presencia; los socialistas alemanes se abstuvieron, igual que casi la mitad de los Verdes. A cambio, la Comisión recibió el apoyo de los populistas de Fratelli d’Italia y de los ultraderechistas flamencos, pero el voto negativo de otras fuerzas de extrema derecha. Y los eurodiputados españoles del PP votaron en contra de la Comisión –que les gusta y en la que su grupo del PPE tiene mayoría, 14 de 27 comisarios– porque Teresa Ribera está dentro, lo que consideran una barbaridad después de su gestión antes, durante y después de las riadas de hace un mes.

El juego de equilibrios se ha impuesto -es la primera vez en los últimos 25 años que no ha habido ningún comisario vetado— pero la coherencia interna del gobierno europeo sufrirá. Y eso es preocupante en el panorama global. La UE tiene que hacer frente a los retos de competitividad, es decir, de pérdida de cuota de mercado de sus empresas y otros indicadores económicos frente a EEUU y China; necesita cambiar su modelo industrial, desarrollar la economía digital, disminuir los obstáculos que encuentra el Mercado Único, afrontar la descarbonización después de haber transformado el Pacto Verde en el Pacto Industrial Limpio e incentivar la innovación y la investigación. Y por si fuera poco, tiene que decidir qué hacer con la guerra de Ucrania y con su defensa y seguridad. 

Todo ello con un equipo de comisarios más bien normal. Después de estudiar sus perfiles, una fuente parlamentaria europea que conoce bien las instituciones y sus protagonistas ve limitado el peso específico de la mayoría. «Excepto Kallas y Serafin en Política Exterior y Presupuesto, dos destacados -Hoekstra y Hanseny- y dos pesos pesados de la anterior Comisión como Dombrobskis y Sefcovic, hay pocos con un recorrido interesante detrás». En su opinión, es algo buscado por la presidenta de la Comisión para poder imponerse con más facilidad. 

Y todo ello en un mundo adverso, con una Casa Blanca en el mejor de los casos indiferente y en el peor, hostil, que lleva muchos años –porque no es una estrategia de un partido, sino de EEUU— mirando hacia el Pacífico y dejando que se debiliten poco a poco todos los vínculos transatlánticos. Por si fuera poco la pérdida de sintonía con Washington –y sus promesas de guerras arancelarias– tenemos aquí al lado a un dirigente como Vladímir Putin que no duda en utilizar todas sus armas contra los países europeos. Mejor dicho, contra los países europeos que defienden la democracia, las libertades y el Estado de derecho; hay otros países, otras fuerzas políticas europeas nacionalistas y de extrema derecha y extrema izquierda, que no ven mal lo que hace Moscú en Ucrania, ni tampoco la autocracia dictatorial y represiva que ejerce sobre los rusos. 

Si al antieuropeísta Trump y al antieuropeo Putin les sumamos el presidente chino Xi Jinping, no precisamente interesado en la autonomía estratégica ni en el desarrollo de la UE, sino en promover, de la mano de Moscú, esa aglomeración simplista llamada Sur Global que pretende que las líneas globales de división no sean entre democracias y regímenes autoritarios, sino entre occidente y el resto, se completa el horizonte de problemas para Europa.

Para colmo, ninguno de los dos países del eje en torno al que funciona Europa -Alemania y Francia- está en su mejor momento político: la coalición que gobierna en Berlín acaba de caer y hay elecciones el 23 de febrero, y el gobierno del presidente Macron es un derroche de equilibrios y fragilidades. No sabemos qué va a pasar con la guerra de Ucrania cuando Donald Trump asuma la presidencia, a partir del 20 de enero, pero no hay muchas razones para el optimismo: ni de que Washington mantenga su respaldo a Volodímir Zelenski ni de que Europa eleve su apuesta y no permita que Putin aplaste a Ucrania, que sería lo mismo que aplastar a Europa.

La UE nunca está tan mal como parece que está, y siempre da saltos adelante en momentos de crisis. Eso es lo que nos dice su historia. Pero este panorama, interior y exterior, es muy complicado. El proceso de desglobalización está lleno de riesgos, de desequilibrios. Ojalá la nueva Comisión sepa estar a la altura de los retos.

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