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Milei: un año de ajustes sin estallido social

El presidente argentino ha logrado resultados positivos en economía y mantiene un alto nivel de aprobación popular

Milei: un año de ajustes sin estallido social

Ilustración de Alejandra Svriz

Al momento de realizar un balance de este primer año de gestión del Gobierno de Javier Milei en Argentina, propongo un análisis desde cuatro puntos de vista: el económico, el político, el cultural y el comunicacional.  

Contra casi todos los pronósticos, incluso de aquellos economistas liberales y ortodoxos, el Gobierno ha obtenido mejores resultados que los esperados, no solo en lo que respecta a las cifras macroeconómicas sino en lo que refiere a la tolerancia social. Efectivamente, en un país acostumbrado a la conflictividad y con sectores que prometían resistir lo que el Gobierno presentó como «el ajuste más grande de la historia», el cual incluía siderales aumentos tras la eliminación de subsidios en transporte y energía, la actual administración llega a diciembre con niveles de aprobación que oscilan entre el 45% y el 50%

Tomando datos oficiales complementados con estadísticas de consultoras privadas, hay coincidencia en que, tras un shock inicial, las principales variables han comenzado a mejorar, si bien en algunos casos todavía se encuentran por detrás de los números que ostentaba el Gobierno anterior. En cuanto a la inflación, por ejemplo, tras un pico de 25,5% en diciembre de 2023, generado por la megadevaluación de 118% del peso argentino que implementó Milei a días de asumir, la medición de octubre fue de 2,7%, el dato más bajo de los últimos tres años. Comparativamente, con la administración de la coalición liderada por Alberto Fernández y Cristina Kirchner, la inflación había alcanzado el 211,4% anual con picos de casi 13% mensual en 2023. Para 2024, en cambio, se estima que la inflación cerraría en alrededor de 120% anual y para 2025 los consultores prevén una cifra alrededor del 35%, si bien en el presupuesto presentado por el Gobierno la expectativa es que sea la mitad. Sin duda, estos números son el mayor éxito de la gestión y lo que explica los altos niveles de popularidad del presidente.  

En cuanto a los salarios, tomando en cuenta septiembre de este año versus septiembre de 2023, sufrieron una caída en términos reales de 6,8% (16,1% en los trabajadores del sector público y apenas 1,5% en los privados), pero vienen recuperándose desde marzo de 2024. De hecho, si se los compara con diciembre de 2023, los salarios se recuperaron 9,8% en términos reales.

Respecto a las jubilaciones, los que cobran la mínima (alrededor de 2/3 del total) tuvieron una caída del 6,6% del poder adquisitivo, pero quienes están por encima de ella, tuvieron un incremento real del 11,8%. Si el Gobierno anterior buscaba achatar la pirámide beneficiando con bonos y ayudas extra a los de la mínima, la actual administración ha iniciado un proceso inverso de reconstruir esa pirámide. Asimismo, la ayuda social no solo se sostuvo, sino que aumentó drásticamente en términos reales. En el caso de la denominada Asignación Universal por Hijo, por ejemplo, el aumento fue de 105,6% real en diciembre de este año respecto al anterior. Este dato podría explicar por qué, a pesar del aumento desproporcionado del precio de los alimentos, los medicamentos, el transporte y la energía, no se produjeron estallidos sociales.  

«En el primer semestre la pobreza pasó del 41,7% al 52,9%, aunque algunos estudios apuntan una tendencia a la baja»

Si nos enfocamos en el desempleo, la estadística viene con retraso, pero sin duda se sabe que aumentó en el primer trimestre y que, luego, ese aumento comenzó a disminuir. Algo similar con la pobreza. En el primer semestre de Milei pasó del 41,7% al 52,9%, un porcentaje verdaderamente espeluznante, pero ese ha sido su pico y, en general, estudios no oficiales confirman una tendencia a la baja si bien la recuperación se encuentra lejos todavía del último semestre del Gobierno anterior. 

En cuanto a la actividad económica, ha rebotado de forma heterogénea tras una caída estrepitosa en los primeros meses de la gestión; y el consumo privado cayó 8,2% el primer semestre, aunque ahora parece haber frenado esa caída y dar alguna tibia muestra de reactivación. 

La balanza comercial se invirtió drásticamente: el anterior Gobierno había dejado un déficit comercial de 6.872 millones de dólares además de un Banco Central con reservas negativas y la gestión Milei, durante los primeros 10 meses del año, acumula un superávit de 21.000 millones de dólares. También alcanzó superávit fiscal y financiero hasta la última medición de octubre y redujo la brecha cambiaria entre el dólar oficial y los dólares paralelos que habían aparecido tras la intervención oficial sobre el precio del primero, de 150% a casi 0%. Asimismo, el Riesgo País que había comenzado en casi 2.000 puntos básicos al asumir la gestión, en los últimos días ha caído a los 750, lo cual augura que, en breve, Argentina podría regresar a los mercados de crédito internacional.

Desde el punto de vista político, el Gobierno de Milei ha oscilado entre la sobreideologización y el pragmatismo, pero lo cierto es que, contra todos los manuales de ciencia política y la experiencia histórica en Argentina, ha logrado más de lo que esperaba sin tener un partido reconocido a nivel nacional hasta hace pocos meses, sin gobernadores propios ni intendentes, y con un Congreso en el que posee menos del 10% de los escaños en el Senado y no alcanza el 15% de los del diputados. Su pretenciosa Ley Bases, prácticamente una reforma constitucional, fue podada por la discusión parlamentaria en casi dos tercios de sus iniciativas, pero aun así le ha alcanzado para avanzar en reformas estructurales de peso. 

«El presidente ha canalizado el hartazgo de un sector de la población ante el clima cultural que imponía qué comer, cómo hablar, de qué reír»

Aunque todavía es muy pronto, parece clara la estrategia del Gobierno de polarizar con Cristina Kirchner, elegirla como la adversaria política para, de esa manera, absorber todo el voto de derecha (buena parte del cual un año atrás apoyó a la candidata del expresidente Mauricio Macri) y, al mismo tiempo, garantizarse buenas opciones de triunfo frente a una candidata que tiene un suelo alto de votos, gracias a una minoría intensa que la apoya, pero, al mismo tiempo, un techo bajo, gracias a la imagen negativa que posee en más de la mitad de la sociedad. La experiencia inmediata muestra que, muchas veces, la estrategia polarizadora contra el candidato presuntamente fácil de vencer acaba catapultando al señalado, pero eso dependerá seguramente del éxito económico de la gestión.    

En lo que respecta al ámbito cultural, en un giro que ya se venía dando en los últimos meses de campaña, Milei le agregó a su prédica anarcocapitalista en lo económico, un trasfondo neoconservador en lo moral y un posicionamiento internacional reactivo a la Agenda 2030. El cierre del Ministerio de Mujeres, Género y Diversidades creado por el Gobierno anterior, la eliminación del documento de identidad no binario, la prohibición del denominado «lenguaje inclusivo» en la comunicación oficial, un proyecto para aumentar la pena por denuncias falsas y su oposición a las alarmas en torno al cambio climático, son solo algunas muestras de la disputa que el presidente en persona, junto a un verdadero ejército de trolls en redes, brinda día a día contra la prédica progresista. Como ha sucedido en otras partes del mundo, este posicionamiento no alcanza para explicar el 56% de los votos que Milei obtuvo en el balotaje, pero el amplio apoyo recibido por los varones jóvenes es un indicativo de que el presidente argentino ha canalizado el hartazgo de un sector de la población frente al clima cultural y a la burocracia de la ingeniería social encargada de pontificar acerca de qué comer, cómo hablar, de qué reír, etc.

En cuanto a la comunicación, a la novedad de un presidente hiperactivo en la red X, rompiendo los moldes de cualquier comunicación formal correspondiente a su investidura, se le agrega un dispositivo aceitado que incluye algún sector de la prensa tradicional pero, sobre todo, trolls y toda una amplia gama de influencers, tiktokeros, streamers, etc., que, en muchos casos, ya resaltaban por brindar «la batalla cultural» contra el progresismo en el último lustro. Ese dispositivo ha sido enormemente efectivo para la imposición de las agendas que el gobierno pretende, poniendo a sus adversarios a la defensiva y jugando en el terreno discursivo que al gobierno le es más cómodo.  

En síntesis, aun al frente de un país con enormes dificultades, es probable que la administración de Milei considere que su balance de gestión tras el primer año de administración haya sido positivo, especialmente en lo que tiene que ver con el control de las variables macroeconómicas tras una herencia que disponía de todas las condiciones para una hiperinflación. Asimismo, su voluntad de poder en lo político ha sido el mejor antídoto contra el «posibilismo» y los discursos del «equilibrio de fuerzas» que caracterizaron al gobierno que lo precedió. En otras palabras, incluso con errores amateurs, impericia, retrocesos, malos modos y sobreideologización, nadie podrá negar la determinación del Gobierno de Milei para imponer su programa de gobierno.    

«Un Gobierno que nació débil puede consolidarse en las próximas elecciones legislativas»

En cuanto a lo cultural, esta suerte de reapropiación, por derecha, de ciertas categorías gramscianas, muestran en el Gobierno una pretensión de demoler los preceptos naturalizados del progresismo como nunca había hecho la derecha, al menos en las últimas décadas. La batalla se da así en los medios tradicionales, en las redes, en la escuela, en las calles, en las universidades. Es una disputa desigual en la que el Gobierno deberá probar que cuenta con recursos humanos suficientemente cualificados, pero que hasta ahora le ha funcionado, algo similar a lo que ha sucedido en el área comunicacional donde la estrategia de la confrontación permanente y desinhibida ha sido también enormemente efectiva frente al statu quo de la corrección política.     

Con una expectativa de crecimiento de la economía para 2025 de entre un 4% y un 5%, tras una caída estimada del 3,5% para 2024, las principales variables macroeconómicas controladas y un peronismo fragmentado, se supone que el Gobierno que nació débil pueda consolidarse en las próximas elecciones legislativas. Allí comenzará otra etapa. Pero para eso falta casi un año y, en Argentina, un año se parece mucho a la eternidad.  

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