El agente doble traidor se queja de la forma en que el CNI le espió
J.A.P., el capitán de navío que nos vendió a la CIA, vuelve a casa por Navidad
Me encantaría saber cuál es la diferencia entre traicionar a tu país con Rusia y hacerlo con Estados Unidos. Me gustaría saber qué siente un traidor cuando engaña a su país por dinero y cuando lo hace por ideales. Me gustaría saber lo que cuesta traspasar la línea roja a un miembro de un servicio de inteligencia, en concreto del español, cuando duda -siempre hay un momento de incertidumbre- y sopesa tomar la decisión que cambiará su vida para siempre.
Llevo un par de años obsesionado con el tema de las líneas rojas, lo que motiva a las personas, más concretamente a los espías, a comportarse de una forma que nunca habrían imaginado.
En mi último libro titulado así Líneas rojas y subtitulado Espionaje, lealtades, traiciones y engaños, miro el tema desde el ángulo de los agentes infiltrados que se ven obligados a ir más allá de lo que nunca habrían imaginado, a pesar de las tremendas consecuencias personales que les pude traer. Ellos –militares, guardias civiles, policía y civiles, sean hombres o mujeres– lo hacen por altos ideales que no disminuyen sus sufrimientos posteriores, pero que en parte los justifican.
Líneas rojas de los agentes dobles
Ahora llevo un tiempo debatiendo con especialistas y conmigo mismo el tema, en esta ocasión no desde el punto de vista de los héroes, sino de los que llamamos traidores, los que venden a su país por razones que para ellos son poderosas. De antemano, hay que aceptar que los traidores son también en algunas ocasiones héroes, dependiendo del ángulo desde el que se los observe. Pablo González, el periodista hispano-ruso intercambiado en un canje de prisioneros, es un traidor a España y a los muchos amigos que engañó, pero es un héroe para Rusia.
Si en Líneas rojas me comí el coco analizando las infiltraciones en grupos terroristas de Mikel Lejarza, ‘Aranzazu Berradre’ o Paco Lerena, en esta ocasión pienso en Roberto Flórez y en J.A.P., dos agentes dobles, el primero al servicio de Rusia y el segundo al de Estados Unidos. Me encantaría hablar con los dos para escuchar sus motivaciones de su propia boca, pero de momento lo único que veo es que traspasaron sus líneas rojas impulsados por el dinero y algo similar a lo que podría ser un descontento con el CNI.
Flórez fue juzgado y condenado a nueve años de cárcel sin que la fiscalía pudiera aportar pruebas de que el SVR le pagó la información que les entregó. Algo que parece puede repetirse con J.A.P.
¿Por qué J.A.P. trabajó para el enemigo?
Hace unos días, este agente doble al servicio de la CIA, ha salido de prisión tras ampararse en una denuncia que resulta curiosa al proceder de un espía como él que ha estado más de 20 años buceando en las alcantarillas españolas y de otros países: J.A.P. defiende que el CNI utilizó medios ilegales cuando le investigó para demostrar que estaba vendiendo secretos a una potencia extranjera.
Que colocaron cámaras en su despacho para grabarle mientras tomaba notas en un papel de los secretos del servicio que había buscado en su ordenador de trabajo. Que entraron en su casa para descubrir documentos robados sobre la estructura del servicio y aplicaciones y dispositivos que podrían haber sido fabricados en los talleres de la CIA. Que intervinieron sus dos teléfonos. Y que colocaron una baliza en su coche para saber a dónde iba.
Los responsables del CNI han declarado ante la jueza que pidieron al magistrado del Tribunal Supremo adscrito al servicio las órdenes pertinentes, pero con tantos medios como han desplegado en el espionaje la duda está sembrada. Y de eso J.A.P. sabe mucho.
Hay pocas dudas, yo diría que ninguna, sobre que trabajó como agente doble, el único debate está en la legalidad de las actuaciones para desenmascararle. Y es una pena. Sé la razón por la que Lejarza, El Lobo, lleva 49 años escondiéndose de ETA, o por qué Berradre, la única mujer infiltrada en la banda terrorista, lleva 25 años fuera del foco, y lo he contado en mi último libro. Pero no entiendo cómo un capitán de navío con tantos años de servicio y unos valores que se le suponen, aceptó trabajar para otro país, para el enemigo.