La trágica novela política venezolana va rumbo a un punto sin retorno
«Unas elecciones anticipadas para el 27 de abril serán el tiro en la nuca para la dividida oposición venezolana»

María Corina Machado y Nicolás Maduro. | Ilustración de Alejandra Svriz
A estas alturas del campeonato sabemos que no hay que remontarse al 3 de agosto de 1498, ni a las olas migratorias de canarios y peninsulares, ni a la ayuda de Carlos Andrés Pérez a Felipe González y a la democratización española en los 70, ni a los actuales negocios de Telefónica, Repsol y Rodríguez Zapatero, para asimilar la importancia que tienen Venezuela y los venezolanos para España.
Por eso es bueno estar al tanto de lo último que trae el barco sobre la situación de ese país ya medio olvidado que va en camino de consagrase como el más reciente y sofisticado experimento autoritario en América, con una cúpula dominante, un partido único, una oposición aniquilada y una población amedrentada que sobrevive a las penurias económicas y está cada vez más desmotivada y decepcionada por los asuntos de la política.
Largarse del país sigue siendo la solución más expedita para el 18% de la población (unos 5,2 millones de personas) que tiene intención de migrar, según un reciente estudio de la firma Poder y Estrategia. De ellos, 6% adelanta planes concretos para irse.
Y de los que se piensan ir, el 26% ha escogido a España como su destino, mientras se ha desplomado a 11% los que sueñan con Estados Unidos, donde se ha desatado una persecución contra los migrantes que amenaza con dejar a unos 600.000 venezolanos huérfanos de estatus migratorio.
Dónde está Venezuela
Nicolás Maduro anticipó para este 27 de abril, dentro de dos meses y medio, unas mega elecciones de 24 gobernadores (incluyendo el de Guyana Esequiba, recién anexada en el papel de los mapas); 277 diputados de la Asamblea Nacional (congreso); alcaldes y concejales de 335 municipios y centenares de diputados de asambleas legislativas de los estados.
Por estas horas los líderes de la oposición, y de los principales y perseguidos cuatro partidos de la coalición Plataforma Unitaria, discuten si aceptan o no ir a las elecciones o si acatan el llamado a la abstención hecho por María Corina Machado, quien afirma que no procede ir hasta tanto se reconozca el resultado del 28 de julio.
Como sabemos, la oposición denuncia que hubo un fraude masivo y un golpe de estado electoral ese día, cuando el oficialista Consejo Nacional Electoral se negó a presentar los resultados verificados y desagregados por estados, municipios y mesas electorales, contrariando la Ley de Procesos Electorales.
El chavismo sigue logrando lo que quería y ahora pone en evidencia divisiones en la coalición opositora formada por los partidos Vente Venezuela (de María Corina Machado), Voluntad Popular (de Leopoldo López y Juan Guaidó), Un Nuevo Tiempo (del gobernador del occidental estado Zulia Manuel Rosales), y Primero Justicia (de Henrique Capriles y Julio Borges).
Hay además otras organizaciones que se unieron para presentar la candidatura de Edmundo González a esas cuestionadas elecciones del 28 de julio en sustitución de Machado, ganadora de las primarias de 2023, pero proscrita por el chavismo.
El patíbulo de las redes sociales es hoy el único espacio de discusión para la acosada oposición. Allí hay una amarga confrontación con acusaciones cruzadas entre líderes y analistas que se inclinan por participar, y los que dicen que hay que concentrase en defender el triunfo del 28 de julio, e insistir en que el hoy peregrino González fue el verdadero ganador.
Rosales, que en el pasado ha negociado con el chavismo, llama a participar y presentar candidatos, Capriles dice que no hay que quedarse en casa y hay que salir a votar y varios otros dicen que hay que seguir luchando para mantener espacios.
Pero ninguno explica por ejemplo de dónde saldrían los candidatos para esas elecciones, pues todos los líderes nacionales, regionales y municipales de esos partidos está presos o en el exilio, en la clandestinidad o simplemente separados de la lucha política porque entienden que la relación costo beneficio no justifica el riesgo.
Los partidos están desarticulados, los más jóvenes voluntarios que ayudan a mover el engranaje y el ánimo en una campaña, están «en resguardo» para no acabar en la lista de más buscados o en la de 1.600 presos políticos. Muchos otros ya se sumaron a esa inacabable corriente migratoria que sigue saliendo del país pese a que las condiciones del mundo afuera se han complicado.
Las fuentes de financiamiento de los partidos técnicamente han desaparecido porque los militantes no tienen dinero para aportar; los donantes privados potenciales, como empresas y organizaciones, están bajo permanente fiscalización cuando se trata de apoyar a «partidos terroristas», y las fuentes internacionales están limitadas o proscritas mediante acciones draconianas.
Y si lograran superar todos esos desafíos, los partidos opositores todavía tendrían que levantar y movilizar a millones de electores que se sienten robados tras el proceso del 28 de julio.
En contrapartida, el chavismo, que proclama a los cuatro vientos la existencia de un estado basado en «la perfecta fusión popular, militar y policial», está en campaña electoral permanente. Para ello, usa sin ningún límite todos los fondos y recursos logísticos del sector público y las redes de propaganda e información de medios públicos y privados para difundir sus mensajes y promocionar sus figuras.
Para la oposición, ir a estas elecciones es como disputar un partido de fútbol con cinco jugadores menos, y sin portero, con las manos atadas a la espalda, rodeada de agentes con armas largas y perros de presa y corriendo en una cancha desnivelada.
Una crisis que cruza las fronteras
En este punto calza una definición del historiador Pedro Benítez: «La oposición venezolana es un movimiento de resistencia civil pacífico que se enfrenta a un aparato armado. Su salvación no vendrá fuera de las fronteras nacionales».
Solo que tampoco parece venir desde dentro, al menos ahora, cuando el movimiento opositor y la vasta mayoría de venezolanos que rechazan al chavismo han perdido otra batalla histórica, aunque nadie se atreva a admitirlo con todas sus letras.
Mientras tanto, el chavismo acumula más poder y se solidifica como estatuas de concreto.
No hay expectativas racionales de un cambio político y la procesión sigue por dentro: la aguda crisis económica sigue fuerte y clara, sin importar lo que diga la propaganda oficial; los asalariados no ganan ni para comer; las fuentes financieras internacionales que pudieran ayudar a levantar la economía siguen cerradas; se agrava la crisis energética, de la salud pública y de la educación de servicios y de infraestructura.
Como respuesta, hasta ahora la vasta mayoría de los venezolanos comunes han buscado soluciones fuera, no dentro de Venezuela. Por eso han protagonizado la peor crisis migratoria en la historia americana reciente y una de las más serias del mundo, con uno de cada cuatro nacionales viviendo en el extranjero.
«Las expectativas son que la cifra de cerca de ocho millones de migrantes venezolanos crecerá si no cambian significativamente las condiciones económicas, sociales y políticas del país. Esto debe ser un motivo de profunda reflexión de todos, especialmente de las autoridades», señala la Conferencia Episcopal, en un mensaje este viernes al término de su asamblea anual.
«Ante la realidad que vivimos resulta engañoso afirmar que la crisis que ha sufrido nuestro país en los últimos tiempos se ha superado, que la situación se ha normalizado y que podemos avanzar hacia situaciones más promisorias utilizando las mismas estrategias y acciones usadas hasta ahora», señala los obispos. Y en efecto, no es necesario ir a misa para entender esto.