La innovación de la capacidad militar de España, una necesidad nacional
El Ministerio de Defensa debe aumentar su desarrollo tecnológico para posibilitar la obtención de la superioridad militar

El dron Sirtap 2.
Se van a cumplir tres años desde el comienzo de una guerra de alta intensidad en Europa, con enorme repercusión mundial y que ha alterado la situación geopolítica del continente y trastocado el orden mundial. Las enseñanzas que este conflicto nos está dejando, sobre el carácter cambiante de la guerra, abarcan desde lo tecnológico a lo industrial, desde lo táctico a lo político. A la de Ucrania hay que añadir la guerra en Oriente Próximo y sus ramificaciones en el norte de África. Estos cambios geopolíticos afectan a la seguridad de España, dada su situación geográfica, evidencia que debería tener como consecuencia verse reflejados en la Estrategia de Seguridad Nacional de la que se derivarían las políticas de Exteriores y Defensa.
En plena demanda del presidente estadounidense Trump para que los aliados incrementasen el gasto en Defensa, la fugaz y discreta visita del secretario general de la OTAN a Madrid, el pasado día 27 de enero, parece que versó esencialmente sobre este aspecto, ya que España ocupa un puesto discreto en la Alianza, dado su endeble presupuesto de Defensa, tradición avalada por la práctica inexistencia de cultura estratégica nacional.
Lo relacionado con la Defensa no es, precisamente, uno de los ámbitos más debatidos en España. A la escasa atención mediática y popular se une una política con escasos debates en las Cortes Generales sobre el tema. A primera vista hay que resaltar el flaco interés institucional español por la acción exterior. Por lo tanto, desde el punto político y mediático, puede decirse que España es un país introvertido, el ámbito internacional sólo ocupa ocasionalmente el centro de atención pública ante acontecimientos muy relevantes, pero sin valoración de su impacto en la vida nacional. Precisamente el mundo se encuentra en el punto álgido de entrada en una nueva era y, como en ocasiones anteriores, aquellas potencias que antes asimilen la situación, llegarán a ser las dominantes y dictarán los rasgos del orden internacional. Por el contrario, aquellos que se posicionen tarde se verán relegados y quedarán en el atraso. España sigue ensimismada, ajena a cualquier cambio necesario en política exterior.
Guerra moderna
Es necesario, por tanto, efectuar algunas consideraciones o establecer unos puntos de partida. En primer lugar, constatar la realidad: en un mundo que apunta a la multipolaridad, las relaciones de poder han vuelto a ser el factor determinante de la política mundial, la autoayuda será el principio rector, España debe dotarse de una estrategia de resiliencia nacional. Para prosperar, las potencias intermedias deben de ser lo suficientemente ágiles para adaptarse a un orden fluido y cambiante.
En un panorama global en rápida evolución, el sector de Defensa está experimentando una transformación conformada por varias tendencias críticas. En los conflictos en vigor, el desarrollo de las acciones de combate ha puesto de manifiesto cambios sustanciales en la concepción de las operaciones, al incorporar sistemas de armas que, aunque no introducen necesariamente nuevos principios, si modulan su aplicación al incorporar tecnologías avanzadas, por lo que se convierten en nuevos criterios de empleo de la fuerza. Estos avances no solo están conformando la estrategia y, consiguientemente, las operaciones militares en todo el mundo, sino que también influyen en la orientación innovadora de la industria de Defensa.
En segundo lugar, la guerra moderna se ha convertido en un proceso innovador materializado en una competición numérica. El dato principal para deducir la potencia de combate, no está en la entidad de tropas, la referencia es la variedad y cantidad de sistemas de armas y su coste económico. Los contendientes en los campos de batalla de Ucrania, el Mar Rojo, Gaza y el norte de Israel, normalmente, incluyen un análisis relativo de costes en sus planeamientos. A medida que los conflictos armados evolucionan, la necesidad de soluciones innovadoras se hace cada vez más evidente.
Un cambio significativo es la rápida adopción de sistemas autónomos y no tripulados. Históricamente, el poder militar se ha venido centrado en plataformas tripuladas de alto coste, pero esa referencia está cambiando rápidamente. Se percibe que esta transición refleja el alejamiento de sistemas altamente complejos, con largos ciclos de adquisición y elevados costes de desarrollo, y en su lugar una creciente demanda de plataformas rentables, escalables y de rápido despliegue para superar a los adversarios emergentes. Como resultado, la eficacia de la tradicional guerra de maniobra, ha disminuido. Se priorizan los sistemas autónomos capaces de operar en diversas condiciones con una mínima intervención humana, lo que garantiza la adaptabilidad a entornos prohibidos o disputados.
En tercer lugar, el principio de masa ha experimentado un aumento en importancia ya que la guerra se ha “popularizado”. Los pequeños drones unidireccionales, que se han convertido en municiones pilotadas, son baratos, pero extremadamente eficaces. La interacción entre la tecnología y la estrategia militar sigue siendo un área de enfoque fundamental para comprender la guerra contemporánea y futura. A medida que la investigación militar sigue adoptando tecnologías de vanguardia, es evidente que la trayectoria de las tendencias de innovación militar influirá aún más en la dinámica de la seguridad global. En Occidente, durante medio siglo, principalmente desde la irrupción del complejo militar industrial estadounidense, se han puesto en servicio sistemas de armas de alta complejidad, costosos y sofisticados, que resultan vulnerables a las nuevas tecnologías. Valga de ejemplo el portaaviones USS Ford, que costó ponerlo en servicio 13.000 millones de dólares, es vulnerable a un ataque de cinco misiles chinos DF-21, con un valor por unidad de 25 millones de dólares, o lo que es lo mimo el 1% del coste de su objetivo.
En Ucrania, las cifras de la guerra constituyen elementos de decisión. Así, el campo de batalla en Europa del Este está saturado por miles de drones que, según informaciones, las fuerzas ucranianas emplean al mes entre 20.000 y 40.000 y, es probable, que las cifras rusas sean similares. La razón para el empleo de tal cantidad de drones, es que uno de ataque unidireccional, se puede fabricar por menos de 1.000 dólares. El dron puede volar hasta 25 km y llevar la munición necesaria para atacar una amplia variedad de objetivos. Los ucranianos y los rusos han tenido que crear unidades de instrucción para el empleo de drones, en detrimento de unidades de infantería o artillería. Todo lo expuesto pone en evidencia la necesidad de adoptar una mentalidad innovadora.
En consecuencia, desde el Pentágono estadounidense se detectó la prevalencia de elementos de bajo coste en el campo de batalla moderno y que se necesitaba encontrar un proceso de producción en masa de sistemas pequeños, atribuibles o unidireccionales, lo que llevó a crear la iniciativa innovadora Replicator que se basa en las enseñanzas obtenidas en el conflicto en curso entre Ucrania y Rusia. Recientemente, se ha establecido la “fase 2” de la Iniciativa señalando que el Departamento de Defensa había aprendido lecciones importantes de la primera. Se enfatiza: “La atención concentrada y sostenida de las altas autoridades, mediante la amplitud de los esfuerzos de desarrollo, integración y sostenimiento de políticas, conceptos y sistemas, que permitan que la capacidad necesaria llegue más rápido a nuestros combatientes”.
La anterior subsecretaria de Defensa Kathleen Hicks, quien, junto con el vicepresidente del Estado Mayor Conjunto, ha supervisado Replicator, declaró que el proyecto tiene como finalidad “ayudar a Estados Unidos a superar la ventaja militar de China en masa: más barcos, más misiles, más fuerzas”. El programa tiene como objetivo estimular la innovación y la producción en masa de lo que, según dijo la subsecretaria, serán “varios miles” de sistemas autónomos en los próximos dos años.
En el ámbito industrial, en el Congreso y el en Pentágono se considera que es una buena idea, pero ¿podrá sobrevivir a sus propias barreras burocráticas y culturales? Desde el Departamento de Defensa se afirma que la iniciativa Replicator se basa en las lecciones aprendidas en el conflicto en curso entre Ucrania y Rusia, en el que Kiev ha aprovechado un gran número (estimado por los observadores en hasta 10.000 por mes) de sistemas de bajo coste para contrarrestar la ventaja del ejército ruso en la entidad de la fuerza.
Se adscribe la iniciativa al ámbito del “multidominio” que podría incluir sistemas autónomos aéreos, terrestres, de superficie, subsuperficiales (submarinos) y/o espaciales que conforman una amplia gama de capacidades y conjuntos de misiones. Por ejemplo, el sistema podría incluir: “Pods distribuidos de sensores autopropulsados para proporcionar inteligencia casi en tiempo real, comunicaciones resistentes, apoyo logístico o la seguridad de la infraestructura del Departamento de Defensa”.
Su finalidad es desplegar en masa sistemas no tripulados, lo que permitiría a las fuerzas de Estados Unidos desplegar la potencia de combate en una gran cantidad de sistemas relativamente baratos. Replicator 1 está destinado a:
• Evitar concentrar la potencia de combate estadounidense en un número menor de plataformas individualmente más caras y vulnerables.
• Dificultar que un adversario detecte y neutralice las capacidades militares; y
• Crear una relación de costes desfavorable para el adversario, es decir, una situación en la que el adversario necesitaría usar una contramedida, tal como un misil interceptor, que tiene un coste mucho mayor que el sistema Replicator contra el que está dirigido.
A diferencia de los sistemas grandes y costosos, como los portaaviones, los Replicator están destinados a construirse y desplegar más rápidamente, y a emplearse durante períodos de tiempo significativamente más cortos antes de ser reemplazados por diseños sucesivos que mantengan el estado del arte. Se enfatiza que la iniciativa está concebida para complementar, no reemplazar, a sistemas más complejos. También sirve de referencia para mejorar los procesos del Departamento de Defensa para escalar rápidamente, desplegar e innovar nuevas capacidades; también tiene la intención de acelerar el desarrollo de la base industrial de drones de EEUU.
La innovación de la Defensa en España
Históricamente, la innovación ha apoyado la victoria en el combate desde tiempos inmemoriales, ha modificado la dinámica del campo de batalla a favor del que las adoptó, ya estuviese en inferioridad numérica o de capacidad de combate. Las innovaciones tecnológicas o tácticas pueden causar conmoción y confusión y desequilibrar a los adversarios. El impulso innovador, prospera en combate, donde el riesgo es alto, las responsabilidades mayores, las delegaciones más libres, la supervisión tenue.
La Defensa, como la Administración en general, guarda reticencias a la innovación. Lo que podía referirse como inercia institucional, o rutina, unido a la reticencia a asumir riesgos, son rasgos del comportamiento de las diferentes burocracias, lo que se traduce en instituciones estables, lentas a los cambios, ya que emplean los presupuestos y procesos administrativos como garantes de la permanencia. La Defensa, como departamento del Gobierno, hace gala de resistencia ante cualquier viso de alteración institucional, aunque la guerra acelera el ritmo de las administraciones, nunca lo contrario.
La cultura administrativa de la innovación de la Defensa en España no se distingue por su ímpetu, sino más bien por su tendencia al crecimiento y, por ende, a hacerse más pesada y lenta. El necesario cambio se ve retraído por inercia institucional que implica la mentalidad conservadora que la promueve. El temor al riesgo, las mentalidades asentadas y las doctrinas de consentimiento y evasión se oponen al cambio. Las Administraciones son, normalmente estables, pocas tienen una mentalidad de cambio ágil para adoptar y establecer nuevas pautas de actuación y, tras un acto de innovación, surge el “pendulazo” que tiende a frenar los procesos, lo que provoca que el cambio no se mantenga. La Defensa, dada su función existencial, es parca en asumir riesgos institucionales, lo que retrasa la toma en consideración de planteamientos rompedores.
El ecosistema de innovación de Defensa es frágil. Desde el ámbito presupuestario, no hay margen para escalar éxitos innovadores, por lo que se estancan en el lugar o se traspasan a otro ámbito, tampoco se admite el fracaso, por lo que el margen de actuación es restrictivo. Antiséptica a los reveses, la Defensa necesita estímulo para arriesgar en esta área. Los protocolos comerciales y financieros a veces prevalecen sobre el ritmo operativo. Las Fuerzas Armadas a menudo están demasiado ocupadas para mantenerse en contacto con la tecnología emergente. La Estrategia de Seguridad Nacional debe ser el catalizador de la innovación.
El momento presente es testigo de una evolución muy rápida de la tecnología ya que varios aspectos permiten observar la realidad desde una perspectiva calculada, conocida y modelable. Al alto ritmo de desarrollo es difícil describir el futuro. Las innovaciones tecnológicas serán cada vez más importantes para la Defensa ya que su utilidad aumenta al hacerlo su impacto en operaciones. El Ministerio de Defensa debe aumentar su capacidad de empleo del desarrollo tecnológico para posibilitar la obtención de la superioridad militar.
Por lo tanto, el ecosistema de innovación de Defensa, como necesidad estratégica, requiere una cobertura amplia, una desregulación moderada y un ascenso suave desde los márgenes hacia el centro de la Defensa si se quiere impulsar las sinergias innovadoras. Los controles programáticos progresivos impulsarían la adecuación y la consiguiente eficacia, al tiempo que protegerían las finanzas públicas y los modelos comerciales emplearían la tecnología emergente. El margen financiero en los presupuestos básicos permitiría ampliar los éxitos, a la vez que una mayor urgencia aceleraría la identificación, prueba, adopción, adaptación y despliegue de la innovación.
En el horizonte de 12 meses constantemente surgen avances tácticos y técnicos, pero la gestión financiera de Defensa es reacia a gastar más de lo previsto, por lo que no hay margen para una expansión anual sin maniobras extremas en torno a las prioridades de gasto. La ambición sin efectivo es una forma de alucinación, por lo que, si la innovación ha de formar parte del plan de Defensa, se debe prever un margen de maniobra presupuestario para permitir una adopción ágil en el transcurso del año, un crédito ampliable como lo fueron las Operaciones de Paz en el pasado.
El debate no está en el 2% del PIB, la necesidad es que España sea un actor estratégico. Los riesgos y amenazas de un nuevo ecosistema geopolítico están ahí y hay que conseguir generar resiliencia y disuasión. La resiliencia nacional presupone una cohesión social sólida. La necesidad de invertir en disuasión, es una obviedad ya que es un compromiso nacional para impedir o restringir que otro estado-nación o entidad no estatal tome acciones no deseadas.
Enrique Fojón es analista del Centro para el Bien Común Global de la Universidad Francisco de Vitoria.