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WhatsApplomacia: la diplomacia digital que pone en riesgo la seguridad internacional

Las filtraciones constantes en aplicaciones de mensajería evidencian serios problemas de seguridad en los países

WhatsApplomacia: la diplomacia digital que pone en riesgo la seguridad internacional

El 'Signalgate' expuso cómo altos funcionarios estadounidenses filtraron por error planes militares sensibles en Signal. | Kristian Tuxen Ladegaard Berg (Zuma Press)

En 2010, Julian Assange se convirtió en el enemigo número uno de Washington cuando su portal, WikiLeaks, publicó cientos de miles de documentos clasificados proporcionados por Chelsea Manning. Durante semanas, diarios de todo el mundo diseccionaron cables diplomáticos que arrojaban luz sobre cómo Estados Unidos operaba en la oscuridad, exponiendo la maquinaria cruda de su diplomacia. La revelación de abusos cometidos en Irak y Afganistán, así como las maniobras políticas secretas, sacudió a la comunidad internacional. El fenómeno de WikiLeaks simbolizaba una era en la que individuos decididos se atrevían a desafiar el aparato gubernamental desde las sombras.

Pero lo que era impensable hace 15 años es que hoy sean los propios altos funcionarios quienes se exponen voluntariamente al escrutinio público. Lo que antes requería una filtración deliberada ahora ocurre de manera espontánea, producto de una informalidad creciente en la comunicación de asuntos críticos. Bienvenidos a la era de la WhatsApplomacia.

La ironía de esta nueva era radica en que quienes denunciaban a Assange por exponer secretos de Estado ahora caen en errores elementales por su propia negligencia. Las aplicaciones de mensajería instantánea, que en teoría brindan encriptación de extremo a extremo, se han convertido en los nuevos canales para discutir operaciones militares o estrategias diplomáticas sensibles. ¿El problema? No están diseñadas para proteger la información más delicada del mundo.

El caso Signalgate

El mes pasado, lo que parecía una simple conversación en un grupo de Signal —aplicación de mensajería similar a WhatsApp, pero aparentemente con mayores garantías de seguridad— puso de manifiesto los peligros de la comunicación informal en asuntos de seguridad nacional. Altos funcionarios de la administración del presidente Donald Trump, incluyendo al vicepresidente J. D. Vance, el secretario de Estado, Marco Rubio y el secretario de Defensa, Pete Hegseth, participaron en un grupo de chat en dicha aplicación —en lo que ya se ha bautizado como Signalgate— para discutir planes militares clasificados sobre ataques aéreos en Yemen. Por error, el periodista Jeffrey Goldberg, editor en jefe de The Atlantic, fue añadido al grupo, lo que resultó en la filtración de información sensible.

Goldberg posteriormente publicó los detalles de estas conversaciones, revelando la falta de protocolos adecuados en la gestión de información clasificada. Los mensajes filtrados en Signal incluían comentarios llenos de emojis, reacciones casi festivas ante el éxito de ataques militares, y lo que es peor, opiniones despectivas hacia países aliados. Un error garrafal que expone la falta de profesionalidad en un ámbito que antaño se caracterizaba por su estricta formalidad.

Vulnerabilidades digitales

Cinco años atrás se reveló que el entonces primer ministro británico, Boris Johnson, había intercambiado mensajes a través de WhatsApp con el príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salmán. Estos mensajes abordaban temas diplomáticos y comerciales de alto nivel. El uso de una plataforma de mensajería no segura para tratar asuntos tan delicados generó críticas y preocupaciones sobre la seguridad de la información y la posibilidad de interceptaciones por parte de actores malintencionados.

La creciente dependencia de aplicaciones de mensajería instantánea para discutir temas de alta seguridad internacional genera serios riesgos. Hemos pasado de la era de WikiLeaks a la era de la WhatsApplomacia, es decir, al uso de canales digitales informales como WhatsApp o Signal para gestionar decisiones críticas que deberían estar bajo protocolos rigurosos.

El declive de la diplomacia regulada

La comparación con el Cablegate resulta inevitable. Mientras que Chelsea Manning fue condenada a 35 años de prisión (aunque finalmente fue liberada tras siete años) por filtrar documentos confidenciales a WikiLeaks, hoy son altos funcionarios quienes, por imprudencia, vulneran la seguridad nacional.

La informalidad y la falta de protocolos son la regla más que la excepción. Comportamientos como el de los altos funcionarios del gobierno estadounidense o el Boris Johnson hubieran sido inconcebibles durante la Guerra Fría, cuando cada cable diplomático pasaba por un riguroso proceso de clasificación y supervisión. Lo que antes era un proceso regulado por normas estrictas y burocracias herméticas, ahora se ve reemplazado por la inmediatez de aplicaciones móviles, donde cualquier error puede convertirse en un escándalo global.

Los casos recientes han evidenciado el talón de Aquiles para gobiernos y líderes que utilizan estas aplicaciones sin la suficiente precaución. Es la constatación de un fenómeno mucho más amplio: la decadencia de la diplomacia regulada por protocolos claros y rigurosos. La era de la WhatsApplomacia es, esencialmente, un periodo de comunicación descontrolada donde la búsqueda de inmediatez anula cualquier intento de garantizar la seguridad de la información.

Desafíos globales

Rusia, China y otras potencias invierten miles de millones en interceptar comunicaciones digitales occidentales. La falta de protocolos adecuados no solo representa una debilidad estructural, sino que sugiere un desprecio por la institucionalidad y la tradición diplomática.

De la era de WikiLeaks a la era de la WhatsApplomacia, el cambio es brutal. Antes, el poder se protegía tras muros de burocracia y protocolos, y quienes deseaban exponer sus errores tenían que cruzar un desierto de obstáculos legales y de seguridad. Hoy, esos muros son permeables por la propia imprudencia de quienes deberían mantenerlos intactos.

Mientras Julian Assange, fundador de WikiLeaks, estuvo luchando contra su extradición durante años, figuras de alto perfil como J. D. Vance y Pete Hegseth se exponen al mundo por un simple desliz digital. El resultado es un espectáculo global donde el poder ya no teme ser expuesto: lo ofrece en bandeja.

Si se abre una investigación sobre este reciente incidente, será interesante ver si estos mensajes se tratan como registros federales. Esto sería significativo porque implicaría que los mensajes deben ser entregados a las autoridades para ser clasificados y archivados como parte del registro público. Eso aclararía definitivamente si se trató de un «fallo técnico» o si realmente se compartió información clasificada, algo que la administración sigue negando.

La WhatsApplomacia no solo es un concepto irónico. Es el reflejo de una nueva vulnerabilidad que Occidente parece ignorar por conveniencia o negligencia. Y mientras tanto, sus enemigos observan con atención, listos para aprovechar cada fallo.

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