The Objective
Enfoque global

TD4: la cruzada económica de Trump contra el orden liberal

Aliado con figuras como Peter Thiel y Elon Musk, el trumpismo impulsa una economía hostil al Estado y a la globalización

TD4: la cruzada económica de Trump contra el orden liberal

Donald Trump enseña una tabla con los 'aranceles recíprocos' que se aplicaron el pasado viernes. | Michael Brochstein (Zuma Press)

Mucho se ha escrito y dicho sobre la política económica estadounidense desde el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca el pasado mes de enero. Es lógico teniendo en cuenta el precedente de su anterior presidencia, las constantes advertencias durante la campaña electoral y su frenética actividad desde que se convirtiera en el 47º presidente de Estados Unidos, culminando la pasada semana con el anuncio de su particular Día de la Liberación, consistente en la imposición de una nueva ronda de aranceles casi universal.

Pasados ya más de dos meses desde su toma de posesión, podemos intuir la esencia de su fórmula económica para «hacer a América grande de nuevo». Empecemos por aclarar cuáles son las bases ideológicas sobre las que descansa su política económica, en primer lugar su «América primero», el enfoque nacionalista que impregna todo el programa político del trumpismo; en segundo lugar, el pensamiento anti-Estatista, tan enraizado en la psique estadounidense y que casa a la perfección con el tecno-libertarismo de sus nuevos compañeros de viaje, con Elon Musk a la cabeza.

En esencia, el eslogan America First no es más que el diseño publicitario y electoral del rancio nacionalismo, convertido por obra y gracia del trumpismo en la esencia del nuevo Republicanismo, algo que no se veía en Estados Unidos desde que en 1828 Andrew Jackson creara el moderno Partido Demócrata para, entre otras cosas, luchar contra lo que presentaba como la corrupta élite política de Washington, ¿les suena de algo verdad? Bajo la defensa del excepcionalismo estadounidense, supuestamente acosado por conspiraciones globalistas y aliados y rivales desagradecidos por igual, el nuevo nacionalismo impregna toda la acción política de la Administración Trump, desde la política migratoria a la exterior, pasando desde luego por la económica.

En cuanto al segundo pilar, el anti-estatismo, está presente desde la revolución misma que condujo a las antiguas colonias a su independencia de la Corona Británica para constituirse después en los Estados Unidos de América, y que se vio reforzado por sus particulares tradiciones religiosas, ya fueran metodistas, baptistas o quakeras, todas ellas contrarias a cualquier apoyo del Estado, como sí ocurría en Europa. Esta orientación libertaria, que hace sospechar de todo engrandecimiento del poder Estatal, sólo se vio alterada por los tremendos efectos del crack del 29 y el New Deal de F. D. Roosevelt. Desde entonces, uno de los principales ejes de división política en Estados Unidos ha sido precisamente si continuar por la vía del impulso gubernamental de la actividad económica o si potenciar el camino de la iniciativa privada.

Ese anti-Estatismo se ve reforzado en la actual Administración por el desembarco en ella de varios representantes del «tecnolibertarismo», un movimiento transversal muy diferente al conservadurismo tradicional que aboga por acabar con la esclerótica burocracia gubernamental y permitir así al progreso tecnológico ofrecer libremente a la ciudadanía su particular promesa de renovación. Con pensadores como Curtis Yarvin o Peter Thiel, amigo personal del vicepresidente Vance, se encuentran ahora en disposición de adelgazar el Estado desde puestos clave de la nueva Administración.

La fórmula económica del trumpismo

Aunque a primera vista el anti-Estatismo y el nacionalismo parezcan contradictorios, teniendo en cuenta las experiencias europeas al respecto, sobre todo la fascista y la nacionalsocialista, donde el Estado era el conductor absoluto del impulso nacionalista, conviene recordar que la trayectoria política estadounidense es diametralmente diferente, de ahí que el trumpismo pueda reclamar el anti-Estatismo como una de las señas de identidad de su carácter nacional único. Algo que, como veremos a continuación, se traduce en la particular fórmula económica diseñada para el segundo mandato de Donald Trump, la TD4, y que podemos apreciar en el siguiente gráfico:

En cuanto al primer elemento de la fórmula, las tarifas, es el más famoso de todos y el que más polémica ha levantado fuera de las fronteras estadounidenses, afectando del mismo modo a socios, aliados y rivales. Para el principal asesor en comercio y economía del presidente Trump, Peter Navarro, las tarifas no sólo tienen que ver con un enfoque proteccionista, sino que tendrían como principal objetivo forzar un realineamiento global de las relaciones comerciales que contribuya al fomento del tejido productivo nacional, tan perjudicado por las deslocalizaciones de años anteriores y las políticas comerciales injustas y tramposas de otras naciones.

Para Navarro, Estados Unidos se habría convertido en el mayor perdedor y víctima de un sistema de comercio mundial desequilibrado e injusto. Entre otras razones porque la Organización Mundial del Comercio, a través de la cláusula de nación más favorecida, limitaría la capacidad de Estados Unidos de competir en igualdad de condiciones con aquellas naciones que explotan a su favor el actual sistema. Las consecuencias, la paulatina desindustrialización del país, con el consiguiente empobrecimiento de su clase trabajadora y el aumento de los déficits comerciales con el resto de naciones (en 2024, el déficit comercial aumentó un 17% respecto al año anterior, con China, la Unión Europea y México como principales «culpables» del desequilibrio estadounidense).

La respuesta, para Navarro, se encontraría lejos de la ortodoxia liberal, y en concreto de la ventaja comparativa de David Ricardo que habría conducido al actual escenario global. Lejos de la teoría del libre-mercado, Navarro aboga por una reorientación comercial más justa basada en un reequilibrio interno que recupere su capacidad industrial. Es el mensaje de Donald Trump a las empresas extranjeras de «si producen aquí no pagan aranceles». 

Además, la posible imposición de tarifas sirve al presidente Trump como amenaza para lograr determinados objetivos políticos mixtos, es decir, que cumplen al mismo tiempo propósitos internos y externos. El presidente colombiano Petro lo comprobó muy pronto, cuando Trump le advirtió de que si no admitía la repatriación de inmigrantes en situación irregular le impondría aranceles del 25%. Misma suerte correrían México y Canadá, pero también China (con aranceles adicionales por la crisis que sufre Estados Unidos por el fentanilo, cuyos principales componentes se producen en China) o la Unión Europea (a cuyos integrantes Washington acusa de aprovecharse sistemáticamente de su país).

Tras las tarifas, el segundo elemento de la fórmula es lo que el Secretario del Tesoro Scott Bessent denomina «detox», es decir, la desintoxicación del sistema económico estadounidense. Para Bessent, la economía nacional se habría expandido en los últimos años bajo una base artificial estimulada por el gasto gubernamental, perjudicando así la iniciativa privada al inclinarla al corto plazo, el estímulo público y la deslocalización. Bien al contrario, la política de la Administración Trump tiene como objetivo recuperar el carácter orgánico de la economía nacional, es decir, sustituir la mecánica gubernamental por una base más sostenible a largo plazo que esté conducida por la iniciativa privada.

Para acallar los rumores sobre la posible recesión que un cambio de rumbo semejante podría acarrear, Bessent plantea una transición tranquila basada en la aceleración económica, el aumento de la base de ingresos (individuales y corporativos) y el control del gasto público. Y aquí es donde entran en escena las otras tres D de la fórmula: la desregulación, la energía doméstica y el desfinanciamiento público, como pasos imprescindibles en esa desintoxicación de la economía:

  • La desregulación: la regulación económica forma parte de la intromisión Estatal en la economía, y en exceso supone una carga para los contribuyentes al obligar a productores y empresas a cumplir con unos parámetros que encarecen los costes de producción y el mantenimiento de los negocios, lo que acaba repercutiendo en unos precios finales más altos para el consumidor. Por tanto, eliminando regulación se impulsaría una bajada de precios generalizada.
  • La energía doméstica: el coste de la energía es la pieza clave de todo ciclo inflacionista, como bien sabe Europa desde el comienzo de la invasión rusa de Ucrania. Las regulaciones medioambientales pondrían en riesgo la seguridad energética nacional al impedir explotar los ingentes recursos naturales con los que cuenta Estados Unidos. En un escenario mundial caracterizado por la competición estratégica entre grandes potencias, no hacer uso de la energía doméstica equivale a condenar el futuro del país, no sólo en términos energéticos, sino de seguridad nacional. De hecho, uno de los lemas más recurrentes durante la pasada campaña fue el «drill baby drill» de Donald Trump, aunque la expresión ya se acuñase en la Convención Nacional Republicana de 2008.
  • El desfinanciamiento del sector público: junto con la regulación, el gasto público sería una de las formas de intervención económica Estatal más distorsionadoras, repercutiendo negativamente al provocar mayores tasas de interés, una reducción del crédito y un aumento de las tasas hipotecarias. Al contrario, un menor gasto público implica menores impuestos, y una menor carga impositiva liberaría recursos para el crecimiento de la economía privada.

Estas tres D de la Desintoxicación son a su vez esenciales en la lucha contra la inflación, de hecho, Navarro las engloba bajo el lema «3D War on Inflation», y son el verdadero contrapeso a una posible subida de precios provocada por la guerra de aranceles. Es más, según Navarro, la inflación no tendría tanto que ver con la imposición de tarifas más altas como con la extralimitación gubernamental, los costes energéticos y el gasto público imprudente. Justo cuanto las 3D vendrían a combatir.

Valoración de la TD4

Históricamente, Estados Unidos sólo ha tenido un periodo de superávit comercial, el siglo comprendido entre 1870 y 1970, caracterizado inicialmente por tasas arancelarias altas y a partir de 1944 por los Acuerdos de Bretton Woods, con una tasa media respecto a su producto interior bruto (PIB) del 1,1%. Entre 1800 y 1870 tan sólo hubo tres años con superávit, y la media de déficit fue del 2,2% del PIB. Entre 1970 y 2018 la media de déficit se situó en torno al 2,7%, y subiendo hasta la actualidad.

Si en el cambio de los siglos XIX al XX Estados Unidos pudo beneficiarse de la mejora en métodos de fabricación y en la extensión de su línea férrea hasta convertirse en la principal potencia manufacturera, a partir de la instauración de bajas tasas arancelarias en la década de 1970 comenzó un nuevo periodo de balances comerciales negativos, coincidiendo con la salida del sistema de Bretton Woods primero, la crisis energética de los 70 después, seguido por el inicio de su declive industrial en los 80, la creación del NAFTA en 1994 y el establecimiento de la Organización Mundial del Comercio en 1995, con la entrada en su seno de China en 2001.

Con semejantes precedentes no es extraño que los partidarios del America First pongan sus esperanzas en un nuevo marco comercial mundial y en la recuperación del tejido industrial nacional «para hacer grande de nuevo a América». Asunto diferente será que la fórmula TD4 funcione en un mundo interconectado donde los tramos de ferrocarril han sido sustituidos por las autopistas de la información y la segunda revolución industrial queda a la altura del paleolítico comparada con el desarrollo de la inteligencia artificial (IA).

Pero a la Administración Trump le resultará muy difícil recuperar en poco tiempo lo que llevó tantas décadas desmantelar, y el ejemplo de DeepSeek, una IA china de código abierto desarrollada con un presupuesto de apenas 6 millones de dólares, deja en evidencia planes estrella como el de aumentar el gasto en I+D+i, en concreto la iniciativa de movilizar 500.000 millones de dólares para el desarrollo de la IA.

Además, varios de los elementos de la TD4 se han mostrado incapaces de discriminar entre socios, aliados y competidores, lo que pone en riesgo las relaciones de amistad, e incluso las alianzas, que Estados Unidos ha venido forjando al menos desde el fin de la II Guerra Mundial, y que como demuestra la Alianza Atlántica, fueron la base del orden internacional liberal del cual ahora reniega la Administración Trump. 

Para entenderlo debemos volver al inicio, a la base ideológica de la TD4, en concreto a su nacionalismo. El America First, como cualquier nacionalismo, devora todos y cada uno de los aspectos de la política trumpista, tanto la doméstica como la exterior, dotándola de una rigidez que lejos de beneficiar su estrategia, la convierte en rea de su sagrada misión, transformando las relaciones internacionales en un juego de suma cero donde lo que ganan el resto de naciones lo pierde Estados Unidos, incapaz de percibir le beneficio mutuo que puede derivarse de sus vínculos, especialmente en materia económica.

Los mercados, siempre tan temerosos de la incertidumbre, ya han dictado sentencia, y los índices bursátiles comienzan a marcar negativos ante la inestabilidad emanada desde Washington, otrora eje del sistema para convertirse, por obra y gracia de Trump, en el vórtice de la tormenta arancelaria.

En definitiva, la fórmula TD4 es la estrategia de combate económico de la Administración Trump para competir en el incierto escenario mundial. No está diseñada para la cooperación internacional, sino para dar satisfacción a los deseos y anhelos del movimiento MAGA.  

Pedro Francisco Ramos Josa es analista del Centro para el Bien Común Global de la Universidad Francisco de Vitoria.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D