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Crónicas de la era Trump

Trump contra China, historia de un pulso en el que ninguno de los dos gigantes quiere ceder

El presidente ha desempolvado su perfil de negociador esta semana evocando sus días en Nueva York

Trump contra China, historia de un pulso en el que ninguno de los dos gigantes quiere ceder

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en una reunión de su Gabinete en la Casa Blanca. | Nathan Howard (Reuters)

Está siendo otra semana agitada en Capitol Hill. Trump ha vuelto a sacudir las placas tectónicas del comercio global desde el Despacho Oval. El anuncio fue contundente: una nueva batería de tarifas aduaneras, con un doble mensaje. Por un lado, castigo ampliado a China, con un arancel del 125% que, según fuentes oficiales, asciende en realidad al 145% si se suman medidas anteriores vinculadas a la crisis del fentanilo. Por otro, una tregua de 90 días con más de 75 países que no han respondido con represalias.

Según la Casa Blanca, se trata de «acuerdos hechos a la medida», como si de trajes a la medida se tratara. Durante estos 90 días, no habrá nuevos aranceles y se mantendrá una tarifa técnica del 10% mientras se negocian términos bilaterales. Todo, bajo la premisa de que los tratados multilaterales han desfavorecido a los trabajadores estadounidenses.

Pero, detrás del relato oficial, hay otra lectura menos decorada. El giro no fue un gesto de apertura, sino una reacción forzada ante el nerviosismo en los mercados financieros. La venta masiva de bonos del Tesoro —el activo más seguro del mundo— encendió las alarmas en Washington. La señal fue clara: no era solo la bolsa la que sufría, era la propia estabilidad de Estados Unidos la que comenzaba a estar en duda. La Casa Blanca, presionada por Wall Street, grandes corporaciones y figuras del Partido Republicano, no tuvo más opción que moderar su embestida y ofrecer la tregua.

En un tono más histriónico, como ya es costumbre, Trump aprovechó una gala del Comité Republicano del Congreso para burlarse de los líderes internacionales y el comportamiento de los socios comerciales. «Nos besan el culo», dijo, en una frase que fue tan celebrada por sus seguidores como criticada por sus opositores. La escena sirvió para reforzar su narrativa: Estados Unidos como víctima de tratos injustos y él, el único capaz de poner orden.

En ese mismo tono, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, también envió un mensaje con destinatario claro. Cuestionó la propuesta del ministro español Carlos Cuerpo, quien sugirió que Europa debería acercarse más a China. «Eso sería como cortarse el cuello», dijo Bessent en un foro financiero en Washington, advirtiendo que Pekín seguirá inundando los mercados con sobreproducción. La declaración no cayó en el vacío: esta semana, Pedro Sánchez y el ministro Luis Planas han viajado a Pekín buscando fortalecer vínculos económicos y presentarse como un puente entre China y la Unión Europea.

La reacción internacional está siendo variada. Desde Bruselas, Ursula von der Leyen calificó la tregua como una oportunidad para el diálogo, aunque advirtió que la previsibilidad es clave para la estabilidad del bloque. Japón y Corea del Sur recibieron la noticia con alivio, aunque sin ocultar su escepticismo sobre la sostenibilidad de la nueva política comercial estadounidense.

China, en cambio, respondió con dureza. El Ministerio de Comercio tildó las nuevas tarifas de provocación injustificada y advirtió que llevará el caso ante la Organización Mundial del Comercio. Aún no se han anunciado represalias concretas, pero fuentes diplomáticas aseguran que se preparan medidas en sectores agrícolas y tecnológicos.

Y es que, para la Casa Blanca, no se trata de China solamente, se trata de hacer acuerdos porque al final el mundo necesita más de Estados Unidos que Estados Unidos al mundo. En la misma tónica de esa frase pronunciada por Trump al comienzo de su mandato.

Tras el anuncio de la tregua arancelaria impulsada por Trump, los mercados reaccionaron con fuertes oscilaciones. Wall Street, que había vivido una jornada histórica de alzas, registró una corrección abrupta y perdió más de 2.000 puntos en el Dow Jones al día siguiente. En contraste, el Ibex 35 español aprovechó el respiro comercial y cerró con un avance del 4,3%, firmando su mejor sesión en tres años. El mundo financiero sigue leyendo cada movimiento de Washington con atención milimétrica.

El tablero internacional se mueve, pero no por convicción sino por presión. Lo que parecía una ofensiva planificada terminó siendo un ajuste obligado. En este nuevo capítulo de su «Art of the Deal», Trump vuelve a jugar con fuego. La diferencia es que ahora lo hace desde el poder, no desde la campaña, y cada movimiento tiene consecuencias que ya cruzan océanos.

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