The Objective
Crónicas de la era Trump

Ábrego García: ¿terrorista, delincuente camuflado o inocente padre de Maryland? 

TO revela nuevos detalles del caso que tiene a republicanos y demócratas enfrentados por las deportaciones masivas

Ábrego García: ¿terrorista, delincuente camuflado o inocente padre de Maryland? 

Manifestación de apoyo a Ábrego García. | EP

En los pasillos de la Casa Blanca, el nombre de Kilmar Ábrego García ya no suena como el de un caso aislado de cualquiera de los deportados que pasan por estos días las 24 horas del día en una fría y oscura celda de máxima seguridad en El Salvador. Se ha convertido en símbolo. Para la administración Trump, representa todo lo que, según ellos, salió mal durante el mandato de Biden en política migratoria. Para otros, es un recordatorio de cuán rápido puede escalar un caso judicial hasta convertirse en crisis diplomática.

Kilmar Ábrego García es un salvadoreño, que fue deportado por Estados Unidos y que, tras una orden judicial que buscaba forzar su retorno, se convirtió en el centro de un forcejeo legal, diplomático y mediático

Esta semana, documentos del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) confirmaron lo que la Casa Blanca ya venía insinuando: Ábrego no era simplemente un “padre de familia de Maryland”, como lo han descrito, algunos medios en su momento. Era, según los archivos federales, miembro de la pandilla MS-13 y con antecedentes de violencia documentados.

Ahora bien, un paréntesis, porque con toda sinceridad, no en todos los casos se conoce el historial y prontuario. Hay deportados cuyas familias denuncian haber sido enviados a El Salvador simplemente porque tenían tatuajes, incluso algunos que se dedicaban al arte de la peluquería y a cortar barbas, hoy enfrentan un futuro incierto en El Salvador. Pero volvamos al caso de Ábrego.

Los demócratas consideran que es injusto y que no es cierto que Kilmar sea un terrorista despiadado. De hecho, el caso tomó un giro aún más político cuando se reveló que el senador demócrata Chris Van Hollen viajó recientemente a El Salvador para interceder en el proceso y solicitar al gobierno de Nayib Bukele, que a propósito visitó Washington esta semana, que devolviera al salvadoreño a suelo estadounidense, como parte de una orden judicial federal en curso. 

El viaje habría sido potencialmente financiado con fondos públicos, y la reacción desde el ala oeste fue inmediata. “La Casa Blanca considera inadmisible que un senador utilice recursos del contribuyente para intentar liberar a un pandillero de MS-13″, dijo en rueda de prensa Karoline Leavitt, secretaria de Prensa del presidente Trump. 

THE OBJECTIVE revela algunos de los apartes del testimonio de su esposa, que hoy pide la libertad de Kilmar, y en 2021 narraba cómo supuestamente su marido la maltrataba. 

Los antecedentes de Ábrego no son menores. Según una petición de orden de protección presentada por su esposa Jennifer Vásquez, ante una corte del condado de Prince George, Maryland, en 2021, el salvadoreño habría protagonizado varios episodios de violencia doméstica. En el relato firmado y fechado por la mujer, al que accedió THE OBJECTIVE se lee: “Me golpeó, me arañó en el ojo izquierdo, dejándome sangrando”. “Rompió mis shorts y mi camiseta… corrí al baño, él corrió detrás de mí y me agarró del brazo”. “Tengo miedo de estar cerca de él». El documento, al que ha tenido acceso esta redacción, detalla episodios de agresión frente a los hijos de la pareja, y menciona la existencia de fotos y videos entregados como prueba.

Y salta la pregunta que muchos nos hacemos, apreciado lector, ¿por qué los demócratas, o algunos de ellos, lo quieren de vuelta a Estados Unidos? Algo que, por cierto, ya Bukele dijo que era un imposible.

Mientras se desclasificaban estos detalles, otro caso en el estado de Maryland encendía las alarmas: el asesinato de Rachel Morin, una madre de cinco hijos que fue atacada y asesinada mientras caminaba por un sendero natural en Bel Air, un suburbio de Baltimore. 

Su agresor, capturado y condenado esta semana en un hecho histórico, era también un inmigrante salvadoreño que había sido deportado en el pasado y reingresó ilegalmente al país. 

La madre de Rachel compareció este martes en la Sala de Prensa de la Casa Blanca. Su voz quebrada y su relato estremecedor le pusieron rostro humano a una discusión que suele reducirse a cifras. “Mi hija Rachel fue asesinada por alguien que nunca debió haber estado en este país. Queremos justicia. Queremos respuestas”, dijo ante las luces y las cámaras encendidas en una de esas tardes en las que no hubo preguntas de nosotros los periodistas. El silencio fue absoluto. No era para menos.

Miremos algunas cifras que evidencian lo que está ocurriendo, en lo que va del mes, más de 1.200 inmigrantes con antecedentes criminales han sido deportados, según cifras entregadas por ICE. Entre ellos, miembros de MS-13, pero también del Tren de Aragua, otra organización que ha ganado notoriedad en territorio estadounidense. El gobierno Trump sostiene que el objetivo no es criminalizar la migración, sino impedir que los vacíos legales y los procesos mal gestionados permitan el reingreso de personas con perfiles altamente peligrosos.

En paralelo, la Casa Blanca insiste en que no permitirá que decisiones judiciales aisladas se conviertan en obligaciones diplomáticas o que «jueces activistas» les digan qué hacer. Según documentos presentados por el Departamento de Justicia, facilitar el regreso de Ábrego no implica obligar a El Salvador a entregarlo, sino simplemente no entorpecer su posible retorno si el país accede. La Corte Suprema ya dio señales de que el alcance de la orden judicial original podría haber sido excesivo, pero Bukele le puso una especie de candado al tema.

El caso sigue en desarrollo, pero su impacto ya está claro. La figura de Kilmar Ábrego García, como la de otros, pasará a formar parte del archivo político de este segundo mandato de Trump como ejemplo de cómo una sola persona puede activar todos los resortes de la narrativa migratoria: la frontera, la seguridad, los jueces, el Congreso, los votantes.

La pregunta que queda en el aire es: ¿se trata el caso de Ábrego Garcīa de un error?, ¿por qué su esposa dice que es inocente si hace cinco años lo señalaba como un hombre al que temía? ¿Y qué pasará con los señalamientos de terrorismo si se comprobara que no es cierto? El tiempo lo dirá y el debate apenas comienza.

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