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Maduro lleva a Venezuela a la órbita de Rusia

El acercamiento con Moscú refuerza el eje geopolítico antioccidental en medio de un nuevo reordenamiento mundial

Maduro lleva a Venezuela a la órbita de Rusia

Putin y Maduro dándose la mano en una reunión. | Archivo

En resumen, si por un mal hado de la Historia escala la confrontación armada de Rusia con Europa y Estados Unidos, Venezuela estará firmemente alineada con Moscú y con Vladimir Putin como una cabeza de playa en América. Ni siquiera se trata de una conjetura de halcones radicales, es una constatación advertida por el propio Nicolás Maduro desde el poder supremo en Venezuela. 

En los últimos meses esas relaciones carnales regadas con vodka y ron parecen encaminarse por un rumbo sin retorno, dentro de un nuevo orden mundial acelerado por el inconstante fanfarrón Donald Trump y sus erráticas políticas contra amigos y enemigos. Esta semana fondeó en Puerto Cabello, centro de Venezuela, el buque «científico oceánico» Admiral Vladimirsky, de la flota del Báltico de la Armada Rusa. 

Descrito como un buque de investigación oceanográfica por Rusia y por fuentes europeas como un barco espía que usa la ciencia como camuflaje, el Vladimirky exhibió sus 9.120 toneladas y 148 metros de eslora en una visita ampliamente difundida por el gobierno. «Los mares de Venezuela están abiertos a la cooperación con Rusia», ofreció Maduro cuando subió a conocer el barco.

«Son los herederos de los hombres y mujeres del Ejército Rojo que liberaron a Europa y al mundo de la amenaza nazifascista en la Gran Guerra Patria. Rusia y Venezuela están cada vez más unidas en la lucha por un nuevo mundo de Paz y la independencia de los pueblos», proclamó. «Reafirmamos nuestro compromiso de cooperación entre pueblos hermanos como lo son Rusia y Venezuela, lo que refuerza el intercambio de seguridad y tecnología marítima», precisó Maduro.

Su ministro de Defensa, general en jefe Vladimir Padrino fue un poco más preciso con una frase que corrobora la verdadera función de este barco espía: «Esta visita marca otro importante hito en las relaciones de cooperación técnico militar entre nuestras naciones», dijo al celebrar la visita.

Siempre queda Moscú

Maduro ha sido invitado por Putin a asistir el 9 de mayo a los actos centrales que celebran el 80 aniversario de la victoria de Rusia sobre la Alemania Nazi. En la fiesta histórica compartirá palco con aliados más o menos cercanos de Moscú, como los presidentes de China, Xi Jinping; de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva; de Serbia, Aleksandar Vucic; de Bielorrusia, Alexánder Lukashenko; de Cuba, Miguel Díaz-Canel y los primeros ministros de India, Narendra Modi, y Eslovaquia, Robert Fico.

El heredero de Hugo Chávez aprovechará la visita para firmar con Putin un nuevo acuerdo bilateral de asociación estratégica y cooperación que elevará «al máximo nivel» las relaciones en los campos económico, comercial, financiero, bancario y energético, salud pública, transporte, cultura y la tecnología de la información, geología y deporte.

Este acercamiento se estrecha en medio de las crecientes tensiones entre el cuestionado gobierno de Maduro y el Estados Unidos de Donald Trump, una película en la que varios países americanos y europeos son actores secundarios.

Maduro y el régimen chavista desde los tiempos de Chávez ha sido el principal aliado político de Rusia en el hemisferio occidental, y el principal comprador de sus sofisticadas armas. Esa relación estrecha está cimentada en unos 240 acuerdos vigentes. Haciendo una analogía histórica, esto recuerda el papel que tuvo Cuba respecto a la Unión Soviética en los tiempos de la Guerra Fría.

«Creo que durante mucho tiempo Maduro ha sido un riesgo geopolítico al servir como base para la entrada de Rusia e Irán en el continente americano, pero es probable que la situación empeore», comenta el profesor Evan Ellis, investigador de estudios Latinoamericanos en el Instituto de Estudios Estratégicos del Colegio de Guerra del Ejército de EEUU. Y en efecto, Maduro dice que está dispuesto a tomar las armas con sus hermanos mayores (como llama a Rusia y a China).

«Si fuera el caso, ojalá que no, de enfrentar y derrotar el fascismo otra vez…ese escenario pudiera presentarse otra vez 80 años después, Venezuela se va preparando junto con Cuba, con Nicaragua, junto con nuestros hermanos mayores del mundo por si tenemos que tomar las armas para defender el derecho a la paz, a la soberanía y los derechos históricos de nuestra patria», espetó Maduro en enero en la clausura de un «congreso antifascista» en Caracas.

Esos derechos históricos, por cierto, incluyen la demanda territorial sobre el territorio Esequibo, que hoy forma dos tercios del área de la vecina Guyana. Maduro ha resucitado esta reclamación al paso que la ex colonia británica se convierte en una nueva potencia petrolera regional que a finales de este año alcanzará a Venezuela en volumen de producción de crudo.

Antes del colapso de la economía venezolana, los gobierno de Hugo Chávez y de Maduro llegaron a invertir enormes recursos petroleros en la compra de sofisticadas armas rusas, especialmente en radares antiaéreos y piezas de artillería. Los montos exactos de esas inversiones son secreto de Estado y en un país sin división de poderes ni prensa libre, es poco probable que algún día se sepa cuánto se gastó o se sigue gastando en esta alianza militar de alto nivel.

Hoy, para el gobierno de Maduro el apresto operacional de su Fuerza Armada, será una carta clave sobre la mesa en caso de que escale el conflicto por el Esequibo. También invoca a cada rato ese poder cuando habla de lo que califica como amenazas externas fascistas, planes terroristas y amenazas de invasión por parte de EEUU. 

El investigador ruso Benjamin Kurylo, de la Escuela Superior de Economía de la Universidad Nacional de Investigación de Moscú, especializado en estudios estratégicos, ha estudiado la competencia entre las tres grandes potencias (Estados Unidos, China y Rusia) en América Latina y el Caribe y cómo el comercio de armas ha sido clave para mantener o expandir esa influencia.

«El notable crecimiento de Rusia se explica principalmente por las importaciones de armas desde Venezuela, que han representado más del 83 % de todas las ventas de armamento ruso en ALC desde 2007», escribe en un análisis comparativo de esa competencia.

Tras asumir la presidencia en 2002, Hugo Chávez impulsó planes para mejorar considerablemente la capacidad militar venezolana, dice el autor sobre esa estrategia financiada con un auge masivo de ingresos petroleros. La posición antiestadounidense (y las sanciones aplicadas al chavismo por sus violaciones a los derechos humanos y atentados contra la democracia) condujo a un embargo de armas impuesto por EEUU y la Unión Europea, lo que «privó a Venezuela de sus principales suministros tradicionales de equipo militar», señala Kurylo. 

«Estas tres condiciones brindaron a Rusia una oportunidad única para abastecer a Venezuela con considerables exportaciones alternativas de armas», dice al autor al mencionar cifras que desde 2007 ubicaron a Venezuela como el sexto mayor comprador de Rusia en el mundo.

En la última década la compras oficiales de armas por Venezuela menguaron, aunque la estrecha alianza militar entre Rusia y Venezuela «se mantuvo y profundizó bajo el mandato de Nicolás Maduro» y aunque Moscú no tiene tropas en el territorio venezolano, ha desplegado asesores militares y especialistas para el mantenimiento del equipo militar ruso.

Un ensayo conjunto de los autores S. Chemezov, jefe de la corporación estatal rusa Rostec y S. Goreslavsky de la sociedad anónima «Rosoboronexport» abunda en los ángulos geopolíticos de esta alianza que ahora cobra más importancia.

«La principal conclusión del estudio de caso venezolano es que la estrategia de diversificación geográfica de los envíos de armas rusas resultó ser una herramienta eficaz tanto para aumentar la competitividad del país en los mercados internacionales como para promover sus objetivos políticos y estratégicos a nivel internacional».

«Los suministros de armas rusas se han convertido uno de los principales factores que garantizaron la no injerencia de fuerzas externas en el proceso político interno de Venezuela. Cualquier intervención militar extranjera sería ahora demasiado costosa, especialmente porque las fuerzas de defensa antiaérea han sido equipadas con sistemas de misiles rusos altamente eficaces».

Este es el trasfondo de verdadera importancia en esta nueva etapa de las relaciones entre Rusia y Venezuela, dos aliados tomados de la mano alineados para desafiar a enemigos reales o imaginados.

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