The Objective
Crónicas de la era Trump

EEUU dice que negocia, China lo niega y Europa vuelve a la tormenta de los aranceles

14 países se sumaron a la lista de los que quieren negociar sus aranceles mientras los mercados evidencian días malos

EEUU dice que negocia, China lo niega y Europa vuelve a la tormenta de los aranceles

El presidente EEUU, Donald Trump. | Reuters

A las puertas del ala oeste, el sol aún no se ha posado del todo sobre el Salón Oval mientras escribo esta crónica, pero la narrativa presidencial ya está desplegada y el arsenal de cruce de mensajes esta vez tiene un objetivo claro llamado China. «Estamos hablando con China. Hay avances. Los aranceles van a bajar, no a cero, pero bajarán», dijo hace poco Donald Trump con su cadencia habitual, calificando como reportes equivocados cualquier pregunta en la que se le diga no hay acuerdo con el gigante asiático. 

La frase resonó fuerte esta semana desde el corazón del poder en Washington, pero en Pekín la desmintieron con una frialdad calculada. Y justo hace pocos minutos, Trump insistió en que en la mañana del jueves se hicieron varias reuniones para negociar. ¿Quién tiene la razón?

Y es que, la polémica es verdaderamente inédita: el portavoz del Ministerio de Exteriores chino, He Yadong, no titubeó para desmentir de un plumazo que no es cierto que haya tales negociaciones. La respuesta no solo negó la versión inicial del presidente estadounidense, sino que expuso una grieta más amplia: Trump quiere vender la imagen de un negociador global en pleno control; China, en cambio, busca dejar claro que no responderá a presiones unilaterales y parece que ninguno de los gigantes quiere ceder en el pulso como estamos viendo.

La tensión no es nueva, pero se renueva con cada palabra. Desde que Estados Unidos impuso aranceles de hasta 145% (cifra escandalosa por donde se le mire) a sectores clave como la tecnología y el acero —una cifra confirmada por la Oficina del Representante Comercial de EEUU (USTR)—, las relaciones bilaterales han transitado por una cuerda tensa. Y aunque la Casa Blanca asegura que se está «avanzando hacia un gran acuerdo», del lado chino se insiste en que no hay ni borrador ni canal abierto. 

Pero como si fuera poco, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, expresaba esta semana tras haber además sostenido una reunión privada en JPMorgan Chase y un discurso en el Institute of International Finance que: «China necesita un reequilibrio. Su economía sigue girando en torno a la manufactura y las exportaciones. Si no hay cambio, los desequilibrios con sus socios comerciales seguirán agravándose». Lo dijo frente a ejecutivos y diplomáticos. Nadie lo desmintió, pero tampoco lo secundaron.

Europa, mientras tanto, sigue en el centro de la tormenta porque escucha desde el flanco atlántico con creciente inquietud y algo de preocupación, a pesar del reciente viaje de Meloni a Washington para intentar calmar los ánimos. Bruselas ya advirtió que, de no haber avances en la eliminación de tarifas impuestas a productos agrícolas e industriales europeos, responderá con medidas similares. Y España, especialmente golpeada por los gravámenes a su aceite de oliva, jamones y vinos, ha activado un paquete de ayuda para amortiguar el impacto que sigue teniendo sismos a muchos kilómetros de distancia de la capital de Estados Unidos.

Pero mientras se recalibran alianzas y estrategias, y se ajustan otros temas, al cierre de esta edición, Trump se encontraba reunido en la Casa Blanca con una delegación noruega encabezada por el primer ministro Jonas Gahr Støre y el exjefe de la OTAN, Jens Stoltenberg. La cita, oficialmente orientada a temas de seguridad transatlántica y la guerra en Ucrania, también sirvió para discutir intercambios bilaterales y posiciones conjuntas frente a China, además. 

Hay que recordar que Noruega está interesada en evitar ser arrastrada por la polarización comercial entre Washington y Pekín.

Mientras tanto, en los pasillos del Congreso, en el siempre silencioso Capitol Hill, demócratas y republicanos debaten no solo la viabilidad de una desescalada arancelaria, sino la legitimidad de las afirmaciones del presidente. ¿Está negociando realmente? ¿O se trata de una estrategia comunicativa para posicionarse como actor indispensable en medio del ajedrez internacional? Los republicanos por supuesto aplauden casi todo, los demócratas critican las medidas.

A la espera de hechos, los mercados reaccionan con cautela y mucha timidez. El Dow Jones subió un 0,6% tras los comentarios de Trump, pero retrocedió en cuanto Pekín emitió su desmentido, como era de esperarse. La incertidumbre ya no es una anomalía; es la constante del comercio global bajo la era Trump porque mientras él dice que tariffs es su palabra favorita, cualquier estornudo de Estados Unidos hace temblar al planeta y más cuando de economía se trata.

La escena es conocida: un presidente que habla de acuerdos inminentes, socios que lo niegan, y aliados europeos que caminan sobre hielo fino intentando no caer entre bloques. Lo nuevo, esta vez, es la velocidad con la que la retórica choca contra la realidad. Y en ese choque, Europa —y España en particular— ya ha entendido que el precio de esperar puede ser más alto que el de actuar.

Ahora bien, vuelvo a la pregunta inicial, ¿existe o no diálogo entre China y Estados Unidos? El arte del acuerdo, como Trump le llama, está en una auténtica prueba de fuego por estos días y el tiempo arrojará un ganador.

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