Y así, la economía venezolana entra en caída libre
El discurso oficial chavista echa todas las culpas de los males venezolanos a las sanciones aplicadas por Estados Unidos

Nicolás Maduro. - Archivo | Presidencia de Venezuela
Lo que está ocurriendo con la economía venezolana se veía venir desde hace meses. Como un coro de voces de Casandra, varios expertos, economistas, analistas políticos, asesores de inversiones y hasta informados ratones de biblioteca y de las redes, advertían que la crisis política electoral tendría su alto precio a pagar.
Desde la cuestionada elección presidencial del 28 de julio de 2024, cuando el oficialista Consejo Nacional Electoral proclamó a Nicolás Maduro como presidente sin mostrar las pruebas, es decir, los habituales resultados por mesas de votación, municipios y estados, comunes en toda elección democrática, las cosas no pintaban bien para nadie más allá de las fronteras del chavismo.
Maduro asumió el 10 de enero, la menguada y liquidada oposición sigue cantando fraude, el chavismo se apresta a encerrarse en el poder con nuevas elecciones donde corre solo y la economía no hace sino empeorar y con ella la vida diaria de los 26 millones de personas que quedan en este país.
Pero ya se sabe que en economía no hay almuerzo gratis, de modo que lo que ocurrió con las presidenciales sigue trayendo río abajo una serie de consecuencias que están barriendo lo que quedaba en pie.
No importa lo que diga el gobierno de Maduro, cuyos funcionarios se empeñan en esconder las cifras oficiales de las elecciones y de la economía, siguen visitando China y Rusia y proclaman que el país de los héroes de la independencia no sucumbirá ante las presiones externas y seguirá su rumbo firme y glorioso hacia el orgásmico futuro de «máxima felicidad» que promete el socialismo del siglo 21.
Sin ir muy lejos, hace dos días el propio Maduro afirmó –sin tampoco ofrecer pruebas- que la economía creció 4,5% en este primer trimestre y que encadena «15 trimestres consecutivos de crecimiento de PIB». Pero tampoco muestra las cifras oficiales desagregadas por sectores, los indicadores de crédito, de inversiones, de pobreza, de empleo, mucho menos de inflación.
La economía tiene mucho de ciencia exacta y sus modelos sirven para correr escenarios, proyectar resultados, intercalar variables y adelantarse sin vaticinios de oráculo a lo que viene: señoras y señoras, la economía de este malogrado país va en curso de colisión otra vez con la piedra de la recesión, en medio de más inflación y más pobreza.
El discurso oficial chavista echa todas las culpas de los males venezolanos a las sanciones aplicadas por Estados Unidos contra el gobierno de Maduro, la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) y otras empresas. Como en la discusión del huevo y la gallina, desde la otra acera se observa que las sanciones son una respuesta a los atentados contra la democracia, como los ocurridos el 28 de julio de 2024, persecución de opositores, violación de los derechos humanos y supuestos crímenes de lesa humanidad que son evaluados en la Corte Penal Internacional.
Más allá de ese debate irreconciliable hay una realidad tangible: la larga crisis económica no será superada porque el gobierno de Nicolás Maduro no es reconocido por las principales potencias económicas, que es decir lo queda del mundo democrático de corte occidental.
Claro, Maduro cuenta con Rusia, China, Irán, Turquía, Corea del Norte, Bielorrusia, Cuba y Nicaragua, pero falta saber si ese club del lado oscuro de la Fuerza será suficiente para mantener a flote una economía donde la política económica oficial es la retórica adornada de consignas nacionalistas y héroes de la patria.
La economía no perdona
Por lo pronto, basta dar un paseo por los últimos grandes números de la macroeconomía para tener una idea del estado de las cosas. Ya sabemos que los indicadores esconden una brutal realidad, por eso es fácil imaginarse las cosas todavía peores para el venezolano común, ese que todavía sueña con irse a España, ya que en Estados Unidos no los quieren y en la América del Sur crece una ola de xenofobia hacia los panas venezolanos que ni te cuento.
En su informe actualizado de perspectivas de la economía mundial (WEO, por sus siglas en inglés) hay unas líneas dedicadas a Venezuela. En los gráficos interactivos se constata que en 2025 este país volverá a dominar el podio con la tasa de inflación más alta del mundo, por encima de 180%, que llegará a 225% en el año 2026.
Como las desgracias no vienen solas, habrá también una brutal caída de 4% en el Producto Interno Bruto (PIB) con lo que terminará un modesto ciclo de recuperación gradual que llevaba tres años. Será la peor caída en el mundo después de la infernal República de Sudán del Sur, cuya economía caerá 4,3% este año.
En 2026 el PIB de Venezuela se desplomará otro 5,5% y ese hundimiento será único en el mundo, ni siquiera Sudán del Sur la acompañará. Claro, todas esas son proyecciones sobre un escenario base y muchas cosas pueden pasar, sobre todo en esta economía global amenazada por el impredecible Donald Trump.
El hecho es que el PIB de Venezuela, lo que es decir la suma total de su riqueza en forma de bienes y servicios, llegará a apenas $108.000 millones, diez veces menos que España y la cuarta parte del tamaño de la de Colombia.
Bien atrás quedaron los tiempos en que Venezuela era la cuarta economía de América Latina y el Caribe detrás de Brasil, México y Argentina. Tras 26 años de malos sueños chavistas hoy es una de las economías más pequeñas de la región, es más o menos del mismo tamaño que la de Panamá, y Costa Rica, y más pequeña que la de República Dominicana y Guatemala. Y estos países no se ufanan de poseer la mayor reserva de hidrocarburos del mundo ni un Salto Ángel para atraer turistas.
Cuando esa torta del PIB se divide entre el número de habitantes, constatamos que Venezuela es también uno de los cuatro países más pobres de América y El Caribe: su ingreso per cápita es de apenas $4.070 este año, y en este apartado los venezolanos solo están por encima de los de Honduras ($3.520), de Nicaragua ($3.020) y Haití ($2.670).
Y eso que la cuarta parte de la población se ha ido del país, porque si no, la porción de la torta del PIB sería bastante menor por persona.
La pobreza es algo más que estadísticas, se percibe en las ganas de largarse, que siguen gritando los más jóvenes, se percibe en la falta de oportunidades y en la certeza de que no hay en el horizonte una mejoría previsible. Solo queda aguantar el vendaval, como desde hace 30 años.
En este paraíso chavista al que siempre están invitados los izquierdistas europeos, un docente gana 1,31 dólares por mes de salario mínimo y le han confiscado sus prestaciones sociales, su jubilación y sus años de entrega. Si se suman unos bonos que no inciden en beneficios acumulados, ese maestro o profesor llega a $131 por mes. La canasta bien básica para una familia de cinco miembros cuesta este mes $527 dólares, señala el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM).
No es de extrañar, pues, que más del 70% de los estudiantes de sexto grado de primaria a quinto año de bachillerato «está reprobado en matemáticas y habilidad verbal y su calificación promedio apenas supera los siete puntos sobre 20», según un estudio de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).
Pero ya hay indicios de que la economía, arrastrada por la política, vive su futuro presente: el PNUD, agencia de la ONU para el desarrollo, mantiene un conservador escenario tras los acontecimientos del primer trimestre y ve una caída de 1,3 % del PIB y una inflación del 175 % al cierre del año. Esto contrasta con un crecimiento de 6,5 %, en 2024, cuando las consecuencias del 28 de julio no se habían desplegado con toda su fuerza ni Trump había regresado a la casa Blanca.
Otras dos instituciones de investigación económica coinciden en describir la tormenta que se avecina: Cedice Libertad señala que en el primer trimestre el PIB solo creció 1,4%, uno de los más bajos niveles desde que en 2021 comenzó el pequeño proceso de recuperación que ahora ha llegado a su fin. Advierte que los precios aumentaron 28% en marzo y 53% en el trimestre, lo que lleva a proyectar una tasa anualizada de 165%, como resultado de «la inestabilidad cambiaria, incertidumbre política interna y todas las expectativas negativas en torno al sector externo».
El Observatorio Venezolano de Finanzas, otro centro de investigación de economistas, advierte que la economía ya cayó 2,7% en el primer trimestre y la inflación se proyecta sobre 165% para el cierre del año.
Todos esos escenarios coinciden en anticipar más recesión, más pobreza, y más inflación. No hay datos oficiales con los cuales comparar: el Banco Central también esconde los números cuando no les son favorables al chavismo.