The Objective
Internacional

Trump pierde las elecciones... en Canadá

¿Cómo se puede montar una campaña de ofensas contra el país que mejor se ha llevado con EEUU en la historia?

Trump pierde las elecciones… en Canadá

El líder del Partido Liberal de Canadá, Mark Carney. | Nathan Denette / Zuma Press

Hace cuatro meses y medio, los liberales canadienses del primer ministro Justin Trudeau se enfrentaban a un panorama terrorífico. El 16 de diciembre, la ministra de Finanzas presentó su dimisión. Trudeau, con pésimos índices de popularidad, no se sintió con fuerzas para seguir adelante y tiró la toalla tres semanas más tarde. Para sustituirle al frente del partido, el 9 de marzo fue elegido Mark Carney, economista y durante siete años gobernador del Banco de Inglaterra. Antes había sido gobernador del Banco de Canadá.

En aquel momento, Trump llevaba mes y medio en la Casa Blanca. Sus estúpidos comentarios preelectorales sobre la anexión de Canadá a EEUU pasaron a ser, desde la toma de posesión del 20 de enero, una letanía insoportable a la que se incorporaron dislates sobre Groenlandia, insultos a los aliados, amenazas arancelarias y persecución de ciudadanos y jueces. Día sí y día también, más ataques a Canadá; más desprecios a Canadá; más agravios contra los canadienses.

Los conservadores, en la oposición, tenían una ventaja de 21 puntos en los sondeos en diciembre. Como es natural, el pobre líder conservador canadiense, el populista Pierre Poilievre, que creía que el éxito electoral de Trump le iba a ayudar, empezó a perder su ventaja a pasos agigantados. Carney lo vio claro y convocó elecciones para el lunes 28 de abril.

Y Donald Trump las perdió.

En realidad, las perdió Poilievre, que por una parte tenía enfrente a un adversario formidable como Carney, pero que sobre todo tenía enfrente a su amigo Trump, que saboteó la campaña conservadora al insistir una y otra vez en que el mejor destino para Canadá era ser el 51 estado de EEUU. Poilievre ha perdido hasta su escaño, que ocupaba desde hacía 20 años.

En definitiva, el pasado lunes Mark Carney ganó unas elecciones que los liberales tenían perdidas con un extraordinario 43,5%, el mejor resultado liberal en Canadá de los últimos 45 años. El voto se concentró enormemente en las dos principales formaciones a costa del Partido Nacional Democrático y del Bloque Quebequés, porque los conservadores lograron el 41%, un gran resultado comparado con anteriores elecciones. Con una elevada participación de casi un 70% del electorado, el factor Trump polarizó, pero esta vez las cosas no le salieron bien al peor presidente de la historia de EEUU.

Momento en el que Mark Carney conoce los resultados electorales en la sede del Partido Liberal. | Reuters

¿Cómo se puede montar una campaña de ofensas contra el país que mejor se ha llevado con EEUU en la historia? ¿Qué se gana con humillar al vecino con el que compartes una frontera -casi 9.000 kilómetros- que es el límite territorial entre dos países más largo del mundo, y probablemente el menos vigilado? ¿Por qué incordiar a una gente aburrida de puro conciliadora y con la que se lleva más de un siglo en paz? ¿A quién se le ocurre forzar la máquina de la guerra comercial con un socio con el que cada día se intercambian bienes y servicios por valor de 2.600 millones de dólares?

Y más aún: de Canadá procede buena parte de la energía eléctrica que alimenta a Nueva York, Minnesota y Michigan. Canadá exporta a EEUU el 80% del potasio necesario para los fertilizantes agrarios. ¿Es sensato jugar con los precios de la luz de las ciudades, con la producción agraria, con el destrozo que habría entre dos economías completamente interconectadas?

A Trump le ha dado todo igual: mientras su amigo Pierre Poilievre hacía campaña, él hablaba del primer ministro como «gobernador del Gran Estado de Canadá» y despreciaba la historia del país y su sistema político, atizando un nacionalismo que era folklórico hace unos meses y que ahora es real. Los ciudadanos querían el cambio, estaban cansados de los diez años en el poder de Trudeau, de la inflación, del precio de las viviendas. Gracias a Trump, el cambio ha consistido en elegir a otro liberal como Carney, que no es particularmente atractivo -un banquero que nunca ha hecho política, un tipo más bien aburrido que no habla muy bien el francés en un país oficialmente bilingüe-, pero que se ha alzado contra el vendaval de dislates que viene de Washington.

Tiene una tarea muy difícil por delante y no cuenta con la mayoría absoluta. No es fácil enfrentarse a la crisis abierta por Trump y su Gobierno cuando hay tanto en juego, y no es fácil hacerlo con un resultado tan elevado para los conservadores.

Carney no se hace muchas ilusiones. Al contrario, trata de que los canadienses entiendan que este momento es muy delicado, para ellos y para el mundo: «La economía global es fundamentalmente diferente a como era ayer. El sistema de comercio global anclado en Estados Unidos en el que Canadá ha confiado desde el final de la Segunda Guerra Mundial -este sistema que, no siendo perfecto, ha ayudado a generar prosperidad para nuestro país por décadas- ha terminado. Nuestra antigua relación basada en la profundización constante de las relaciones con EEUU ha terminado. El periodo de 80 años en el que EEUU asumió el liderazgo económico mundial, cuando construyó alianzas basadas en la confianza y el respeto mutuo y defendió el intercambio libre y abierto de bienes y servicios, ha terminado».

Pesimista la declaración de Carney, pero este es el mundo que ahora mismo tenemos por delante: sin liderazgo estadounidense, sin certezas sobre las reglas del juego, sin un presidente fiable en la Casa Blanca. Un presidente que, si no estuviera tan ocupado en destruir su país y las relaciones con sus aliados y fuera aficionado a la lectura y a las lecciones de la historia, debería apuntar la frase grabada en piedra en la embajada de Estados Unidos en Ottawa, la capital de Canadá, que recuerda la visita del presidente John F. Kennedy en septiembre de 1961: «La geografía nos ha hecho vecinos. La historia nos ha hecho amigos. La economía nos ha hecho socios, la necesidad nos ha hecho aliados».

Publicidad