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Encovi: el vivo retrato del fracasado socialismo chavista

En Venezuela la peor parte está en los hogares en pobreza extrema, que no tienen ni para comprar alimentos suficientes

Encovi: el vivo retrato del fracasado socialismo chavista

Nicolás Maduro en una celebración en Caracas, Venezuela. | Reuters

La incomoda Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) de 2024 es un gran fresco actualizado sobre la realidad de los cerca de 29,37 millones de venezolanos que quedan en este país arrasado por años de desastres en la gerencia pública.

Encovi es levantada por expertos de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Antes también participaban la Universidad Central de Venezuela y la Universidad Simón Bolívar. 

Pero ahora la UCAB sola tiene –sin proponérselo- la enorme responsabilidad de ponerle cifras y gráficos a lo que el país ya vive en carne propia desde hace 26 años: el fracaso histórico de un modelo socialista reencauchado, que promete el paraíso en la tierra y tomar el cielo por asalto.

Este año, tras meses de una escalada de persecuciones contra disidentes, enfrentar la narrativa chavista y su hegemonía comunicacional es particularmente riesgoso. Tal vez por eso la UCAB decidió dejar esta edición de Encovi de bajo perfil, y sus voceros no hicieron la presentación pública habitual, ni foros, ni atienden teléfonos de periodistas impertinentes que ahondan en los hallazgos. 

Pero ahí está el profuso estudio, en la página proyectoencovi.com, hasta que el gobierno decida bloquearla, como lo ha hecho con los medios digitales independientes que suelen ocuparse de revelar lo que el Poder siempre quiere ocultar.

El estudio recogió datos entre junio y julio de 2024, un período totalmente distinto a toda la segunda mitad del año. 

Después de eso empeoró la crisis institucional asociada a la cuestionada elección del 28 de julio, a las acusaciones de fraude y a la proclamación del triunfo de Nicolás Maduro sin mostrar resultados. Esos hechos volvieron a sacar lo peor de la represión chavista, con un impacto en cascada sobre la credibilidad de las instituciones, en la economía y en las expectativas de los agentes económicos y de la gente común.

En la primera mitad del año 2024, las políticas económicas pragmáticas del gobierno habían apostado a la estabilidad anclando el tipo de cambio. Y en una economía con una dolarización arbitraria, eso había ayudado a mantener represada una virulenta inflación que se mantiene en el podio de las más altas del mundo.

La (frustrada) expectativa de una elección presidencial competitiva en el que el chavismo se jugaría su legitimidad, y que había salido de negociaciones previas con la oposición con la bendición de Estados Unidos, había mejorado las previsiones y agitado la economía con un escandaloso gasto público encaminado a la campaña de Maduro a la reelección. 

Por instrucciones el Gobierno, la banca había flexibilizado los créditos al consumo; aumentaban las importaciones masivas con bajos aranceles, ampliando la oferta de bienes exóticos, suntuarios o esenciales; la producción petrolera, de la mano de empresas como Chevron y Repsol iba en aumento. La inflación tuvo un bajón histórico y la economía crecía con fuerza.

El Banco Central de Maduro todavía sostiene que la economía lleva 15 trimestres consecutivos creciendo y afirma que lo hizo en 9,32% en este primer trimestre de 2025, pero sin mostrar pruebas ni detalles, como en las elecciones. En economía y en política, el chavismo pretende que la palabra oficial sustituya a la verdad.

La granja de desigualdades

Volviendo a la Encovi, los datos confirman que durante esa “ilusión de armonía” de la primera parte de 2024 y hasta julio, el país se había estabilizado en el sótano. Pero las cifras siguen siendo un escándalo.

Siete de cada 10 hogares, es decir, el 73,2%, eran pobres en ingresos, lo que es decir que no tenían recursos suficientes para satisfacer las necesidades básicas. Respecto a 2023, cuando el 82,8% estaban en la pobreza, hubo una mejora, de 9,6%. 

Todo indica que para 2025 ese avance será neutralizado porque la economía volvió a quedar atascada, y empeora con el recrudecimiento de las sanciones de Washington en represalia a los alegados atentados contra la democracia y los Derechos Humanos. Por cierto, que Trump, también un autoritario, pronto se quedará sin argumentos para sancionar a nadie.

En Venezuela la peor parte está en los hogares en pobreza extrema, los que no tienen ni para comprar alimentos suficientes. La cifra había caído 14% en un año, al pasar de 50,5% a 36,5%. 

En total, 3,4 millones de hogares estaban en esta situación, 600.000 menos que en 2023″, señala el informe. Pese a la fugaz mejora, esto se traduce en que 10.880.000 personas ni siquiera comían completo cada día en ese 2024 que se fue.

Pero la miseria no se mide solo por el ingreso. Es más preciso considerar la pobreza multidimensional, que evalúa también el acceso a servicios, educación, vivienda y empleo. “El cambio no fue notorio: más de la mitad de los hogares (56,5%) permanecía en esta situación, sólo 2,4% menos que el 58,9% que la padecía en el año anterior”.

Este fresco tiene muchos detalles que ilustran los problemas estructurales de un régimen al que se le ven las costuras. 

“La apertura económica de facto que ha tenido lugar en economía venezolana, a partir del año 2019-2020, ha hecho que se amplíen las diferencias sociales. Éstas no solamente están relacionadas con el estrato social de pertenencia sino muy especialmente al acceso de las oportunidades”, resume el informe.

Ya sabemos que en todo sistema socialista siempre hay algunos más iguales que otros, como lo advirtiera Orwell. No es de extrañar entonces que Venezuela sea uno de los países más desiguales de América, no importa lo que digan los discursos oficiales.

Cuando se separa a la población en deciles (ese método de estadística aplicada que permite diseccionar los grupos de habitantes), encontramos que los de la punta de la pirámide aumentaron su ingreso en 82,5% entre 2023 y 2024. Pero los que están en el sótano, en el último decil, lo hicieron solo en 24,8%.

El ingreso promedio del decil más alto es 50 veces mayor que el del decil más bajo, lo que ilustra la concentración de riqueza en muy pocas manos, especialmente manos cercanas al poder político que son las que exhiben sus anillos de riqueza en zonas exclusivas de Caracas, una verdadera burbuja en un país de extremos.

Los deciles nueve y 10, los más altos, concentran un ingreso promedio que supera en un tercio al ingreso de todos los otros ocho deciles de población.

Estos abismos se notan en el Coeficiente de GINI, un indicador de desigualdad en la distribución del ingreso que en el pasado era usado por los discursos chavistas en foros internacionales como supuesta evidencia de los logros de la llamada revolución bolivariana.

La Encovi 2024 encontró que el de Venezuela había empeorado hasta 53,9 puntos, lo que ubica al país como el más desigual de América, superando incluso a Brasil (52,9 puntos) y Colombia (51,5 puntos). España, para más señas, tiene un GINI de 32 puntos, según el Banco Mundial.

En su traje de retórica de justicia social, los himnos, canciones y discursos pretenden hacer creer que mujeres y hombres tiene los mismos beneficios reales. Pero el profuso empleo de los artículos “los y las” y los sustantivos en ambos géneros no logran ocultar que solo tres de cada diez mujeres trabajan de manera formal fuera de su casa y que, en promedio, ganan 36% menos que los hombres. 

En Educación, una materia crucial para cualquier país o sistema que piense en el futuro de un mundo mejor, la llamada revolución bolivariana muestra sus peores miserias después de 26 años de poder absoluto.

El informe de resultados del Sistema de Evaluación de Conocimientos en Línea (SECEL), también de  la UCAB, grita que “Más del 70% de los estudiantes de sexto grado de primaria a quinto año de bachillerato está reprobado en matemáticas y habilidad verbal y su calificación promedio apenas supera los siete puntos sobre 20”. 

En comprensión lectora la calificación global fue de 7,61 sobre 20. En síntesis, es un sistema educativo de analfabetos funcionales y donde los educadores ganan 130 dólares por mes.

En salud, una de las aspiraciones de equidad social más preciadas, el caso de Venezuela es patético: solo el 7,6% de la población tiene un seguro médico privado. Eso es más grave si se piensa que para el 38% de los encuestados por Encovi la calidad del sistema público de salud es “malo” o “muy malo” y para el 47% es “regular”. 

Es que en los hospitales públicos de Venezuela es más común que el paciente se muera por falta de atención que por la propia enfermedad. Los apagones, ese susto que dejó a España en una sola pieza, son en Venezuela tan cotidianos como la brisa. En el 28% de los hogares la electricidad se va “Diariamente varias horas”, y en el 47% falta “Alguna vez por semana varias horas” y en el 13% “Alguna vez por mes”.

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