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Internacional

Qué le espera a Venezuela en este 2025 que ya terminó

Se espera que en los últimos meses del año se inicie un gran éxodo migratorio

Qué le espera a Venezuela en este 2025 que ya terminó

Una calle de Caracas a 14 de mayo de 2025. | Leonardo Fernández (Reuters)

Como la historia no se ciñe a los calendarios, ya es posible aventurar qué será de Venezuela en lo que resta de 2025: una economía bajo presión que se hunde, otra nueva ola migratoria que tiene a España como principal destino a falta de Estados Unidos y un régimen chavista que se atornilla con unas elecciones dudosas que se llevarán a cabo el próximo domingo 25 de mayo.

Varios expertos agrupados en la mesa de análisis del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno (CEPyG) de la Universidad Católica Andrés Bello llevan años vistiendo a este muñeco, analizando con herramientas científicas los aspectos más relevantes para entender y explicar este país de marras, donde las crisis se superponen como los sedimentos de cada deslave.

Sus más recientes conclusiones fueron expuestas en el foro Prospectivas Venezuela II Semestre 2025, que trae nuevas pistas en un escenario donde no se prevén mayores sorpresas, aunque hay hallazgos para quien quiera entender, aunque sea por empatía, a este país sumido en la tristeza y el desamparo.

Hay muchas razones por las cuales la situación de Venezuela importa, pero una de las más resaltantes es que el hecho de que muchos venezolanos siguen mirando hacia afuera como salida a su situación personal y la del país.

Hay “una significativa intención declarada a emigrar” y el 5% lo tiene pensado como algo definitivo. Eso equivale a unas 1,2 millones de personas, según un estudio de opinión hecho entre el 29 de abril y el 4 de mayo por la respetada firma Delphos.

Otro 10,9% lo tiene pensado y es muy probable que lo haga, lo que suma otras 2,5 millones de personas dispuestas a darle más caudal a ese río de  gente esparcido por el mundo (ya hoy uno de cada cuatro nacidos en Venezuela vive fuera de su país).

“Estamos a las puertas de un éxodo importante probablemente a partir del segundo semestre que continuará en 2026”, resume el politólogo Benigno Alarcón, director del CEPyG de la UCAB. 

España como objeto del deseo

Cuando se les pregunta a dónde diablos piensan ir a dar con sus huesos, el 22,7% declara como destino España… Tanta sangre independentista derramada y tanta migración inversa en el pasado para querer regresar a la “madre patria”.

Las ganas de largarse son tan feroces que hasta desafían a la realidad de países donde los venezolanos ya son vistos como una plaga. El 15% quiere irse a Chile, donde hay una ola de xenofobia que lleva a culpar a un venezolano cada vez que alguien le roba un biberón a un niño. 

Todavía el 13,6% se quiere ir a Estados Unidos, pese a que por allá los agentes de Donald Trump pueden llevarte preso y acusarte de terrorista solo por haberse ocurrido grabarte en la piel un tatuaje con el nombre de la que ahora acaso sea tu ex. En efecto, hay denuncias documentadas de migrantes prisioneros solo por un tatuaje y hoy encanados en Cecot, la cárcel de máxima seguridad de El Salvador. 

El 11,4% se quiere ir a Brasil, donde ciertamente a los venezolanos los han tratado bien con la llamada Operación Acogida, del Estado brasileño, que ayuda a reinsertarlos en varios estados de ese vasto país donde un puñado de medio millón de extranjeros no se nota mucho entre 220 millones de habitantes.

Los motores que agitan esta ola migratoria son claros: el 45,5% dice que se larga porque “no se ve ningún cambio” y el 35% porque ya no se aguanta la difícil situación económica.

Los grupos focales y sondeos resumen un sentimiento general negativo. Es lo que define el sociólogo Roberto Briceño León como “una creciente incertidumbre en la cotidianidad”. 

La gente se preocupa porque cada mes el dinero rinde menos, suben los costos del transporte y los servicios y el venezolano promedio sufre de miedos específicos. Por ejemplo, teme al retorno de delincuentes que habían migrado del país, le teme a la arbitrariedad de policías que no te cuidan, sino que te amenazan y extorsionan, y le temen a la vigilancia y delación de los  jefes de calle adscritos al gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Y es que por una palabra de un dirigente local de esos puedes ir a la cárcel y hasta morir en ella. 

Después hay miedos difusos: ¿Cómo podremos vivir? Cómo educar a los hijos, quien nos protegerá y ayudará, dice Briceño sobre esa suerte de tristeza, de pensamientos de estar en un país sin futuro donde hay más interrogantes que respuestas.

En este contexto, son los más acomodados y con mejores ingresos los que predominan entre los que quieren emigrar.

En economía, se prevé un derrumbe de 4,1% del Producto Interno Bruto este año, con una inflación sobre 289%, con estancamiento del crédito, fuerte caída del consumo privado y de la demanda y retroceso en la producción de petróleo, ese averiado motor de la economía. Una macro devaluación ya en marcha llevará a fin de año a más que duplicar el actual tipo de cambio, según estudios de la firma Ecoanalítica, expuestos por el economista Arturo Bárcenas en el mismo foro.

Elecciones como excusa

Después de la traumática experiencia de 2024, cuando millones de electores salieron a la calle a apoyar un candidato único opositor que desafío al régimen chavista solo para ver cómo el oficialista Consejo Nacional Electoral (CNE) declaraba ganador a Maduro sin mostrar hasta hoy las pruebas, el 73% todavía aspira a un cambio político.

Pese a la confiscación del voto como expresión democrática todavía el 48,5% cree que son “los ciudadanos, la gente”, los que pueden hacer ese cambio. Es una caída de 15% con relación al momento previo a la elección presidencial del 28 de julio.

En contrapartida, sube a 32,4% la apreciación de los que creen que solo los militares pueden hacer ese cambio y el 23,4% lo deja en manos de la comunidad internacional y 17% en lo que pueda hacer el Gobierno de Trump.

Pese a todo, el 22,5% se autodefinieron como chavistas; el 37,5% como opositores y 40% dijo ninguno. Los expertos entienden que este último porcentaje encubre “una falsificación de preferencias” de quienes temen represalias por decirse opositores.

Las expectativas no son los mejores, lo que nos lleva otra vez a los detonantes del persistente deseo de migrar: sobre la situación de Venezuela para dentro de un año, 35,5% lo ve como “mejor o igual de bien” y el 53,5% dijo que entre “igual de mal o peor”.

El domingo que viene son las elecciones anticipadas por Maduro siete meses para renovar la Asamblea Nacional y escoger a 23 gobernadores de estados, más uno de la Guayana Esequiba, ese vasto territorio controlado por la vecina Guyana que el chavismo anexó al menos en el papel sin esperar por un fallo de la Corte Internacional de Justicia que igual no piensa acatar. 

Según Delphos, solo un 15,9% de los consultados tienen una alta probabilidad de votar y de ellos el 74,2% lo haría por los candidatos del chavismo. El 13,8 por ciento se decanta por unos candidatos opositores descafeinados asociados a los políticos Manuel Rosales y Henrique Capriles, que terminaron pactando con Maduro una especie de convivencia.

Entonces está claro que el chavismo controlará directamente otra vez entre 80% y 90% de la Asamblea, así como casi todos los gobernadores electos. Igual ya los controla indirectamente porque donde perdió en el pasado impone protectores y militares que aprueban el movimiento de cada hoja.

El de Venezuela es un cuadro nada envidiable para ningún país y según los internacionalistas Elsa Cardozo y Félix Arellano desde afuera lo ven como un asunto de emergencia humanitaria, violación sistemática y sostenida de derechos; responsabilidad penal internacional; con una migración con razones de seguridad nacional y dimensiones humanitarias; corrupción, economías ilícitas y depredadoras. 

Venezuela se debate entre dos corrientes: continuidad autoritaria y su ilegitimidad e ineficiencia, o legitimidad y posibilidad de una transición democrática y gobernabilidad. Pero ya sabemos hacia donde apuntan las flechas.

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