Guerra de Ucrania y disonancia cognitiva
«Una guerra se hace por algo, y se gana o se pierde en función del grado de cumplimiento de los objetivos que la motivan»

Un grupo de soldados ucranianos se calienta junto a una hoguera. | Viacheslav Madiievskyi (Zuma Press)
Las noticias sobre la guerra fluyen, pues, como ya se dijo en estas mismas páginas, no es tan fácil terminar con la guerra, pese a los oficios de Trump. De hecho, ni Rusia ni Ucrania desean que la guerra termine ahora. Uno no quiere ninguna tregua, porque el otro la quiere para tomarse un respiro, y luego seguir con la misma guerra, con más fuerza. Mientras los propios EEUU sí lo desean, ciertamente, pero con condiciones. Hay más cosas en juego. Ahora bien, como quiera que eso ya está dicho, no insistiré en ello.
Mientras tanto, cada poco tiempo, Ucrania trata de ingresar en territorio ruso. Siempre hay gente dispuesta a jalear eso como un éxito que muestra la fortaleza de Ucrania. Lo cual es mentira. Si bien, a su vez, es lógico que ocurra, pues es lo que busca Ucrania. Zelenski es un mal presidente y un peor comandante. Pero no tendría precio como productor de cine. Es lo que viene haciendo, en esta guerra: de productor y actor. Un actor de éxito entre las elites europeas. La incursión de Kursk de agosto fue un desastre militar, que solamente sirvió para acelerar la destrucción de hombres y equipos ucranianos. Nada más se consiguió, excepto estimular eso que algunos llaman «guerra de la propaganda» y que también practican los «nuestros», no solo los rusos.
Pero el lector podrá decir que muy bien, que son mis opiniones contra otras. Por lo cual, merece la pena tejer el argumento. La Alemania de Hitler, cuando ya tenía la Segunda Guerra Mundial perdida (o precisamente por ello) optó por lanzar un par de contraofensivas desesperadas. La más conocida fue la batalla de las Ardenas. Una primera incursión fue lanzada el 16 de diciembre de 1944. Como no fue todo lo bien que se esperaba, arreciaron el 1 de enero de 1945. Y, ciertamente, obtuvieron algunos éxitos, que podríamos calificar de tácticos, mientras causaron no pocas bajas al enemigo, sobre todo, tropas estadounidenses, y algunas anglocanadienses.
Estupendo. ¿Y qué? Pues que, para ello, los alemanes tuvieron que retirar tropas de otros frentes, en un momento en el que ya escaseaban. Tanto las tropas como los equipos (carros de combate, otros blindados, logística: municiones, combustible…). Querían hacer creer a los aliados que todavía tenían fuerzas (y fuerza) para atacar. Si los aliados picaban el anzuelo, se abría la esperanza de una paz negociada y separada, que permitiría combatir solo en el frente del Este. Pero los aliados derrotaron, no sin esfuerzo, a los alemanes en las Ardenas. De modo que el resultado final fue que se aceleró la defección de Alemania y su marcha hacia una rendición, ya sí, incondicional, cuando lo que se perseguía (como ahora hace Zelenski) era el efecto contrario al que se obtuvo.
Porque los medios sensacionalistas pro-occidentales, que también los hay, suelen aderezar las loas a la siguiente ofensiva suicida ucraniana en Kursk, o en Belgorod (tanto peor, si cabe) con el recopilatorio de las bajas rusas. Ya, magnífico, también.
Pero… ¿Por qué nadie habla de las bajas ucranianas? ¿Se ha fijado alguien en este pequeño detalle? Y lo mismo ocurre con los equipos militares. Se supone que los rusos han tenido, más o menos, un millón de muertos. Y que han perdido, más o menos, 20.000 equipos, quizá 21.000, entre carros de combate, otros blindados, piezas de artillería de todo tipo, vehículos de ingenieros/zapadores, vehículos logísticos todoterreno, drones de varios usos, aviones y helicópteros, fundamentalmente.
Ucrania, dicen, ha perdido menos. En tropas, no lo tengo tan claro; en equipos, sin duda. Pero debo hacer un doble razonamiento, al respecto. Por un lado, siendo claro: no es así como se cuenta quién gana o no la guerra. Sin ir más lejos, en la batalla de Montecassino, los aliados tuvieron más bajas que los alemanes. Entonces… ¿Los alemanes ganaron esa batalla, debo suponer? En la batalla de Kursk –la de 1943, quiero decir–, el Ejército rojo tuvo más bajas y perdió más blindados que la Wehrmacht. Entonces… ¿Las tropas de Hitler ganaron la batalla de Kursk, debo suponer? En la batalla de Berlín, los soviéticos tuvieron más bajas que los nazis. Entonces… ¿Los nazis ganaron esa batalla, debo suponer? La lista de ejemplos similares sería muy dilatada. No es necesario aburrir al lector. Creo que son suficientes para trasladar mi criterio al respecto: no podemos entender la guerra como si fuésemos unos niñatos discutiendo en la hora del patio del cole de la ESO. Ya no entro en otras disquisiciones, más teóricas. Porque una guerra se hace por y para algo, y se gana, o se pierde, en función del grado de cumplimiento de los objetivos que la motivan. De todos modos, aun asumiendo eso, seguiré con mi explicación más elemental, que quizá no lo sea tanto.
Me sigue faltando mi segundo razonamiento, en el nivel elemental ya apuntado. Efectivamente, por otro lado, aunque se quiera contar (o contabilizar) el éxito en función de esos numeritos, los datos que se ofrecen, todavía deberían ser interpretados. Aquí lo importante es que Rusia tiene mucho más fondo de armario que Ucrania. Tanto en material como en hombres. Los carros de combate que en la UE contamos por cientos, en Rusia se cuentan por miles, lo mismo que sucede con los blindados de transporte de tropas (ya sean TOA, VCI, de ruedas o cadenas, o incluso MRAP) así como con las piezas de artillería. Nos hemos reído mucho, en Occidente, de la dificultad rusa para movilizar tropas, por la supuesta impopularidad de la medida, solo para comprobar que en Ucrania los comisarios políticos están reclutando a porrazo limpio, secuestrando a la gente, cuando la pillan desprevenida, por las calles. Lo que ya ha costado la vida a algún reclutador. Y lesiones a varias docenas de ellos. Además, la población del Donbás es prorrusa, es decir, unionista (no separatista, como ha repetido hasta la saciedad «nuestra» propaganda), y viene nutriendo masivamente las milicias de Donetsk y Lugansk, que combaten por la que entienden que es su patria: Rusia. Cosa que también habría que considerar, cuando se habla de balances de muertos. Porque, incluso una parte significativa de las tropas rusas caídas en combate, también son, de hecho, ucranianos, sí, pero, ciertamente, ucranianos del Donbás. Por consiguiente, Rusia puede permitirse más pérdidas, para cubrir esos objetivos, de las que puede permitirse Ucrania. Con este tipo de reflexión, aunque sigamos hablando de números, por lo menos, ya lo hacemos con algo más de criterio que si solo lo planteamos en abstracto.
Ahora ya puedo apretar el acelerador, para contrarrestar la propaganda. Veamos, Zelenski habla de 40.000 bajas ucranianas, o quizá de 60.000, a lo largo de esta guerra. Pero lo que él diga es irrelevante. No tiene ningún valor científico, ni académico.
Razonemos eso. Según Katie Crombe, y John Nagl, en su artículo «A Call to Action: Lessons from Ukraine for the Future Force», publicado en Parameters, Vol. 53, nº 3, páginas 19-29, en la guerra de Ucrania, quien combata del lado ucraniano debe prepararse para reponer un promedio de 3.600 bajas… cada día. Bajas no son solo muertos. Habrá ucranianos que habrán perdido un miembro, o más, o todos, o que estén carbonizados, pero que siguen, técnicamente, vivos. Son bajas para el combate, pero todavía no yacen bajo tierra. OK. Según Bing West, en su libro No True Glory. A Frontline Account of the Battle for Fallujah (2006)., en la batalla de da nombre al libro, el porcentaje de supervivientes entre los heridos estadounidenses en combate fue algo superior al 90%. Si bien, también aclara que se trató de una cifra muy elevada de supervivencia, de hecho, inusual, en un entorno concreto, para gestionar el cual se pudo habilitar una Medevac muy adecuada. Además de contar con el hecho de que las tropas iraquís tampoco tenían la potencia de fuego de unas FFAA convencionales y que, en esa batalla, la zona en la que se combatió era acotable. Asumiendo todo eso, y atendiendo al hecho de que el frente ucraniano es de más de 1.300kms, podemos plantear tres escenarios (de hecho, hipótesis razonables) a fin de baremar los muertos ucranianos en esta guerra. Si vamos a la ratio más optimista (quizá demasiado) de un 10%, sobre 3.600 bajas al día, son 360. Entonces, en lo que llevamos de guerra, son unos 420.000 muertos. Si aplicamos una ratio del 30% (esta vez, quizá exagerada) nos vamos a 1.260.000 muertos. Si nos quedamos (prudentemente) en una ratio del 20% (es la que hago mía), algo más elevada que la de EE. UU. en la batalla de Fallujah, nos quedamos en unos 840.000 muertos, por parte de Ucrania, si bien es verdad que se pueden descontar algo más de 3.000 polacos, unos 2.000 colombianos y otros 3.000 ciudadanos de países europeos (de UK y de la UE, sobre todo, suecos, alemanes, finlandeses y franceses). Sí, como también han muerto algunos mercenarios extranjeros que engrosan la cifra de fallecidos en el bando ruso.
Pero, en lo esencial, las cifras de bajas y/o muertos, en ambos bandos, no están tan alejadas como nos tratan de vender desde «nuestra» propaganda. Y no cuento los miles de desertores ucranianos. Varias decenas de miles, como poco. Si bien, a estas alturas, ya podemos hablar de 6 cifras. El asunto ha llegado al Parlamento ucraniano. Porque, en el frente, se puede disimular un poco la situación. Alguna imagen he visto (no hablo de especulaciones) de un blindado ex sueco VCI CV-90 ucraniano, cuya tripulación se pasaba al bando ruso, con una inmensa bandera blanca tendida… y que fue destruido «por detrás», mediante un ATGM lanzado por los propios ucranianos. De modo que es mejor pasarse al otro lado, sí, pero discretamente, y a pie. El escándalo subió de tono al sumar docenas de desertores mientras entrenaban en bases y/o academias francesas… y españolas. En definitiva, las bajas ucranianas (por muertes, deserciones, así como cambios de bando) están en el millón, o muy cerca. Pero lo espectacular es que hay un silencio informativo sepulcral (buena metáfora) alrededor de eso.
En cuanto a blindados, Rusia está tirando de reservas, mientras también salen de sus cadenas de producción vehículos nuevos. Ucrania sigue pidiendo a Occidente. Según mis cálculos, basados en fuentes abiertas, pero siempre pro-OTAN, Rusia ya ha destruido por completo –es decir, hasta el último vehículo– el equivalente a un Cuerpo de Ejército dotado con material militar procedente de países occidentales. Con una división mecanizada, otra motorizada más una brigada de artillería. Sería como sigue:
**DIMZ, con 2 BRIMZ y 1 NTD.
*BRIMZ: BIAC; 3 BIMZ; GACA ATP, BING; ECAC; GLOG, U drones.
*BRIMZ: igual composición que la anterior.
*NTD: 1 RACA ATP (2 GACA ATP); 1 RCAC (1 RCAC con vehículos de cadenas y 1 RCLAC con ruedas); 1 GLOG.
**DIMZ (igual a la anterior).
**DIMT, con 3 BRIMT y 1 NTD.
* BRIMT: 4 BIMT; GACA ATP; BING, ECAC, GLOG, U drones.
* BRIMT: igual composición que la anterior.
* BRIMT: igual composición.
*NTD: 1 RACA ATP (2 GACA ATP); 1 RCLAC (con vehículos de ruedas); 1 GLOG.
*BRIART: 1 RACA (1 GACA ATP y 1 GACA Remol); 1 RACA (3 GACA Remol); 1 GACA MRLS; 1 GACA SAM; 1 bía + HIMARS (7-8 lanzadores); 1 Gr. Reco y Radares.
No he baremado en función de estándares OTAN, que asume que, si una gran unidad pierde del 25% o el 30% de su capacidad, deja de ser apta para el combate. No, no: las unidades que he listado han sido literalmente exterminadas, en hombres y medios. En total, unos 250 carros de combate; más de 1.800 blindados de transporte de personal (aproximadamente, la mitad de cadenas y la mitad de ruedas); 350 Hummer/VAMTAC; más de 400 piezas de artillería; unos 100 blindados de ingenieros y zapadores; más de 120 drones de varios usos; más de 100 vehículos logísticos todoterreno, algunos, también blindados. Eso ya es chatarra, o bien está en manos rusas. Siempre podemos enviar más de 3.000 equipos adicionales añadidos. Pero pronto no sabremos quién los tripulará. Sin perjuicio de que haya otra ofensiva sobre Belgorod o Tekino, para acelerar la destrucción de medios y tropas. Total: ¿a quién le importa eso?
Visto lo visto, ahora sí, podemos regresar al título del artículo. La disonancia cognitiva consiste en una contradicción entre lo que uno piensa (por ejemplo, valores) y lo que uno hace. Aquí, nos han dicho que esta guerra la iba a ganar Ucrania (lo que no tiene el menor sentido, al menos en el tipo de guerra que se está librando, que es de desgaste, bastante similar a lo que sería una guerra convencional) o que, cuando menos, tenía muchas opciones de hacerlo. Entonces, como eso no está saliendo así, tenemos dos opciones para resolver la disonancia (siempre es lo mismo): o bien adaptar nuestra mente a la realidad, o bien adaptar (solo virtualmente, claro) la realidad a nuestra mente. Y esa es, precisamente, la labor de la propaganda. Pues nada, señores, Ucrania va a ganar esta guerra, básicamente, porque es lo que nos gustaría que pasara.
Así que, siguiendo mi deriva literaria, hoy tengo que cerrar con una frase del alquimista, de Pablo Coelho: «Cuando uno realmente desea algo, el universo entero conspira para ayudarle a conseguirlo». Es la versión culta del «Yes, we can» de Obama. Pues nada, solo hay que esperar a que este buen hombre (me refiero a Coelho) tenga razón. Y, suponiendo que así sea (que ya es suponer), también hay que esperar (que ya es esperar) que Rusia no tenga deseos. Porque, si los tiene (que no es mucho suponer) y los multiplica por sus 150 millones de habitantes y su economía de guerra, tampoco funcionará esta pócima mágica…
Moraleja: para ganar una guerra, Clausewitz decía, en su obra De la Guerra (1832) que deben alinearse los tres vértices de la trinidad, a saber: el poder político, (que aporta la racionalidad); las FFAA (que aportan la destreza); y la sociedad (que aporta la pasión). Si, como parece, fallan el primer y el último componente, de nada sirve el segundo. Es la lección más imperecedera del prusiano. Y lo que cualquier político debe tener en mente, aunque quizá no sepa qué es una DIMZ (eso, ya se lo explicarán los militares, no hay problema).
Josep Baqués es investigador asociado del Centro para el Bien Común Global de la Universidad Francisco de Vitoria