La novela de Chevron, Repsol y ENI entra en nueva temporada
Además de sus trabajadores en la malograda PDVSA, Maduro se dispone a estrechar lazos con Rusia, China e Irán

Un monumento dedicado a los trabajadores petroleros en Caracas, Venezuela. | Reuters
En capítulos anteriores habíamos presenciado cómo ejecutivos de las empresas, políticos de Venezuela, Estados Unidos y terceros países desplegaban un intenso cabildeo bien armado para convencer al Gobierno de Donald Trump de que no cancelara unas valiosas licencias que les permitían a las petroleras Chevron, Repsol, ENI, Maurel and Prom y otras más, seguir produciendo crudo y gas en Venezuela de la mano del sancionado Gobierno de Nicolás Maduro.
Hasta el último día había versiones dispares y la prensa especializada afirmaba que se encontrarían una forma para que Chevron, que se llevó todo el protagonismo, permaneciera en Venezuela, al menos en estado de hibernación, a la espera de un deshielo en las relaciones entre Trump y Maduro que le permitiera volver a seguir bombeando petróleo desde suelo hostil.
Pues bien, llegó el 27 de mayo y la OFAC (Oficina de Control de Activos Extranjeros, del Departamento del Tesoro) no emitió ninguna resolución que renovara ninguna licencia. En este mundo oscuro, la falta de noticias es la noticia.
Sería el propio Gobierno de Maduro el que confirmara que las licencias no se renovaron. Con su sonrisa inefable, Delcy Rodríguez, la poderosa vicepresidenta, jefa de todos los asuntos económicos y además ministra de Hidrocarburos, aclaró el asunto.
“El pasado 27 de mayo, el Departamento del Tesoro quitó las licencias a las empresas transnacionales petroleras que operan en el país, y están en plena producción”, dijo Rodríguez, citada por el portal especializado Petroguía.
También presentó en su conferencia unas cifras que hasta ahora se conocían solo a través de expertos petroleros independientes: la producción de esos campos donde empresas y ejecutivos extranjeros se arriesgan a trabajar en yunta con Maduro.
En su presentación, citada por Petroguía, Rodríguez reveló que solamente Chevron, Repsol, la italiana ENI y la francesa Maurel and Prom sumaban al 29 de mayo 322.000 barriles por día de crudo.
Esto no lo dijo ella, pero si nos fijamos en los datos de las fuentes secundarias, recabados por la OPEP en su último informe mensual de mayo, estas cuatro empresas respondían directamente por el 36% de la producción real de Venezuela, que era de 888.000 bpd en abril.
Del total de las socias extranjeras, Chevron respondía por 246.000 bpd, sumando tres de sus empresas mixtas donde es la operadora en sociedad con PDVSA.
Repsol, que tiene más planes e inversiones millonarias en la tubería, producía 40.000 bpd, en un campo llamado Petroquiriquire, donde tiene el 40% en sociedad con PDVSA. También produce 580 millones de pies cúbicos de gas natural por día en Cardón IV, un proyecto con ENI que deberá esperar por mejores tiempos.
Ese gas equivale a la energía de 102.800 barriles por día de petróleo y según analistas es clave para el mercado interno venezolano.
Las otras grandes socias occidentales de PDVSA son Maurel & Prom, con 20.000 bpd y ENI, que bombea 16.000 bpd.
Pero la OFAC tampoco renovó el 27 de mayo las licencias de cuatro grandes empresas de servicios, esenciales en las operaciones diarias y mantenimiento de los pozos. Ellas son, Halliburton, Schlumberger Limited, Baker Hughes Holdings LLC y Weatherford International.
En una feria de industriales privados que le hacen ojitos al Gobierno, Rodríguez intervino para decir otra vez que la economía venezolana es la que más crece en la América del Sur, que lleva varios trimestres de prosperidad y que el fin de las licencias petroleras no hacen mella en la patria de Hugo Chávez y Simón Bolívar (y Maduro).
Para la verdad oficial, no importa que todos los economistas serios digan lo contrario. Advierten que se viene una recesión y que la crisis cambiaria, con una devaluación de casi el 50% en el bolívar este año, disparará la inflación por encima de 220%. Es que la previsible caída de la producción petrolera además reducirá la oferta de dólares por exportaciones.
El Banco Central de Venezuela (BCV) no publica cifras de desempeño de la economía y se sospecha que no lo hace justamente porque contradicen el discurso oficial de un futuro luminoso de paz, prosperidad y economía boyante con justicia social bajo la llamada revolución bolivariana.
Por eso será muy difícil dilucidar la verdad, aunque es bastante probable que ella se presentará sola, con los hechos. Es que pueden ocultar cifras e informaciones, pero no la realidad.
Con una pequeña ayuda de los amigos
“Con el Plan Independencia Productiva Absoluta, diseñado por el presidente Nicolás Maduro, los trabajadores de la Industria petrolera mantienen la producción en todos los campos del país y de las empresas mixtas sin distinción”, proclama Delcy Rodríguez poco después de su discurso en la feria de Fedeindustria, el amigable y adulador gremio de la pequeña y mediana industria.
“Venezuela no reconoce ninguna jurisdicción extranjera que quitó licencias a empresas transnacionales petroleras que operan en el país”, remata.
La cosa funciona así: la OFAC, instrumento de la Casa Blanca para administrar sanciones a países castigados, también administra las excepciones. Por ejemplo, el comercio de alimentos, insumos básicos, medicinas y equipos médicos, maquinarias agrícolas, están entre los bienes exceptuados. Eso explica por qué Estados Unidos sigue siendo –junto con China- el primer o segundo socio comercial de Venezuela. Es el principal proveedor de alimentos importados, incluyendo el maíz blanco de las famosas arepas.
Pero además hay licencias porque le convienen a Estados Unidos y a sus países aliados, como esas petroleras, que le han permitido a Chevron y a Repsol cobrarse parte de las millonarias deudas que mantiene el Gobierno chavista desde hace años con sus socios, proveedores, expropiados, familiares y amigos.
Con el regreso pleno de las sanciones plenas, las empresas que negocien con Maduro se exponen a sanciones financieras secundarias, que les perjudicarían otros negocios en el mundo petrolero.
Pero además de contar con sus propios trabajadores en la malograda PDVSA para hacer de tripas corazón, el Gobierno de Maduro se dispone a estrechar más sus lazos con empresas de Rusia, China e Irán, que ya han sido aliados fieles en los esfuerzos por burlar y atenuar sanciones de Washington.
Uno de los argumentos más socorridos de los cabildeadores de oficio, que presionaban por mantener las licencias a Chevron, era que China iba a ocupar el lugar de las empresas de Occidente en Venezuela. Pero lo cierto es que esas empresas ya desde hace años tienen el camino libre en este país, aunque sus inversiones apenas salen del papel.
Las ocho empresas mixtas con china anunciadas en el pasado, solo dos sacan petróleo en Venezuela (Sinovensa y Petrozumano), con niveles de producción muy inferiores a los objetivos establecidos en la propaganda oficial.
“La producción promedio de ambas empresas en el último trimestre de 2024 fue de 100 mil bpd, lo que significó un crecimiento del 20% respecto al año 2023 y representó el 17% del total de la producción de las empresas mixtas al cierre del año; Sinovensa, produjo en promedio 99 mil b/d, mientras que Petrozumano produjo 1.000 bbd”, recoge un informe desde el exilio de la ONG Transparencia Venezuela, filial de Transparencia Internacional.
Rusia, otro gran aliado de Maduro en la retórica antioccidental, solo extraía en Venezuela 103.000 bpd a junio de 2024, a través de cinco empresas mixtas con Pdvsa, según otro reciente informe de Transparencia Venezuela. En junio de 2023 esa producción era de 120.000 bpd, lo que ilustra cómo, al igual que en el caso de China, los dos grandes aliados del chavismo no han podido ayudar a disparar la producción de Venezuela y reducir la dependencia de países que no reconocen a Maduro y su cuestionada reelección.
Ahora es que el líder chavista conocerá a sus amigos, pues con la salida de las empresas socias y la vuelta de sanciones secundarias, PDVSA las tendrá más difícil para importar diluyentes y otros insumos que necesita para procesar su petróleo extrapesado. Además, deberá sacar del papel prometidas empresas de servicios de pozos para suplir a las que se van, y deberá apelar de nuevo a China y a Rusia para intentar colocar su crudo (con enormes descuentos) en los lejanos mercados de Asia.
Nunca antes había estado tan a prueba ese duelo de la llamada revolución bolivariana, armada de su verbo encendido, con la realidad del negocio petrolero mundial.
Si se suma la producción de las petroleras occidentales y la de China y Rusia, resulta que PDVSA apenas produce hoy el 40% del petróleo venezolano. Ahora deberá, contra reloj, rescatar una empresa golpeada por la corrupción y la pésima gerencia, hasta el punto de que cuatro de sus cinco últimos expresidentes enfrentaron procesos penales por ensuciarse las manos, y no precisamente de petróleo.