La disputa geopolítica en el Cáucaso Sur
«Un escenario de intereses complejos y contrapuestos sobre el que ningún actor tiene dominio pleno»

Mapa del Cáucaso. | Wikimedia Commons
El Cáucaso Sur ha adquirido una renovada relevancia geopolítica en los últimos tiempos. La región, compuesta por Georgia, Armenia y Azerbaiyán, ha estado históricamente en disputa por Rusia, Turquía e Irán. Sin embargo, la coyuntura de la guerra en Ucrania ha reducido la tradicional influencia rusa y abierto oportunidades de alianzas y de nuevos recursos energéticos a la Unión Europea. Nos encontramos, así, ante un escenario de intereses complejos y contrapuestos sobre el que ningún actor tiene hoy dominio pleno y que conviene analizar con algún detalle.
Introducción
En el gran esquema geopolítico mundial existen regiones que, a pesar de ser puntos clave para el dominio y la influencia estratégica, pasan desapercibidas. Este es el caso del Cáucaso Sur, una zona montañosa ubicada entre los mares Negro y Caspio que políticamente se considera como una frontera natural entre Europa y Asia. El área también conocida como Transcaucasia comprende tres países: Georgia, Armenia y Azerbaiyán.
El europeo medio apenas ha oído hablar de estos Estados sino es en el concurso de Eurovisión o cuando sus equipos de fútbol se clasifican en la Eurocopa. Hasta hace poco tiempo había escasa cobertura mediática sobre su frágil realidad, marcada por inestabilidad política, conflictos territoriales, frecuentes choques socioculturales y, sobre todo, por la lucha geoestratégica de algunas potencias regionales y globales por mantener allí su influencia. Hoy, sin embargo, esto ha cambiado.
Desde Europa estamos viendo ya que un gran número de georgianos se están manifestando en favor de entrar en la Unión Europea y que en Armenia son muchos también los que se lo están pensando. Además, una consecuencia de la guerra en Ucrania es que muchos europeos han tomado conciencia de que el gas que consumen no proviene solo de Rusia, sino que, entre otros orígenes, nos llega además de territorio azerí. Y otra de las consecuencias de la guerra es que Rusia lleva un tiempo un tanto distraída con sus tanques apuntando hacia Kiev dejando su flanco sur más desatendido de lo habitual. Esta situación pudiera ser una ventana de oportunidad para que la UE se asegurara lealtades más sólidas y se garantizara un mejor acceso a los recursos energéticos de los países del Cáucaso Sur. Si bien, los europeos nos estamos adentrando en una región donde otros dos actores, Turquía e Irán, tienen también desplegados sus dinámicas e intereses.
Las tres repúblicas transcaucásicas no fueron siempre independientes. Formaron parte de un conjunto de reinos e imperios enfrentados entre sí durante siglos hasta su incorporación al imperio ruso, entre finales del siglo XVIII y principios del XIX.
Por otro lado, puede que Moscú haya puesto su mirada momentáneamente en su frontera occidental, pero eso no significa que haya dado la espalda al Cáucaso Sur. Al igual que turcos e iraníes, los rusos llevan siglos intentando consolidar su influencia entre el caos de las montañas caucásicas. Aun así, la región sigue hoy en disputa. Y aunque nadie cuenta con un dominio absoluto, tampoco son inusuales los giros argumentales. De hecho, el acercamiento de la Unión Europea añade otro contendiente más a esta competición estratégica para jugar una partida que siempre ha sido complicada.
Breve evolución histórica del Cáucaso Sur
Las tres repúblicas transcaucásicas no fueron siempre independientes. En su día formaron parte de un conjunto de reinos e imperios enfrentados entre sí durante siglos hasta su incorporación al imperio ruso, entre finales del siglo XVIII y principios del XIX. Tras la Revolución rusa, y la creación de una breve república transcaucásica independiente, la región fue absorbida por la órbita de la Unión Soviética (URSS) (Nabarralde, 2018). Durante este periodo, los territorios de los actuales Estados del Cáucaso Sur tomaron forma y, pese a la homogeneización cultural y colectivización forzosa dirigida desde el centralismo del Moscú comunista, se mantuvieron las confrontaciones étnicas, territoriales y religiosas libradas desde mucho antes de la llegada rusa (Infogeo, 2024), que todavía continúan hoy condicionando la situación geopolítica caucásica.
Con el colapso de la URSS en 1991, las identidades nacionales reemergieron en Armenia, Azerbaiyán y Georgia convirtiéndose entonces en Estados independientes. Sin embargo, el Cáucaso Sur de finales del siglo XX y principios del XXI siguió aún marcado por el surgimiento de movimientos nacionalistas y la reactivación de antiguas disputas territoriales (Jarufe, 2016). Los dos principales conflictos que todavía producen gran inestabilidad en la región son el choque territorial entre Armenia y Azerbaiyán y la injerencia rusa en Georgia.
En el primer asunto, el foco del conflicto se encuentra en la región de Nagorno Karabaj o Alto Karabaj. Los orígenes se remontan a la decisión soviética de incluir esta zona de mayoría étnica armenia dentro de territorio azerí. En 1988, ante el debilitamiento de la URSS, los karabajíes comenzaron a exigir su transferencia a Armenia (Milosevic-Juaristi, 2023). La primera guerra de Nagorno Karabaj estalló en ese mismo año, concluyendo en 1994 con victoria de los armenios, y la ocupación de Nagorno Karabaj y los siete distritos adyacentes al mismo. Este primer conflicto tuvo lugar mientras se proclamaba la república independiente de Artsaj en el territorio disputado, con el objetivo de desarrollar un gobierno independiente al azerí en vista del acercamiento a Armenia, aunque todavía carece de reconocimiento internacional (Potetti, 2020).
Este no fue el final de la confrontación por Nagorno Karabaj. En 2020 comenzó una segunda guerra en la que, tras más de cuarenta días de combate, Azerbaiyán recuperó los territorios anteriormente perdidos y se alcanzó un alto el fuego mediado por Rusia, junto con el despliegue de fuerzas de paz rusas en el área disputada (The Conversation, 2023). Aun así, en 2023 el conflicto se activó una vez más, con los azeríes ocupando Nagorno Karabaj en menos de 48 horas y quedando Armenia desprotegida ante una mayor pasividad de Rusia, la UE y Estados Unidos en una mediación que podría haber sido más conciliadora (Milosevic-Juaristi, 2023). Tras este suceso, la situación entre Armenia y Azerbaiyán ha entrado en una nueva fase más favorable para los segundos, aunque no exenta de tensiones y desequilibrios para ambos.

El conflicto entre Georgia y Rusia comenzó en 2008, cuando la región secesionista georgiana de Osetia del Sur fortaleció sus lazos con Rusia, intensificando las tensiones con Tiblisi. Esto llevó a acusaciones cruzadas entre ambos Estados de reforzar su presencia militar en la zona durante ese verano. El 7 de agosto, Georgia lanzó bombardeos sobre Tskhinvali, la capital de Osetia del Sur (Harris y Trapero, 2018). Rusia respondió reconociendo la independencia tanto de esta región como de la también separatista república de Abjasia (Huapaya, 2021), región del noroeste de Georgia constituida como un Estado de facto alineado con los intereses rusos. Y envió sus fuerzas alegando la supuesta protección de sus ciudadanos, ya que muchos osetios poseían pasaporte ruso. El Kremlin expulsó a las fuerzas georgianas e incluso llegó a bombardear posiciones cercanas a Tiblisi en un conflicto que duró cinco días. La victoria militar se la llevó Rusia, consiguiendo establecer una presencia militar permanente tanto en Osetia del Sur como en Abjasia. No obstante, la victoria diplomática cayó del lado georgiano, ya que la comunidad internacional percibió a Rusia como un agresor, y ni la UE ni EEUU reconocieron la independencia de estas regiones (EFE, 2024).
En 2023, el primer ministro georgiano Kobajidze expresó su deseo de una «Georgia unida y fuerte» para el año 2030 con el objetivo de ingresar en la UE, incluyendo tanto Abjasia como Osetia del Sur, las cuales rechazan cualquier posibilidad de reunificación.
Las tensiones aún persisten en la actualidad. En 2023, el primer ministro georgiano Irakli Kobajidze expresó su deseo de una «Georgia unida y fuerte» para el año 2030 con el objetivo de ingresar en la UE, incluyendo tanto Abjasia como Osetia del Sur, las cuales rechazan cualquier posibilidad de reunificación (EFE, 2024). Todo esto sucede con el Kremlin detrás de este secesionismo desestabilizador. Estas tácticas de Rusia no son los únicos recursos para consolidar su influencia en el Cáucaso Sur, la cual aparentemente podría haberse reducido durante estos últimos años.
¿Una Rusia «distraída»?
Desde las dinastías zaristas, pasando por la era soviética y llegando a la Federación Rusa de Vladimir Putin, Moscú ha tratado de mantener una influencia históricamente arraigada en el Cáucaso Sur, una región difícil de domar desde tiempo inmemorial. De todas las potencias regionales y globales presentes en la zona, Rusia es la que mantiene una presencia más significativa, aunque esto podría cambiar. A día de hoy, se está produciendo una reconfiguración en las dinámicas regionales del Cáucaso Sur. Las relaciones entre Rusia y las tres repúblicas transcaucásicas han evolucionado en los últimos años, y no todas se encuentran en buenas condiciones.
En el caso de Armenia, Moscú ha pasado de tener un aliado estratégico a una relación fracturada. Durante décadas, Rusia mantuvo una relación sólida con Ereván, materializada en acuerdos como el de la Organización del Tratado de Seguridad Común (OTSC), una base militar en la localidad armenia de Gyumri con 10.000 efectivos, y un aeropuerto en Ereván de uso también militar (Capua, 2024). Sin embargo, esta relación se ha deteriorado tras el último choque en Nagorno Karabaj, donde Rusia ha mostrado una mayor pasividad, favoreciendo las pretensiones azeríes. Como respuesta, Ereván ordenó la retirada progresiva de tropas rusas a partir de 2024 en puntos clave, tales como el puesto fronterizo con Irán, el cual será gestionado directamente por Armenia a partir de 2025. Y a mediados de 2024, el primer ministro armenio Nikol Pashinyán declaró la intención de Armenia de abandonar la OTSC, rompiendo el lazo estratégico que mantenía directamente con el Kremlin (Bellamy, 2024). Además, las consecuencias económicas también se han hecho notar, con una caída del 34% del comercio bilateral entre 2022 y 2024 (Mourenza, 2025).

Desde las dinastías zaristas, pasando por la era soviética y llegando a la Federación Rusa de Vladimir Putin, Moscú ha tratado de mantener una influencia históricamente arraigada en el Cáucaso Sur, una región difícil de domar desde tiempo inmemorial.
La relación entre Rusia y Azerbaiyán tiene un enfoque más orientado hacia aspectos económicos. Moscú ha sido hasta años recientes el principal proveedor armamentístico de Bakú, habiéndole suministrado el 60% de su arsenal entre 2011 y 2020 (Capua, 2024). En materia energética, mantienen una asociación clave en proyectos como el Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur, que conecta Rusia con Irán a través de territorio azerí. Esta asociación se reforzó en 2024 con la firma de acuerdos bilaterales para producir vagones de metro y naves petroleras, además de expandir la colaboración en hidrocarburos (Dueñas, 2024). Sin embargo, Azerbaiyán evita alinearse totalmente con Moscú, manteniendo estrechos vínculos con otros actores.
Aunque las relaciones entre Rusia y Azerbaiyán sean generalmente estables, tampoco se encuentran exentas de fisuras. En diciembre de 2024, un avión de Azerbaiyán Airlines fue derribado por un misil ruso cerca de Grozni durante unas operaciones antiaéreas rusas contra un dron ucraniano, dejando 38 muertos y 29 heridos (France24, 2024). Los azeríes acusaron a Rusia de encubrir el incidente, ya que el Kremlin inicialmente lo atribuyó a supuestas causas técnicas. Vladimir Putin se disculpó telefónicamente con su homólogo azerí Ilham Aliyev, calificándolo de «trágico incidente», aunque sin responsabilizar directamente a Moscú (El Mundo, 2024). Aliyev aceptó dicha disculpa, pero exigió las indemnizaciones y sanciones pertinentes mientras las investigaciones del siniestro siguen en curso (Euronews, 2025).
En cuanto a las relaciones con Georgia, Rusia ha consolidado su posición en las secesionistas Abjasia y Osetia del Sur desde sus bases militares y otorgando pasaportes rusos a sus residentes. Uno de sus movimientos más recientes fue el anuncio de la construcción de una base naval en el distrito abjasio de Ochamchira, en octubre de 2023, para ampliar su presencia en el Mar Negro (Euronews, 2023). Además, la llegada al poder del partido prorruso ‘Sueño Georgiano’ ha acercado a Georgia al Kremlin a nivel político. El nuevo gobierno reanudó los vuelos directos entre ambos países en 2024 y no impuso sanciones por la guerra en Ucrania, además de adoptar leyes inspiradas en el modelo ruso. Todo esto sucede a pesar de que la mayor parte de la sociedad georgiana se opone a dichas políticas prorrusas (Hutin, 2024).
La relación entre Rusia y Azerbaiyán tiene un enfoque más orientado hacia aspectos económicos. Moscú ha sido hasta años recientes el principal proveedor armamentístico de Bakú, suministrándole el 60% de su arsenal entre 2011 y 2020.
La influencia rusa sobre el Cáucaso Sur también se ha reducido por la invasión rusa de Ucrania y la guerra estos tres años, lo que ha hecho que el Kremlin «se distraiga» de sus otras fronteras. Su vasta extensión territorial comprende tener dieciséis fronteras y, por tanto, dieciséis vecinos a los que también hay que prestar atención. El foco del Kremlin ahora se encuentra en su frontera occidental, con Ucrania y Europa, lo que ha provocado que se hayan descuidado sus relaciones con el resto de sus áreas de influencia, incluido el Cáucaso Sur.
El Kremlin está siendo negligente en la región transcaucásica, lo que le está llevando a tomar malas decisiones, como su pasividad en el Alto Karabaj con Armenia, o su actitud frente al grave incidente con el avión azerí. Esto ya le está trayendo consecuencias. En enero de 2025, Armenia firmó un acuerdo de cooperación estratégica con EEUU, incluyendo entrenamiento militar, asistencia en ciberseguridad y apoyo a reformas democráticas (Mourenza, 2025). Azerbaiyán también está aprovechando la «distracción» rusa para posicionarse en Nagorno Karabaj con el apoyo de Turquía (Dueñas, 2024). Y en cuanto a Georgia, la mayor parte de su sociedad está mirando más hacia Bruselas que hacia Moscú (Hutin, 2024).
La UE entra en el escenario
Desde la capital de la UE se podría estar gestando una alternativa de asociación con los Estados transcaucásicos. La Unión considera que el Cáucaso Sur tiene una relación histórica y geográfica con Europa, razón por la cual aspira también a hacerse con una mayor proyección en la región. No obstante, la UE no ha puesto en marcha su estrategia en la región a causa de los hechos más recientes. La Política Europea de Vecindad (PEV) está presente allí desde 2004 y durante este tiempo se han estado desarrollando un conjunto de estrategias y planes de acción que gestionaran unas relaciones bilaterales más estrechas (Gil, 2016).
En este momento, y gracias a la aplicación de la PEV en años anteriores, la influencia de la UE en el Cáucaso Sur se ha incrementado mediante una cooperación ajustada a la coyuntura y las problemáticas particulares de cada Estado de la región. En Georgia, la UE se enfrenta a un dilema estratégico, donde el 90% de la población apoya la integración europea, mientras que el Gobierno de ‘Sueño Georgiano’ se mantiene cerca de Moscú. La formación prorrusa ganó las elecciones de 2024, pero fueron declaradas no legítimas por observadores internacionales y consideradas fraudulentas por una parte significativa de la sociedad georgiana (Lindstaedt, 2024). La reacción de la UE ha sido congelar el incipiente proceso de adhesión de Georgia y redirigir 151 millones de euros en ayuda financiera directamente a la sociedad civil (Giuashvili, 2025).
En cuanto a las relaciones con Georgia, Rusia ha consolidado su posición en las secesionistas Abjasia y Osetia del Sur desde sus bases militares y otorgando pasaportes rusos a sus residentes.
De esta manera, las estrategias de la UE para el apoyo a los georgianos se basan en la financiación directa a su misión por la integridad territorial (EUMM), oenegés y medios independientes reprimidos por el Gobierno en Tiblisi, contrarrestando la propaganda prorrusa. Bruselas también ha emprendido una comunicación más directa con la ciudadanía, realizando mensajes públicos de solidaridad con los manifestantes proeuropeos, tales como los emitidos tras las protestas masivas de diciembre de 2024 contra los resultados electorales fraudulentos. La UE también ha suspendido los diálogos bilaterales de alto nivel, exigiendo reformas democráticas a un Gobierno georgiano prorruso que acusa a Bruselas de injerencia en asuntos internos estatales (Lindstaedt, 2024).
Con relación a Armenia, la Unión contempla una candidatura a la adhesión compleja. En enero de 2025, el Gobierno armenio aprobó un proyecto de ley para iniciar su proceso de adhesión a la UE, aunque la respuesta de Bruselas ha sido cautelosa. Por ahora, se están dando pasos concretos para establecer un acuerdo de asociación que implicaría liberalización de visados (Paternoster, 2025). Aun así, los europeos no han respaldado oficialmente la candidatura todavía; de hecho, han exigido avances en reformas judiciales y en la lucha contra la corrupción (Krikorian, 2025). Esto se está produciendo mientras el Kremlin ha advertido a Ereván que la adhesión a la UE sería incompatible con la membresía en la Unión Económica Eurasiática (UEE) (Paternoster, 2025). Sin embargo, la salida de los armenios de la OTSC podría ser un precedente que demuestra la posibilidad de que también puedan salirse de la UEE.
En cuanto a Azerbaiyán, los azeríes no parecen tan interesados en pertenecer a la UE, aunque eso no les supone impedimento alguno para beneficiarse económicamente de una relación mutua. Con la guerra en Ucrania, Bruselas rompió todas las relaciones con Moscú, incluidos los aspectos energéticos. Desde entonces Europa tiene la necesidad de buscar otras fuentes y recursos alternativos, incluido el gas que hasta ahora venía mayoritariamente de Rusia, así como otros proveedores que no atraviesen territorio bajo poder de Putin. Así, Bakú suministró el 4,3% del gas importado a la UE en 2024, con planes incluso para aumentar flujos a través del Gasoducto del Cáucaso Meridional (SCP), el cual es a su vez parte del Corredor Meridional de Gas (Krikorian, 2025). La cooperación económica entre Azerbaiyán y la UE también comprende otros proyectos de inversión en sectores como infraestructuras de transporte, aunque estos se frenaron por las sanciones a socios comerciales azeríes vinculados a violaciones de derechos humanos (Brzozowski y Gaprindashvili, 2022).
Desde la UE se podría estar gestando una alternativa de asociación con los Estados transcaucásicos. La Unión considera que el Cáucaso Sur tiene una relación histórica y geográfica con Europa, y aspira a una mayor proyección en la región.
Estas medidas no están siendo los únicos obstáculos en esta cooperación bilateral. La UE tiene una postura delicada en la mediación del conflicto de Nagorno Karabaj, ya que mantiene desplegada una misión de observación en la frontera armenio-azerí (EUMA), la cual Bakú acusa de favorecer los intereses armenios (Krikorian, 2025). Además, las negociaciones para un nuevo acuerdo bilateral están estancadas desde 2023 por discrepancias en cláusulas sobre democracia y Estado de derecho (Brzozowski y Gaprindashvili, 2022). Por lo tanto, aunque la UE mantenga unas relaciones con Azerbaiyán basadas en el pragmatismo económico, tiene que moverse con cautela y calcular cuáles van a ser sus siguientes pasos.
Ahora bien, si Azerbaiyán no ha decidido enfocar sus relaciones exclusivamente hacia Rusia o hacia la UE es porque, además de maximizar beneficios, debe tener otros motivos geoestratégicos. Hay dos terceros actores que también influyen sobre Azerbaiyán; además de estar en la partida por la influencia en el Cáucaso Sur. Es cierto que su papel como potencias regionales pueda hacer que su presencia sea subestimada, no obstante, tanto Rusia como la Unión mantienen relaciones históricas con la región que les facilita el acceso a dinámicas más estrechas con las tres repúblicas transcaucásicas.
Turquía e Irán siempre han estado ahí
La coyuntura actual de los dos vecinos meridionales del Cáucaso Sur no puede contrastar más. Turquía se encuentra en una situación de crecimiento en su influencia, la cual va más allá de las cuestiones de seguridad y económicas que se mencionarán a continuación. La corriente del neootomanismo presente en las políticas de Ankara influye en sus pretensiones de extender lazos culturales y de cooperación con Georgia y Azerbaiyán (Republic of Turkiye Ministry of Foreign Affairs, s.f.). Es especialmente con Bakú con quien Turquía está tratando de configurar una unificación cultural más extensa a través de la Organización de los Pueblos Túrquicos, junto con otros Estados como Kazajistán, Kirguizistán, Uzbekistán e incluso Hungría (Azizi e Isachenko, 2023).

En enero de 2025, el Gobierno armenio aprobó un proyecto de ley para iniciar su proceso de adhesión a la UE, aunque la respuesta de Bruselas ha sido cautelosa. Por ahora, establecer un acuerdo de asociación que implicaría liberalización de visados.
Azerbaiyán y Turquía también mantienen relaciones estrechas en materia militar y de seguridad. Su acuerdo bilateral de Shushá de 2021 estableció una asistencia mutua en caso de ataques, cooperación tecnológica militar y ejercicios conjuntos anuales. En 2024 ambos países realizaron maniobras aéreas conjuntas cerca de la frontera armenia (Cerón, 2024), Estado con quien Turquía tiene un historial de tensas relaciones bilaterales derivado de confrontaciones étnicas y religiosas provenientes de hace siglos. Otro hecho reciente relacionado con estas delicadas relaciones es la construcción de una base militar turca en el Monte Ararat, también en su frontera compartida con Armenia, quien ha interpretado esto como una amenaza para su seguridad nacional (Caucasus Watch, 2023).
Por otro lado, la República Islámica de Irán mantiene circunstancialmente una influencia mermada. El debilitamiento de Hezbollah en la guerra contra Israel y la caída a finales de 2024 del régimen sirio de los Assad, aliados de Teherán, además de sus actuales problemas internos socioeconómicos, han provocado que el poder iraní se encuentre retrocediendo en el Cáucaso Sur (Sofuoglu, 2025). Aun así, y aprovechando el apoyo de Ankara a los azeríes en Nagorno Karabaj, los iraníes están suministrando combustible y armamento a Armenia a través de su frontera noroeste. A su vez, en vista de su decreciente presencia militar, Irán ha decidido aliarse con Rusia mediante un acuerdo mutuo de defensa firmado en enero de 2025, el cual incluye cooperación en inteligencia y ciberseguridad para monitorear movimientos de la OTAN en la región (Novruz, 2025).
En los planos geoeconómico y energético del Cáucaso Sur, Turquía e Irán también poseen intereses significativos. Ankara opera el gaseoducto Trans-Anatolio (TANAP), el cual es una parte del ya mencionado Corredor Meridional de Gas y se encuentra unido al SCP por la frontera con Georgia (Azertac, 2024). Por lo tanto, Turquía es el enlace entre el gas azerí y Europa. Irán, por su parte, mantiene un comercio significativo con Armenia, incluyéndose el suministro de gas a un precio preferencial (SoyArmenio, 2024). No obstante, dentro de este ámbito, Ankara y Teherán también se encuentran enfrentados con respecto a la creación de corredores de transporte que favorezcan sus respectivas posiciones geoestratégicas.
Turquía, junto con Azerbaiyán, está impulsando la regeneración del Corredor de Zangezur, que pretende conectar el territorio principal azerí con el enclave de Najicheván. Desde Ankara, esta iniciativa se percibe como ventajosa ya que tendría una conexión terrestre directa con el resto del territorio azerí, facilitándose transporte, comercio y tránsito energético hacia Europa; a la par que un acceso más directo a los pueblos túrquicos de Asia Central. Sin embargo, este corredor logístico, al atravesar la provincia armenia de Syunik, afectaría la soberanía nacional de Ereván y cortaría su conexión terrestre con Irán, quien ha señalado esta maniobra como un acercamiento de la OTAN, e incluso del propio Estado de Israel, a sus fronteras (Thasjian, 2022).
¿Hacia un punto de inflexión?
Por mucho que Rusia esté «distraída» mirando a Ucrania, aún sigue manteniendo una notable presencia en la región. En Georgia, Rusia aún representa más del 10% de su PIB a través de las exportaciones, el turismo y el comercio, y controla sectores como el energético y el financiero; aparte de contar con el apoyo del Gobierno prorruso en Tiblisi. Militarmente, Moscú está reforzando su presencia en Abjasia y Osetia del Sur. En Armenia, Moscú ha modernizado su base en Gyumri y sigue siendo su principal socio comercial, dominando áreas como el gas y la minería. En Azerbaiyán, las exportaciones e importaciones con Rusia también han crecido significativamente, y empresas como Lukoil y Gazprom mantienen acuerdos estratégicos en sus corredores energéticos (Hutin, 2024).
Efectivamente, la UE ha hecho avances gracias a la «distracción rusa». Con Georgia y Armenia, la Unión prioriza las reformas democráticas orientadas a una asociación estratégica, y diálogos favorables a una futura adhesión por parte de ambas. Por otro lado, con Azerbaiyán se enfatizan más las cuestiones energéticas. Bruselas realiza todo ello con una mano mientras con la otra trata de ‘hacer malabares’ con las tensiones provenientes de Gobiernos prorrusos, las contradicciones entre intereses energéticos y derechos humanos y, por supuesto, ante la competencia con los demás actores presentes. La realidad es que Europa, por un lado, carece de capacidad militar propia –mientras la OTAN está más enfocada en apoyar indirectamente a Ucrania– y, por el otro, si son las empresas rusas las que manejan directa o indirectamente los corredores energéticos azeríes, ¿a quién le estamos comprando el gas realmente?

En cuanto a Azerbaiyán, los azeríes no parecen tan interesados en pertenecer a la UE, aunque eso no les supone impedimento alguno para beneficiarse económicamente de una relación mutua. Bakú suministró el 4,3% del gas importado a la UE en 2024.
Además, Turquía también está consolidando su presencia en el Cáucaso Sur, aprovechando la ‘distracción rusa’. Aun así, su estrategia es cautelosa, ya que es consciente de la amenaza de tener al Kremlin en contra. Por ello, también mantiene unas relaciones pragmáticas en sectores como la energía y el turismo. Todo ello mientras Irán trata de agarrarse a una alianza con Moscú para mantener su poder, a pesar de la actual vulnerabilidad en su zona de influencia.
El equilibrio de poder en el Cáucaso Sur está cambiando, pero el posicionamiento por la influencia en la zona sigue disputado, y fluctúa entre numerosas complejidades heredadas de siglos de choques y conflictos. Es verdad que este no es un escenario prioritario a nivel global, ya que Rusia y la UE siguen confrontando tangencialmente en Ucrania, los EEUU de Trump están más interesados en el Ártico, el Canal de Panamá y en una China cuya Nueva Ruta de la Seda no pasa principalmente por la cordillera transcaucásica. Sin embargo, considerando su posición geoestratégica crítica para el transporte y el cruce de zonas de influencia entre potencias regionales y globales, el Cáucaso Sur es sin duda un nodo geopolítico crítico del que no hay que apartar nuestra mirada.
Este artículo ha sido publicado originalmente en la revista Cuadernos FAES de pensamiento político. Si quiere leer otros textos parecidos o saber más sobre esa publicación, puede visitar su página web.
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