The Objective
Enfoque global

El espejismo de la paz

«La comunidad internacional sigue demostrando su simpatía por un bando u otro, rehuyendo una implicación directa»

El espejismo de la paz

El presidente ucraniano, Volodomir Zelenski, frente al vicepresidente de EEUU, JD Vance. | Presidencia de Ucrania (Zuma Press)

La esperanza de la paz en la guerra Ruso-Ucraniana siempre se ha mantenido viva, a pesar de que la evidencia apuntaba a que se encontraba lejana y complicada de articular e implementar. 

Tras la invasión rusa el 24 de febrero 2022 y su fallida «guerra relámpago» de esa primavera y la contundente contraofensiva de Kiev en el verano de ese año la guerra se ha estancado en un conflicto atricional de desgaste de «información perfecta» con alta intensidad cinética, predominio de la «defensa» sobre el «ataque» y claro cuestionamiento de plataformas y tácticas existentes por la creatividad, flexibilidad y maniobrabilidad de las nuevas tecnologías y conceptos operativos. 

Quizás la lección más contundente de este conflicto es la importancia de la logística y las cadenas de suministro para una guerra de desgaste. Hemos pasado de las guerras de contrainsurgencia y contra actores no estatales del mundo tras la Guerra Fría a la guerra convencional entre sociedades y complejos militar-industriales más propios de las Guerras Mundiales «calientes y frías» del Siglo XX. Una nueva versión de la «Totaler Krieg» que ya creíamos olvidada.  

A pesar de algún destello táctico y golpes de mano por ambas partes, como por ejemplo la inundación de la presa del Dnieper y los ataques a la aviación estratégica rusa, el conflicto se decide en las trincheras y en un frente saturado de 1.400 km en las inmensas llanuras de Ucrania Oriental (para los ucranianos) y Novorossiya (para los rusos) a un ritmo de un millar de bajas diarias y sin un atisbo de victoria a corto o medio plazo. 

A pesar de la evidente y cruda realidad militar y estratégica sobre los teatros de operaciones, los objetivos políticos de Kiev y Moscú se mantienen en posiciones maximalistas, con Rusia ejecutando una «ofensiva de verano» para romper las líneas del frente y abrir otros frentes en los flancos (Sumi, Jarkov) y Ucrania intentando con golpes en la retaguardia rusa y la infraestructura logística incrementar el coste a la sociedad rusa y dinamitar la imagen de Putin ante su camarilla y sociedad, esperando que llegue la ansiada ayuda de su «aliados europeos». 

Mientras tanto, la comunidad internacional sigue demostrando sus simpatías por un bando u otro, pero tanto los «europeos» por parte ucraniana o los del «extranjero cercano» por parte rusa, continúan rehuyendo una implicación directa y efectiva para apoyar la causa de su «aliado». El Sur global intenta no involucrarse, pues teme que, como anteriormente durante la Guerra Fría, ahora el «aspirador binario» les distraiga de los asuntos que a ellos les importan. Salvo alguna contribución simbólica y poco útil y/o decisivas para alterar la correlación de fuerzas por uno u otro contendiente, como por ejemplo los «voluntarios» norcoreanos o las «suaves» 18 rondas de sanciones de la Unión Europea nos indican una intención interesada y buenos deseos más que una voluntad seria para comprometerse y ayudar en serio a su aliado en Moscú o en Kiev. 

En general, la comunidad internacional y ambos contendientes parecían estar de acuerdo en esperar que la providencia o un acontecimiento puntual tomara las riendas y el liderazgo de un proceso de paz que mágicamente solucionara el problema. Por supuesto cada uno según la narrativa y objetivos de su causa y además que asumiera el coste político, económico y electoral del proceso. Puesto que la comunidad internacional no ésta dispuesta a abordarlo de ninguna manera. Actitud y posición que a uno le recuerda al genial Oscar Wilde que decía «Cumplir con los compromisos es algo que se espera de los demás, no algo que uno tenga la intención de hacer». 

Este evento tan esperado fueron las elecciones presidenciales en EEUU.  Los ucranianos apostaron por la continuidad de la administración Biden con una presidenta Harris que liderara la «liberación» de la Ucrania ocupada y sometiera al tirano del Kremlin al orden multilateral global que amenazaban con dinamitar. Los rusos, por su parte, esperaron que una administración republicana se desentendiera de un conflicto marginal, pusiera el foco en el Indo-Pacífico y se uniera y consolidara la tendencia a un orden global de «esferas de influencia» e intereses nacionales en periodo de gestación por las revisionistas potencias globales (China, India y Rusia) y las regionales (Irán, Arabia Saudí, Turquía, Brasil, Nigeria y Sudáfrica entre otras). El electorado americano votó y el panorama estratégico global dio un vuelco copernicano. El espejismo de la paz surgió tras tres largos años de guerra y según el International Institute of War (ISW) más de 150,000 bajas militares, 65,000 civiles y unos 4-5 millones de refugiados y desplazados.

El espejismo de la paz ya apareció durante la campaña electoral de EEUU con las promesas de los candidatos. La más certera fue la de Donald Trump de «resolver el conflicto en 24 horas». Intención repetida en el discurso inaugural del 20 de enero de 2025 y modificada y elaborada durante los primeros cinco meses de este año. Ante el alivio de todos, el presidente Trump se puso manos a la obra utilizando todas las herramientas a su disposición, las coercitivas y las compensatorias al uso, típicas de una negociación transaccional de empresarios de Manhattan; intimidación, amenazas, encanto personal, encerronas, pleitesías, gestos y guiños personales y fastuosas puestas en escena protocolarias entre otras. A pesar de sus esfuerzos, como hemos visto en Estambul en mayo y tras numerosas llamadas de teléfono y reuniones con su «enviado especial» Steve Witkoff, ambos contendientes no están dispuestos a ceder en sus posiciones maximalistas y confían en que más pronto que tarde su apuesta militar resuelva el conflicto. 

Tras estos cinco meses de preliminares, lo único que está a día de hoy claro son dos cosas:

  • 1) Que Zelenski y Putin todavía creen que pueden ganar en el campo de batalla. 
  • 2) Que ninguno de los dos quiere ser la causa de que fracase la iniciativa de paz de Trump.

Curiosamente, la clave decisiva para ambos, Zelenski y Putin, radica en cuál será la posición que Trump adopte sobre el conflicto una vez se agote esta ofensiva diplomática. Los dos aprecian que el poder americano es y será decisivo para decidir la guerra y en consecuencia su futuro personal y el de su país. En consecuencia, ninguno de los dos quiere ser la causa de la ira de Trump y confía en que esta se concentre en el contrario. 

Por parte ucraniana, desean que EEUU se desespere con Putin y le castigue por ello, continuando su apoyo existencial en C3I, restableciendo su apoyo de material una vez se agoten las partidas de Biden e imponiendo un régimen de sanciones (incluyendo un pacto con Arabia Saudí para bajar el barril de petróleo hacia los $50-55) que haga tambalear al régimen del Kremlin y lleve a Putin o a su sucesor a firmar un Brest-Litovsk del siglo XXI. 

Por la parte rusa, apuestan por que Trump pierda la paciencia con Zelenski y sus «aliados» europeos y utilice un punto de inflexión (Fracaso de la reunión de la OTAN del 24 de junio, o retirada de la delegación ucraniana de Estambul, por ejemplo) para declarar «victoria y retirarse del tablero», dejando en manos de los europeos el dosier «Ucrania» para dedicarse a otros procesos de paz más prometedores como Irán y/o los objetivos estratégicos de EEUU a largo plazo la negociación con China de aranceles o de control de armamentos con Rusia. 

Mientras tanto Moscú y Kiev apuestan fuerte por la opción militar y agotar la paciencia del presidente EEUU. No tienen ningún incentivo existencial para parar la guerra y su compromiso con este proceso es utilitario, reactivo y visiblemente agotado. Por lo tanto, la paz por ahora se queda en un mero espejismo y quizás este más lejos que nunca.

Así pues, ante esta realidad imperante y con vistas al futuro se podrían dilucidar cuatro escenarios posibles:

  • Victoria rusa: La guerra continua y la ofensiva de verano coincide con el agotamiento de la ayuda EEUU de Biden y la no renovación de Trump. Los europeos no sustituyen a los EEUU y Ucrania no es capaz de aguantar la ofensiva. Rusia declara victoria y el gobierno de Zelenski cae. Se establece un gobierno prorruso en Kiev. 
  • Victoria ucraniana: EE.UU. mantiene e incrementa la ayuda a Kiev. Europa anuncia ayudas a Ucrania, una fuerza expedicionaria y la incorporación inmediata de Kiev a la Unión Europea. Ucrania empuja a los rusos fuera de sus territorios y bloquea la península de Crimea. Declara Victoria y propone un tratado UE-Federación Rusa para el nuevo orden de seguridad en el continente.
  • Acuerdo Kiev-Moscú: Agotamiento en el frente y la coacción internacional y presión de Washington y Pekín obligan a Kiev y Moscú a llegar a un acuerdo dealto el fuego, cese de hostilidades y una solución tipo Cachemira, Corea o Chipre y se «congela» el conflicto hasta la siguiente ronda de hostilidades.
  • No hay acuerdo, la guerra continua: Rusia y Ucrania continúan la guerra con los mismos objetivos. Ninguno de los dos consigue dar el golpe decisivo y ninguno muestra interés por un Acuerdo. Ambos contemplan escalar horizontalmente y/o verticalmente el conflicto. Inestabilidad crónica en Europa. Posible recesión y/o depresión económica.

El problema inicial de la invasión de Crimea en 2014 para la comunidad internacional en general, pero para Europa en particular permanece inamovible, esto es ¿Cómo contener y revertir la agresión territorial de una potencia nuclear en Europa, sin asumir costes económicos, militares, políticos y/o electorales? Un dilema a resolver por nuestros líderes. Que la paz no solo sea un espejismo está en sus manos. 

Andrew Smith Serrano es investigador del Centro para el Bien Común Global de la Universidad Francisco de Vitoria.

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