El día que Frederick Forsyth no pudo hablar en español
El ataque de Ucrania contra cuatro bases aéreas rusas tiene mucho que ver con su novela ‘El cuarto protocolo’

El autor británico Frederick Forsyth. | Geoff Pugh (Zuma Press)
Se ha ido Frederick Forsyth, pero tuve la suerte de conocerle hace 20 años, hablar con él y debatir sobre asuntos de espionaje. Fue muy emocionante, sus palabras siempre me habían transportado a mundos insospechados, a situaciones dramáticas inconcebibles, con personajes tan atractivos que al principio me fascinaron y, más tarde, cuando supe de sus trajines por la vida, imaginé que estaban basados en la realidad. Acerté.
Nos conocimos en una situación tragicómica que, a veces, he recordado con mi amiga Blanca Rosa Roca, que posteriormente sería mi editora en Roca Editorial. Sucedió hace algo más de 20 años, con motivo de la presentación de uno de los libros de Forsyth en Barcelona. La TV3 me invitó a una tertulia alrededor del espionaje con tres invitados catalanes –una Blanca Rosa– y el escritor británico. No dudé en decir que sí, era mi oportunidad para estar, aunque fueran unos minutos, con uno de mis escritores favoritos. Además, sabía que hablaba español a la perfección y dado que mi inglés era pésimo, podría charlar con él sin intermediarios. Sin embargo, la cadena tenía una norma para ese tipo de programas y cada uno tenía que hablar en su idioma, por lo que el presentador y tres de los invitados hablaron en catalán, Forsyth en inglés y yo en español. Un guirigay tener que utilizar traductores, pues te disuaden un poco en la conversación, teniendo en cuenta que todos los que estábamos en la mesa hablábamos castellano.
Los libros de Forsyth me abrieron la puerta a contar historias de una manera distinta. Era un periodista enamorado de una profesión que intentaba narrar lo que de verdad ocurría en el mundo, era la voz de los pueblos más olvidados. Le gustaba África, retratar la crudeza de las guerras y cuando a principios de los años 70 sus pagadores le quisieron sacar de la cutre Biafra para llevarlo a la occidentalizada guerra de Vietnam, se sublevó y rompió el contrato.
Colaborador gratis del MI6
Fue periodista, antes piloto de caza y después colaborador del MI6, el servicio de inteligencia exterior inglés. No tuvo una nómina, como John le Carré o Graham Greene. Lo que querían era que les contara las entretelas de lo que hacía. Rebelde, se movía por lugares inhóspitos a los que no llegaba mucha gente y se relacionaba con personajes oscuros que hablaban con él por ser un periodista independiente. Aceptó jugar ese juego, reconoció muchos años después, aunque matizó que lo hizo por ayudar a su patria, no por dinero.
Sus libros contaban historias vividas o inspiradas en su experiencia como periodista. Dos me encantaron: Chacal, sobre el intento de asesinato del presidente de Francia, y aún más Odessa, sobre los nazis que huyeron tras finalizar la Segunda Guerra Mundial.
Chacal, Odessa, Los perros de la guerra…
Los perros de la guerra fue sobrecogedor, nos acercó al salón de casa a los exmilitares que combatían en guerras, sobre todo africanas, a cambio de dinero y, en muchos casos, de poder seguir saciando su sed de sangre.
La que hoy es más actual, la que nunca pensamos que podría ocurrir, es El cuarto protocolo, cuya lectura recomiendo o, en caso contrario, ver la versión en película protagonizada por Pierce Brosnan y Michael Caine. Plantea la hipótesis de que el espionaje ruso ataque Gran Bretaña metiendo un arma nuclear dentro del país, en lugar de lanzar un misil. Recuerda a la operación reciente de Ucrania contra Rusa, en la que en vez de atacar sus bases aéreas con misiles –a algunas les era totalmente imposible llegar–, lo hicieron metiendo de contrabando las armas y atacando desde dentro. Si los políticos y militares leyeran más novelas…