Israel se propone acabar con el régimen iraní
El reciente ataque sobre territorio iraní puede ser la antesala de un conflicto a gran escala en la región

Una hilera de cazabombarderos israelíes dispuesta para lanzar un ataque contra Irán. | IDF (Xinhua News)
Ayer 13 de junio de 2025, el mundo amaneció sacudido por la noticia de un ataque militar israelí masivo contra Irán, una operación bautizada con el sugestivo nombre de «León que se levanta» que, posiblemente, como bien señala el reportero y analista Alberto Sicilia: «parece una referencia evidente a la bandera oficial de Irán antes de la Revolución». Y es que todo apunta a que Israel se ha propuesto acabar con el actual régimen iraní. Además, con esta acción, Israel busca impedir con todas sus fuerzas que Irán cruce definitivamente el umbral de potencia nuclear, algo que desde hace tiempo se venía perfilando como una amenaza inminente, no solo para la estabilidad regional, sino para la seguridad global.
Los objetivos fueron claros y contundentes: instalaciones nucleares estratégicas, bases militares clave, depósitos de misiles balísticos, y, de forma muy destacada, figuras prominentes del régimen iraní. Entre las bajas confirmadas se encuentran altos mandos como Hossein Salami, líder de la Guardia Revolucionaria Islámica, y científicos nucleares fundamentales para el programa atómico iraní. Israel ha optado por una estrategia no solo de destrucción material sino también de debilitamiento del liderazgo iraní, buscando romper la estructura interna del régimen.
La escalada previa había sido más que palpable. Irán había intensificado considerablemente el enriquecimiento de uranio, alcanzando niveles del 60% de pureza, una cifra preocupantemente cercana al umbral armamentístico. La comunidad internacional, incluyendo a la Agencia Internacional de Energía Atómica, había advertido en reiteradas ocasiones sobre estas actividades. Sin embargo, la actitud desafiante del régimen iraní no dejó mucho margen para la diplomacia.
Israel, ante su amenaza existencial, decidió actuar con determinación. El gobierno de Netanyahu, consciente del delicado equilibrio internacional, notificó a Estados Unidos sus planes antes del ataque, aunque desde Washington insisten en que no ha habido participación directa norteamericana. Irán, por supuesto, no cree en esta narrativa y acusa directamente a Estados Unidos de complicidad, aumentando aún más la tensión.
La respuesta iraní no se hizo esperar: 100 drones lanzados hacia Israel, proclamación de emergencia nacional, y amenazas claras de represalias severas por parte del líder supremo Alí Jamenei, quien milagrosamente ha escapado ileso del ataque. Poca cosa. Los drones de Irán tardan horas en llegar y poco inquietan a las defensas israelíes. La desventaja de Irán con respecto a Israel es significativa. Ahora la pregunta clave es qué sucederá después. La región es un polvorín, y la amenaza de una escalada militar generalizada es una posibilidad. O no. ¿Logrará Israel descabezar a toda la cúpula iraní como hizo con la de Hezbolá? ¿Logrará desarticular por completo el programa nuclear de Irán?
Otra cuestión central en este escenario es el Estrecho de Ormuz. Esta vía marítima crucial, por donde transita aproximadamente el 20% del petróleo mundial, podría convertirse rápidamente en el epicentro de un conflicto mayor. Una interrupción o un bloqueo en Ormuz no solo dispararía los precios del petróleo, sino que también tendría un efecto devastador sobre las economías occidentales, especialmente en un contexto en el que ya estamos enfrentando desafíos económicos significativos a nivel global.
Por otro lado, el conflicto también podría extenderse al mar Rojo y a las aguas próximas a Yemen, donde los hutíes, respaldados por Irán, podrían aprovechar la ocasión para intensificar sus ataques, afectando aún más las rutas comerciales y petroleras. Y no solo petroleras. Por esas aguas también navegan buques cargados de gas natural licuado. La fragilidad de estas vías marítimas podría empujar a otras potencias regionales e internacionales, especialmente Estados Unidos, a intervenir directamente para garantizar la seguridad y estabilidad de estas rutas, multiplicando así el riesgo de una confrontación directa mucho mayor. Pero es que el mundo ya ha sentido las primeras sacudidas económicas: el precio del petróleo aumentó de inmediato tras el ataque.
Otra incógnita es saber qué papel jugará Arabia Saudí que, aunque ha condenado formalmente el ataque israelí, su rivalidad histórica con Irán hace que su posición sea menos previsible, complicando aún más el tablero geopolítico. Un conflicto ampliado podría convertir a Medio Oriente en un escenario caótico, con múltiples actores involucrados, y con un alto potencial de desestabilización global.
El papel de Estados Unidos será fundamental. Aunque ha negado participación directa en los ataques, su alianza histórica con Israel coloca inevitablemente a Washington en el centro de esta crisis. Si Irán cumple sus amenazas de represalias más agresivas, Estados Unidos podría verse forzado a actuar para proteger sus intereses y aliados en la región, acelerando un conflicto que podría desbordar rápidamente cualquier tipo de control diplomático.