¿Irá Trump a la guerra contra Irán?
Las dudas iniciales sobre su implicación en el apoyo a Israel se están resolviendo a favor de la intervención

Trump junto al primer ministro Netanyahu en la Casa Blanca. | Reuters
La guerra entre Israel e Irán -especialmente su última fase, que empezó hace una semana- está suscitando por el momento reacciones globales contenidas. Quizá el debate más interesante es el que hay dentro del Gobierno norteamericano entre los partidarios de respaldar a Jerusalén a toda costa y los que temen que ese apoyo se convierta en una participación militar abierta que desemboque en un fiasco como el de la guerra de Irak.
Donald Trump, que dudaba hace unos días, ha despejado muy a su manera la incógnita que suscitó Tulsi Gabbard, su directora de Inteligencia Nacional, al declarar que a ella no le constaba que Irán hubiera reactivado su programa bélico nuclear. «Me da igual lo que haya dicho». Las cosas se arreglaron después y Gabbard sigue en su puesto, pero las discrepancias continúan. Hay fieles e influyentes trumpistas del sector más populista, enfadados con los planteamientos de intervención militar, que consideran neocon y halcones de sillón a todos los que quieren aprovechar la oportunidad para que cambie el régimen iraní.
¿Cómo hemos llegado a esto? Poco a poco. Llevamos más de un año de intercambios bélicos entre Israel e Irán.
Después del ataque terrorista de Hamás contra civiles israelíes del 7 de octubre de 2023, en el que fueron asesinados más de 1.200 hombres, mujeres y niños y 240 fueron hechos prisioneros, hubo -aún hay- muy fuertes represalias de Israel contra los aliados de Irán: Hamás en Gaza y Hezbolá en el sur del Líbano. Pero las cosas no se quedaron ahí.
El 1 de abril de 2024 Israel destruyó un edificio diplomático iraní en Damasco, Siria, y mató a altos dirigentes del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI), incluido el general Mohammed Reza Zahedi. Dos días después, Irán respondió con un ataque directo contra Israel, lanzando más de 300 drones y misiles balísticos en la operación ‘Verdadera Promesa’. La mayoría fueron interceptados por las defensas israelíes con apoyo de EEUU, Reino Unido, Francia y Jordania. El 1 de octubre de 2024 Irán volvió a lanzar 181 misiles balísticos contra Israel en represalia por el asesinato de líderes de Hezbolá (como Hasan Nasralá) y Hamás. Israel aseguró haber interceptado muchos de estos misiles, pero no dio información sobre los daños sufridos. El 26 de octubre de 2024, Israel llevó a cabo bombardeos en Teherán y Karaj contra bases militares y radares en las provincias de Ilam, Juzestán y Teherán. Estos ataques fueron limitados y evitaron golpear instalaciones nucleares o petroleras.
Ahora, Israel acaba de lanzar hace una semana la operación León Ascendente, un ataque contra más de 150 objetivos en Irán, incluidas, ahora sí, instalaciones nucleares como Natanz, bases militares y figuras militares y científicas iraníes. Irán respondió con misiles balísticos contra ciudades israelíes que han costado la vida a más de dos docenas de personas. En Irán hay oficialmente entre 200 y 250 víctimas mortales. El líder supremo, el ayatolá Jamenei, está cada vez más aislado; entre los muertos se encuentran subordinados tan importantes como Mohamed Bagheri, número uno de las fuerzas armadas, y Hossein Salami, jefe de la Guardia Islámica Revolucionaria.
Aparte de la preocupación por la posible escalada, hay un grado de tolerancia internacional mayor para la ofensiva israelí contra Irán que respecto a la larga, difícilmente sostenible y poco clara campaña de Gaza. Y dentro de Israel, el respaldo que tiene el Gobierno de Jerusalén también es muy elevado.
En declaraciones a la cadena de televisión estadounidense Fox, el primer ministro Netanyahu lo ha explicado así: «Estamos dispuestos a hacer lo que sea necesario para lograr nuestro doble objetivo, que es eliminar dos amenazas existenciales: la nuclear y la de los misiles balísticos».
¿Y qué dice la oposición? Estas son las palabras de su líder, Yair Lapid, en The Jerusalem Post: «El primer ministro Benjamin Netanyahu es mi rival político, pero su decisión de atacar a Irán en este momento es la acertada. Todo el país está unido en este momento. Frente a un enemigo que ha jurado nuestra destrucción, nada nos dividirá».
En estas últimas palabras de Lapid está la clave. Irán arma, apoya y mueve los hilos de Hamás y de Hezbolá; fue responsable de la masacre del 7 de octubre y de los atentados de los últimos años en diversos países. Irán, como dice Yair Lapid, ha manejado a su antojo -y destruido- a Siria y Líbano para hostigar a Israel, y ha financiado el terrorismo para enfrentar a israelíes y palestinos.
Es una lógica férrea: el objetivo declarado del régimen iraní es la destrucción del Estado de Israel. Los israelíes no están de acuerdo, claro.
Una personalidad tan conocida como Etgar Keret, escritor, guionista y director de cine, acaba de escribir esto en Substack: «Estos misiles iraníes solo sirven para recordarme que, a diferencia de la guerra innecesaria y brutal que Netanyahu está empeñado en prolongar en Gaza sin ningún sentido, hay otras guerras contra enemigos reales y poderosos que constituyen una verdadera amenaza contra nuestra existencia».
En este contexto, Irán tiene un problema. Está disminuyendo en las últimas horas los misiles -entre otras cosas, porque un tercio de sus lanzaderas han sido destruidas- y enviando señales urgentes a todo el mundo diciendo que quieren acabar la guerra y reanudar las conversaciones sobre su programa nuclear. Podría interpretarse como el reconocimiento de los errores y reveses recientes, desde la neutralización de Hamás y Hezbolá hasta la caída de sus aliados en Siria. En todo caso, dada la situación -la flota aérea israelí de combate ha eliminado las defensas antiaéreas de Irán y los misiles iraníes causan daños relativamente menores-, ¿cuál es el incentivo para que Israel no remate la faena de destrucción de instalaciones nucleares y capacidades militares de Irán y, de paso, debilite al gobierno de los ayatolás?
Desde Jerusalén se dice que el Gobierno ha diseñado una campaña de ataques de dos semanas. Estamos en el ecuador, y no parece que Trump que esté frenando a Netanyahu. Por lo pronto, están llegando a las bases estadounidenses de Morón (España), Aviano (Italia), Prestwick (Reino Unido), Ramstein (Alemania) y Tallín (Estonia) aviones cisterna para reabastecer a los bombarderos en vuelo. Hay además refuerzos de aviones de combate F-22 y F-35 en la zona del Golfo Pérsico.
La tentación de Trump es obvia: echar una mano al aliado israelí para tratar de pulverizar las capacidades nucleares y bélicas de Irán, atacar centros de energía y comunicación y descabezar al máximo sus estructuras de mando en las fuerzas armadas, la inteligencia y el gobierno. El riesgo también es obvio: se sabe cómo se entra en una guerra, pero no cómo se sale. Irán está recibiendo un fuerte castigo, pero tiene aún misiles como para incendiar la zona.
Si no hay negociaciones, y ahora mismo no las hay a pesar de la petición internacional de Teherán, ¿cuándo considerará Israel -y EEUU- que debe acabar una guerra de este tipo? ¿En qué momento se valorará que se ha conseguido el doble objetivo que señalaba Netanyahu? No es fácil saberlo, pero dos semanas parecerán poco tiempo a los que creen que hay que aprovechar los recientes errores iraníes a través e ir hasta el final para descabezar a la teocracia iraní.
En todo caso, lo que no preocupa excesivamente hoy -una campaña rápida con objetivos claros y golpes quirúrgicos, o todo lo quirúrgicos que puedan ser los bombardeos selectivos de Israel y los indiscriminados de Irán- será sin duda fuente de ansiedad y nerviosismo para todo el mundo si la guerra se extiende sin plazos claros ni horizonte de finalización.