Pedro Sánchez: OTAN no, bases fuera
El presidente del Gobierno niega haber firmado lo que firmó y se aísla en la foto de familia de los aliados

Foto de familia de la cumbre de la OTAN. | Reuters
La OTAN ha celebrado en La Haya una de sus reuniones más importantes de las últimas décadas. Todo estaba a favor de que lo fuera: el estreno de Donald Trump en su segunda presidencia, las presiones a los aliados para aumentar significativamente su contribución al presupuesto defensivo y los dos escenarios bélicos abiertos, el de la guerra de Rusia contra Ucrania y el del choque entre Israel e Irán.
Esos eran los asuntos trascendentes. Hubo más: la necesidad del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de llamar desesperadamente la atención, negando haber firmado lo que firmó para tomar un poco de oxígeno ante el electorado izquierdista en España y tratar de alejarse de los casos de corrupción que le cercan.
Para dar la nota sin equívocos, Sánchez evitó saludar a los líderes aliados e incluso se distanció de ellos a propósito en la foto de familia. Es comprensible: los estaba llamando idiotas. Los 32 países de la Alianza firman un incremento de un 5% anual del Producto Interior Bruto en diez años para los gastos de defensa y seguridad, y el español sale después a decir que le da igual haber firmado eso, que España sólo aportará el 2%, o el 2,1% (utiliza las cifras indistintamente, como si no hubiera ninguna diferencia).
Algunos primeros ministros hicieron chistes con la posición española; otros no podían ocultar su irritación; Donald Trump, que cada vez tiene más en común con Pedro Sánchez en cuanto a vivir una realidad alternativa, guerrear contra los medios independientes y demostrar cada vez que tiene oportunidad su aversión a la separación de poderes, montó también su número: “España es horrible. Es el único país que no va a pagar la cantidad completa. Quieren quedarse en el 2%, creo que es terrible, así que van a pagar a través del comercio».
Trump es un bocazas y las amenazas arancelarias dan muchas vueltas, como ya sabemos. Pero Sánchez se lo ha puesto en bandeja, igual que también Trump le pone en bandeja al dirigente español jugar al Llanero Solitario.
Todo esto -el enfrentamiento, el aislamiento, la soledad- no va a salir gratis. Igual que no va a salir gratis haber intentado torear al secretario general de la Alianza, el holandés Mark Rutte. Sánchez aseguró el domingo -en una ridícula intervención para consumo interno partidista en la que habló en una sala vacía como si estuviera llena de periodistas- que España iba a contribuir a la OTAN con el 2,1% del PBI. «Ni más ni menos». Rutte le corrigió horas más tarde y aseguró que España tendría que aportar alrededor del 3,5% en gasto defensivo y el 1,5% en gastos de seguridad. El comunicado suscrito por los 32, España incluida, dice precisamente eso. Con la flexibilidad y la comprensión que sean necesarias, pero esa es la perspectiva de los diez próximos años. Claro que pedir largo plazo, pensamiento estratégico y política de Estado a un especialista en sacar conejos de la chistera, ir tirando de un día para otro y tratar de seguir en el poder a cualquier precio sería excesivo.
Sánchez trató de vender como una gran victoria que en el comunicado final la frase “nos comprometemos” haya quedado finalmente en “los aliados se comprometen”. ¿Cuál es la diferencia? ¿”Ellos» pagan una cantidad y “nosotros» otra?
No se trata solo de palabrería de mercachifle. El daño queda hecho. Como hace unos días recogía en este artículo Antonio Rodríguez, entre los mandos militares españoles predomina la impresión de que los tejemanejes de consumo interno de Sánchez se ven como un juego de trileros.
Esta imagen -la de enfrentarse a Trump, la de ponerse en una esquinita de la foto, la de salir, si hace falta, con la pancarta de OTAN no, bases fuera de los años 80- le podrá ser útil al presidente del Gobierno para sus próximas campañas electorales a cara de perro en las que necesitará rebañar votos comunistas y de Sumar, pero es algo profundamente perjudicial para España, para la confianza de los aliados en este país, para la participación en las reuniones y los proyectos más importantes, para la fiabilidad ante los socios económicos y defensivos, para las inversiones extranjeras… Y sus consecuencias desbordan las fronteras de la seguridad y la defensa. ¿O es que alguien cree que la falta de seriedad política y económica -ser el enfant terrible de la OTAN, sacarse de la manga una amnistía para golpistas, meter mano en una opa entre dos empresas privadas- no tiene también repercusiones en otros ámbitos?
Es una manera de estar en el gobierno en lugar de gobernar. Es hacer con la política exterior y de seguridad lo mismo que con el resto de políticas: subordinarlas a sus intereses personales, despreciar al Congreso y a los medios de comunicación, prescindir de la oposición e ignorar las consecuencias a medio plazo de todo ello. El que venga detrás, que arree.
Rutte, que no quiere que la Alianza se deshaga bajo su mandato, rindió pleitesía a Trump, según se desprendió del mensaje revelado por el propio presidente de EEUU -«Europa va a pagar a lo grande, como debe hacerlo, y esa va a ser tu victoria»- pero también es cierto que todos los presidentes norteamericanos han pedido más compromiso económico a los aliados, que arrastran los bolsillos y prefieren que sea Washington el que asuma la parte del león en los gastos de seguridad y defensa.
Esta entrega entusiasta al narcisismo del volátil Trump augura problemas. Igual que habrá problemas si Washington no corrige el rumbo de menosprecio a los aliados: los europeos no han resuelto, ni mucho menos, su autonomía en cuestiones de defensa y seguridad, y hoy por hoy no pueden renunciar al paraguas estadounidense, que incluye también todo lo relacionado con la información, el espionaje y la protección ante las nuevas amenazas. Pero la hostilidad permanente de Trump es el mejor estímulo para que lo hagan y avancen de verdad hacia la autonomía defensiva.
A la hora de la verdad, la OTAN es importante, y ni Donald Trump ni Mark Rutte ni Pedro Sánchez -cada uno en su respectivo nivel- están cuidando de la Alianza como deberían. En un mundo cambiante como el que tenemos, lleno de amenazas nuevas y con los sistemas democráticos en peligro, es un riesgo que no podemos permitirnos.