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Internacional

Fragancias Donald Trump para EEUU y el mundo

Casi seis meses después de su llegada a la Casa Blanca, el presidente afianza su rumbo prepotente ‘urbi et orbi’

Fragancias Donald Trump para EEUU y el mundo

Fragancias presentadas por Donald Trump.

Donald Trump está cerca de cumplir seis meses en el poder. Quizá para celebrar el semestre acaba de lanzar Trump Fragrances, una línea de perfumería para hombres y mujeres cuyo aroma Victory 45-47 -los números de sus presidencias en la lista histórica de los inquilinos de la Casa Blanca- cuesta entre 199 y 249 dólares. En la etiqueta, la efigie dorada -su tono preferido- de Trump, como si fuera una estatuilla de los Oscar.

En el mismo plano de asuntos de Estado que dejan al descubierto la grandeza moral de las personas, el presidente ha estado visitando el nuevo campo de detención de ilegales, Alligator Alcatraz, que se está acabando de poner en pie en los Everglades, la zona pantanosa de Florida. El centro, a base de tiendas de campaña, está rodeado de aguas infestadas de caimanes y serpientes. La visita tuvo lugar en un clima de celebraciones y bromas sobre inmigrantes troceados por cocodrilos.

Esta es el momento que nos ha tocado vivir. Este es el presidente del país más poderoso del mundo.

Cinco meses y medio después del arranque de su segundo mandato, la Casa Blanca está a punto de conseguir que el Congreso apruebe la que el propio presidente ha llamado «una ley grande y hermosa». Detrás de la estupidez de la denominación, esta ley presupuestaria básicamente mantiene la reducción de impuestos -la hace vitalicia- a los que más tienen y compensa después esa reducción con recortes en los programas de asistencia sanitaria -sobre todo, Medicaid-, con la anulación del seguro médico básico de casi 12 millones de personas y con gigantescas sumas de dinero destinadas a defensa y a financiar las deportaciones de inmigrantes. Según la Oficina de Presupuestos del Congreso, las medidas añadirán por lo menos 3,3 billones de dólares a la deuda nacional en los próximos diez años.

En las casi mil páginas de la ley se carga también contra los cupones de alimentos para tres millones de estadounidenses pobres, las ayudas fiscales a las energías limpias y los préstamos estudiantiles, entre otras cosas. Fuera con todo, hay mucho fraude, los que se aprovechan son ilegales, dice Trump, en contra de las opiniones y los análisis más serios. Algunos republicanos están asustados con la ley, que tendrá graves consecuencias, y por eso la votación del Senado ha arrojado un empate -tres republicanos fueron valientes y votaron en contra- que ha tenido que deshacer el vicepresidente Vance a favor de la ley.

Una ley grande y hermosa: gran concentración de poder en las manos de Trump y hermosa irresponsabilidad a la hora de tener en cuenta las consecuencias de los recortes. Eso ya se verá más adelante. La ley vuelve ahora a la Cámara, porque el trumpismo quiere regalársela al jefe el 4 de julio, la fiesta nacional, con un debate de reconciliación de textos apresurado y prácticamente sin calibrar las repercusiones de lo que se va a aprobar.

Algún obstáculo hay por el camino: aparte de los republicanos cuya conciencia sea superior a su miedo -hoy por hoy, muy pocos, aunque la votación del Senado demuestra que no es imposible-; Elon Musk, hasta hace cinco minutos amigo y compinche de Trump, está tan horrorizado con la ley -una repugnante abominación”, sobre todo por la profundización de la deuda pública-que ha dicho que si sale adelante va a dedicar parte de su fortuna a crear un tercer partido, el Partido América. Le han llovido muchos insultos del entorno presidencial.

En cuanto a la política exterior, se consolida en este casi semestre una interesante manera de hacer las cosas que también tiene en su base la concentración de poder. Trump huye de los compromisos internacionales -diplomáticos, comerciales- y no tiene ningún problema a la hora de desmantelar las instituciones que EEUU y sus aliados y amigos han contribuido a poner en pie en los últimos 75 años.

Pero eso no significa que la Casa Blanca renuncie a ser el policía del mundo: el presidente, contrario al tradicional intervencionismo demócrata y su equivalente republicano, la política neocon, se embarca en cruzadas y desenfunda los misiles para estar en el centro, para tratar de arbitrar los conflictos, para hacer activismo transaccional: fuera los acuerdos multilaterales, EEUU hace acuerdos bilaterales con quien sea. Y si hay que mantener organizaciones como la OTAN, vamos con ello, pero el dinero por delante. Todos los presidentes estadounidenses han insistido, con razón, en que era insostenible para los europeos no pagar por la defensa de Europa, pero el estilo Trump de hacer las cosas liga los gastos de seguridad a los aranceles comerciales. De nuevo: se pagarán las consecuencias de esta política de mal promotor inmobiliario.

Casi seis meses ya de presidencia Trump, y EEUU en el centro, aunque no por las buenas razones. Es un país que empieza a no ser muy reconocible, porque se disuelven algunos de sus fundamentos que tienen que ver con la gran nación de acogida que era hasta hace poco en la que se premiaba el talento y el esfuerzo. Ahora, la pelea sin cuartel de esta Administración tan cruel como ridícula no es el ilegal, como dice la propaganda: es el inmigrante, el extranjero, el diferente. Y Trump en el centro: el disolvente del sueño americano; el dinamitador de la nación imprescindible para la libertad y la democracia de todo el planeta.

Fragancias Trump. Su artífice desaparecerá más pronto que tarde; su aroma intoxicará durante más tiempo a EEUU y al mundo.

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