Ataque a Irán: por qué Trump cree que todos mienten menos él
El presidente se enfurece contra todos los que ponen en cuestión que haya acabado con el programa nuclear

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. | Lenin Nolly (Zuma Press)
Tengo los tiempos bien claros porque el ataque de Estados Unidos contra Irán ocurrió exactamente cuando estaba hablando sobre el tema en el programa La Rosa de los Vientos, de Onda Cero. Es importante no perder de vista las horas para entender la obsesión de Donald Trump por lo que considera una narración periodística equivocada de las consecuencias de ese bombardeo.
En la madrugada del sábado 21 al domingo 22, los aviones B-2, que habían partido de la Base Aérea Whiteman de Misuri, los únicos con capacidad para lanzar la bomba GU-57 anti búnker, se lanzaron contra las tres centrales nucleares iraníes. Natanz e Isfahan habían sufrido ya tremendos desperfectos producidos por las fuerzas militares israelíes, mientras que la de Fordow, escondida debajo de una montaña, con metros y metros de hormigón armado de protección y diseñada a una profundidad de 80 o 90 metros, debía seguir bastante intacta cumpliendo el objetivo de los que la diseñaron hace 18 años para que los ataques fueran prácticamente inútiles.
Trump ordenó la misión de machacar Natanz, Isfahan y Fordow. Su amigo Netanyahu había iniciado unos días antes un ataque que le dejó impresionado: en las primeras horas habían destruido importantes emplazamientos estratégicos de armamento y, lo que más le deslumbró, había asesinado a figuras claves de las fuerzas militares iraníes de una forma selectiva.
Trump protagonista: «Estén atentos»
Llegó un momento en el que Israel había cumplido sus misiones más importantes, pero no la principal: Fordow podría seguir funcionando sin problemas. Solo Trump, solo sus B-2 y solo sus GU-57, podían acabar el trabajo. Ahí Trump se creció, se arrogó el papel protagonista y lanzó sus diatribas: «¡Todo el mundo debería evacuar Teherán!», y remató: «Estén atentos».
Puso sobre él los focos tanto que sus asesores militares le invitaron a modificar el mensaje por uno que no avisara tan claramente a Irán del ataque inminente. El jueves, dos días antes del bombardeo, simuló magnanimidad y les dio dos semanas de plazo antes de decidir si los atacaba.
A las dos de la madrugada del domingo 22, hora y media antes en España, los bombarderos se lanzaron contra las tres centrales nucleares. Cuando los aviones habían abandonado el cielo iraní y todavía no habían pasado dos horas, Trump pronunció un discurso triunfal desde la Casa Blanca en el que explicó que habían «aniquilado de forma completa y total» las capacidades nucleares de Irán.
En ese momento, la certeza que tenía el presidente de Estados Unidos era que sus submarinos habían lanzado 30 misiles de crucero Tomahawk y que sus pilotos habían lanzado 14 bombas anti búnker. También sabía que los satélites habían enviado imágenes del terreno próximo a Fordow en las que se podían contemplar seis cráteres alrededor de dos puntos de entrada. Pero, y esto es lo trascendental, era imposible que esas imágenes facilitaran información sobre el daño sufrido por la instalación situada a 80 metros de profundidad. A pesar de ello, Trump habló de que habían liquidado el programa nuclear.
Lo que Trump cree y la realidad
Objetivamente, era totalmente imposible saber si ese éxito era total, parcial o había sido un fracaso. Trump, especialista en el fenómeno llamada posverdad, cree que la subjetividad, lo que él cree que pasó, debe ser aceptado por todo el mundo. Da igual que él no pudiera demostrar objetivamente su afirmación, para él es más importante el sentimiento que la contrastación de los hechos.
Para desgracia del presidente estadounidense, posteriormente se filtró una noticia sin confirmar, pero también sin desmentir: las autoridades de Teherán pudieron poner a salvo las reservas de uranio enriquecido antes del ataque. Si esto fuera así, la eficacia del ataque sería todavía más reducida de cara a acabar con el programa nuclear iraní.
Trump no permite que le lleves la contraria. Se pegó un rebote de narices cuando la DIA, el servicio secreto del Pentágono, filtró un informe que limitaba el éxito de la operación. Mandó a sus palmeros de la CIA, la secretaría de Defensa y demás, a respaldarle públicamente alegando nuevos informes de inteligencia.
Finalmente, pidió una rectificación al The New York Times y a la CNN por negar lo que él había dicho y pidió que echaran a sus periodistas. El abogado de la CNN le contestó lo evidente: «El público estadounidense tiene derecho a saber si el ataque a Irán fue un éxito». Y eso no es una cuestión de sentimientos, se trata de información objetiva.