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Epstein tira de Trump desde la tumba

En lugar de gobernar un país difícil y un mundo complicado, el presidente usa cortinas de humo contra los escándalos

Epstein tira de Trump desde la tumba

Donald Trump. | Europa Press

Donald Trump -47º presidente de Estados Unidos- y Jeffrey Epstein -magnate financiero y delincuente sexual que se ahorcó en la cárcel en 2019- mantuvieron una larga amistad de casi 15 años: juergas con modelos y animadoras en la mansión de Trump en Florida, cenas con el todo Hollywood y el todo Manhattan en la residencia de Epstein en Nueva York, uso generoso del avión privado de este último… Dos promotores inmobiliarios que hacían negocios sin muchos escrúpulos.

Ambos rompieron la relación hace mucho tiempo, en 2004. Después, uno acabó -dos veces- en la Casa Blanca y el otro en la cárcel, acusado de mantener relaciones sexuales con adolescentes y traficar con ellas. Trump nunca ha sido acusado de nada que tenga que ver con esto y ha reiterado que no tenía ni idea de que Epstein se dedicara a esas cosas. Pero, hace un par de meses, en la ruptura de la luna de miel entre Trump y Elon Musk, este soltó una bomba: dijo que el presidente figura en los archivos del FBI sobre Epstein. Muchos de los fervientes seguidores de Trump se escandalizaron y pidieron que se hicieran públicos esos archivos del Gobierno sobre Epstein para quedarse tranquilos.

El Gobierno mostró su acuerdo, pero después dio marcha atrás en el compromiso de revelar detalles desconocidos de la investigación sobre Epstein, con el pretexto de que en los materiales reservados no hay nada que implique a terceras personas. El financiero pagaba a chicas adolescentes, entre ellas su novia, Ghislaine Maxwell, para que tuvieran relaciones sexuales. El FBI investigó y Epstein fue imputado en 2006. Se declaró culpable de dos delitos graves, en un acuerdo muy beneficioso para él por el que solo pasó 13 meses en la cárcel. Pero en 2019 fue detenido de nuevo y acusado de traficar con decenas de niñas menores de edad y mantener relaciones sexuales con ellas. Oficialmente, se ahorcó en su celda mientras estaba pendiente de juicio.

La marcha atrás del Gobierno ha enfadado a muchos trumpistas, que necesitan algo que los aplaque después de las informaciones sobre la antigua relación Trump-Epstein. Para colmo, The Wall Street Journal, el icono de los medios de comunicación conservadores serios, publicó hace unos días la noticia de que Trump regaló a Epstein en 2003, cuando éste cumplió 50 años, un tarjetón escrito en el que se incluía el dibujo de una mujer desnuda y una referencia misteriosa a un «secreto» que ambos compartían.

Trump ha dicho que nunca escribió ese mensaje y que él no hace dibujos (lo cual es ridículo, porque hay numerosas pruebas de lo contrario). Ha ordenado al presidente de la Cámara de Representantes que cierre las sesiones hasta septiembre para evitar que prospere la iniciativa de votar sobre hacer públicos los archivos Epstein, porque hay republicanos avergonzados que estarían favor de hacerlo (muy de vez en cuando, la dignidad está por encima de la disciplina de voto, por lo menos en EEUU). Y ha presentado en los tribunales una demanda por difamación contra el diario. Además, ha encendido el ventilador a lo grande contra tres de sus antecesores: ha resucitado sus acusaciones de 2015 contra Bill Clinton -que también fue amigo de Epstein- sobre esta relación; no deja de mencionar diariamente a Joe Biden para relacionarle con todas desgracias del país, y ahora ha puesto a Barack Obama en el centro de una supuesta conspiración para dar un golpe de Estado.

Trump ha aprovechado para sugerir que Obama fue en parte responsable de «crear» los archivos sobre Epstein. En el colmo de lo grotesco, ha difundido un conocido vídeo hecho con inteligencia artificial en el que Obama sale esposado de la Casa Blanca y luego aparece con el tradicional mono naranja en una celda de prisión. Este martes, Trump habló a los periodistas de la «criminalidad» del expresidente: «Después de lo que me hicieron en 2016 y 2020 [se supone que se refiere a robarle o intentar robarle las elecciones], es hora de ir a por él. A Obama le han pillado directamente. Es criminal al más alto nivel. Así que esas son realmente las cosas de las que ustedes deberían estar hablando». Y no de Epstein y él, claro. A los congresistas republicanos les ha exhortado a contestar con estas infamias sobre las elecciones y Obama cada vez que alguien les pregunta por los archivos Epstein.

El portavoz de Obama, que habitualmente guarda silencio sobre «las constantes tonterías y desinformación que fluyen de esta Casa Blanca», ha dicho que los comentarios «son lo suficientemente escandalosos como para merecer una contestación. Estas extrañas acusaciones son ridículas, son un débil intento de distracción».

Esa es la cuestión. Después de seis meses en la Casa Blanca, en lugar de gobernar un país y un mundo con suficientes problemas graves de todo tipo, Trump se dedica a insultar a sus predecesores, a querellarse contra el Wall Street Journal de Rupert Murdoch, a presionar a empresas de la comunicación para que censuren a presentadores como Stephen Colbert, a agitar al mundo con los aranceles que aparecen y desaparecen y conflictos comerciales en los que todos saldrán perdiendo y a marear la perdiz de la guerra de Ucrania adulando un día a Putin y amenazándole con sanciones el día siguiente.

¿Algo puede salir bien de esta manera de gobernar la que no hace mucho era «la nación imprescindible»?

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