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Enfoque global

Trump versus Von der Leyen… ¿Tratado de Edén 2.0?

Si ahora Trump logra esto, en el mercado de la UE, habrá logrado más de lo que el Plan Marshall hizo por los EEUU

Trump versus Von der Leyen… ¿Tratado de Edén 2.0?

Von der Leyen y Donald Trump en Escocia. | Reuters

El tratado de Eden (1786), fue un acuerdo, arduamente negociado, por el cual, un Reino Unido que acababa de perder las colonias de las que había dispuesto en la costa Este de los actuales EEUU, con la inestimable contribución de Francia, finalmente logró que fuera Francia la que pagara la cuenta: los británicos impusieron un impuesto de aduanas del 15% a las exportaciones francesas, al menos como regla general, con alguna exención. En ese caso, la concesión fue el vino. Pero fue poco relevante para Francia. Creo que fue una tomadura de pelo. Afirmaciones fuertes, requieren pruebas. Por supuesto: los británicos beben poco vino y el poco que beben, lo adquirían, en esa época, en Portugal. Mientras eso se imponía, como regla de oro, también se indicó que los productos británicos podían entrar libremente en suelo galo, sin peaje alguno.

Esto dio enormes ventajas al Reino Unido: más ingresos por aduanas, a cambio de una inflación moderada; más trabajo para sus fábricas y, por lo tanto, para sus obreros; mejores economías de escala, esto es, mayor eficiencia, productividad, y competitividad que, a medio plazo, podía equilibrar la inflación inicial (Wallerstein, 1989: 92-93). Wallerstein comenta esto y más cosas en su libro The Modern World System III (son tres volúmenes). La cita es de la edición de University of California Press. Antes (p.89) ya nos había explicado que, a raíz de este tratado, los productos británicos “inundaron” el mercado galo.

Si ahora Trump logra esto, en el mercado de la UE, habrá logrado más de lo que el Plan Marshall hizo por los EEUU, hace 70 años. De hecho, tengo la sensación (ésta, más íntima, y todavía no demostrada) de que Trump quiere cobrarse algunas pérdidas económicas generadas por la excesiva generosidad norteamericana en esos planes Marshall de la segunda posguerra mundial. Poca broma con sus amenazas, Sánchez. Este vaquero, del que hacemos tantos chistes y algún meme, va muy en serio…

Pero… ¿Por qué lo aceptó Von der Leyen? ¿Quiero decir, por qué aceptó ese tratado desigual la Francia de 1786? Porque su economía ya estaba tan deteriorada que no estaba en condiciones de negociar. La ayuda prestada a sus supuestos amigos americanos había vaciado las arcas; un par de años consecutivos de malas cosechas, podían ser (y fueron) la gota que colma el vaso. Entonces, Francia necesitaba, al menos, que llegaran prendas de algodón lo suficientemente baratas como para que los maltrechos bolsillos galos pudieran adquirirlos. Para lo cual ayudaba, claro está, que esos productos extranjeros llegaran sin aranceles. ¿Cuál fue el precio a pagar por ese alivio momentáneo? De momento, inmediatamente, más paro en Francia, industrias que cierran al no poder vender sus propios productos, ni dentro, ni fuera. Luego, no muchos años después, como colofón, la Revolución francesa.

Revolución que, por supuesto, tuvo entre poco y nada que ver con la democracia en su estallido. Ya sé que a algunos lectores les cuesta entender esto, o incluso los incomoda. Pues bien: lean las fuentes directas. Por ejemplo, el libro de Saint-Just (1791 -ojo a la fecha-) El espíritu de la revolución: «¡Viva la libertad, vivan el Rey y el señor de Orleans!», gritaban las masas de París, después de la toma de la Bastilla, según el nº 2 del jacobinismo y mano izquierda del propio Robespierre (derecha, no tenía). Las quejas del pueblo eran, como cabía esperar, de índole económica: iban contra las políticas del ministro Necker: «el hambre sublevó al pueblo». Estas citas están en la pág. 14 de la edición de Malinca SA (Buenos Aires) del texto citado del luego guillotinado político galo (no solo cayó la cabeza del rey, en segunda instancia).

Añado: en 1786, el Reino Unido era consciente de que Francia era un potencial competidor por la hegemonía. Tenía que hundirla, económicamente. Los Estados Unidos, entonces recién nacidos, habían sido ayudados por Francia, pero no hicieron nada por ella. En nuestro caso, España también apoyó la independencia de EEUU. Bernardo de Gálvez fue responsable de alguna dolorosa derrota de los británicos, en ese contexto. Luego, los británicos se vengaron apoyando la independencia de los territorios americanos del imperio español. Mientras los nativos defendían Quito, al lado de las tropas realistas; Bolívar lo asaltaba, al mando de contingentes plagados de británicos. Desde Washington, se lavaron las manos, de momento. Algunos años después, en Cuba (y Filipinas) no disimularon lo más mínimo, ésos, a quienes tanto ayudamos. Muchas gracias, queridos «amigos».

Hay más cosas que se relacionan también con los acuerdos arrancados por Trump a la UE: el famoso rearme de los países de la UE. Contra lo que la gente suele imaginar, esta guerra o al menos, esta parte de la guerra, la inició la UE.

Me explico: hemos asistido a la definición de una Estrategia Industrial de Defensa de la UE (que suele ser conocida con las siglas inglesas EDIS). La filosofía subyacente a la EDIS se puede resumir en cuatro conceptos, esto es, que las inversiones en defensa deberían ser «más», que deberían ser «mejores», que deberían ser «conjuntas» (léase, «combinadas») y también que deberían ser «europeas», léase, dirigidas a la industria propia. En ese sentido, es fácil percibir que se ha tomado buena nota de las grandes compras de material militar fuera de la UE, y que se trata de revertir eso. En efecto, con los datos disponibles, hasta un 78% del total adquirido entre febrero de 2022 y el mismo mes de 2024, en plena guerra de Ucrania, por los actuales miembros de la UE, fue adquirido fuera de la UE. Pero eso no acaba ahí. Porque, en realidad, el 80% de esas importaciones, ojo al dato, lo fueron de los EEUU, o, lo que es lo mismo, nos vendió el 63% del total de material militar adquirido por los Estados miembros de la UE, por cualquier vía, en plena guerra.

Es decir que, si se llega a consumar la EDIS en sus términos iniciales, hubiera sido un mazazo para el complejo militar-industrial estadounidense. Así como un halo de esperanza para los países de la UE, aunque todo ello no sea otra cosa que un neokeynesianismo encubierto, con el que las elites liberales de la UE han tragado, ya sea por ignorancia, ya sea porque no veían otra salida. Al fin y al cabo, si ya no somos tan competitivos para vender coches (sin subvenciones), al menos podemos vender carros Leopard-2, de versiones que están por salir al mercado, a más de 20 millones la unidad (lo que no tiene ningún sentido).

El único problema es que al otro lado del Atlántico sí se enteran. Ya cuando, en 1998, Madeleine Albraight apuntaba la perentoriedad de que NO hubiera Duplications entre las FFAA de USA y sus socios europeos, lo hacía pensando en que no desarrolláramos nuestro propio músculo industrial-militar. Esto lo planteaba en el marco, más amplio, de su famosa doctrina de las «tres Ds», en realidad, de las tres NO-Ds, por supuesto. No entraré en detalles innecesarios. Iré al grano.

En Europa, todo el mundo tragó: los militares, porque el producto USA suele ser de mayor calidad, y probado en combate (todo OK, pues, técnicamente hablando); los políticos, porque en Europa están, como siempre, pensando en cuentos de hadas, se creen a Pinocho y, por ende, pensaban que los acuerdos Berlín y Berlín plus (que fueron, en el fondo, la traslación a la práctica de la NO-Duplication de Albraight) llegaban porque compartimos valores y como prueba de amistad (en fin…).

Albraight era del partido demócrata, trabajaba para Clinton. Da igual, es decir: es una cuestión de Estado. No somos amigos, solo socios, de los europeos, y siempre que respeten nuestras condiciones, piensan unos y otros (demócratas y republicanos). El caso es que la Casa Blanca no podía permitir la afrenta de una EDIS que diera la espalda a EEUU. Ya hemos tenido varios líos, al respecto, que anunciaban la tormenta: ¿se acuerdan de los submarinos nucleares que Francia debía construir para Australia, y de la respuesta del AUKUS? ¿Y de los cazas Rafale que, como réplica, París le colocó a los Emiratos Árabes Unidos, que supuestamente debían comprar cazas F-16 de sus últimas versiones?

Pues bien, según los acuerdos alcanzados por Trump, los países de la UE vamos a seguir comprando sistemas de armas, fundamentalmente, a EEUU. Esto encaja: así se entiende más su celo en lograr que gastemos el 5% en defensa. Va a ir, buena parte de ello, al complejo militar-industrial estadounidense, una vez lo previsto en la EDIS quede en agua de borrajas. De eso se trata.

Los planes no siempre salen bien. Pero es difícil pensar que este tipo (Trump) no tiene un plan. A los europeos nos usa, poniéndonos en peligro, por cierto, para desgastar a Rusia en la guerra proxy de Ucrania. Pero, como ya he comentado otras veces, cuando le convenga, EEUU llegará a un acuerdo con Rusia (si no lo ha hecho ya, como sospecho) para poder centrar su mirada en China. Otro giro, el shift to Asia, dado por los demócratas. Se formalizó en 2010 (artículo incluido en Foreign Affairs, por Hillary Clinton (secretaria de Estado, con Obama), tomando la idea de su subsecretario de Estado, Kurt Campbell. Pero ni siquiera eso es muy relevante (solo un poco): Lo cierto es que John Mearsheimer ya había anticipado eso, como mínimo, en 2001, en su libro The Tragedy of Great Power Politics.

La guerra de Ucrania nunca se ha hecho por la democracia, ni por unas supuestas reglas, sino para expulsar de la ecuación (geopolítica mundial) a Rusia. Paradójicamente, la economía rusa está aguantando, Putin sigue en el poder (pese a que uno de los escenarios más manidos consistía en que la gente se echaría a la calle en Rusia para expulsarlo del Kremlin), mientras un buen número de líderes de los Estados que se le oponen ya han caído (Biden incluido). Y, a todo esto, la que corre el riesgo de salir de la ecuación es la UE. Mientras la OTAN… se tambalea y tiembla. ¿Siempre pesimismo? No: siempre realismo. Si se le hiciera más caso a Mearsheimer y a los que saben de esto, no tendríamos tantas sorpresas desagradables. Pero no: somos expertos, en los mundos de Alicia, en matar al mensajero.

Huelga decir, que, si a lo largo de los próximos años, los países de la UE hubiéramos fabricado nuestros propios sistemas de armas, eso podía ser provechoso para nuestras economías (I+D; empleos cualificados, salarios más elevados, impuestos que se recaudan en casa y se reinvierten en servicios públicos: no sigo, pues creo recordar que ya ha hablado en estas páginas del modelo sueco). Ahora bien, si compramos esos equipos tan sumamente caros fuera, esto va a ser la ruina económica. Y ya he comentado las consecuencias de tal deriva.

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