Siria: la caza de brujas a oposición y minorías desenmascara al nuevo régimen
Los fieles al presidente han reprimido con dureza a los disidentes, lo que ha debilitado su imagen interna y en el exterior

Combatientes de una de las facciones del grupo islamista gobernante HTS en un desfile militar el pasado 15 de agosto. | Reuters
Hace apenas ocho meses el dictador Bashar Al-Assad huyó de Damasco rumbo a Moscú. Fue un momento de euforia generalizada en la mayor parte de Siria, donde se celebraba el fin de la guerra y de un régimen conocido internacionalmente por su brutalidad. Fuese por convicción o por deseo de estabilidad tras años de horror, una encuesta elaborada por el rotativo británico The Economist reveló entonces que más del 80% de la población apoyaba al nuevo presidente, Ahmed Hussein al-Sharaa.
A pesar de que el grupo que lideraba, Hayat Tahrir al-Sham (HTS), estaba en la lista negra de terroristas de la mayoría de países occidentales, y no solamente los occidentales, la comunidad internacional saludó un cambio de régimen que podía poner fin a la barbarie de los Assad. Y más aún: Turquía y muchos países europeos veían con interés la posibilidad de poner fin a un conflicto que trajo a sus fronteras a millones de refugiados, que quizá ahora podrían regresar.
Sharaa ha intentado perfilarse como un líder pragmático, capaz de entenderse con Occidente, y a menudo es descrito como «yihadista moderado» o «antiguo yihadista» en la prensa internacional. Sin embargo, la situación del país que gobierna con puño de hierro se ha deteriorado en los últimos meses por su gestión de la disidencia, para unos torpe y para otros despiadada. Aunque HTS prometía no imponer un mando radical al estilo de los talibán en Afganistán, lo cierto es que las mujeres están obligadas a bañarse con burkini y los hombres a cubrirse con camisa al tomar el sol. Y no solo eso, sino que se han denunciado matanzas de minorías e intolerancia con figuras opositoras.
Ejemplo de ello han sido las insurrecciones de alauitas y fieles al antiguo régimen en Latakia, y de drusos en el sur. Ambas se han saldado con cientos de muertos, entre ellos civiles. El régimen de Damasco ha sido acusado de tardar en reaccionar y de hacerlo con violencia innecesaria. Mientras los beduinos afines a HTS se enfrentaban a los drusos, cientos de cristianos huían hacia las iglesias en busca de refugio. El régimen de Assad era poco amigo del movimiento gay, pero tras el cambio de Gobierno se han seguido denunciando secuestros, palizas y represión a personas LGTB.
Tampoco las feministas respiran tranquilas en la actual Siria dadas las posiciones islamistas de HTS sobre los derechos de las mujeres, y Amnistía Internacional ha alertado sobre los secuestros de mujeres alauitas. Incluso algunos opositores a Assad, activistas y artistas vinculados a la Primavera Árabe han encontrado poca libertad y tolerancia por parte del poder. Una tendencia tal vez previsible, teniendo en cuenta que su Gobierno regional de Idlib -desde donde lanzó la ofensiva para controlar el resto del país- empezó siendo valorado por su gestión eficaz, pero generó cada vez más críticas por su deriva autoritaria.
Hay elecciones a la vista, pero, más allá, de que hayan sido pospuestas, no votará el pueblo, sino unos comités de expertos y figuras locales. El actual presidente tiene al menos 70 escaños asegurados en la próxima Asamblea, pues los designará él mismo. En este contexto de ausencia de garantías democráticas, creciente tensión y poco espacio para la crítica y la pluralidad, la actual oposición hace intentos cada vez más serios de agruparse o colaborar ante un rival común, por lo que el futuro de la nación vuelve a ser incierto.
Los actores de la nueva Siria
HTS: Hayat Tahrir al-Sham es un grupo de raíz yihadista que ganó fuerza durante la guerra de Siria. Con patrocinio indirecto turco -Ankara quería proyectar más influencia en el país y armar a los rivales de sus enemigos en la región, los kurdos-, HTS llegó a controlar zonas significativas en la provincia de Idlib, al noroeste. Todavía está considerado grupo terrorista en varios países y su líder, Ahmed Hussein al-Sharaa, empezó como cabecilla de la filial local de Al Qaeda, y preside el nuevo régimen de Damasco tras derrocar al dictador anterior, Bashar Al Assad.
Oposición: si bien HTS formaba parte de los rebeldes contra el régimen anterior, los grupos enfrentados durante la guerra de Siria son muy diversos, y no todos ellos han logrado más poder con el derrocamiento de Assad. De hecho, varios de ellos siguen organizando la disidencia ante el nuevo régimen.
Turquía: es el gran aliado internacional del régimen actual. Hasta hace unos meses mantenía un delicado equilibrio de poder junto a otras potencias como Rusia e Irán, pero su papel es mucho más influyente desde el ascenso de HTS al poder en Damasco.
Catar: cuando cayó el régimen de Al Assad, ondeaban banderas turcas, cataríes y de los rebeldes sirios. Doha proporcionó cobertura mediática a HTS a través de Al-Jazeera, la principal cadena de televisión en el mundo árabe, aunque este apoyo se ha enfriado y ahora este canal también da voz a los críticos con las «elecciones» convocadas por Sharaa y que le exigen rendición de cuentas por la represión. También existen informaciones que apuntan a intereses cataríes vinculados a las rutas del gas en la zona.
Israel: pese a la naturaleza islamista de HTS, Israel también fue uno de sus apoyos iniciales por su enemigo común: Irán y sus brazos locales como Hizbulá. Con la caída de Assad, Israel rompió la media luna chiita que expandía la influencia de Teherán hasta el Mediterráneo. Una vez cambiado el régimen, Tel Aviv ha cambiado su postura y lleva a cabo bombardeos cerca de Damasco y en las zonas drusas fronterizas con el país hebreo, donde también existe una comunidad drusa.
Drusos: el pueblo druso es un grupo con creencias religiosas esotéricas y monoteístas, una de las minorías que está siendo reprimida con mano de hierro por los combatientes leales a Damasco. Aunque están asentados en otros países, su historia en Siria es larga y significativa, de hecho, un líder druso fue comandante general al mando de la Revolución Siria contra Francia en 1925.
Kurdos: este pueblo habita principalmente en Siria, Irak, Turquía e Irán, en la región conocida como Kurdistán, que cuenta con un destacado movimiento secesionista. Su papel fue clave en la guerra de Siria contra el Estado Islámico y las tropas del antiguo régimen de Assad, pero también son enemigos de Turquía y no se han entendido con HTS.
Alauitas: son una rama chií del islam y la principal minoría religiosa de Siria -donde también existen cristianos y otras confesiones- frente a los predominantes musulmanes sunís. Históricamente han tenido poder, riqueza y salida al mar: los Assad eran alauitas y se aliaron con Moscú para mantener el control de un país donde contaban con cada vez más enemigos, a los que reprimían brutalmente y entre acusaciones de crímenes de guerra, torturas y uso de armas químicas. Miles de alauitas se han refugiado en la base militar rusa de Jmeimim.
Rusia: a pesar de haber sido la potencia dominante en el país durante décadas, se encuentra en modo wait and see. Muchos creen que el Kremlin no quiere abrir un nuevo frente en este escenario de mayor implicación turca mientras la guerra de Ucrania y las sanciones lastren sus recursos disponibles. No se ha retirado militarmente del complejo aéreo de Jmeimim ni del puerto de Tartús -un nexo clave en su negocio de seguridad a cambio de recursos en Oriente Medio y el norte de África-, pero ha reubicado la mayor parte de sus tropas y equipamiento a otros puntos calientes como Libia, Sudán o Malí. Las negociaciones entre Moscú y Damasco para renovar la presencia militar rusa en el país de Oriente Próximo llevan meses estancadas, tal vez por la falta de un entendimiento económico o porque todavía no ha llegado el momento propicio para las partes. Tradicionalmente, HTS y Rusia han sido hostiles, pero ambos han mostrado pragmatismo en los acuerdos locales y prefieren tolerarse estratégicamente en esta nueva etapa. HTS ha sido cuidadoso en no atacar directamente las bases rusas, aunque los incidentes armados en sus inmediaciones han ido en aumento. Curiosamente, el país eslavo ha pasado de calificar a la nueva autoridad siria como grupo terrorista a invitar a su ministro de Exteriores y al jefe de inteligencia a una reunión con Putin y Lavrov en Moscú. También el presidente Sharaa ha sido citado en la capital de la nación euroasiática en un encuentro con líderes árabes que se celebrará este otoño.
Estado Islámico: el grupo yihadista llegó a controlar grandes partes del país, pero los bombardeos y la presencia de Rusia, EEUU, Reino Unido y otros países, así como sus enfrentamientos con otros grupos locales redujeron drásticamente su control territorial.
EEUU: los kurdos controlan zonas del norte de Siria gracias a su colaboración de Estados Unidos, que tiene intereses petroleros. Washington lidera la coalición internacional que sigue activa militarmente en el país, principalmente para combatir los reductos del Estado Islámico.
Irán: fue uno de los principales garantes del régimen de Assad, pero se ha quedado prácticamente sin aliados y red logística para operar en la zona desde el auge de HTS.
Otras potencias: son muchos más los países que ejercen influencia sobre la nueva Siria, entre ellos Francia y Emiratos, que han aprovechado la eliminación de las sanciones estadounidenses sobre el régimen para acordar inversiones. Una de ellas contempla el desarrollo de Jmeimim y Tartús, en un movimiento que puede redefinir los equilibrios geopolíticos.