Así fracasó una misión ultrasecreta de los Navy SEAL en Corea del Norte en 2019
El objetivo era interceptar las comunicaciones de Kim Jong-un… y había que hacerlo sobre el terreno

Dos Navy SEAL.
Hasta los mejores fallan. Y a veces con consecuencias irreparables. El cine, las series de Netflix y la propaganda del Pentágono han desarrollado una imagen casi sobrenatural de los Navy SEAL, el cuerpo de élite en las operaciones más espinosas que acomete el ejército estadounidense. Los SEAL son tipos rudos, muy bien formados, todopoderosos e infalibles en el imaginario público, pero en 2019 se cubrieron de gloria. Y la historia es fascinante.
Lo habitual es que de las acciones de este cuerpo no sepamos nada, y con cuentagotas, de sus aciertos. La extrañeza llega cuando una misión fallida, en el último lugar del planeta donde los americanos quisieran pinchar en hueso, ha sido destapada por el New York Times. Kim Jong-un, el mandatario de Corea del Norte y parte implicada muy a su pesar, la ha podido leer con todo tipo de detalles.
En 2018, y durante su primer periodo de mandato, Donald Trump quiso contar con una ventaja estratégica frente a Corea del Norte en medio de negociaciones de alto nivel. El líder norcoreano se mostraba caprichoso e impredecible, y su relación con Trump oscilaba errática entre cartas de amistad y amenazas públicas de guerra nuclear, con pruebas aleatorias de amenazadores misiles con capacidades transoceánicas. Comprender el pensamiento de Kim se volvió una prioridad para la Casa Blanca.
Durante años, las agencias de inteligencia estadounidenses se han encontrado con un muro imposible de vencer en este enigmático país. El intento de reclutar fuentes humanas o interceptar las comunicaciones en su interior fue infructuoso… pero dieron con una solución. Los servicios secretos acababan de desarrollar un dispositivo capaz de interceptar sus comunicaciones, pero había un problema: era necesario instalarlo en suelo norcoreano.
La única manera de hacerlo funcionar era remitir comandos a este espinoso destino. De ser detectados, no solo podría hacer fracasar las negociaciones, sino provocar una crisis de rehenes o iniciar un conflicto creciente con un país nuclear. La operación era tan delicada que requería la autorización personal del presidente Trump. La decisión fijó la acción que se ejecutaría a primeros de 2019.
El ejército eligió a la misma unidad que mató a Osama bin Laden para llevarla a cabo, y los SEAL ensayaron durante meses ante las dificultades de una misión tan compleja. Acostumbrados a incursiones rápidas en lugares como Afganistán e Irak, tendrían que sobrevivir durante horas en mares helados, evadir fuerzas de seguridad en tierra, realizar una instalación técnica precisa y luego salir sin ser detectados.
Hacerlo en secreto y sin dejar rastro era clave, y ese fue el primer mandato de Trump. El Pentágono creía que incluso una acción militar pequeña contra Corea del Norte podría provocar una represalia catastrófica. Los SEAL creían que podían lograrlo porque ya lo habían hecho antes. Fue en 2005, durante la presidencia de George W. Bush, algo de lo que no se había informado nunca.
El plan consistía en que la Marina introdujera sin ser detectado un submarino nuclear —de 180 metros de largo— en aguas frente a Corea del Norte. Luego desplegaría un pequeño equipo SEAL en dos minisubmarinos que se moverían en silencio hasta la costa. Los minisubmarinos son parecidos a un torpedo hueco, equipado con una cabina que queda inundada por el agua marina a 4 °C durante unas dos horas hasta llegar a la costa. Los comandos usarían equipo de buceo y trajes térmicos para sobrevivir.
Cerca de la playa, los minisubmarinos liberarían a un grupo de unos ocho SEAL que nadarían hasta el objetivo, instalarían el dispositivo y luego se deslizarían de nuevo al mar. Pero el equipo enfrentaba una grave limitación: irían casi a ciegas.
Los equipos de Operaciones Especiales suelen contar con la ayuda de drones sobrevolando durante la misión. Transmiten señal de vídeo en alta definición, que los SEAL en tierra y los líderes en centros de mando remotos usan para dirigir la operación en tiempo real. A menudo, incluso pueden escuchar las comunicaciones enemigas. Pero en Corea del Norte, cualquier dron sería detectado.
Una misión suicida
La misión tendría que confiar en satélites en órbita y aviones espía a gran altitud en espacio aéreo internacional situados a kilómetros de distancia, que solo podían proporcionar imágenes fijas de baja definición, y lo que es peor: con minutos de retraso. Si algo esperaba a los SEAL en la costa, podrían no saberlo hasta que fuera demasiado tarde.
La noche de la misión se presentó muy tranquila, con el mar en calma y la costa parecía vacía. A medida que los minisubmarinos se deslizaban hacia el objetivo, sus sensores sugerían que los datos de inteligencia eran correctos. Cuando llegaron al punto donde debían estacionarse en el fondo del mar, el equipo cometió lo que podría haber sido el primero de tres pequeños errores que parecieron insignificantes, pero que a la postre condenaron la misión.
En la oscuridad, el primer minisubmarino se posó en el fondo del mar según lo previsto, pero el segundo se pasó del punto programado y tuvo que realizar un giro en U. El plan requería que los minisubmarinos se posaran en el fondo y en posición de espera mirando en la misma dirección, pero después de que el segundo se diera la vuelta, quedaron apuntando en direcciones opuestas. El tiempo era limitado, así que el grupo decidió liberar al equipo terrestre y corregir el problema de posicionamiento después.
Las puertas deslizantes de los submarinos se abrieron, y los SEAL, portando armas y munición imposibles de rastrear, nadaron en silencio bajo el agua hacia la costa con el dispositivo de escucha. Antes de emerger de las profundidades, otearon la superficie ayudados por sus sistemas térmicos y de visión nocturna para no ver nada sospechoso. Aparentemente, este fue el segundo error, y el más grave. No fue una equivocación, pero sí una de las causas del fracaso.
Un error fatal
Todo hace pensar que no detectaron la presencia de un bote norcoreano debido al uso de neoprenos de sus tripulantes y la baja temperatura ambiente, que los enfrió aún más. Los dispositivos usados están programados para detectar el calor, pero análisis posteriores llegaron a esta conclusión. El Equipo SEAL 6 practicó durante meses en aguas estadounidenses pero no contaban con aquello.
El primer equipo de los SEAL llegó a la orilla en la creencia de que estaban solos y comenzaron a quitarse el equipo de buceo. El objetivo estaba a solo unos cientos de metros. Frente a ellos y bajo el agua, el piloto del minisubmarino mal orientado inició una maniobra de reposicionamiento. Con las compuertas abiertas para mejorar la visibilidad y la comunicación, aceleró el motor eléctrico y giró el exótico vehículo, y ese probablemente fue el tercer error.
Según recoge el New York Times, algunos SEAL especularon con que la estela del motor pudo haber llamado la atención del bote norcoreano en la superficie. Creen que su tripulación escuchó salpicaduras en el agua y se volvieron a mirar, para acabar viendo la luz proveniente de las cabinas brillando en las oscuridad de las aguas.
El bote comenzó a moverse hacia los minisubmarinos, sus tripulantes los enfocaron con linternas y empezaron a hablar como si hubieran notado algo. Si desde bajo el agua, y según el testimonio de los pilotos de los minisubmarinos, se encontraban a una distancia y profundidad seguras, los SEAL en la orilla lo vieron de otro modo. En plena oscuridad y sin referencias visuales, el bote les parecía estar prácticamente encima de sus compañeros.
Decisiones en segundos
Con las comunicaciones cortadas, no había forma de que el equipo en tierra se coordinara con los minisubmarinos. Los SEAL no sabían si estaban viendo una patrulla de seguridad buscándolos o una simple barca pesquera ajeno a la sensible operación que se desarrollaba a su alrededor.
Los SEAL enfrentaron una decisión crítica, pero no había forma de discutir el próximo paso. El comandante de la misión estaba a kilómetros de distancia, en el gran submarino. Sin drones y con un apagón de comunicaciones, muchas de las ventajas tecnológicas en las que normalmente confían los SEAL habían sido eliminadas. Estas carencias dejaron a un puñado de hombres en trajes de neopreno mojados, en uno de los peores lugares del mundo sin saber qué hacer.
Cuando un hombre del bote norcoreano se lanzó al mar, la toma de decisiones fue rápida. El SEAL de mayor rango, sin decir una palabra, centró su fusil y disparó. Los demás SEAL hicieron lo mismo de manera instintiva.
Los soldados tenían orden estricta de abandonarlo todo en caso de albergar dudas sobre su sigilo. Las fuerzas de seguridad norcoreanas podían estar en camino, no había tiempo para colocar el dispositivo, y abandonaron el suelo norcoreano a toda prisa. Se retiraron al mar sin colocar el dispositivo de escucha. La misión había resultado fallida, pero aún no había acabado.
Una huida precipitada
Una vez en el agua, nadaron hacia el bote para asegurarse de que todos los norcoreanos estaban muertos. No encontraron armas ni uniformes. La evidencia sugería que la tripulación no era más que civiles que buceaban en busca de mariscos. Todos estaban muertos, incluido el hombre que había saltado al agua.
Fuentes anónimas familiarizadas con la misión dijeron que los comandos arrastraron los cuerpos al agua para ocultarlos de las autoridades norcoreanas. Uno añadió que hasta perforaron los pulmones de los tripulantes con cuchillos, para asegurarse de que sus cuerpos se hundieran.
Los SEAL nadaron de regreso a los minisubmarinos y enviaron una señal de socorro. Al creer que estaban en peligro inminente de captura, el gigantesco submarino nuclear maniobró hacia aguas poco profundas cerca de la costa, asumiendo un riesgo significativo para recogerlos. Después de recogerlos, zarpó a toda máquina hacia mar abierto. Inmediatamente después, los satélites espías de EEUU detectaron un aumento en la actividad militar norcoreana en la zona. Todo el personal militar estadounidense escapó ileso. Los tres mariscadores norcoreanos no pudieron decir lo mismo.
Sin consecuencias visibles
Poco después, la cumbre nuclear en Vietnam se llevó a cabo según lo previsto a fines de febrero de 2019, pero las conversaciones terminaron rápidamente sin un acuerdo. En mayo, Corea del Norte reanudó las pruebas de misiles. Trump y Kim se reunieron una vez más en junio en la Zona Desmilitarizada entre Corea del Sur y Corea del Norte. Fue un momento televisivo impagable, con Trump incluso cruzando hacia Corea del Norte. Pero la reunión fue poco más que un apretón de manos y una foto para el recuerdo.
En los meses siguientes, Corea del Norte lanzó más misiles que en cualquier otro año anterior, incluidos algunos capaces de alcanzar Estados Unidos. Desde entonces, según estimaciones de EEUU, Corea del Norte ha acumulado 50 ojivas nucleares y material para producir unas 40 más.
La operación de 2019 nunca ha sido reconocida públicamente, ni siquiera insinuada, por Estados Unidos ni Corea del Norte. Los detalles siguen siendo clasificados y se informan de ella por primera vez. El diario neoyorquino procede con cautela al informar sobre operaciones militares clasificadas. Los autores han omitido ciertos detalles sensibles sobre la misión que podrían afectar futuras operaciones de inteligencia y de Operaciones Especiales.