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Internacional

Lo siento, nena, en Venezuela la invasión está confinada al ciberespacio

El régimen aprovecha las circunstancias para intentar conseguir apoyo popular

Lo siento, nena, en Venezuela la invasión está confinada al ciberespacio

Nicolás Maduro. - Archivo | Reuters

Mientras en la histeria de las redes sociales se propagan alocadas versiones sobre lo que ocurre por estas horas en Venezuela, el gobierno de Nicolás Maduro cultiva y aprovecha la tesis de una supuesta e inminente invasión de Estados Unidos para militarizar, aún más, el país.

Pero las postales desde este agitado paisaje caribeño este fin de semana no se parecen al brumoso Día D que venden afiebrados de la resistencia en sus cuentas de X, Instagram, Telegram y WhatsApp.  Tampoco se parece a esa suerte de preámbulo de Bahía de Cochinos que promueve el chavismo en constantes alocuciones —que la mayoría de la gente común no ve—, en medios de radio y TV del Estado y en las cuentas, también en redes sociales, de los jerarcas del gobierno y de instituciones públicas.

El «clarín de la patria» y los tambores de guerra han sonado con insistencia esta semana en Venezuela, donde el chavismo le ha subido el tono al discurso. El régimen aprovecha las circunstancias para intentar conseguir apoyo popular después de años de cuestionadas elecciones y denuncias de fraudes descarados, que hicieron a la gente perder la confianza en el voto como fórmula para rescatar la democracia.

Las dos jugadas más bulliciosas del chavismo en este tablero han sido el llamado a filas para fortalecer las Milicias, el quinto cuerpo de la Fuerza Armada, compuesto principalmente por empleados públicos, jubilados, desempleados, reservistas y en algunos fieles creyentes del huidizo paraíso en la tierra que ofrece el llamado socialismo del siglo 21. 

En un país donde las cifras oficiales no tienen credibilidad y son dudosas o francamente mentirosas, el gobierno dice que se han alistado 4,5 millones de personas para fortalecer las Milicias. También dice por igual que son ocho millones de personas. En cualquiera de los casos la cifra luce exagerada: equivaldría a entre la sexta parte y un tercio de la población de venezolanos que quedan en su país, después de una diáspora que en los últimos años ha llevado a uno de cada cuatro nacionales al exilio para escapar de la feroz crisis económica, política y social.   

Informes como el ‘Equilibrio Militar’ del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, señalan que las milicias cuentan con 220.000 personas, que se suman a los 123.000 militares regulares de los otros cuatro componentes de la Fuerza Armada Venezolana.  Otras fuentes señalan que en realidad solo unos 30.000 de esos milicianos están efectivamente entrenados y activos. 

Pero basta asomarse por la ventana para notar que no hay ningún movimiento masivo para atender el llamado del gobierno. Este fin de semana hay una prueba de fuego para medir esta capacidad de convocatoria: Maduro llamó a todos los alistados en la Milicia a que acudan a alguno de los 312 cuarteles y unidades militares del país para comenzar a recibir adiestramiento y aprender a disparar fusiles. «Para que vayan a una fase avanzada de adiestramiento y cohesión de combate» y preparase a defender la patria «con las armas si es preciso».

 «Que cada quien se defina: los que piden invasión, que salgan a la calle a pedirla. Y los que vamos a defender la patria, a la calle, a la carga, a la victoria, a prepararnos ante la máxima presión, máxima unión ¡Dudar es traición!», proclamó en uno de los tantos actos públicos. Pero en esos mismos discursos ha decretado que la Navidad comience el 1 de octubre, que la alegría llegue por órdenes superiores, que en colegios y organismos públicos se instalen los arbolitos, renos y belenes porque, según su versión, este es un pueblo feliz al que le gusta la rumba y además la economía está creciendo con fuerza.

Paralelamente, Maduro también trata de resucitar la un tanto olvidada imagen de Hugo Chávez y su florida retórica para ponerla al frente de esta «épica revolucionaria». «Decimos con el Comandante Chávez: Ante una invasión del gobierno más poderoso de la tierra nosotros nos dispersaríamos, nos haríamos tierra, aire, agua y conduciríamos una lucha de resistencia», ha dicho.

Por lo pronto, en el más claro mensaje constatable de que parecen tomarse en serio las amenazas de Washington, los chavistas desplazaron tropas y equipos hacia 284 puntos definidos como estratégicos en todo el país, principalmente en las fronteras terrestres y en las costas. «Todos los hierros (armas) que tiene la República para defenderse: fusiles, tanques y misiles se movilizaron a lo largo y lo ancho del país para defender nuestro derecho a la paz. El que quiera la paz, prepárese para defenderla», proclamó el viernes ante un grupo de adoctrinados jóvenes del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).

La normalidad en Venezuela es diferente

Mientras estas palabras saltan al aire y estas cosas suceden, la vida cotidiana sigue su curso. En las carreteras del país se corre la Vuelta Ciclística Venezuela, que termina este fin de semana en la populosa barriada de Petare, en Caracas; el ministerio de Educación convoca a millones de niños y adolescentes para el regreso a clases este lunes, y las familias tratan de conseguir el dinero para comprar a última hora uniformes y útiles escolares.

El propio Maduro ha dicho públicamente que busca el diálogo con Trump, y lo exime de responsabilidades en las presiones de Washington, que lo acusa de encabezar una supuesta banda de narcoterroristas llamada El Cartel de los Soles y ofrece 50 millones de dólares por la captura del heredero de Chávez. «Hay un trasfondo. Lo que han intentado siempre es un cambio de régimen, salir de la revolución bolivariana, con mentiras, con ‘fake news’», ha proclamado el poderoso ministro del Interior, Diosdado Cabello, número dos del chavismo y por cuya captura la oferta de EEUU es de $25 millones.

«La confrontación con Estados Unidos, que Maduro pinta como un enemigo omnipresente, no es más que una cortina de humo para desviar la atención de su propio fracaso», afirma el dirigente opositor de Vente Venezuela, Omar González, parte del equipo cercano de María Corina Machado.  

La líder de la oposición, según algunas versiones, está refugiada desde hace meses en la desocupada sede de la embajada de Estados Unidos en Caracas. La legación es un enorme e inexpugnable complejo entre colinas de la urbanización Valle Verde, donde de vez en cuando las fuerzas del chavismo despliegan operaciones de vigilancia ostensible.

Pero, según fuentes vinculadas con Washington, si el chavismo captura y encarcela a Machado atravesaría una línea roja que precipitaría otros acontecimientos. Machado por su parte está entre quienes creen firmemente que aquí va a pasar algo, que es inminente, y que será pronto, muy pronto.

Desde sus redes y en entrevistas con medios internacionales insiste en que los días del chavismo están contados y que Maduro está por salir del poder, aunque no abunda en detalles sobre el «cómo», la palabra que desde hace años asalta a los venezolanos comunes cada vez que alguien asoma la posibilidad de un cambio político.

La líder opositora se ha burlado de los llamados del chavismo a las milicias: «Te roban, te engañan, te humillan y ahora pretenden que tú salgas a defenderlos», dice en un reciente video donde afirma que los líderes del chavismo ya no saben cómo esconder el miedo. «Ten confianza, todo va a estar bien. Esto se acabó. Tú no estás solo, ellos sí», prometió Machado en uno de los últimos mensajes que hablan de la llegada de un nuevo reino, y no en los cielos.

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