Moldavia nos da un respiro. ¿Y Oriente Medio?
A la espera de que ocurra algo positivo en Gaza, la victoria de Maia Sandu es un triunfo europeo y anti-Putin

Acto de campaña del opositor Bloque Electoral Patriótico de Moldavia. | EP
¿Saldrá adelante la propuesta que trata de frenar la guerra que comenzó tras la matanza cometida por Hamás el 7 de octubre de 2023? ¿Se podrá detener el sufrimiento de la población de Gaza, entre el fuego del ejército israelí y el castigo opresor del grupo terrorista respaldado por Irán?
Es tan desesperada la situación que el mero anuncio del plan y sus condiciones por parte del presidente Trump y del primer ministro israelí Netanyahu ha logrado el respaldo inicial -con cautelas y matices- de la Autoridad Nacional Palestina, Arabia Saudí, Jordania, Egipto, Turquía Catar, Emiratos, Pakistán, Indonesia, China, Rusia, Turquía y la Unión Europea. Dicen que lo están estudiando Hamás y Yihad Islámica Palestina. No deja de ser curioso que estén en contra Podemos y Sumar, que encuentran eco en medios de comunicación que antes ocupaban un papel central en España y que parecen más preocupados por cómo queda políticamente Hamás que por la suerte de los palestinos.
Que salga el plan adelante, después de la extrema dureza de los dos últimos años y de las ocasiones fallidas que ha habido en el pasado para encontrar soluciones a la convivencia entre israelíes y palestinos, no es nada fácil: además de los puntos sin concretar y de la ausencia de detalles, la experiencia lleva más bien al escepticismo.
La propuesta, que Hamás se está pensando, tiene 20 condiciones. Las tres primeras son la liberación de los rehenes –los 20 que aún están vivos y los 32 que han muerto en cautiverio- que llevan casi dos años en manos del grupo terrorista, el desarme y desmovilización de Hamás y la eliminación de los túneles y otras infraestructuras de combate en Gaza.
Después se contempla el cese de la operación militar de Israel, la puesta en libertad de cientos de miembros de Hamás que están en cárceles israelíes y la entrada inmediata y masiva de ayuda humanitaria en Gaza. El resto de las medidas incluyen el establecimiento de una «junta de paz» para supervisar la aplicación del plan y del proyecto de desarrollo económico de Gaza y las elecciones para una autoridad de transición a las que no podrían presentarse los líderes de Hamás.
No es probable que Hamás acepte este plan así como así, aunque no tiene opciones ni casi aliados. Tampoco es fácil que Netanyahu sortee la presión del ala más ultra de su Gobierno, ya de por sí bastante ultra, que considera que no se debe dejar a medias la operación de destrucción del enemigo. Lo que sí puede ocurrir es que se abra la puerta de unas auténticas negociaciones que permitan acabar con la pesadilla, empezar a reconstruir las destrozadas vidas de los palestinos y esbozar un futuro para la zona; que, más que un plan, la propuesta funcione como un marco en el que se pueda llegar a acuerdos duraderos.
Si eso fuera así, serían buenas noticias. Las que sí ha habido desde Moldavia, por recordar otra zona en la que hay mucho en juego, el este de Europa. La victoria de los proeuropeos en las elecciones parlamentarias del domingo ha sido decisiva para el país y muy importante para Europa. El partido de la presidenta Maia Sandu, Acción Solidaria, ha conseguido el 50.16% de los votos. Mantener la mayoría absoluta, a pesar de haber retrocedido algo, permite que Moldavia prosiga el proceso de integración en la UE. El Bloque Electoral Patriótico, prorruso e integrado por cuatro partidos, es la principal fuerza opositora, con un 24% de los votos.
Moldavia es un país relativamente pequeño. Situado entre Rumanía y Ucrania, cerca del Mar Negro y con una población que no llega a los tres millones de habitantes, esta antigua república sometida a la Unión Soviética es independiente desde 1991. En tensión permanente por los desequilibrios que introdujo Moscú y su política de rusificación -el asunto pendiente de Transnistria-, por la situación económica, los problemas energéticos y las hostilidades de Rusia, Moldavia solicitó su adhesión a la Unión Europea en junio de 2022.
Es importante que los 27 mantengan sus brazos abiertos a esta solicitud. Los intentos de Rusia de sabotear las elecciones a base de desinformación, ciberataques e injerencias van a continuar después de su derrota. El presidente ucraniano Zelenski, que sabe de lo que habla, ha felicitado a la presidenta Sandu y ha celebrado «el fracaso de Rusia en el intento de desestabilizar Moldavia pese a haber gastado enormes recursos para socavarla y corromper a toda la gente que fuera posible».
Lo que debe hacer la UE es asegurar el compromiso de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen: «Nuestra puerta está abierta». También la responsable de Exteriores de los 27, Kaja Kallas, ha dicho que el resultado «es un claro sí a un futuro europeo». Pese a «los enormes esfuerzos de Rusia para difundir desinformación y comprar votos, ninguna fuerza puede detener a un pueblo comprometido con la libertad».
Los líderes europeos han seguido esta línea de respaldo a los demócratas moldavos. Ahora hace falta que la lleven a la práctica en el proceso de adhesión. La pequeña Moldavia envía la señal de que quiere avanzar en la democracia, no retroceder al pasado dictatorial y ser víctima del agresivo expansionismo de Moscú. Pero hay que ir mucho más lejos. Para que el Kremlin no avance, para que en la guerra de la vecina Ucrania gane la libertad, Europa –que se juega su futuro en esa guerra- debe poner todos los medios a su alcance en economía, seguridad y defensa.
En la cumbre europea de Copenhague se analizaron este miércoles las agresiones con drones desde Rusia, la guerra híbrida que Moscú activa contra los países europeos y de la OTAN, las capacidades defensivas de los 27 y su respaldo económico a Ucrania frente a Rusia. Solo así Moscú entenderá que los tiempos de la Unión Soviética no volverán, aunque Putin siga siendo la peor amenaza existente hoy contra los europeos. Solo así Washington podrá recuperar la visión y la energía que necesita el vínculo atlántico entre Europa y Estados Unidos, tan dañado por Donald Trump.