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Internacional

La felicidad llega por decreto a una Venezuela trastornada

La orden de instalar la Navidad es extensiva a escuelas públicas y privadas, a las tiendas, centros comerciales y colmados

La felicidad llega por decreto a una Venezuela trastornada

Decoración navideña en Caracas el pasado 2 de octubre. | Reuters

Por órdenes superiores, las fiestas de Navidad en Venezuela se han anticipado desde este 1 de octubre. Mientras, el país se mantiene a la expectativa por el despliegue militar de Estados Unidos en aguas del Caribe. 

Cosas de la bipolaridad nacional, donde el gobierno afirma que Washington planea una invasión para derrocar al régimen chavista, pero a la vez intenta aprovechar la crisis para buscar apoyo popular mientras invoca a los héroes antiguos de la patria.

La incógnita dentro y fuera del país es si Donald Trump va a emprender una acción bélica contra Venezuela y cuál sería el alcance y su propósito. 

Pero más allá de esa tensión, hasta ahora la supuesta invasión permanece en los terrenos de la exageración mediática y de los ejercicios militares. 

Las primeras bajas, aparte de la verdad, han sido unos 18 supuestos narcotraficantes asesinados de manera sumarial con el uso de activos militares cuando iban a bordo de botes de pescadores dotados con motores de alta potencia. 

Dentro de Venezuela, las respuestas a la amenaza de Washington han sido ejercicios militares, entrenamiento de civiles milicianos, y un estado de crispación dentro del gobierno que compite por el interés de las personas comunes en el alza del dólar y del costo de la vida. 

 De este modo, la felicidad llega por decreto, mientras en el país millones de familias sufren los estragos de una crisis económica que se agrava al ritmo de la devaluación diaria del bolívar.

La economía como derrota

 La moneda nacional está tan golpeada como la moral colectiva y al futuro no se le ven las bondades. 

El bolívar reportado por el Banco Central ha perdido más de 72% frente al dólar, la inflación habrá de superar el 240% este año, según el FMI y la gente cada día se vuelve más pobre. 

El dólar paralelo, usado como referencia por todo el que compra o vende cualquier cosa, es permitido a través de plataformas de criptomonedas. Como hoy vale más de 50% que el oficial, se crean enormes distorsiones que agobian por igual a empresas y personas. La razón es simple: los ingresos y salarios no suben al mismo ritmo de la devaluación y de la inflación. 

Desde hace ya una década, Venezuela sufre uno de los peores derrumbes documentados en una economía en ausencia de una guerra o de un gran desastre natural. 

Hoy, con amenazas bélicas o sin ellas, la gente sufre y pone sus ojos en el exilio como alternativa. 

Lo peor de todo esto es que el gobierno niega esta realidad, afirma que la economía crece al 9% anual, que la producción de petróleo ha venido subiendo y ya supera el millón de barriles por día. En fin, que enfrenta con éxito lo que califica como agresiones imperialistas. 

Pero, ¿cómo lidia un país con un colapso económico de esta magnitud sin un plan de ajustes que frene este derrumbe sostenido? 

La respuesta se mantiene en los terrenos de la retórica, de las distracciones y del enfrentamiento con Estados Unidos, que sigue siendo el segundo mayor socio comercial de Venezuela después de China

La noche del 1 de enero desde edificios del gobierno, incluyendo la tenebrosa cárcel de El Helicoide, –centro de operaciones de la policía política Sebin en Caracas, y de torturas, según los informes de la ONU– se quemaron toneladas de fuegos artificiales para celebrar la llegada forzosa de la Navidad a Venezuela.

Los funcionarios chavistas encendieron luces y adornos gigantes en calles, plazas y avenidas. En algunas esquinas, puñados de militantes del Partido Socialista Unido de Venezuela cantaban gaitas (un estruendoso género musical navideño), mientras las consignas y canciones de protesta se mezclaban con las risas de San Nicolás y las miradas lánguidas del niño Jesús en los belenes fuera de época.

La orden de instalar la Navidad es extensiva a escuelas públicas y privadas. También llega a las tiendas, en centros comerciales y colmados… no importa si están golpeados por una fuerte bajada de las ventas en un escenario que para muchos economistas se parece más al de un preludio de recesión.

Esta crisis tiene repercusiones en toda América y en España, porque es la principal razón que empuja a millones de migrantes a largarse de Venezuela en busca de alguna oportunidad en otras tierras, al paso que por aquí tampoco se ve en el horizonte del mar Caribe ninguna posibilidad de cambio político, ni económico.

El Gobierno chavista de Nicolás Maduro niega que exista esta realidad, visible con solo asomarse a la ventana.

 En cambio, afirma que la economía sigue creciendo con fuerza por 17 trimestres consecutivos, que este año el Producto Interno Bruto (PIB, la suma total de riqueza en forma de bienes y servicios) cerrará con una robusta expansión del 9%, lo que supondría el crecimiento más fuerte después del de la vecina Guyana.

En Venezuela, las amenazas de cárcel silencian a los economistas independientes y centros de estudios económicos, de modo que es difícil conseguir quien contraste estas proyecciones. Como también es casi imposible encontrar a funcionarios del gobierno que den entrevistas para explicar tamaño optimismo, todos deben quedarse con la consigna oficial. 

Las acciones económicas también van más allá de toda lógica de justicia social o búsqueda de equidad, y el resultado es un empobrecimiento generalizado, caída del empleo formal e indicadores sociales que explican por qué este país sigue en el podio de los más pobres de toda América y el Caribe, junto con Haití y Nicaragua.

En su momento, esta crisis venezolana fue catalogada por organismos de la ONU, como Acnur –a cargo de atenuar los dolores de las migraciones–, como una de las peores en todo el mundo. Pero ya eso se ha convertido en paisaje y olvido.

Según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), hasta el cierre de septiembre los donantes internacionales solo habían aportado 80 millones de dólares, lo equivalente al 13% de los $606 millones solicitados en el Plan de Respuesta Humanitaria para atender este año las mayores urgencias de la que todavía es una de las mayores crisis humanitarias del mundo, y una de las más desatendidas. 

Cerca de siete millones de personas, la cuarta parte de los 28 millones que quedan viviendo en su país, necesitan alguna forma de ayuda, según los organismos de la ONU. 

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