María Corina Machado y un nuevo 'chance' a la paz
«El Nobel de la Paz de alguna manera hará al chavismo pensar varias veces qué hacer con la mujer que se ha erigido como la última frontera entre la añorada pluralidad democrática y el autoritarismo definitivo en Venezuela»

María Corina Machado. | Jimmy Villalta (Europa Press)
El premio Nobel para María Corina Machado llega como un balón de oxígeno para una oposición democrática acosada, debilitada por la fuerza de las armas chavistas y desarticulada por el miedo y la represión. La exdiputada, activista por los derechos electorales y referente de la desobediencia civil en Venezuela, fue electa en las primarias opositoras de 2023 como candidata unitaria para enfrentar al chavismo. Hoy, es la única figura que queda en pie aquí entre los dirigentes opositores de peso.
En un país donde la oposición es una vasta mayoría pero gobernado por una minoría fuertemente armada que controla todas las estructuras del Estado y de la sociedad, su figura solitaria ha sido símbolo de constancia, persistencia y esperanza activa.
El Nobel de la Paz, todavía el galardón más influyente de su género en el mundo, no es un chaleco antibalas, una canonización en vida, ni un habeas corpus preventivo para esta mujer amenazada y perseguida. Pero de alguna manera hará al chavismo pensar varias veces antes de decidir qué hacer con la mujer que se ha erigido como la última frontera entre la añorada pluralidad democrática y el autoritarismo definitivo en Venezuela.
Sus más estrechos colaboradores en esta cruzada política están presos, en el exilio, desmovilizados, o en la clandestinidad. Ella misma está resguardada y ejerce su persistente activismo público a través de las redes sociales. En privado, mantiene contactos permanentes con gobernantes, organizaciones y líderes internacionales, a través de complejos sistemas de comunicación.
Según el chavismo, Machado es huésped en instalaciones diplomáticas de Estados Unidos en la urbanización Valle Arriba, en el sureste de Caracas. Esta es una zona adinerada de suaves colinas, embajadas y quintas solariegas. Hasta ahora, han preferido dejarla ser, con la idea de que su llama se extinga por sí sola en la normalidad de una Venezuela en crisis perpetua.
El chavismo menos radical mide los riesgos, pues algunos creen que sería más costoso encarcelarla. En estos días en los que la militarización de Venezuela es más ostensible, grupos comando de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim) y la policía política Sebin suelen dar vueltas por la zona, como para ratificar que saben bien dónde está Machado.
Una zaga en nueva temporada
Esta mujer recorrió el país de punta a punta en 2024 para impulsar la candidatura unitaria del exdiplomático Edmundo González Urrutia. Desafiaba piquetes militares, cierres de caminos y autopistas. Así, logró movilizar a cientos de miles de venezolanos que enfrentaron el terror para apoyarla en cada caravana, protegerla de amenazas de agresión y ayudar a organizar marchas y concentraciones en remotos pueblos y en grandes ciudades.
Muchos de esos activistas que la ayudaron como parte de un movimiento nacional están hoy prisioneros o escondidos, o sus negocios han sido liquidados. Algunos fueron castigados solo por alquilarle un camión que sirviera de púlpito en una calle, o por venderle empanadas al paso de su torbellino de gente; los más por mantener activas las estructuras de su partido Vente, y de otros que formaban la coalición Plataforma Unitaria, qué organizó la candidatura de González.
Curiosamente, parte de una oposición que decidió pactar con el gobierno en un concubinato por conveniencia, también forma filas hoy en el paredón que ha buscado liquidar políticamente a Machado, al acusarla de radicalista extrema, de personalista y de cerrada al diálogo y las negociaciones con el chavismo. De este modo, sus adversarios de fuera del chavismo oficial pretenden culparla a ella y no al gobierno del aparente fin de las salidas democráticas, electorales confiables y pacíficas al largo conflicto venezolano.
En su veredicto, el Comité Nobel señala que Machado «ha cohesionado a la oposición de su país, nunca ha flaqueado en su resistencia a la militarización de la sociedad venezolana y ha apoyado firmemente una transición pacífica a la democracia». También la define como «uno de los ejemplos más extraordinarios de coraje civil en América Latina en los últimos tiempos». El chavismo habrá de empeñarse en afirmar que el Nobel es de un piquete político y parte de una confabulación internacional para desalojarlo del poder.
Otros han destacado que, desde que se lo dieron a Obama de manera preventiva en 2009, el Nobel de la Paz no es lo que solía ser. Destacan que en el pasado otros reconocimientos fueron hechos a destiempo, precipitadamente, como el de Juan Manuel Santos, en 2016, por una supuesta pacificación de una Colombia todavía bañada en sangre.
Pero en el caso de Venezuela, los eventos siguen en pleno desarrollo, aunque el conflicto haya sido opacado en los últimos tiempos por eventos más devastadores y más apremiantes, como la guerra de Rusia contra Ucrania, los inauditos ataques terroristas de Hamás sobre Israel y el genocidio en Gaza. Pero el Nobel de la Paz no es solo para Machado, sino para la vasta mayoría de una Venezuela sin albedrío, sumida en una crisis económica, migratoria, social y empobrecida hasta niveles que nadie hubiera imaginado para el país que una vez fue el más rico de América Latina.
«Venezuela evolucionó de un país relativamente democrático y próspero a un estado brutal y autoritario, con crisis humanitaria y económica, represión sistemática de la oposición, fraude electoral y persecución legal», dice el Comité Nobel en su veredicto, recordando hechos verificables en la historia reciente. El impacto internacional del premio, para recordar que este desastre sigue su curso, es su primer dividendo.