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Internacional

Bravo, presidente Trump. Ahora, un alto el fuego en Estados Unidos

El Comité Noruego del Nobel valoraría su candidatura si deja de hacer la guerra contra la mitad de sus conciudadanos

Bravo, presidente Trump. Ahora, un alto el fuego en Estados Unidos

Donald Trump.

Muy bien, presidente. A su –horrible– manera, con su –horrible– forma de tratar a los aliados (aunque algunos se lo merezcan) y sus gesticulaciones de mal presentador televisivo, ha conseguido parar la guerra que el grupo terrorista Hamás declaró con su brutal masacre del 7 de octubre de 2023 y en la que Israel entró a sangre y fuego. Enhorabuena. Veremos qué ocurre a partir de ahora, pero la situación hoy en Gaza es mejor que la de los dos últimos años.

¿Lo bueno? Los pocos rehenes que quedaban con vida han vuelto a casa, el ejército israelí se ha replegado y la ayuda humanitaria ha empezado a entrar en Gaza. Los intermediarios –EEUU, Egipto, Catar y Turquía– han logrado que callen las armas y que se abra una posibilidad de negociación.

¿Lo malo? La lista es larga. ¿Qué va a pasar ahora en la política interna israelí? ¿Quién va a mandar en Gaza? ¿Cómo se va a verificar que Hamás cumpla el compromiso de entregar las armas? Entre otras cosas, las necesita para matar a palestinos. No se ocultan: se han puesto sus uniformes negros y ejecutan públicamente a sus conciudadanos en las calles. La acusación de que las víctimas son colaboracionistas es la más utilizada, pero también hay ataques con pretensión genocida, como el que trata de aniquilar al clan Doghmush, formado por unos diez mil palestinos próximos a Al Fatah y a la Autoridad Palestina de Cisjordania. No están previstas manifestaciones ni flotillas para protestar por estos asesinatos.

Mientras tanto, presidente Trump, a lo que vamos: no se deje llevar por la decepción después de no haber logrado el Nobel de la Paz (usted, por cierto, probablemente habría sido agasajado por el Gobierno español, que le ha negado a María Corina Machado la felicitación por el premio, alineándose así con el Gobierno de Nicolás Maduro). No se impaciente, porque los sabios del Comité noruego le están observando, y hay otro Nobel el año que viene. Seguro que si usted consigue otro alto el fuego, esta vez nacional, se lleva la medalla en 2026.

¿Cómo se lo podrían negar si hace usted lo que tendría que hacer en su propio país, en EEUU?

Por ejemplo, desmovilizar a los gánsteres con y sin uniforme que, bajo la bandera del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) y de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), se dedican a aterrorizar a la población, inmigrante o no. A merodear por las escuelas públicas para atrapar por la fuerza a padres, abuelos y niños sospechosos. A acechar las iglesias, sobre todo las católicas, con el mismo objetivo, y los hospitales de las zonas populares. A secuestrar a ciudadanos por la pinta que tienen, por el color de su piel, porque están en una cola haciendo los papeles. A disparar bolas de gas pimienta contra la cabeza del pastor presbiteriano David Black cuando rezaba con un grupo de personas frente a las oficinas del ICE en Chicago. A detener a una niña autista de cinco años en Massachusetts cuando perseguían a su padre, repitiendo algo que ya había ocurrido en Houston y Seattle. Son matones descontrolados que están protagonizando actos crueles, escenas inhumanas.

Y después de disolver a estas bandas, que en ocasiones actúan con el rostro tapado y hacen horas extra para cumplir las cuotas de deportación establecidas públicamente, otra decisión que le haría ganar el Nobel de la Paz sería cesar a ese siniestro personaje de histórico apellido, Robert F. Kennedy Jr, secretario de Salud y Servicios Humanos, que lleva meses saboteando las campañas de vacunación –gracias a ello reaparecen enfermedades como el sarampión y la tos ferina–, difundiendo patrañas sobre el autismo y destrozando el sistema de salud pública y las investigaciones científicas y médicas. Otra sugerencia: seguro que con lo sentimentales que son estos escandinavos, el Comité del Nobel se vería gratamente impresionado si usted anulara la disposición que ha puesto fin a las ayudas para decenas de miles de niños con discapacidades.

Y ya, si usted se decide a extender el alto el fuego a las ciudades y los Estados que tienen alcaldes y gobernadores demócratas y que reciben presiones insoportables, como si el Gobierno de Washington fuera su enemigo y EEUU un estado policial; si deja de alentar las sospechas de los que creen que está buscando excusas para que las elecciones legislativas de mitad de mandato dentro de un año se celebren en condiciones poco democráticas o directamente no se celebren; si se molesta en decir a su vicepresidente JD Vance que los gritos de apoyo a Hitler y los cantos racistas de jóvenes líderes republicanos no son «cosas de chiquillos»; si deja de perdonar y premiar a los participantes en las turbas que el 6 de enero de 2021 asaltaron el Capitolio con un balance de varios muertos y 174 policías heridos; si derrumba los muros que –como todo buen populista que se precie, de derechas o de izquierdas– ha levantado para fomentar el choque social y la polarización-, si deja de insultar y amenazar a sus rivales y a los republicanos que no comparten su lógica anticonservadora y antiamericana y se decide a gobernar para todos los estadounidenses, entonces, presidente, ¿por qué no? Usted recibirá el próximo Premio Nobel de la Paz.

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