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Nueva York encara el final de la campaña por la alcaldía marcada por el 'escándalo del sushi'

Una cena de lujo del virtual ganador ‘podemita’ en los sondeos desata una tormenta sobre la coherencia de la izquierda

Nueva York encara el final de la campaña por la alcaldía marcada por el ‘escándalo del sushi’

Los candidatos a la alcaldía de Nueva York, el independiente Andrew Cuomo, el republicano Curtis Sliwa, y el demócrata Zohran Mamdani. | Reuters

Nueva York entra en su última semana de campaña por la alcaldía con una mezcla de expectación y fatiga. Tras meses de debates, escándalos y giros de guion, la ciudad se prepara para elegir el próximo 4 de noviembre a su nuevo alcalde. A día de hoy, las encuestas otorgan una ventaja clara a Zohran Mamdani, el joven demócrata de origen ugandés e indio que se ha convertido en el rostro podemita de la izquierda neoyorquina. Según los últimos sondeos, Mamdani alcanza un 43% de apoyo entre los votantes probables, frente al 29% de Andrew Cuomo y el 19% del republicano Curtis Sliwa. Los indecisos rondan el ocho por ciento y podrían tener la última palabra en una contienda tan polarizada como simbólica.

El candidato socialista ha mantenido la delantera desde mediados del verano, impulsado por un discurso atiborrado de mensajes sobre justicia social, renta básica, transporte gratuito y vivienda pública. Su narrativa ha calado en los barrios de Brooklyn, Queens y Manhattan. Sin embargo, la estabilidad de su ventaja se ha visto empañada por lo que ya se conoce como el escándalo del sushi: una fotografía en la que se le ve cenando en un restaurante japonés de lujo en pleno centro de Manhattan. La imagen, difundida hace apenas una semana, se convirtió en munición para sus adversarios y en un fenómeno viral en redes sociales. En una ciudad donde el coste de vida es una preocupación diaria, la foto de un candidato que predica austeridad mientras saborea niguiris de 145 dólares ha servido de detonante simbólico para cuestionar su coherencia.

Andrew Cuomo, que aspira a regresar al poder tras su dimisión forzada en 2021 por acusaciones de acoso sexual, ha sabido capitalizar el tropiezo de su rival. En los últimos debates, ha presentado la cena de Mamdani como una metáfora de la desconexión entre la izquierda urbana y los problemas reales de las familias trabajadoras. «Hay quienes hablan del pueblo mientras comen como la élite», ironizó en su último mitin en el Bronx.

Su equipo ha apostado por una estrategia de redención, es decir, presentar al exgobernador no como un político caído, sino como el adulto en la sala, un líder con experiencia capaz de restaurar la sensatez tras una década de excesos ideológicos. Su narrativa se apoya en una clase media agotada por la inflación, la inseguridad y la fatiga moral del progresismo identitario.

El tercer candidato, Curtis Sliwa, fundador de los Guardian Angels y habitual de los círculos conservadores, mantiene un discurso populista de corte clásico, centrado en la criminalidad y la «decadencia de la ciudad». Sin embargo, su apoyo se mantiene estable en torno al 15% y no parece capaz de romper la barrera que le permitiría disputar la alcaldía. Su presencia, no obstante, fragmenta el voto moderado. Según un sondeo publicado por el New York Post, si Sliwa se retirara de la contienda, Cuomo reduciría la distancia con Mamdani a menos de cuatro puntos.

Batalla cultural bajo los rascacielos

Más allá de las cifras, el ambiente electoral refleja una batalla cultural en miniatura. Mamdani encarna el ascenso de una izquierda urbana, multicultural y digital, que se nutre de jóvenes votantes y movimientos sociales. Cuomo representa la resistencia del votante institucional y pragmático, nostálgico del orden. Entre ambos se dirime algo más que una elección municipal, el modelo de ciudad que definirá el futuro político de la izquierda estadounidense.

No es casual que la campaña haya despertado tanto interés internacional. Desde Londres hasta Berlín, los analistas observan en Nueva York un ensayo del dilema global entre cambio y estabilidad, entre política de valores y política de gestión. En cierto modo, la elección neoyorquina anticipa los dilemas que atraviesan las democracias occidentales, la tensión entre las élites culturales y la clase media, entre el mensaje moral y la eficacia política.

La semana decisiva

La última semana de campaña estará marcada por la votación adelantada, que comenzó este fin de semana con más de 80.000 votantes registrados en las primeras 24 horas. Las imágenes de largas colas en Brooklyn y Queens contrastan con la baja participación en Staten Island, bastión republicano donde Cuomo intenta rascar votos moderados.

Según los observadores, el reto de Mamdani es mantener la movilización de su base joven, mientras Cuomo necesita convencer a los mayores de 50 años, un bloque electoral más disciplinado y menos entusiasta con la retórica comunista. Casi la mitad de los mayores de 65 años sigue sin decidir su voto, y su participación podría redefinir el mapa político de la ciudad.

El último debate televisado dejó sensaciones encontradas. Mamdani se mostró confiado, insistiendo en que «el futuro de Nueva York no se puede construir con miedo, sino con esperanza». Cuomo, más agresivo, apeló al recuerdo de su gestión como gobernador, cuando «las calles eran más seguras y los alquileres más bajos». Sliwa, fiel a su estilo, acusó a ambos de representar «las dos caras de la misma moneda». Ninguno logró un golpe definitivo, aunque los analistas coinciden en que Cuomo consiguió reposicionarse como alternativa viable.

Política de memes

En paralelo, las redes sociales han amplificado la campaña hasta el absurdo. En TikTok, los vídeos de Hot Girls for Cuomo —un grupo de influencers que promocionan al exgobernador entre ironía y nostalgia— acumulan millones de visualizaciones. Los partidarios de Mamdani responden con hashtags como #SushiForAll y #LetThemEatNigiri, intentando convertir la polémica en sátira de clase. El debate público se libra más en memes que en programas electorales, y el tono emocional domina sobre cualquier reflexión de fondo. Nueva York, fiel a su papel de laboratorio cultural, vuelve a anticipar la tendencia global de la política convertida en espectáculo.

Las encuestas indican que uno de cada cuatro neoyorquinos estaría considerando abandonar la ciudad si Mamdani gana. La cifra, publicada por el New York Post, refleja la ansiedad de una parte de la población ante un eventual giro a la extrema izquierda. Aun así, pocos analistas dudan de que el candidato demócrata parte como favorito claro. Cuomo confía en que la participación de última hora y el voto por correo de los mayores reduzca la brecha. El republicano Sliwa, en cambio, parece resignado a desempeñar el papel de agitador más que el de aspirante real.

En definitiva, la elección neoyorquina se ha convertido en un espejo de su tiempo. Mamdani representa las clásicas promesas de la izquierda y la contradicción de su discurso; Cuomo, el regreso del orden y la sombra del pasado; Sliwa, el ruido del desencanto. En la era de la política como narrativa, el escándalo del sushi no es un accidente, sino el síntoma de una democracia que ya no discute ideas, sino estilos de vida. Cuando los neoyorquinos acudan a las urnas el próximo 4 de noviembre, no solo elegirán un alcalde, sino una identidad, la de una ciudad que decide si seguir liderando la vanguardia del cambio o recuperar la tranquilidad del equilibrio.

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