The Objective
El buzón secreto

Cheney, Aznar y las armas de destrucción masiva que (no) tenía Irak

Vivir para ver, hasta Cheney consideraba que la mayor amenaza para la república estadounidense era Trump

Cheney, Aznar y las armas de destrucción masiva que (no) tenía Irak

Dick Cheney visita una base aérea en 2006. | Jason Reed (Reuters)

El pasado 3 de noviembre falleció Dick Cheney, un personaje muy importante en la escena internacional, a pesar de que el principal cargo que ocupó, el de vicepresidente de Estados Unidos durante ocho años, carece de las competencias reales sobre la política del día a día. Pero él consiguió pasar de vicepresidente florero a convertirse en el artífice de la política de defensa, por encima del presidente Bush. Sus decisiones cambiaron el mundo tal y como estaba convencido hasta ese momento.

Todo empieza durante 1990, cuando es ministro de Defensa en el gobierno de George Bush, padre. A Sadam Husein no se le ocurre otra idea peregrina que invadir Kuwait y Cheney envía a las tropas del Pentágono a sacarles por las bravas. Recuerdo un momento decisivo en la contienda. No fue que hubiera dudas sobre quién iba a ganar, que no las hubo nunca. Fue si, una vez liberada Kuwait, los estadounidenses seguirían persiguiendo en su huida a las tropas iraquíes hasta Bagdad y acabarían con el régimen tiránico de Sadam. Al final, pararon su avance y volvieron al tablero anterior. Muchos se quedaron con las ganas de acabar con el sátrapa, Cheney fue uno de ellos.

La experiencia acumulada con Bush padre le sirvió para que Bush hijo se presentara a las elecciones presidenciales y ganara con él como vicepresidente. Su experiencia en el ámbito militar le convertiría en el político que marcaría las decisiones más importantes de los siguientes años.

Cheney, la mano que mece la cuna

El 11 de septiembre de 2001, los atentados terroristas de Al Qaeda contra las Torres Gemelas y el Pentágono supusieron un reto nunca visto en el inicio del mandato de un presidente. Bin Laden se había atrevido a atacar en Estados Unidos y había provocado 3.000 muertos y 6.000 heridos. Había llegado la hora de la venganza.

El experto Cheney fue la mano que meció la cuna, apoyado en todo momento por Bush hijo. No dudó en recomendar la invasión de Afganistán, algo obvio porque el jefe de los terroristas vivía allí protegido por los talibanes. Luego, él fue el principal impulsor de la posterior invasión de Irak. Este tema sí fue más complicado.

Aznar se creyó los argumentos de Cheney y Bush

Diez años antes, pensó que Estados Unidos había podido acabar con Sadam tras invadir Kuwait y en ese momento quedó claro que debieron haberlo hecho. Fue el primer apasionado defensor de la teoría de que Irak disponía de armas de destrucción masiva, que en poder de Sadam suponían un inmenso peligro. Además, defendió hasta la extenuación que Bin Laden y Sadam mantenían vínculos poderosos y que Irak amparaba y ayudaba a los terroristas.

El presidente del Gobierno español, José María Aznar, se creyó los mensajes de Cheney, repetidos por su amigo Bush, amparándose en supuestas pruebas convincentes procedentes de las investigaciones sobre el terreno de la CIA estadounidense y el MI6 británico. Los únicos que marcaban distancia en su análisis de inteligencia eran los informes del CNI español, más objetivos, que aseguraban que no existían indicios demostrables de que esas armas existieran y, además, sus fuentes lo negaban. En lo que eran rotundos era en explicar que Bin Laden y Sadam no solo no eran amigos, eran como el aceite y el agua: uno era ultrarreligioso y el otro era la antítesis. Aznar prefirió creer las teorías de Cheney y, como sabemos, erró gravemente.

Alguien tan belicista como Cheney estuvo abiertamente enfrentado en sus últimos años de vida a Donald Trump, a quien empezó a considerar peligroso cuando se produjeron las injerencias rusas en las elecciones presidenciales, aumentaron sus críticas cuando empezó a despreciar a sus aliados de la OTAN y llegó al culmen cuando se negó a aceptar su derrota en las elecciones de 2020. Vivir para ver, hasta Cheney consideraba que la mayor amenaza para la república estadounidense era Trump.

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