El desenlace en Venezuela se vuelve una apuesta de alto riesgo
«Una guerra con todas las letras arrastraría por completo a Venezuela a un escenario impredecible»

Nicolás Maduro. - Archivo | Presidencia de Venezuela
En la noche del 1 de noviembre, mientras las redes sociales ardían de histeria por las supuestas amenazas de un inminente ataque de Estados Unidos contra Nicolás Maduro, en Chacao, un vecindario pintoresco en las entrañas de Caracas, unas 50.000 personas salían a disfrutar por las estrechas calles una poco frecuente fiesta, con conciertos, ferias, puestos de comidas y bebidas.
En Caracas, hay que aclararlo, no es común que la gente salga a disfrutar «la vida nocturna», mucho menos a caminar de noche. Estas calles oscuras no son propicias para tales devaneos; la vida cultural es limitada y a los pocos restaurantes de moda acuden las mismas personas en ciertas zonas, burbujas de consumo para una pequeña élite con capacidad para gastar.
Pero esa multitud que salió a Chacao al excepcional evento Nocturneando, patrocinado por la alcaldía local y por varias empresas ansiosas por reactivar ventas, superaba con creces la de cualquiera de las marcas convocadas por el chavismo en sus intentos por conseguir apoyo masivo a Nicolás Maduro ante las crecientes amenazas bélicas de Estados Unidos.
Nocturneando es acaso una metáfora de un país donde las cosas siguen su curso en medio de una crisis económica perpetua; donde la gente se siente asfixiada en medio de la violencia criminal, los apagones diarios y la falta de dinero; los comercios cierran temprano, antes del anochecer, y el transporte público es una penuria diaria.
Fue una noche de escape para personas que siguen viviendo su vida diaria, que están hartas de cuatro meses de rumores en torno a barcos y marinos desplegados por Donald Trump en el Caribe oriental; de las respuestas enardecidas de los líderes chavistas y de los vaticinios desorbitados de un supuesto cambio de régimen a la vuelta del calendario.
Para muchos opositores, las expectativas de que haya en Venezuela un profundo cambio político, precipitado desde dentro o desde fuera, es un asunto de fe más que una probabilidad basada en hechos. Hay en el ambiente una incertidumbre forjada con amenazas verbales ambiguas desde Washington, y con la movilización ya sin precedentes de sus activos militares con el pretendido propósito de combatir el narcotráfico.
Este asunto ha derivado en una apuesta peregrina, aunque muy pocas voces se han levantado para imaginar lo sangriento que sería un desenlace extremo en caso de que la trama de esta película llegue a un punto de quiebre, sin vuelta atrás. Una guerra con todas las letras arrastraría por completo a Venezuela a un escenario impredecible.
Para los más fríos, hay pocas razones para apostar a que el gobierno de Trump de verdad está dispuesto a ir más allá de la fanfarronería y la presión bélica en esta inquietante puesta en escena con fines disuasivos. Pero como están las cosas, ese desenlace sería un todo o nada: un cambio político profundo, o simplemente un discreto regreso de los barcos de Trump a sus bases.
El chavismo en el fondo apuesta a que en esta «Bahía de Cochinos» virtual no pasará nada y aprovecha las amenazas para atornillarse más en el poder, perseguir con más saña a los opositores, convocar a escuálidas marchas casi diarias y estrechar la impronta de un régimen que se define como «popular, militar y policial» y proclamar que quien no apoye a Maduro es enemigo jurado de la patria.
La ruleta que no es rusa
El asunto Venezuela es hasta motivo de apuestas en la plataforma Polymarket, donde este sábado para los jugadores caía a 5% la posibilidad de que personal militar estadounidense de servicio activo ingrese físicamente a Venezuela «en cualquier momento hasta el 30 de noviembre de 2025 a las 11:59 pm». Otro 16% apostaba a que será antes del 31 de diciembre.
Un 39% ponía sus fichas a que antes de la medianoche 31 de marzo de 2025 habrá «una intervención militar entre Estados Unidos y Venezuela». Esas proporciones han caído en las últimas horas, y varían al son de declaraciones, noticias y entradas en redes sociales de personajes incluyentes de la administración Trump.
Las apuestas han llegado hasta al mercado de los bonos de deuda externa de Venezuela, donde estos papeles se negocian en la categoría de basura, especialmente desde que a finales de 2017 Maduro declaró un cese unilateral de pagos de capital e intereses de esos compromisos.
Hoy la deuda externa de Venezuela supera los $165.000 millones, según cálculos de los más respetados economistas. De ese total, unos 65.000 millones son bonos que circulan en los mercados secundarios sin esperanza de redención, a menos que ocurra un cambio político en Venezuela y el chavismo saliera del poder.
Como el gobierno de Maduro no es reconocido por ninguna democracia de corte occidental ni por las instituciones que forman el sistema financiero internacional, no es posible renegociar esa deuda, muchos menos que a Venezuela lleguen masivamente fondos aportados por el FMI, el Banco Mundial o la banca privada occidental. Como reporta un cable de Reuters, en las últimas jornadas esos bonos venezolanos se han convertido en una sorpresa, al lograr el mayor repunte en seis años y un rendimiento sobre el 80%, «impulsados por las crecientes expectativas de un cambio de gobierno».
Pero esta también es una apuesta inflada, pues los papeles siguen estando por debajo de los 0,30 centavos de dólar y son «calderilla», como diría un español. Algunos en Wall Street apuestan a este escenario mientras evalúan cada hora las señales de una confrontación que hasta ahora solo ha sido verbal entre los gobiernos de Maduro y Trump, más allá de que la Fuerza Armada de EEUU haya volado varios botes de supuestos narcotraficantes dejando unos 30 muertos, ejecutados de manera extrajudicial, según denuncias de la ONU.
Sobre los bonos «hay demanda porque además del cambio de gobierno se ve un apoyo importante de los Estados Unidos que incluiría inversiones y recursos financieros. Es la nueva geopolítica en el patio trasero que ya se inició exitosamente con Argentina», señala resguardado en el anonimato desde Wall Street un inversionista de una firma internacional que tiene una importante exposición a los bonos venezolanos, a la espera de una reestructuración.
«Es un proceso lento, pero que cada día avanza con firmeza en una dirección. Las acciones de los Estados Unidos indican un punto sin retorno. No se piensa en una invasión, sino en degradar cualquier capacidad defensiva u ofensiva que tenga Venezuela y luego decapitar al régimen», señala resumiendo lo que parece ser una opinión creciente en algunos sectores.
«Estados Unidos nunca dejaría de actuar luego de semejante despliegue porque entonces sus amenazas carecerían de peso en el futuro», dice este operador sobre la movilización de buques, incluyendo el portaviones Gerald Ford, tenido como el más poderoso del mundo y que por estas horas navega rumbo a aguas internacionales lindantes con el mar territorial venezolano.
Los que sí perdieron sus apuestas fueron más de 600.000 migrantes venezolanos que se quedan en el limbo con el fin del sistema TPS (Estatus de Protección Temporal), con el que habían podido permanecer legalmente en Estados Unidos. «Si usted es extranjero y actualmente es beneficiario del TPS para Venezuela, debe prepararse para regresar a Venezuela si no tiene otra base legal para permanecer en Estados Unidos», advirtió el Servicio de Ciudadanía e Inmigración, Uscis, por sus siglas en inglés.
Sin tener a dónde regresar en una Venezuela desdibujada y en profunda crisis económica y política, muchas de esas personas pondrán sus fichas en destinos como España, otro de los preferidos entre los países desarrollados. Mientras tanto, el chavismo también redobla sus apuestas de que permanecerá en el poder para siempre, profundiza sus ensayos de lo que llama una democracia popular y perfecta.
«Venezuela no puede depender de lo que escriban los gringos, digan los gringos o declaren los gringos. Allá ellos con su complejo de superioridad, que se creen supremacistas, y acá nosotros garantizamos la paz de Venezuela, la prosperidad, la democracia, la libertad», dijo Maduro en uno de sus actos recientes, en los que no parece temer a la supuesta invasión en curso, como sus paisanos que se olvidaban del mundo en las calles de Chacao en la recatada farra de Nocturneando.
