En Oriente Medio, nada es lo que parece
Con seguridad, Israel dilucidará responsabilidades políticas, militares y del aparato de Inteligencia y recompondrá su cohesión

El presidente de EEUU, Donald Trump, junto al primer ministro Benjamin Netanyahu durante su visita a Israel.
Cuando se han cumplido más de dos años del inicio del conflicto que sacude Oriente Medio, conflicto no buscado por Israel, y con un cese de hostilidades y un plan de paz encima de la mesa, conviene pararse a reflexionar e intentar ver que nos podría deparar el presente y el futuro en la zona. Y siempre teniendo en cuenta, como decía hace poco un buen y sabio amigo en la presentación de su último libro, que «en Oriente Medio, nada es lo que parece».
En la actualidad, aun habiendo sido tremendamente debilitadas, existen amenazas militares externas, encabezadas por Irán, origen real de todos los males, y sus aliados preferentes Hezbolá, Hamás, los hutíes y las milicias chiíes en Siria e Irak, que rodean a Israel con un cerco perimetral, que aunque muy debilitado, no conviene infravalorar. Israel ha vencido increíblemente y con contundencia, independientemente de las campañas de propaganda mundiales orquestadas desde el día posterior al 7 de octubre de 2023 desde Irán, en siete frentes militares y políticos.
Propaganda contra cohesión
Pero debe reconocer Israel que ha perdido claramente en el octavo frente, el mediático. No estaba preparado para un ataque terrorista salvaje y, simultáneamente, una campaña perfectamente coordinada de propaganda, desinformación, negacionismo y anti-sionismo colosal, desencadenada el día después de dicho ataque, principalmente desde los altavoces de Qatar e Irán en Europa y EEUU. Por ello, deberá sacar sus propias conclusiones, preparándose mejor en el futuro, sabiendo que la verdad se abrirá paso con dificultad entre la mentira, la confusión, el odio, el antisemitismo y el sectarismo. Pero, a medio y largo plazo, prevalecerá.
Ahora, está abierto un nuevo frente en la sociedad israelí: el «noveno frente», el interno. En un primer momento, ante la barbaridad y el salvajismo desenfrenado de los ataques del 7 de octubre, la reacción del pueblo de Israel fue de una enorme cohesión, resiliencia, valentía y solidaridad. Sin embargo, con el paso de los meses, se encuentra como sociedad en un momento de crisis y división interna, fruto de la polarización política, el cansancio de la guerra, la pérdida de confianza en las instituciones estatales y una cierta erosión de la solidaridad social.
Además, se enfrenta a un aislamiento internacional coordinado y deficientemente encarado, que ha provocado la aparente pérdida de legitimidad y falta de apoyo entre los aliados y la comunidad internacional, muchas veces basado en determinadas acciones del gobierno israelí, pero también en torticeros cálculos electorales en Europa.
Y el escenario palestino es también otro factor desestabilizante ante la falta de una política clara sobre el futuro de Gaza y Cisjordania (Judea y Samaria), y la solución de los dos Estados. La visión de los partidos de la coalición en el Gobierno y los de la oposición es totalmente divergente. Y en medio estaría Naftali Bennet, que sube en las encuestas con un nuevo partido político denominado «Bennet 2026».
Las pretensiones de Hamás
La guerra en Gaza, con la presión militar israelí, así como las victorias en los otros frentes, han provocado la degradación y destrucción casi completa de Hamás, así como una profunda desesperación de Irán. Hamás ya se encontraba operacional y tácticamente muy disminuida y ampliamente derrotada, a pesar de los estertores y acciones finales a base de emboscadas, IEDs etc.…, antes del plan de paz de Trump y una vez conseguido el alto el fuego. A pesar de la liberación de terroristas, fruto del infame intercambio de rehenes vivos o asesinados por terroristas presos, es muy difícil que vuelva a reconstituirse con la fuerza que tenía antes del 7 de octubre.
Aun así, Hamas está intentando mantener su supremacía en Gaza, pese al deterioro sufrido en la guerra. En estos momentos, Hamás podrá contar con apenas 5000 terroristas que están bien entrenados y el resto son, con una alta probabilidad, reclutas recientes. Sus líderes han declarado que no entregarán las armas ni renunciarán al poder, incluso si aceptan la instalación de un gobierno tecnocrático. La estrategia consiste en conservar armamento ligero —fusiles, pistolas y arsenales ocultos— que les permita seguir imponiendo un cierto orden interno, controlar a la población y enfrentarse a las milicias rivales. Esto revela que la prioridad no es la reconstrucción, sino la preservación de su dominio político y militar.
Clásica «Hudna» del Islam: tregua, reconstrucción y preparando la siguiente guerra. Con sus capacidades reducidas a mínimos, con más de 20.000 terroristas muertos, con su liderazgo diezmado (similar a lo que logró Israel con Hezbolá), Hamás encontrará muchas dificultades en su reconstrucción. Fruto de su desesperación son los asesinatos sumarios en las calles de elementos de clanes gazatíes opositores.
Han movilizado los efectivos que les queda, «restableciendo el orden» en toda la Franja, con énfasis en luchar contra el «desorden social» tras «los últimos dos años”, pidiendo a la población «evitar conductas que pongan en peligro sus vidas». No deja de ser una profunda hipocresía, cuando continúan robando ayuda humanitaria. La finalidad real es negar el espacio político a clanes y milicias rivales.
Pero además, Hamás está buscando su supervivencia en Gaza el día después, dosificando también la entrega de cuerpos de rehenes (a fecha 5 de noviembre, faltan aún los cuerpos de 7 rehenes asesinados en cautividad), para exprimir concesiones. En este juego macabro donde entregan cadáveres, que no se corresponden con los rehenes, no van a existir tales concesiones. Y la batalla mediática la están empezando a perder.
Israel exige que Hamas cumpla con tres condiciones básicas del plan de Paz de Trump: entregar todos los rehenes y cadáveres, desarmarse por completo y abandonar el poder civil. Ante los reiterados incumplimientos, y como contingencia, prepara planes ofensivos para operaciones decisivas que terminen de destruir sus capacidades, lo que depende en última instancia de la aprobación estadounidense. Mientras tanto, Israel ya ha restringido el ingreso de ayuda humanitaria.
El plan de paz para liberar rehenes y detener la violencia ha sido visto como un éxito diplomático, pero este alivio podría ser solo temporal. Es el comienzo de un proceso más difícil. Los combates a gran escala han terminado aparentemente, pero los desafíos posteriores serán más complejos. Hamás continúa violando sistemáticamente el alto el fuego. Los terroristas de la organización continúan atacando posiciones de las FDI, produciendo bajas, no devuelven los cadáveres de todos los rehenes asesinados persistiendo en su infame chantaje, intentan recuperar el control de Gaza (ahora vistiéndose de milicia policial) y al mismo tiempo, buscan rehabilitar su infraestructura terrorista. Pero el tiempo se acaba para ellos.
El restablecimiento de la legitimidad de Israel
En otro orden, uno de los problemas centrales que Israel arrastra es la pérdida de legitimidad en el campo internacional. Las imágenes de la guerra, las campañas de desinformación y la articulación de coaliciones hostiles, desde el día después al ataque del 7 de octubre de 2023, han instalado la narrativa de que Israel actúa como una potencia ilegítima o colonizadora. Quizás alguien, aunque fuera ateo, antisemita, islamista, etc.… debiera leer y estudiar la Historia, la Biblia, el Corán, la arqueología etc.… sobre el origen y el devenir histórico en Tierra Santa.
La amplia y muy bien coordinada propaganda ha tenido su efecto. Las redes sociales con su capacidad de manipulación digital, la increíble cooperación ideológica entre sectores del islam político y grupos de izquierda radical, unido a campañas de desinformación desde terceros países, han provocado un aparente y momentáneo aislamiento de Israel.
Parecen haberse olvidado la masacre, las matanzas, los asesinatos, las violaciones, las torturas, el quemar vivas a familias, a civiles, el secuestro, los robos, la grabación de todas estas execrables acciones para uso como propaganda y terror, efectuados por los salvajes de Hamás y de civiles gazatíes, no lo olvidemos, que los acompañaban aquel fatídico día. Todo eso es una verdad objetiva que no puede olvidarse.
Y la propaganda y manipulación internacional se ha visto beneficiada por la tradición judía de honrar a sus muertos y no distribuir escenas de esos asesinatos brutales. Después de la horrorosa masacre del sábado 7 de octubre, quedaron miles de cadáveres que debían atenderse, la mayoría de ellos de israelíes judíos, pero los terroristas de Hamás también asesinaron a trabajadores agrícolas extranjeros e incluso a israelíes árabes que estaban en el área. Dado el enorme volumen de personas desaparecidas y cadáveres, que los militares y personal sanitario israelíes debían recoger y procesar antes de poder informarles a sus familias y realizar los funerales, el país acudió en su momento a voluntarios para que ayudaran en el proceso.
No es posible describir en detalle las cosas indescriptibles que hicieron a los cuerpos de niños, bebés y ancianos. Personas decapitadas, víctimas civiles quemadas, disparos directos al cráneo, asesinatos de padres delante de sus hijos, violaciones etc… entre otros hechos salvajes. Esta alianza heterogénea y contra natura (en teoría, pues los extremos – la izquierda radical y el islamismo suelen tender a la unión) ha logrado situar a Israel en una posición difícil, que puede llegar a bloquear o dificultar su defensa futura, su capacidad de influencia en foros internacionales o su normal devenir como el único Estado democrático en la zona.
El día después, en disputa
Ante esa situación y casi con seguridad, Israel intentará reforzar el apoyo norteamericano, no sólo para la consecución del plan de paz, sino para la ampliación de los Acuerdos de Abraham, que tanto daño hicieron, han hecho y harán a Irán y sus proxis. Y además intentará reforzar las alianzas regionales, ya que el respaldo de Estados árabes es fundamental en este proceso. Integrar a esos países en la siguiente fase permitirá aumentar la legitimidad internacional de Israel y diluir las críticas en foros multilaterales.
El respaldo de EEUU político y militar constituye la cobertura diplomática que permitirá a Israel resistir presiones internacionales y, llegado el caso, retomar la iniciativa militar, con un margen de legitimidad. Pero este apoyo de EEUU va a estar ya muy condicionado. En este contexto, ya se encuentran efectivos de las fuerzas armadas norteamericanas en Israel, en Kiryat Gat a unos 70 kms al sur de Tel Aviv, pertenecientes a un staff y a unas fuerzas de cooperación cívico-militar. Los norteamericanos van a gestionar ese CG. como el embrión de un «Plan Marshall para Gaza». En la práctica, supondrá que Israel va a tener poco control sobre Gaza, ya que los Estados Unidos van a aprobar todo lo que se hace allí. Eso va a ser un problema para Israel. Determinados países aliados también están representados en ese Cuartel General.
Mientras Israel busca consolidar lo alcanzado, Turquía y Qatar se perfilan como los principales beneficiarios de cualquier dilación en este proceso de paz. Ambas potencias han logrado fortalecer su influencia como mediadores indispensables y como defensores de la supervivencia política de Hamás, todo ello bajo el denominador común de los Hermanos Musulmanes.
Turquía (Erdogan- Hermanos Musulmanes) juega a varias cartas como por ejemplo su influencia en Siria, su pertenencia a la OTAN y el ser aliado de EEUU. Ya veremos qué hay detrás del compromiso de Turquía en este proceso. Desde luego, no cuenta con la simpatía de Israel en estos momentos. No olvidemos, las políticas expansionistas de Erdogan, y el pasado otomano previo al mandato británico en la tierra de Israel.
Con respecto a Qatar, son los primeros interesados en que este plan de paz llegue a buen término. Mantiene un doble lenguaje como mediador y aunque sufrió el ataque de Israel, quejándose diplomáticamente, en el fondo no estaba muy cómodo con la presencia de Hamás en su país.
Y, aunque las declaraciones diplomáticas contrasten totalmente con lo que se habla internamente, su preocupación pública pasa por pensar, que la situación en Gaza derive en algo que no sea «ni guerra ni paz» y que Israel mantenga sus tropas dentro de la Franja, debido a la imposibilidad de establecer una fuerza de seguridad internacional. Qatar no quiere perder su posición como «aliado» de EEUU y parte mediadora en el conflicto, aunque haya sido uno de los principales sponsors de Hamás, política y económicamente.
En palabras de Majed al-Ansari, asesor del primer ministro de Qatar y portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores: «… es necesario que la comunidad internacional intervenga, evalúe los daños, comience a pensar en la reconstrucción, trabaje en ella y mantenga formalmente la paz», «… esto es lo que marcará un punto de inflexión significativo, pasando de la guerra al día siguiente», «… se precisa el establecimiento de una administración y una fuerza internacional en Gaza, para poder estabilizar la situación».
Con respecto a Egipto, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Jordania continuaremos con declaraciones a veces contradictorias, a veces desilusionantes, la mayoría de las veces muy críticas a Israel. Pero el fondo es otro: todos internamente están interesados en lograr la paz en la zona y un aumento del desarrollo económico en sus países. Y ello, sin perder de vista a su «adversario”, Irán, al que vigilan y temen.
Pues, mientras se intentan y redoblan los esfuerzos de llegar a la paz, Irán, el país que ha manejado los hilos de ese «anillo de fuego» y destrucción, creado por el general Qasem Soleimani alrededor de Israel, no ceja en su empeño de lograr la destrucción de Israel.
Es muy grave que haya adquirido material químico a China para su uso en la industria de misiles balísticos. Se tiene conocimiento, por fuentes abiertas, del uso de buques de carga y entidades chinas, que están sujetos a sanciones estadounidenses.
De nuevo, Irán está intensificando sus esfuerzos para reactivar su programa de misiles balísticos, a pesar de que las Naciones Unidas reimpusieron sanciones el mes pasado, que prohíben la venta de armas a la República Islámica y cualquier actividad relacionada con misiles balísticos. Estas entregas se producen tras la reactivación de las sanciones de las ONU en virtud del mecanismo de reversión automática, activada por las violaciones iraníes del Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC) de 2015 sobre el programa nuclear iraní.
A modo de conclusiones:
Con respecto a la actual y futura situación en Gaza, la situación se encuentra en un equilibrio inestable entre el intento de Hamas de conservar su poder, la presión militar de Israel, el liderazgo de EEUU y las maniobras de otros actores regionales e internacionales en pro y en contra del proceso. Tras el alto el fuego de octubre de 2025, Hamas aceleró la reconstrucción de su control interno en Gaza y retomó herramientas coercitivas contra familias y clanes influyentes. La fricción entre ambos bloques está redefiniendo el equilibrio interno de la Franja. Los incidentes y asesinatos entre clanes y Hamás pueden desembocar en una suerte de conflicto civil grave entre palestinos, que, sin un desarme verificable y un plan de reconstrucción social sobre el terreno, complicaría todo el proceso.
La eliminación del liderazgo político y militar de Hamás no ha marcado el fin de su influencia en Gaza, sino quizás, si no se toman medidas, veremos el comienzo de una nueva fase de fragmentación insurgente. Gaza puede convertirse en una compleja red de facciones guerrilleras locales y milicias autónomas, algunas compuestas por excombatientes de Hamás y otras surgidas de estructuras tribales o familiares.
No se debe infravalorar la presencia de milicias rivales a Hamás dentro de las zonas controladas por las FDI, algunas de las cuales parecen recibir apoyo tácito de Israel, teniendo como objetivo impedir que Hamás se reagrupe. Esto conlleva riesgos estratégicos a medio y largo plazo. Puede llevar al caos y violencia similar al colapso en Libia y Somalia: territorios sin soberanía efectiva, donde el poder se diluye en alianzas de milicias fluidas y cambiantes. Y será muy difícil y complicado que Hamás desaparezca totalmente.
A pesar de la fuerte presión militar y política y su debilidad, sigue profundamente arraigado en la sociedad y la ideología palestinas, para su desgracia. Lo más importante en este plan / proceso de paz es y será la educación, no sólo la transformación material y la reconstrucción. Se requiere transformar estructuras ideológicas, políticas y educativas, muy asentadas en una cultura de violencia y muerte.
Con respecto a un actor clave como Irán, no se le debe menospreciar, aunque su apoyo a Hezbolá y a Hamás haya tenido desastrosos resultados para esta nación islámica. La destrucción de las capacidades de ambos grupos terroristas y la victoria en los siete frentes ha provocado la debilidad del régimen iraní. Las tres principales amenazas de Irán – el programa de misiles, su capacidad nuclear y sus proxis regionales han resultado muy dañados, pero no totalmente destruidas. Irán va a intentar reconstruirlas con paciencia estratégica. Según «fuentes abiertas», parece que Irán ha comprado materiales químicos prohibidos a China para reconstruir su arsenal de misiles y quiere mantener su programa nuclear «para uso civil».
Y la respuesta de Israel a la amenaza iraní va a residir en el futuro en combinar la disuasión militar, con una estrecha cooperación de Estados Unidos y una coalición regional que incluya a Arabia Saudita y otros Estados de la zona. Israel también debe garantizar que cualquier futura negociación entre Estados Unidos e Irán aborde plenamente sus intereses vitales de seguridad: negativa absoluta al enriquecimiento de uranio por Irán y la prohibición de fabricación de misiles de largo alcance. Además, todos los acuerdos deben estar respaldados por una estricta inspección y supervisión tecnológica de la OIEA.
Con respecto a la necesidad de una estrategia creíble de Israel, en coordinación con EEUU, Israel transita en una encrucijada estratégica. El alivio inicial por la liberación de rehenes y el cese de hostilidades es solo un respiro temporal que no resuelve las cuestiones de fondo. El verdadero reto es garantizar que Hamás no convierta el proceso en una plataforma de supervivencia política y que Israel pueda recuperar parte de su legitimidad internacional.
Simultáneamente debe lograr la normalización de las relaciones con Arabia Saudita y formar una coalición contra Irán, junto con EEUU. Aunque de «cara a la galería» y en sus comunicados y declaraciones diplomáticas, una mayoría de países árabes musulmanes sunitas critiquen duramente a Israel, “nada es lo que parece» en Oriente Medio y estos países temen más a Irán, que a Israel.
Es necesaria la profundización en los Acuerdos de Abraham y la integración y desarrollo de todo el proceso de paz, conformando una coalición en Oriente Medio formada por Estados árabes moderados, dispuestos a normalizar las relaciones con Israel y cooperar en materia de defensa y desarrollo económico. Y la dependencia del respaldo estadounidense continuará siendo absoluta: sin la continuidad del compromiso de EEUU, cualquier esfuerzo se verá debilitado y, en el peor de los casos, Israel se verá forzado a recurrir nuevamente a la fuerza militar, con costos políticos y diplomáticos aún más altos.
La relación Netanyahu / Trump no está siendo fácil y puede influir en las relaciones EEUU / Israel. Con el ataque inesperado a Qatar, Trump parece haber perdido la paciencia con Netanyahu y ahora está impulsando una estrategia para Oriente Medio centrada «en Israel», en lugar de «con Israel». Y esto es muy peligroso a corto y medio plazo. Las prioridades del actual Gobierno norteamericano, sin olvidar su apoyo incondicional a Israel, parecen ahora centrarse cada vez más en la estabilidad regional con sus socios árabes. Mientras tanto, Israel está perdiendo apoyo dentro de Estados Unidos, particularmente entre las comunidades judías liberales que antes lo veían como un aliado con valores democráticos y morales compartidos; una percepción que ha cambiado significativamente.
En EEUU, se palpa la frustración con el actual gobierno israelí, lo que refuerza la percepción de que Israel carece de una estrategia coherente para la etapa posterior al conflicto y anima a Estados Unidos a reorientar su política en Oriente Medio, de manera que Israel quede cada vez más marginado como actor principal. Si no hay un golpe de timón en la estrategia política y militar del Gobierno en Tel Aviv, el marco del «nuevo Oriente Medio» podría desarrollarse sin Israel, a menos que sus políticas cambien.
Cabe el peligro de que Israel ya no se considere un activo estratégico vital. Los Estados árabes suníes que rodean a Israel, por poco democráticos que sean, han aprendido a jugar el juego de EEUU de manera efectiva y se benefician de las garantías de seguridad estadounidenses, que limitan la libertad de acción de Israel. Esto incluye países como Turquía, Qatar y Arabia Saudita.
Si antes había un «anillo de fuego» alrededor de Israel, en el futuro lo más grave sería un «anillo de aliados árabes moderados» como sustitución, la pérdida de influencia de Israel en Washington, y el establecimiento de una “Pax americana” con las manos atadas de Tel Aviv……Sería grave pero también puede ser posible en el futuro por la corta, ciega y torpe conciencia estratégica, diplomática y de información del gobierno de coalición de Netanyahu.
Desde una perspectiva regional, este escenario debilita la posición estratégica de Israel en un momento en que Estados Unidos y Arabia Saudita buscan redefinir un nuevo marco de seguridad regional basado en alianzas pragmáticas.
Con respecto a lograr la cohesión y resiliencia interna de la sociedad israelí, poco a poco la sociedad israelí precisa también curar, sanar sus heridas, tanto externas como internas. Ese «noveno frente», su frente interno, es de gran importancia. Como escuché hace poco, cuando dos judíos se juntan puede llegar a haber «tres» opiniones distintas. Aun así, deben volver a su unidad, a su cohesión, a su resistencia frente a la adversidad, protegiendo su Estado democrático de Derecho. El camino es largo y lleno de obstáculos para Israel, pero constituye la única ruta posible para que asegure su supervivencia y sus intereses vitales, recuperando a medio / largo plazo su lugar legítimo en el concierto de naciones. La seguridad es primordial para Israel, pero no se puede lograr únicamente mediante la fuerza. Solo una combinación acertada de poderío militar, un liderazgo responsable y una diplomacia pragmática puede garantizar el futuro de Israel.
La reconstrucción de dicha legitimidad internacional, el desarrollo de unas capacidades de comunicación creíbles frente a la propaganda y el fortalecimiento de alianzas regionales serán las condiciones indispensables, para que el proceso no se desmorone y para que un Israel fuerte y cohesionado pueda salir del aislamiento estratégico en el que se encuentra.
Posiblemente tendremos elecciones más pronto que tarde en Israel (junio o septiembre del año que viene), que son totalmente necesarias para oír la voz del pueblo judío, tras estos dos años de guerra. Ojalá y se impulsen, después de esas elecciones, políticas que fortalezcan la cohesión social de la sociedad judía dentro y fuera de Israel, que logren la restauración de la confianza pública en las instituciones estatales, todo ello para preservar el carácter judeo-democrático de Israel y su legitimidad regional. Naftali Bennet y su nuevo partido sube en las encuestas y se puede conformar un nuevo liderazgo, dejando fuera a Netanyahu y a los partidos ultraortodoxos. Y quizás esta nueva coalición pueda tener un aliado inesperado: Donald Trump. Las «espadas están en alto» y debemos estar atentos a nuevos acontecimientos y movimientos políticos en Israel. Salvando las distancias, Winston Churchill lideró a Gran Bretaña en la II GM, pero después … no fue reelegido.
Con seguridad, Israel dilucidará responsabilidades políticas, militares y del aparato de Inteligencia y recompondrá su cohesión y su tejido social. Pero lo más importante será intentar y decidir, entre dos visiones: un Estado judío, democrático y liberal frente a otro con la religión y el mesianismo en la vida política y pública. En estas partidas de ajedrez múltiples a la que se enfrenta Israel, quizás el promover el crecimiento económico y la integración con la región y el mundo, dentro de la difícil solución de los dos Estados a largo plazo, unido todo a una profunda ingeniería social nueva en el mundo palestino, basada en la educación y la tolerancia mutua y un posible cambio político en Israel, sean el único camino para lograr la paz en Oriente Medio.
Ojalá y sea así. Dios lo quiera.
