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Solo una de cada cinco mujeres trabaja en los países del mundo árabe

El Banco Mundial estima que la inserción laboral femenina aumentaría hasta un 30% el PIB per cápita en estas naciones

Solo una de cada cinco mujeres trabaja en los países del mundo árabe

Dos mujeres musulmanas trabajando. | Freepik

En una de las zonas con mayores desigualdades de género del planeta, la mayoría de las mujeres sigue sin acceso al empleo. Aunque ha habido algunos progresos en educación y formación, la presencia femenina en el mercado laboral de la región MENA —por las siglas en inglés de Oriente Próximo y norte de África— continúa siendo mínima. Un nuevo informe del Banco Mundial advierte de que esta exclusión no solo frena la igualdad, sino también el crecimiento económico.

Según el estudio El empleo y las mujeres. Talento desaprovechado y crecimiento pendiente, solo una de cada cinco mujeres en edad laboral participa hoy en la actividad económica del mundo árabe. El Banco Mundial estima que, si se eliminaran los obstáculos que impiden su plena incorporación, el PIB per cápita de todos estos países podría aumentar hasta un 30%. «Podemos alcanzar un crecimiento increíble. Si desaparecieran las restricciones que enfrentan las mujeres, las ganancias serían enormes», señaló Roberta Gatti, economista jefa del Banco Mundial para la región MENA, durante la presentación del informe en Rabat.

La investigación apunta que, pese a ciertos avances en educación y la creciente cualificación de las mujeres en los últimos años, el mercado laboral sigue siendo inaccesible para la mayoría. De cada 100 mujeres en edad de trabajar, apenas 20 tienen empleo o lo buscan activamente. Entre las causas, el informe cita la persistente brecha salarial, el alto coste del cuidado infantil y del hogar, y las normas sociales que aún penalizan el trabajo femenino.

El acoso sexual se mantiene como otro de los principales frenos. En Egipto, por ejemplo, un 63% de las mujeres reconoció sufrir acoso en espacios públicos, según una encuesta citada por el Banco Mundial. Estas condiciones, añade el organismo, limitan tanto las oportunidades personales como el potencial económico de los países.

El Banco Mundial prevé que la población en edad laboral de la región aumente en 220 millones de personas en los próximos 25 años —el segundo mayor crecimiento del mundo—, aunque advierte de que el ritmo de creación de empleo no está siendo suficiente para absorber este «dividendo demográfico». Para Gatti, la prioridad pasa por «crear empleos de calidad y dar mayor dinamismo al sector privado», con especial atención al papel que pueden desempeñar las mujeres formadas.

El informe también recoge ejemplos un tanto alentadores. Arabia Saudí, donde se ha modificado la percepción social del trabajo femenino, logró elevar la participación de las mujeres del 20% al 34% en una década, uno de los avances más rápidos a escala global. El Banco Mundial destaca igualmente progresos en Argelia, Túnez y Pakistán, aunque advierte de retrocesos o estancamientos en Egipto, Marruecos, Irán y Jordania.

En el plano económico, las previsiones del organismo para la región MENA apuntan a un crecimiento del 2,8% al acabar 2025 y del 3,3% en 2026. No obstante, el Banco Mundial subraya que sin una integración real de las mujeres en la economía, ese crecimiento seguirá por debajo de su verdadero potencial.

Apenas el 15% de las mujeres en Marruecos trabaja

El caso de Marruecos ilustra de forma clara las dificultades que persisten en la región MENA. Apenas el 15,3% de las marroquíes de 15 años o más están empleadas, frente al 60,7% de los hombres. Según los últimos datos de la oficina nacional de estadística del país vecino, la tasa de participación femenina en la fuerza laboral se sitúa en el 22,2%, mientras que entre los hombres alcanza el 92,1%. Las desigualdades son especialmente pronunciadas en las zonas rurales, donde solo el 17,5% de las mujeres tiene un puesto de trabajo, frente al 70,5% de los hombres. 

El nivel educativo tampoco garantiza la inserción laboral. Entre las mujeres con estudios superiores de entre 25 y 59 años, la participación es del 33,9%, frente al 92% de los hombres con el mismo nivel. Incluso entre las tituladas universitarias, solo el 30,1% trabaja, frente al 53,8% de los varones. El estado civil también influye en el acceso al empleo: las mujeres divorciadas son las más activas (41,3%), mientras que las viudas presentan la tasa más baja (9,4%). El desempleo femenino alcanza el 19,4%, frente al 11,6% entre los hombres, y una de cada tres mujeres desempleadas posee un título universitario, una proporción superior a la de los varones.

La brecha se amplía entre la juventud: el 35,1% de las mujeres jóvenes no estudia, no trabaja ni recibe formación, frente al 14,2% de los hombres. Casi un tercio de las mujeres vive sin ingresos propios, y la mayoría de las que sí trabajan lo hacen en sectores de baja productividad. El 46% están empleadas en la agricultura —a menudo sin contrato ni cobertura social— y cerca del 40% en el servicio doméstico o el comercio informal. Además, el salario medio femenino es un 21% inferior al de los hombres y solo el 13% de los puestos directivos están ocupados por mujeres.

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