The Objective
Enfoque global

¿Es el ocaso del chavismo en Venezuela?

El final del régimen de Nicolás Maduro parece estar cada vez más cerca

¿Es el ocaso del chavismo en Venezuela?

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. | Alexander Shcherbak (ZP)

Con Venezuela y el régimen chavista del dictador Maduro ocurre como con una larga enfermedad degenerativa terminal de un familiar o amigo entrañable; no hay una manera amable de anunciar el diagnóstico y anunciar la realidad imperante. No hay una manera sencilla de explicar la tragedia del pueblo venezolano y las estadísticas son brutales pero necesarias, durante el último año la moneda Bolívar se ha devaluado un 400% frente al dólar, durante el mismo periodo el Observatorio Financiero del país estima que el porcentaje de venezolanos que viven en la pobreza —menos de dos dólares al día— es el 86% de la población; el Fondo Monetario Internacional calcula que la inflación para finales de 2025 llegara al 270-290%, para el 2026 se estima una inflación del 600%. En otras palabras, la moneda venezolana dejara de existir en un futuro no muy lejano.

La pobreza es endémica; al cambio del mercado negro el salario mínimo que proporciona el régimen es de 60 centavos de dólar estadounidense ¡al mes! A raíz de la crisis crónica tras las pasadas elecciones fraudulentas del régimen en 2024 el gobierno ha vendido reservas de oro del banco central para ofrecer un bonus de 50 dólaresa las pensiones estatales, ahora un pensionista cobra 50 dólares más 60 centavos mensualmente. Las cartillas de abastecimiento subvencionadas por el gobierno solo cubren al 17% de la población pues son distribuidas solo a leales del régimen y solo garantiza, según el Programa Mundial de Alimentos, 850/950 calorías diarias —una persona necesita entre 1.400 y 2.500 calorías diarias según su actividad física—. El mercado negro esta estratosférico y solo sirve a la elite chavista y los extranjeros con divisas. Por ejemplo, un paquete de treinta huevos en Caracas cuesta según el FT 6,40 dólares. El arroz y los frijoles están a 4,80 y 7,30 dólares el kilo y la carne de pollo a 27-30 dólares.

Ya desde las crisis similares del 2013, 2016 y 2019 unos 7,5 u 8,5 millones de venezolanos huyeron a exiliarse y/o emigrar. En 2026 la Organización Internacional de Migración prevé un éxodo similar. Al contrario que la tiranía cubana, el régimen bolivariano no es una isla y las fronteras son permeables y extensas. 

Pero lo que ha comenzado en septiembre de este año no es otra crisis recurrente tras el «pucherazo» bolivariano en las elecciones de 2024. Los 18 ataques quirúrgicos de EEUU a lanchas en el Caribe con más de 90 muertos —los cuales se suponían transportaban droga a los EEUU— se han transformado en una campaña en toda regla para desestabilizar la tiranía en Caracas y con la llegada el 13 de noviembre a aguas del Mando Sur de EEUU del portaviones y su grupo aeronaval Gerald R. Ford se ha transformado en una ofensiva en toda regla de cambio de régimen. En los últimos dos meses el presidente Trump ha concentrado a una flotilla de más de una docena de barcos, incluido un submarino SSBN, en las aguas al norte de la costa venezolana y desplegado a más de 10.000 Infantes de Marina en la región (Puerto Rico). 

A su vez el secretario de la Guerra norteamericano Hegseth ha dado orden a los B-52 y B-1 de la Fuerza Aérea Estratégica de patrullar la costa venezolana y adoptar modo de actuación para neutralizar a los posibles «activos defensivos» de Caracas como radares de localización y baterías S-300 antiaéreas rusas, así como las bases de los anticuados 22 aparatos Sukhoi Su-30 y los F-16 de la Fuerza Aérea Venezolana (los pilotos están ya por los 50-60 años de edad y sufren de falta de entrenamiento y mantenimiento crónico)  y la paradoja de los 22 navíos de la Marina venezolana desplegados en la Isla Orcasita con su contingente de 2.500 marines, curiosamente lejos de Caracas posiblemente para no tentar opciones bonapartistas. 

Por último, el pasado 17 de octubre Trump dio la «luz verde» a la CIA para «operaciones de desestabilización» dentro de territorio venezolano. En este contexto conviene resaltar la envolvente purga y caza de brujas de Maduro a sus FFAA con Foro Penal, una ONG pro derechos humanos indicando que de los 866 presos políticos arrestados desde septiembre 171 son oficiales de las FFAA. La paranoia desestabilizadora es clave en este juego de tensión psicológica para la elite bolivariana, tentando a la elite a apostar agónicamente entre una defensa numantina del Caudillo Maduro o trasladar su lealtad a un nuevo líder o lideresa.  

Estas medidas denotan un cambio radical en la política de la Administración Trump con respecto al régimen de Maduro. Desde su toma de posesión en enero el gabinete Trump se encontraba dividido en dos facciones sobre cómo atajar el «problema de Venezuela». Por una parte; el secretario de Estado, Marco Rubio, apostaba por un cambio de régimen en Caracas, preferiblemente pacífico y autónomo, pero sin descartar una intervención exterior como en Granada 1983 y/o Panama en 1989. Por otra parte, una facción liderada por su Enviado Especial para Latinoamérica, Richard Grenell, abogaba por una solución negociada y una transición del régimen de la órbita ruso-china-iraní-cubana exterior hacia la nueva «Doctrina Monroe trumpiana» que tan buenos resultados han dado en el Canal de Panamá, expulsó la participación china —y Groenlandia— garantizando acceso a tierras raras e inversión danesa y modernización de la antigua base de Thule ahora Fittuvik.

Durante los primeros seis meses los negociadores de Grenell lideraron los esfuerzos y se reunieron repetidas veces con representantes del régimen y llegaron a acuerdos que incluían que la multinacional Chevron explotara hidrocarburos en el delta del Orinoco, con el grupo Bechtel con prospecciones mineras y con refinerías de purificación de tierras raras y además Caracas acepto repatriación de compatriotas venezolanos expulsados de EEUU con vuelos pertinentes. Todo parecía ir hacia una «reconciliación» Washington-Caracas para alcanzar un «modus vivendi» aceptable para ambos mandatarios.

Pero a mediados de julio de 2025 el aumento exponencial de las actividades y violencia de las paramilitares mafias de narcotraficantes de Tren de Aragua y Cartel de los Soles, y sus arengas desafiantes contra las fuerzas de seguridad de EE.UU. provocaron la ira de las bases MAGA de Trump y sobre todo el temor a que si no se ataja el «problema de los carteles y el narcotráfico de raíz» se crea un precedente letal para todo el continente americano, sobre todo en México, Colombia, Perú y Centroamérica. Más aun, en agosto Trump declaro a los dos grupos «terroristas y encabezados por el régimen de Maduro» y doblo la recompensa por la cabeza del dictador venezolano de US25 millones a US50 millones. A la vez Washington subraya que el mandato de Maduro es ilegitimo pues perdió las elecciones de 2024 y se niega a validar el resultado de las urnas con la victoria de la oposición bajo la Sra. Machado. Que la Academia noruega concediera de Premio Nobel de la Paz a la lideresa de la oposición que gano las elecciones fue como dicen en repostería «la guinda que culmina la tarta» de la causa contra la tiranía bolivariana a ojos de Trump.      

Así, tras los dudosos resultados de los esfuerzos de Trump en 2025 de acabar con las guerras de Ucrania y Gaza y los rumores de descontento de sus bases de EEUU al acusarle de que dedicaba demasiado tiempo «a asuntos foráneos» y no se concentraba en los problemas de «América Primero» parece dispuesto a tomar la iniciativa. También la seductora imagen para Trump de un justiciero que «dispara primero y pregunta después», al más estilo Clint Eastwood, motiva a su base MAGA y es, como decía Steve Bannon, «la razón por la que fue elegido presidente» decantó el fin de la vía negociadora de Grenfell y dio luz verde a la estrategia maximalista de Rubio. Solo hay una condición al desarrollo de esta opción, bajo ningún concepto Trump ni su base tolerarían que EEUU se implicara en una operación terrestre convencional de larga duración como las de Irak y Afganistán a principios del siglo XXI. Al margen de esto todas las demás opciones están sobre la mesa.    

El resultado es una estrategia a todas luces sin definir en su concreción y desarrollo, pero con un objetivo claro; acabar con el régimen de Maduro. La ambigüedad e inestabilidad son los pilares del manual de negociación y actuación «Art of the Deal» de Donald J. Trump han sido la norma desde que comenzó su segundo mandato presidencial. Así pues, desde hace ya semanas, mientras la flotilla EEUU sigue hundiendo lanchas de narcos en aguas del Caribe y amenazan con operaciones aéreas y terrestres en territorio venezolano, el régimen bolivariano se agrieta y muestra su vertiente más populista y patriótica para una defensa numantina de «su Caudillo» anunciando movilizaciones generales, despliegues propagandísticos y apelando a sus aliados ruso-chino-persas-cubanos para asistencia contra «el imperialismo yanqui» a la vieja usanza de la Guerra Fría. 

La realidad es otra; tras deserciones masivas, movilizaciones fallidas, despliegues de armas obsoletas, y tímidas e ineficaces respuestas de «sus aliados», la debilidad y vulnerabilidad del régimen de Maduro es evidente y su aparato de defensa y seguridad no está preparado para afrontar una amenaza externa en serio de un vecino como Colombia y/o Brasil y menos aún de los EEUU. 

La razón es simple y tozuda; como toda dictadura totalitaria inspirada en las experiencias iraní, cubana, rusa y china, su sistema de defensa, seguridad e inteligencia, principalmente el DGCIM de contrainteligencia militar bajo el implacable Diosdado Cabello, está enfocado a «amenazas internas» ya sea atajar «grupos subversivos nativos y/o disidentes políticos, adversarios sociales y enemigos ideológicos del país» y/o «iniciativas bonapartistas de las FFAA locales» lo que explica la fortaleza de las unidades pretorianas venezolanas de protección a Maduro y su entorno mayormente inspiradas en la Guardia Republicana Quds iraní a expensas de la debilidad del Ejército, Marina y Fuerza Aérea regular y la subcontratación de la seguridad presidencial a los servicios de inteligencia cubanos y persas con lealtad al régimen y no al pueblo venezolano. Si se añade el apoyo logístico ruso y la falta de empatía del mandatario Bolivariano con su pueblo se puede prever un desarrollo binario de los acontecimientos en el cual una solución de transición negociada es poco probable por no decir imposible.

Ahora nos encontramos ante un panorama complejo y complicado. Descartando que Trump se aburra y decida prestar su atención a otra parte del planeta existen tres escenarios posibles;

  1. La opción persa. Un ataque limitado de EEUU con misiles y drones a objetivos militares en Venezuela y en el exterior asociados con el tráfico de drogas y los carteles de Tren de Aragua y Cartel de los Soles. Tras una debilitación del régimen, Trump declara victoria y más o menos deja las cosas como están dejando abierta otra intervención en el futuro, desquiciando al dictador Maduro. Este es el escenario más probable, quizás con entre un 50-60%.
  1. La opción libia. Una operación quirúrgica de «decapitación del régimen» con un secuestro, captura de Maduro y su entorno o su asesinato por fuerzas especiales y servicios encubiertos con apoyo local y de hombres verdes in situ, que pondrían a otro «hombre fuerte» al mando y quizás una guerra civil entre facciones e intereses sectoriales bolivarianas entre sí, y/o con grupos de oposición y el añadido bandas armadas paramilitares. Un escenario probable con un 30-40%, y finalmente,
  1. La opción panameña o iraquí (Nota: Panameña si tiene éxito, Iraquí si fracasa). Una invasión en toda regla extensa en su dimensión, pero limitada en el tiempo como la de Panamá en 1989 con el objetivo de capturar a Maduro como a Manuel Noriega y a Sadam Hussein e instalar un nuevo régimen. Todo con un alto riesgo de arriesgarse a una larga ocupación y la posibilidad de una guerra de contrainsurgencia larga y costosa. Un escenario muy poco probable pero no descartable, quizás un 5-15% 

Vayamos por partes, en el primer escenario se tendrían que degradar las defensas aéreas venezolanas, que incluyen plataformas de la época soviética Pechora, Buk, y misiles tierra-aire S-300 y posiblemente S-400. Maduro ha presumido de haber distribuido ya 5.000 misiles con lanzadores rusos al hombro Igla. Estos misiles y sus lanzadores Igla son prácticamente irrelevantes ante una ofensiva aérea de EEUU pues tienen un alcance muy corto y solo serian una amenaza marginal a helicópteros de baja altura y drones lentos. La cifra de 5.000 misiles es muy cuestionable y fuentes de SIPRI y IISS dan una cifra más cercana a 1.000-1.500 con una efectividad dudosa pues sufren un mantenimiento muy deteriorado. Es la opción más sencilla.

El segundo escenario, una operación de secuestro y/o eliminación de Maduro y su cuadrilla supondría infiltrase en la extensa base militar de Fuerte Tiuna en Caracas donde aparentemente Maduro y su protección pasan últimamente la mayor parte del tiempo. Seguramente participara en la operación el buque especial MV Ocean Trader, que puede transportar fuerzas especiales y sus helicópteros Nightbird, los mismos utilizados para extraer a Osama Bin Laden en el 2011 en Abottabad, Pakistán. La misión tendría que neutralizar el C3I de Caracas y las unidades pretorianas del régimen concentradas en la capital en el Fuerte Tiuna y los complejos de Miraflores, así como el aeropuerto y helipuertos adyacentes con sus arterias de comunicación, depósitos de fuel, despliegues de baterías tierra aire y almacenes de munición y equipo acorazado. Fuera de Caracas la capacidad de las fuerzas armadas venezolanas es marginal pues están con un 30-40% de personal y muy degradadas de material.

El mayor obstáculo y factor contra el éxito de esta misión es el extenso contingente de «protección personal» de guardaespaldas cubanos del presidente Maduro y su entorno. Últimamente reforzados de 250 a unos 400 efectivos y al parecer con un cuerpo de «expertos» del Quds iranies según fuentes locales. Optar por esta opción sería muy arriesgado pues la posibilidad de que EEUU sufra un número de bajas elevado, es decir más de 15-25, es muy real, lo cual sería políticamente complicado para Trump.  

Por último, el tercer escenario de una invasión en toda regla tendría enfrente a un ejército venezolano nominal de unos 120.000 efectivos y una «reserva nacional» de unos 6 a 8 millones. La realidad es más precaria y el número de efectivos mal pertrechados y poco motivados se acerca a unos más o menos 70.000, presumiblemente tras numerosas deserciones de unos 35.000 a 50.000 soldados, recordemos que su salario son US30 al mes y algunos han vendido su equipo para poder simplemente comer. La reserva nacional está motivada y ha sido útil como propaganda del régimen, pero son bandas desorganizadas de civiles y grupos paramilitares acostumbrados a amedrentar a la una oposición de civiles con machetes y pistolas, quizás algún RPG o AK-47 no suficiente para enfrentarse a una formación militar seria, solo sería «carne de cañón» en un enfrentamiento con un ejército profesional. Lo más probable es que ante una invasión el ejército y la reserva se disuelvan como un azucarillo en el agua como el ejercito panameño en el 1989 o el iraquí de Sadam Hussein en el 2003.

El siguiente paso es crucial en esta crisis y conviene tener en cuenta dos lecciones que nos ofrece la historia reciente; uno, las revoluciones y transiciones democráticas suelen tener éxito cuando surgen del propio estado, son nativas y no impuestas por potencias externas que restan legitimidad al proceso; y dos, las intervenciones militares y la proyección de fuerza suele estar llenas de buenas intenciones pero resultar en consecuencias imprevistas y a menudo añadir más problemas de los que resuelve. La historia reciente está plagada de ejemplos que ilustran estas dos lecciones, desde las guerras napoleónicas hasta antes de ayer mismo en el desierto de Darfur y las riberas del Níger en Bamako. La cautela es sabia consejera.    

El momento para Venezuela es definitorio para aclarar el orden geopolítico de la región del Caribe, el continente americano y quizás global. ¿Estamos ante una nueva Doctrina Monroe y un reparto global de esferas de influencia? ¿Se ésta consolidando una nueva forma de ejercer el poder en las relaciones internacionales? ¿Vamos hacia un orden pre-Westphaliano donde la soberanía de los estados ya no es la base de la sociedad internacional? Con los conflictos activos de Ucrania y Oriente Medio, así como con el contencioso de Taiwán esta crisis de Venezuela tiene el potencial de convertirse en el cuarto vértice que sostendrá el orden definitorio de este convulso siglo XXI.

Andrew Smith Serrano es analista del Centro para el Bien Común Global de la Universidad Francisco de Vitoria

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