'Caveat Epstein': ¿el escándalo que hará caer a Trump?
«Los archivos de Epstein y una serie de divisiones internas están comenzando a triturar la unidad de la derecha»

Jeffrey Epstein y Donald Trump.
La extrema derecha de los Estados Unidos lleva muchos años cultivando una extraña obsesión con la pedofilia. Durante la campaña presidencial de 2016, el blog de 4Chan de uno de los rincones más oscuro de la web, difundió la teoría de que el Partido Demócrata estaba dirigido por una red secreta de pedófilos que se aprovechaban y prostituían a niños pequeños. Según ese delirio, la líder del ring era Hillary Cinton, que operaba desde la pizzería Comet Ping Pong en Washington; procurando niños para los ricos y poderosos, que hacían sus pedidos mediante un código secreto. Por ejemplo, «uno pequeño con piña y salchicha» podría ser un pedido para un niño polinesio muy joven.
En diciembre de 2016, Edgar Maddison Welch, de 28 años, condujo desde Carolina del Norte a Washington y disparó tres tiros con su rifle semiautomático AR15 contra el restaurante. Esperaba destruir la red de pedofilia de la pizza y salvar vidas jóvenes. Nadie resultó herido. Tras su detención, se le demostró que no había ninguna red de pedofilia en la pizzería Comet Ping Pong. Welch declaró que simplemente se había «equivocado de dirección».
La obsesión por la pedofilia creció durante Trump 1.0, popularizada por Q-Anon, otro blog de la dark web. En la versión actualizada, todo el Gobierno y la sociedad estaban dirigidos por una elite liberal y secreta de pedófilos (también conocida como el Estado Profundo), contra la que Donald Trump libraba una guerra clandestina. Esto se convirtió en un artículo de fe para muchos, quizás la mayoría, del movimiento Make America Great Again de Trump. ¿El tipo que llevaba un casco vikingo con cuernos en la turba que invadió el Capitolio el 6 de enero? Era seguidor de QAnon.
Del delirio conspiratorio a la vida real
La historia de Jeffrey Epstein, el turbio gestor de fondos multimillonario de Nueva York cuyo modelo de negocio incluía orgías y conseguir mujeres jóvenes para los ricos y poderosos, se entreteje tan claramente con la conspiración que es imposible separarlas.
Ahora sabemos más sobre las actividades de Epstein. Su red era amplia. Con fiestas fastuosas y generosas donaciones, se infiltró en lo más alto de la sociedad de Nueva York, Palm Beach y varios países. Socializó con los Clinton, Lawrence Summers y el súper abogado Alan Dershowitz. Póstumamente provocó la caída del expríncipe Andrés, despojado de sus títulos reales. Su cómplice, Ghislaine Maxwell, hija del notorio magnate de la prensa británica y presunto agente del Mossad Robert Maxwell, está en prisión en los Estados Unidos, condenada por tráfico de menores de edad.
Más llamativa aún fue la muerte de Epstein. En julio de 2019, durante el mandato Trump 1.0, Epstein fue detenido por tráfico sexual de menores. Un mes después, murió, oficialmente por suicidio, en una celda federal, ahorcándose con una sábana, pese a estar bajo vigilancia anti-suicidio.
La relación personal entre Trump y Epstein se remonta a mucho tiempo atrás, cosa que se sabe también desde hace mucho tiempo. Como dos millonarios libertinos que se aprovecharon de las debilidades de los demás, no debería ser una sorpresa que se sintieran afines. En 2002, Trump declaró a la revista New York que conocía a Epstein desde hacía 15 años. «Un tipo fantástico», dijo Trump según la revista. «Es muy divertido estar con él. Incluso se dice que le gustan las mujeres hermosas tanto como a mí, y a muchos en el lado más joven. No hay duda al respecto, disfruta de su vida social».
Trump y Epstein: personajes afines
Hay muchas fotos de los dos juntos. Trump firmó una dedicatoria al libro del 50 cumpleaños de Epstein en 2002. Se ha informado ampliamente de que Epstein le presentó a Trump a su tercera esposa, en aquellos tiempos una modelo en Nueva York, hoy en día la primera dama Melania Trump.
La relación se rompió supuestamente por un negocio inmobiliario en Palm Beach en 2004. Ambos pujaban por una mansión frente al mar llamada Maison de l’Amitie. Epstein afirmó que le había enseñado primero la propiedad a Trump para obtener su opinión, y luego Trump procedió a superar la oferta de Epstein, comprando la propiedad por 41 millones de dólares. Trump vendió la propiedad a un oligarca ruso cuatro años después por 97 millones de dólares, provocando sospechas de que se trataba de una operación de blanqueo de capitales.
Poco después, Epstein entró en negociaciones con el fiscal federal para el sur de Florida, Alex Acosta, para evitar ser imputado por mantener relaciones sexuales con menores. A pesar de tener un caso sólido, Acosta se conformó con lo que se consideraron términos extraordinariamente indulgentes. Epstein cumplió condena, sí, pero con permiso diario para «trabajar» fuera de la cárcel. Acosta se convirtió en el primer secretario de Trabajo de Trump. Acosta dijo más tarde que otros en el Gobierno le habían pedido que fuera indulgente con Epstein, haciéndole creer que era un colaborador de los servicios de inteligencia.
El dardo de Elon Musk
Con Trump 2.0, Epstein volvió a estallar en junio de 2025, cuando Elon Musk disparó un tiro de despedida a Trump al abandonar la Casa Blanca: «Trump está en los archivos de Epstein. Esa es la verdadera razón por la que no se han hecho públicos», dijo Musk en X.
Durante su campaña de 2024, Trump había prometido la publicación de los resultados de la investigación del Gobierno sobre Epstein, un caso importante para sus seguidores con mentalidad conspirativa y obsesionados con la pedofilia. Insinuó que los archivos de Epstein dañarían a muchas personas poderosas. Su fiscal general, Pam Bondi, había dicho que los archivos estaban en su escritorio mientras la agencia los revisaba para su publicación. Los medios informaron que el director del FBI, Kash Patel, había reasignado a cientos de agentes de sus funciones habituales a revisar los archivos de Epstein.
Sin embargo, no se sacaron los archivos a luz pública. En cambio, Trump, Bondi y el Departamento de Justicia, Patel y otros miembros de la administracion, cambiaron de tono y dijeron que no había nueva información de interés en los archivos. En lugar de publicarse, se bloqueó durante meses su divulgación.
Sorprendentemente, el escándalo no ha desaparecido desde entonces. Digo sorprendentemente porque Donald Trump parece salir indemne de casi todo. Sorprendente porque sus seguidores suelen alinearse disciplinadamente cuando les proporciona «hechos alternativos», sin importar cuán divorciados estén de la realidad. Sorprendente porque casi siempre consigue desviar la atención con algún otro acto o declaración estridente o escandaloso.
Desde la publicación de Musk en X en junio, además de su dieta diaria habitual de interrupción y grandilocuencia, el Gobierno de Trump ha bombardeado Irán, ha bombardeado ilegalmente embarcaciones en las costas venezolanas, ha celebrado una reunión humillante y fracasada con Vladimir Putin, ha negociado un alto el fuego en Gaza, ha rectificado dos veces su política hacia Ucrania, ha demolido el ala este de la Casa Blanca para construitr un salón de baile kitsch, ha desplegado tropas de la guardia nacional en Chicago, Washington, DC y otras ciudades, ha vuelto a retomarla guerra comercial con China antes de pactar una tregua y ha presidido un cierre del Gobierno por un récord 43 días.
En cada episodio, no faltó quien dijera: «Esto pretende desviar la atención del caso Epstein».
En el caso del cierre del Estado, el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, pudo evitar una votación sobre la publicación de los archivos completos de Epstein suspendiendo la sesión del Congreso y enviando a los miembros a casa. Evitó con éxito juramentar a una nueva representante de Arizona, la demócrata Adelita Grilalva, cuyo voto habría dado mayoría a los partidarios de la publicación.
Un primer diluvio de materiales Epstein
La semana pasada, en el primer día de sesión del Congreso, los demócratas publicaron tres correos electrónicos que parecían vincular directamente a Trump con Epstein. Los republicanos siguieron poco después al publicar unos 20.000 documentos que el Comité de Supervisión de la Cámara ya poseía de la herencia de Epstein.
Aún están por venir las votaciones en la Cámara y el Senado que piden al Departamento de Justicia que publique los resultados de su investigación sobre Epstein. A pesar de las diatribas airadas y las amenazas de venganza de Trump, un número suficiente de republicanos se mostraron listos para unirse a los demócratas para aprobar la medida de divulgación.
¿Trump está tirando la toalla?
Después de oponerse tajantemente a su publicación durante meses, esta semana Trump parece haberse tirado la toalla y ahora dice que apoya la divulgación de los archivos en manos del Departamento de Justicia. Es posible que después de casi un año en manos de su séquito en el Departamento se hayan redactado suficientemente para poder publicarse sin ningún riesgo para Trump. Es posible que, después de perder el apoyo de tantos republicanos, se dio cuenta que había que rendirse.
A estas alturas, sin embargo, es difícil imaginar qué podría haber en los archivos aún por publicar que pudiera derribar a Trump. ¿Una fotografía de él con una joven claramente menor de edad? ¿El correo que ya salió a la luz sugiriendo que Trump cometió un acto homosexual? Dado lo que ya sabemos sobre el personaje, y lo que se sabe de su relación con Epstein, es difícil imaginar que eso en sí mismo infligiría un daño mortal.
Pero la profundidad y el alcance de este escándalo infligirán daño. Cualquier persona decente se horrorizará si Trump está vinculado directamente a los entretenimientos más depravados de Epstein. La base MAGA obsesionada con la pedofilia sufriría devastación y se sentiría traicionada. Más detalles perturbadores seguirán apareciendo. Crecerán las fracturas entre los republicanos electos, donde ya se perciben deserciones clave.
Aparecen los brotes de una oposición
Además, MAGA y la coalición más amplia de Trump están comenzando a fracturarse por una variedad de temas, incluida la reaccion al antisemitismo y el sentimiento pro-nazi en sus filas; las redadas y detenciones de personas de color –incluidos ciudadanos estadounidenses– por parte de agentes encapuchados bajo sospecha de que pueden ser inmigrantes ilegales; incluso preocupaciones sobre el socavamiento del estado de derecho y el uso partidista del Departamento de Justicia, la corrupción en la Casa Blanca.
Si agregamos a estas preocupaciones el costo de la vida –el tema más importante para la mayoría de los votantes– la incertidumbre económica causada por las políticas comerciales erráticas de Trump y el caos general, puede surgir algo parecido a una oposición a la administración actual.
La mayoría de los republicanos en el Congreso saben desde hace mucho tiempo que su obsequioso silencio ante Trump favorece su deriva autoritaria. Tal vez este escándalo, tan turbio como inverosímil, los proporcione al fin las agallas para defender lo que saben que es correcto.
