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Los amigos de Donald Trump

El presidente de Siria, antes yihadista, y el príncipe heredero saudí son recibidos con honores en la Casa Blanca

Los amigos de Donald Trump

El príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed Bin Salmán, recibe a Donald Trump en Riad. | Saudi Press Agency (Xinhua News)

Mata a todos los soldados norteamericanos que quieras y puedas en Irak y también en tus veinte años dedicado al terrorismo bajo el paraguas de Al Qaeda, aunque eso te cueste estar detenido por los estadounidenses durante seis años; anda con ojo, porque EEUU pone luego precio —diez millones de dólares— a tu cabeza.

Pero luego ten la habilidad y la capacidad de liderar a los grupos opositores que logran derrocar en 2024 la dictadura de Bashar al-Asad en Siria y el buen criterio de dejar de llamarte Abu Mohammad al-Julani para pasar a ser Ahmed al-Sharaa. Lo pasado, pasado está: en mayo de este año Donald Trump anula la recompensa prometida, suspende las viejas sanciones sobre Damasco y te recibe en la Casa Blanca.

Fue el principio de una buena amistad que no ha hecho más que crecer con el fértil estímulo del dinero. De nuevo hace unos días, Trump te ha acogido en la Casa Blanca como si fuerais amigos de toda la vida. Ahora eres el tipo que va a reconstruir Siria con unos contratos que el Banco Mundial calcula que alcanzarán entre 200.000 y 345.000 millones de dólares.

Enhorabuena, Ahmed al-Sharaa, has encontrado a tu alma gemela, Donald Trump, que con ese horizonte en la cabeza —el dinero aclara la geopolítica— es el hombre más comprensivo del mundo a la hora de revisar tu currículo: «¿Dice la gente que ha tenido un pasado difícil? Todos hemos tenido pasados difíciles. Me cae bien, me llevo bien con él».

Tiene razón, quién no ha tenido un pasado difícil. Él, sin ir más lejos, y quizá sepamos algo más de los buenos viejos y alocados tiempos de sus andanzas con el delincuente sexual Jeffrey Epstein ahora que los republicanos no han tenido más remedio que ceder a la presión y el Congreso ha autorizado el proyecto de ley que permitirá la publicación de los archivos de investigación del caso. Llevarse bien con dictadores es también marca de la casa: ahí tenemos —con altibajos— la relación con Putin y con Xi Jinping y los elogios al norcoreano Kim Jong-Un.

Así que enhorabuena, Ahmed al-Sharaa. No sabemos si a los sirios les irá bien —ojalá, porque la dictadura de los Assad empezó en 1963— con la reconstrucción, y tampoco si los estadounidenses sacarán algo en limpio, pero el dinero va a correr a raudales, y la Organización Trump sabe cómo orquestar estas maniobras.

Una buena prueba de ello ha sido, esta semana, otra interesante visita a la Casa Blanca, la del príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman, la segunda después de su histórico viaje de 2018. De nuevo el poderoso efecto de los negocios (inversiones saudíes de hasta un billón de dólares y acceso a tecnología estadounidense), pero también la alianza frente a Pekín, el control sobre Irán y la tregua en Oriente Medio. Mucha agenda, así que el saudí —homenajeado además con una cema de gala— recibió el cariño de Trump cuando lo necesitó.

Una periodista de la cadena de televisión ABC, Mary Bruce, le preguntó a Trump si veía apropiado que su familia hiciera negocios en Arabia Saudí mientras él era presidente. Antes de que pudiera contestar, la periodista se dirigió a Bin Salman: «Alteza Real, los servicios de inteligencia estadounidenses han llegado a la conclusión de que usted orquestó el brutal asesinato de un periodista. Las familias de las víctimas del 11-S están furiosas por su presencia aquí, en el Despacho Oval. ¿Por qué deberían confiar en usted los estadounidenses? Y lo mismo le digo a usted, señor presidente».

Trump, furioso, dijo que Bin Salman no sabía nada del asesinato de Jamal Khashoggi, periodista del Washington Post y ciudadano saudí, y añadió que el príncipe heredero ha hecho «cosas increíbles en derechos humanos», aunque no dio más detalles. Podía haberse quedado ahí, pero añadió que Khashoggi era «extremadamente polémico» que «no gustaba a mucha gente». Bin Salman se limitó a decir que su muerte fue «dolorosa, y un gran error», y que hubo una investigación. Trump también aseguró que él no tiene nada que ver con los negocios familiares, negocios que dirige su hijo y que, entre otras muchas cosas, tienen importantes intereses en proyectos inmobiliarios en Arabia Saudí.  

Normal, entonces, en su código de comportamiento, que Trump descargara entonces su furia contra la periodista, a la que preguntó de qué medio era. Al saberlo, dijo que ABC es «fake news», y que ella es «una de las peores corresponsales del Ala Oeste de la Casa Blanca».

Un día más en el despacho. En el Despacho Oval.

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