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Internacional

Ucrania: plan de rendición, plan de paz

Los 28 puntos inspirados por Moscú dejan claro lo que Europa tiene que hacer… Otra cosa es que sea capaz

Ucrania: plan de rendición, plan de paz

El presidente de Ucrania, Volidímir Zelenski.

Hay algo peor que querer ser intermediario en una guerra y presentar un mal plan de paz, y es no darse cuenta —¿o sí?— de que ese plan ha sido elaborado por una de las partes. Por suerte para Washington, estamos en plena era del «y a mí qué me importa». Ese estado mental no conoce fronteras: ampara tanto la embarazosa obviedad de que los 28 puntos del plan estadounidense para Ucrania se han redactado en Moscú como los aspavientos de ignorancia —¿o no?— sobre la separación de poderes en España y el espectáculo de los que se rasgan las vestiduras para tratar de disimular el ataque contra los jueces.

En nombre del realismo y del pragmatismo, la Casa Blanca dio a conocer la semana pasada un supuesto plan de paz de 28 puntos según el cual Ucrania debería aceptar la partición de su territorio y asumir el recorte permanente de sus fuerzas armadas y el veto ruso a su entrada en la OTAN y la UE. ¿Exigencias a Rusia? Cero.

Durante el fin de semana, los europeos, escandalizados y alarmados por la mano directa del Kremlin en la redacción del plan y por lo que implica de rendición para Ucrania, elaboraron una alternativa que la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, calificó de «base sólida» para avanzar. El borrador de la UE —y el Reino Unido— dice que «no se puede lograr una paz justa y duradera cediendo ante el agresor» y que cualquier acuerdo tiene que «basarse en el derecho internacional y respetar la integridad territorial, la independencia y la soberanía de Ucrania».

Sorpresa: la intervención de los europeos —dejados de lado por la Casa Blanca, cuando de lo que se discute es de una guerra en Europa— no gustó nada a Rusia. Aun así, el presidente Volodímir Zelenski dijo este lunes que funcionarios estadounidenses y ucranianos se han puesto de acuerdo sobre un texto que recoge algunas de las preocupaciones de Ucrania, aunque hay muchas otras que necesitan aclaraciones.

La posición rusa es clara, y no merece la pena detenerse mucho en ella: después de la invasión de hace casi cuatro años y de una guerra despiadada en la que se incluyen secuestros masivos de niños ucranianos para rusificarlos y bombardeos con misiles y drones sobre hospitales, guarderías y edificios civiles, lo que Putin pretende es mantener los territorios ocupados en el Donetsk, el este del país y, sobre todo, vetar la aspiración de Ucrania de ser un país libre y soberano que mira hacia la Unión Europea y la Alianza Atlántica como objetivos de bienestar, seguridad y libertad.

La posición estadounidense es lamentable, aunque esto tampoco es una sorpresa. Dependiendo del día de la semana, Trump sonríe o hace mohínes a Putin; le trata como si fuera un líder normal o finge que se enfada y le amenaza con un castigo. En su manera de hacer las cosas, no tiene reparos en difundir la realidad alternativa que mueve todas sus acciones ni en decir estupideces de este calibre, refiriéndose a Zelenski: «Siempre está buscando comprar misiles. Mira, cuando empiezas una guerra, tienes que saber que puedes ganarla. No empiezas una guerra contra alguien que te supera veinte veces en tamaño y luego esperas que la gente te dé misiles».

No hace falta ser europeo —aunque, asombrosamente, hay europeos que están a favor de Trump y, por tanto, de Putin, en este asunto— para denunciar la gravedad de esta posición. Mike Pompeo, que fue director de la CIA y secretario de Estado en el primer Gobierno de Trump, es rotundo: «Cualquier supuesto acuerdo de paz que limite la capacidad de Ucrania para defenderse se parecería más a una rendición. Putin, y todos los posibles agresores del mundo, se envalentonarán, la seguridad europea correrá un peligro aún mayor y los intereses fundamentales de Estados Unidos se verán afectados». Otro conservador indudable, Mike Pence, que fue vicepresidente con Trump, no se queda atrás:«Putin no se detendrá hasta que se le detenga. Aislar económicamente a Rusia con duras sanciones secundarias podría ser la clave para negociar una paz justa y duradera en Ucrania».

Esta desquiciada Casa Blanca no escucha esas voces en EEUU, ignora a los ucranianos, desprecia a los europeos y trata de acomodarse con los rusos. El panorama es negro. La declaración de Europa está muy bien, pero, como señala el activista ruso Garry Kaspárov, «Europa domina el arte de las buenas declaraciones: el problema sigue siendo convertirlas en acciones». Rusia tiene el respaldo de China —feliz con esta cuña que divide al Atlántico— y cuenta con el apoyo material de Corea del Norte e Irán.

Ucrania lo tiene difícil. «El objetivo de Rusia no es el territorio ni las fuerzas armadas. El objetivo somos nosotros, la sociedad. Nos quieren matar». Este es el mensaje que hace unos días han traído a España un grupo de jóvenes periodistas ucranianos y que se pudo escuchar en un encuentro organizado por la Fundación Civismo en Madrid. «Ucrania nunca aceptará un plan de paz en el que no haya participado. Nuestra única opción es luchar, pero no sabemos cuánto podremos aguantar. Venimos a pedirles su ayuda».

La buena voluntad europea es insuficiente. El apoyo económico y militar, que es muy importante, es insuficiente. Después de casi cuatro años de guerra, las armas no llegan como deberían al frente ucraniano, y tampoco la UE se atreve a confiscar los activos rusos congelados por las sanciones y emplearlos para reconstruir Ucrania. «Las declaraciones no disuadirán a Rusia», recuerda Kaspárov, que conoce bien el Kremlin. Y los periodistas ucranianos nos lo repiten: «No es una guerra para conquistar territorios, que también. Es una guerra contra los valores europeos, contra la libertad».

Nos gusta decir que el futuro de Europa depende de esta guerra, pero estamos cansados de ella, y eso que está lejos -aunque no de polacos y bálticos- y a nosotros no nos cambia la vida. Distraídos con corrupciones y picarescas, pasaremos de la flotilla de Gaza a la espada de Damocles sobre el dictador venezolano sin acordarnos ya de Ucrania. Por eso es a la vez desolador y estimulante —si sirve para algo su lucha— escuchar a estos jóvenes periodistas cuando dicen que el sentimiento que prevalece en la castigada sociedad ucraniana es el de la esperanza.

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