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La economía de Venezuela empeora en medio de tambores de guerra

«En lo que va de año, el tipo de cambio ha subido 386%, es decir, un dólar vale casi cuatro veces más que el 2 de enero»

La economía de Venezuela empeora en medio de tambores de guerra

Nicolás Maduro. - Archivo | Meng Yifei (Europa Press)

Lo que pase con la economía de Venezuela en 2026 dependerá del desenlace de un conflicto sordo entre el régimen de Nicolás Maduro y el de Donald Trump. Pero las predicciones sobre los avatares de indicadores básicos como crecimiento, inflación y devaluación en cualquier caso ya marchan por terrenos frágiles o francamente negativos desde la segunda mitad de 2025.

Las expectativas en este caso son alimentadas por la incertidumbre geopolítica, las debilidades de la industria petrolera, la escasez de divisas y de combustibles, la fuerte dependencia a las importaciones, el impacto de sanciones financieras impuestas por Estados Unidos al gobierno de Maduro y por la debilidad de un mercado interno donde la vasta mayoría de la gente vive por debajo de la línea de la pobreza y no está en condiciones de sustentar una demanda interna sólida.

Algunas empresas e inversionistas han pausado decisiones de inversión a la espera de algún desenlace más claro, mientras la gente común se muestra más cauta en sus gastos que no sean esenciales, de acuerdo a testimonios recogidos por estos días en los que el suspenso sobre cosas que escapan al universo de las personas comunes compite con la naturalidad de la vida diaria, conciertos multitudinarios y estadios de béisbol llenos en estos días de fin de año.

En Venezuela, las familias promedio suelen darles mucha importancia a las fiestas de Navidad y Año Nuevo. Esta es una época de unión familiar, de reencuentros, de planes a corto plazo, de pintar y arreglar hogares y de intentar gastar lo que la inflación y la devaluación permiten.

Si se mantiene el escenario actual, en el que la pulseada parece ganarla el chavismo y Trump luce entrampado en su estrategia de sanciones y línea dura, la economía venezolana seguiría por la senda clara de más aislamiento respecto a los países de Occidente, más inflación, más devaluación y, en el mejor de los casos, un débil crecimiento.

Los efectos de un año terrible en la economía seguirán prolongándose en los próximos meses, coinciden analistas que prefieren mantener el anonimato por razones de seguridad. La guerra es con el dólar. En lo que va de año hasta esta semana, el tipo de cambio ha subido 386%, es decir, un dólar vale casi cuatro veces más que el 2 de enero. La devaluación del malogrado bolívar alcanza al 79% a la fecha.

En Venezuela hay una relación directa entre el aumento de precio del dólar y el del promedio  de los demás bienes, y esa diferencia coincide con las predicciones de inflación en torno a entre 269% y 400% para este año. El FMI pronostica que al cierre de 2026 la inflación será de 686% acompañada de una caída del 3% en el Producto Interno Bruto. 

«En cuanto a la economía, la lucha contra la brecha cambiaria se ha vuelto más compleja de lo esperado. La escasez de divisas no ha podido ser controlada con la reducción del gasto público», señalan los expertos petroleros Juan Szavo y Luis Pacheco en un reciente informe.

En medio de dificultades de refinerías locales, es paradójicamente la estadounidense Chevron la que está proveyendo nafta para producir gasolina, como señalan Szavo y Pacheco. Chevron, a todas estas, es el único aliado extranjero del gobierno de Maduro autorizado para seguir operando desde mayo pasado. Esta semana – según estos expertos – extrajo 285.000 barriles por día, casi un tercio de la producción de todo el país. 

Esta suerte para seguir operando y cobrando sus deudas no la tuvieron Repsol ni la francesa Maurell and Prom. Los autores estiman que Venezuela exportará este mes un promedio de 630. 000 bpd, en su mayor parte a China, y unos 127. 000 a Estados Unidos vía Chevron y 40. 000 a Cuba. Otra data permite deducir que un conflicto declarado en Venezuela tendrá poco impacto en los precios del crudo en el mercado diario, más allá del primer susto. 

La brecha cambiaria es la diferencia entre el dólar oficial reportado a diario por el Banco Central de Venezuela y el paralelo, que hoy se cotiza cerca de los 400 bolivares, según referencias de criptomonedas en dos plataformas de las empresas Crixto y Kontigo, cuyas operaciones son autorizadas por el gobierno a través de la Superintendencia de Criptoactivos. La tasa oficial es de 242 bolívares. Pero es la tasa del paralelo y sus aproximaciones es la usada por los agentes económicos para fijar precios de bienes y servicios. 

El uso de criptomonedas para facturar exportaciones de petróleo ayuda al gobierno a eludir sanciones financieras internacionales, señalan expertos. Para las empresas privadas y algunos operadores, este recurso también permite acceso a divisas en medio de la creciente escasez de dólares. Si en efecto llega a ocurrir algún tipo de conflicto militar entre Estados Unidos y Venezuela, es previsible que las cosas se complicarán para la economía en el corto plazo.

Ya hay algunas señales sin que nadie haya disparado un tiro: los pocos vuelos internacionales que comunicaban a Venezuela con algunos países americanos y con Europa (a través de España, Portugal y Turquía) están suspendidos. Esto ha dejado a miles de venezolanos varados en aeropuertos y ha frustrado viajes de reencuentros familiares de fin de año, cuando algunos de los que tuvieron que salir del país suelen pasar temporadas con sus familiares.

El cese de vuelos se debe a medidas preventivas de las aerolíneas debido a la actividad militar en el Caribe frente a aguas territoriales de Venezuela, pues hay alteraciones en frecuencia y señales de navegación; también se debe a la disparatada orden de Trump de  cerrar por su cuenta el espacio aéreo venezolano. Como colofón, el gobierno de Maduro ordenó quitarles los permisos de vuelo a las aerolíneas comerciales que habían tenido la cautela de suspender temporalmente sus rutas por razones de seguridad.

Así, Venezuela, que ya era uno de los países de la región con menos conexiones internacionales, queda aislada por aire. Apenas había 115 vuelos semanales hacia el exterior, pese a que una cuarta parte de los nacionales de este país viven en el extranjero. Esto afecta, además de los viajes familiares y de turismo, a los de negocios y de envíos de carga aérea, lo que tiene un impacto potencial en despachos de mercancía en tránsito y la prevista para el primer trimestre de 2026.

Además, si escalan los movimientos bélicos en el Caribe oriental, también podría afectarse la regularidad de  rutas de carga marítima y hasta la actividad pesquera con puertos en Venezuela. El petróleo, motor de esta economía averiada, también está pendiendo de lo que ocurra en este torneo de fuerzas.

La producción de crudo del país había venido subiendo este año de manera sostenida, hasta 10% al cierre de octubre contra el fin de 2024, para llegar a 867.000 barriles  por día (bpd), según las fuentes secundarias citadas por la OPEP en su  último informe mensual. En su comunicación directa al grupo, el gobierno de Maduro afirma que la producción es de  1,132 millones de bpd, con un aumento del 23%  respecto a los 921.000 con los que cerró la producción en 2024. 

El chavismo afirma que esta tendencia continúa y sustenta un generoso presupuesto nacional para 2026. Los mercados petroleros suelen darle más credibilidad a las fuentes secundarias (información de capitanías de puertos, consumidores, operadores de mercados, navieras y satélites) que a la información reportada por los socios de la OPEP, sujeta a manipulación por intereses  políticos.

El gobierno de Maduro se apoya en el aumento de la producción de barriles para afirmar que la economía toda ha crecido de manera sostenida a una de las tasas más altas de América Latina y durante 17 trimestres consecutivos. Prevé una expansión del 9%, que estaría entre las más altas de América Latina y el Caribe, con un impacto que se prolongaría durante los próximos meses. Pero, según economistas críticos, no está clara la data que apoya ese logro, ni los términos de comparación por trimestres, porque en general el gobierno no ofrece indicadores actualizados sobre el comportamiento de la economía.

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