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La victoria de Kast suma a Chile a la ola conservadora que recorre América Latina

El contundente resultado refuerza a la derecha, que pasa a dominar diez gobiernos frente a nueve de la izquierda

La victoria de Kast suma a Chile a la ola conservadora que recorre América Latina

José Antonio Kast reafirmó su conexión con el presidente de Argentina, Javier Milei, en plena carrera hacia la presidencia de Chile | THE OBJECTIVE

La segunda vuelta presidencial celebrada este domingo en Chile no solo ha despejado la incógnita sobre quién ocupará la Moneda a partir del próximo 11 de marzo, sino que ha confirmado un cambio de ciclo político con claras implicaciones regionales. José Antonio Kast se ha impuesto con contundencia y ha incorporado a Chile al bloque de países gobernados por la derecha en América Latina, reforzando una tendencia que se ha acelerado durante el último año y que coincide con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca.

Con más del 99,9% de las mesas escrutadas, Kast ha obtenido el 58,16% de apoyo ciudadano, lo que se traduce en más de siete millones de sufragios, frente al 41,84% logrado por la candidata de izquierda, Jeanette Jara, que ha reunido cinco millones de votos. La diferencia, cercana a los dos millones de papeletas, dibuja un triunfo amplio, políticamente incontestable y difícil de atribuir a factores coyunturales o a una mera suma aritmética de alianzas de segunda vuelta.

Ese respaldo se explica, en buena medida, por la ampliación sustancial de la base electoral de Kast. En la segunda vuelta logró captar prácticamente todo el voto de Franco Parisi, especialmente en el norte del país, donde el Partido de la Gente había construido su principal bastión. El trasvase fue determinante en regiones como Antofagasta y consolidó una ventaja que la izquierda solo logró matizar en algunas comunas concretas, siempre por márgenes muy estrechos y con un impacto limitado en el resultado global.

La victoria destaca también por su dimensión territorial: Kast ha ganado de norte a sur, una transversalidad que no se veía desde los tiempos de Michelle Bachelet y que ni siquiera Sebastián Piñera logró alcanzar en sus mandatos. Este dato refuerza la lectura de un cambio estructural en el comportamiento del electorado chileno, más allá de una alternancia puntual entre bloques ideológicos.

El resultado confirma, además, cuáles han sido los ejes que han dominado la movilización del voto. La seguridad, el crimen organizado, el narcotráfico y el desempleo han marcado la agenda electoral. El presidente del Partido Republicano, Arturo Squella, lo resumió señalando que Chile vuelve a configurarse en torno a un esquema 60-40, reflejo de una sociedad que exige respuestas inmediatas frente al deterioro del orden público y la incertidumbre económica, y que ha penalizado a una izquierda percibida como incapaz de ofrecer soluciones eficaces en estos ámbitos.

Durante años, muchos gobiernos socialistas de América Latina articularon su legitimidad en torno a la ampliación de derechos, la reducción de desigualdades y una mayor protección social, pero los resultados no estuvieron a la altura de esas expectativas. Lejos de consolidarse esos objetivos, en amplios sectores de la región se han visto agravados problemas estructurales como el avance del crimen organizado, la presión migratoria, la precarización del empleo, el encarecimiento del coste de la vida y la pérdida de control efectivo del Estado en amplias zonas del territorio, alimentando un creciente sentimiento de frustración social.

Una dinámica regional que se acelera

La elección chilena no es un fenómeno aislado, sino que se inscribe en una dinámica regional más amplia. En el último año, la derecha ha encadenado victorias electorales relevantes en América Latina, alterando un mapa político que durante más de una década había favorecido a las izquierdas. A los gobiernos conservadores ya asentados en Argentina, Paraguay, El Salvador, Costa Rica o Panamá, se han sumado Ecuador, tras el triunfo de una coalición de centroderecha; Perú, con el retorno de fuerzas conservadoras al Ejecutivo; y Bolivia, donde la izquierda perdió el control del poder tras años de hegemonía.

Con la llegada de Kast a la Moneda, el equilibrio regional queda prácticamente empatado, pero con un impulso claramente conservador: diez países gobernados por la derecha frente a nueve en manos de la izquierda. En este último bloque se mantienen México, Brasil, Uruguay, Venezuela, Colombia, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Cuba. Un reparto ajustado que contrasta con la inercia progresista dominante hasta hace pocos años y que sugiere un cambio de tendencia más profundo.

Trump, Milei y el nuevo clima político

Este giro coincide temporalmente con el retorno de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, tras su victoria electoral en noviembre de 2024. Desde Washington, el nuevo inquilino de la Casa Blanca ha reactivado una agenda exterior más dura y ha reforzado su sintonía con líderes conservadores latinoamericanos. Un ejemplo claro fue el mensaje trasladado a Javier Milei durante la última campaña parlamentaria en Argentina, cuando Trump le prometió apoyo político y económico si lograba consolidar su mayoría, respaldo que el Ejecutivo argentino utilizó como aval internacional.

En ese contexto, Milei celebró la victoria de Kast de inmediato, que publicó un mensaje explícito en redes sociales. «Enorme alegría por el aplastante triunfo de mi amigo José Antonio Kast en las elecciones presidenciales de Chile», escribió, antes de definir el resultado como «un paso más de nuestra región en defensa de la vida, la libertad y la propiedad privada». El presidente argentino añadió que ambos gobiernos trabajarán juntos «para que América abrace las ideas de la libertad y podamos liberarnos del yugo opresor del socialismo del Siglo XXI», cerrando con su consigna habitual: «Viva la libertad, carajo».

Más allá del tono, el mensaje refuerza la percepción de un eje conservador y liberal emergente en América Latina, alineado discursivamente con el nuevo clima político impulsado desde Washington y con una narrativa común centrada en seguridad, soberanía y orden económico.

La siguiente estación: Colombia

El calendario electoral refuerza esta lectura. En 2026 habrá elecciones presidenciales en Colombia, uno de los principales bastiones actuales de la izquierda regional, y los sondeos sitúan a la derecha en una posición muy competitiva, con ventaja en varios escenarios de segunda vuelta. De confirmarse esa tendencia, el equilibrio regional podría inclinarse aún más hacia el bloque conservador.

Con José Antonio Kast en la Moneda a partir de marzo, Chile se integra plenamente en la ola conservadora que recorre América Latina. Una ola diversa en estilos y liderazgos, pero unida por un diagnóstico común: el electorado ha cambiado de prioridades. Y, al menos por ahora, la derecha ha demostrado una mayor capacidad para interpretar y capitalizar ese cambio.

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