The Objective
Internacional

Europa, en 2025 te ha ido mal. ¿Cambiarás en 2026 o…?

Un año marcado por la hostilidad de Trump, la guerra de Rusia, la rivalidad con China y los problemas internos de la UE

Europa, en 2025 te ha ido mal. ¿Cambiarás en 2026 o…?

Giorgia Meloni, Emmanuel Macorn y Ursula von der Leyen, en la cumbre del G20 en Sudáfrica. | Reuters

El 20 de enero de 2025 tomó posesión en la Casa Blanca —por segunda vez— Donald Trump. Nadie se hacía ilusiones en Europa de que se fueran a mantener los vínculos especiales forjados tras la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría y la edad de oro de la globalización, pero la realidad ha superado todas las expectativas. La liquidación de las normas y los organismos internacionales, las amenazas contra Gobiernos, la política arancelaria y el desprecio de la posición europea sobre la guerra de Ucrania han sido mazazos de la nueva realidad contra los pilares de la UE.

Es cierto que los europeos —que funcionan en demasiadas ocasiones más como 27 países que como una Unión— recogen lo que han sembrado desde hace años: el abandono de sus responsabilidades en seguridad y defensa, la dependencia de las fuentes de energía de Rusia, el atraso en la revolución tecnológica y en la formación del mercado único, la ausencia de una política común de inmigración y la ingenuidad de lanzar objetivos verdes sin calcular su sostenibilidad. Pero el golpe final de 2025, aunque no inesperado, ha sido demasiado fuerte.

Ha sido demasiado fuerte leer lo que se refleja en la nueva Estrategia Nacional de Seguridad, lo que estos EEUU piensan de los países europeos: se encaminan hacia el suicidio civilizatorio, son enemigos de los intereses económicos estadounidenses, no son aliados de fiar. «La Pax Americana ha muerto», fue la reflexión del canciller alemán Friedrich Merz. Los esfuerzos renovados de Washington para hacerse con Groenlandia y sus devaneos con Putin sobre la guerra de Ucrania son solo dos de los clavos del ataúd de esta liquidada Pax Americana que entierra el conservador alemán.

El dolor de cabeza de Groenlandia aumentará: hay mucho detrás de esta pieza del rompecabezas del nuevo orden mundial. En cuanto a la guerra de Rusia contra Ucrania —contra Europa—, las perspectivas son preocupantes. En pleno relanzamiento de la doctrina Monroe —«América, para los americanos»— y en el compás de espera de la presión de Washington para que el autócrata venezolano Nicolás Maduro acepte las consecuencias del fraude de las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024 y eso desemboque en que Moscú facilite la salida de Maduro y su familia de Venezuela, Trump podría dejar definitivamente a Ucrania en manos de Rusia.

Por mucho que los países europeos —y no todos lo hacen— repitan que no van a dejar que la invasión rusa se consolide y que respaldan una Ucrania entera, libre e independiente, habrá que ver si su compromiso y apoyos económico y militar están a la altura de lo que hace falta para neutralizar la voluntad expansionista de Moscú. Sin EEUU, será muy difícil hacerlo. Y con China apoyando a Rusia al tiempo que rivaliza económica y comercialmente con la UE, todavía más.

Europa necesita un plan, en todos los sentidos: en seguridad y defensa, en economía, en tecnología e inteligencia artificial, en innovación, en funcionamiento del mercado único y en reducción de la regulación excesiva. Mientras avanza en estos asuntos fundamentales, y ojalá avance rápido, no puede permitirse el lujo de cortar los lazos con Estados Unidos como represalia ante la voluntad de Trump —y no solo de Trump— de debilitar y condicionar esos lazos a la ley del más fuerte.

Como señaló recientemente el exeurodiputado Luis Garicano a THE OBJECTIVE, «ahora mismo Europa no tiene cartas para jugar contra Estados Unidos. [Tiene] que ir recuperando [su] potencia económica y [asegurar su] independencia estratégica poco a poco. Aquí las declaraciones altisonantes no sirven para nada. Ahora mismo [tiene] una dependencia estratégica de EEUU muy grande y [tiene] que tratar de recuperar [su] potencia económica primero. Esa es la prioridad».

Frente a la política transaccional de Trump, que busca establecer relaciones de intercambio de favores con países específicos en lugar de lidiar con el bloque y los problemas colectivos, la UE necesita buscar la fuerza de las posiciones comunes.

El desafío para Europa, en 2026 y a medio plazo, es mantener las mejores relaciones posibles con EEUU e intentar contrarrestar ese liderazgo transaccional de Trump de premios y castigos con la unidad para recuperar el crecimiento económico, rectificar las políticas que impiden competir globalmente, hacer realidad el mercado único y dar pasos en la autonomía estratégica.

De que acierte o no en ese desafío depende que Europa pueda corregir el declive en el que está y avanzar hacia la prosperidad y el bienestar de los europeos. Hacia las garantías de su seguridad y la conservación de sus libertades y valores.

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