Balance geopolítico de 2025
Las transformaciones del poder global en un escenario de competencia sistémica y fragilidad del orden internacional

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. | Daniel Torok (Zuma Press)
El primer año del regreso de Donald Trump a la presidencia hizo añicos cualquier ilusión que pudiera quedar entre los líderes europeos de que se le pudiese manejar o controlar. Ha puesto bajo una fuerte presión a la alianza transatlántica que existe desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Ha incrementado las fracturas entre los dirigentes europeos y dentro del propio bloque, hasta el punto de comprometer su capacidad para responder a sus provocaciones y amenazas con lo único que él considera efectivo: cohesión y determinación. Además, ha dejado el futuro de Ucrania en una situación incierta de cara a 2026, al tiempo que permanecen abiertas graves incógnitas sobre la seguridad del continente europeo. Todo ello, en un momento en que muchos temen que los objetivos territoriales del presidente ruso Vladimir Putin se extiendan hacia el oeste, más allá de Ucrania.
Las dos presidencias de Donald Trump encarnan elementos bien de un estilo de liderazgo personal como del resurgir de una corriente política más amplia: el denominado trumpismo. En el plano personal, su política se ha visto influenciada por un comportamiento instintivo y transaccional, a veces brusco y voluble, pero siempre audaz e histriónico. Sin embargo, estos relatos personalizados no deben confundirse con un conjunto más sistemático de políticas y prácticas. El trumpismo indica un cambio profundo no solo en la política interna estadounidense, sino también en sus alineaciones y compromisos con el exterior.
Hacia un mundo multipolar
En los últimos años, se ha ido configurando un mundo multipolar con, al menos, cuatro fuentes de poder distintas donde Estados Unidos sigue siendo central en el orden mundial porque está dotado de un amplio territorio, una economía dinámica y el lujo estratégico de estar situado entre océanos, al este y al oeste, y entre potencias intermedias al norte y al sur.
En los órdenes mundiales precedentes, bipolar y unipolar, Estados Unidos tenía una presencia militar global. Pero el montante financiero de este sobreesfuerzo imperial, ha llevado a Washington a trasladar la carga de costes hacia sus tradicionales aliados, lo que ha iniciado una nueva militarización en Europa y Asia Oriental, donde la mayoría de los países ahora tratan de incrementar el gasto de Defensa.
También hay cambios en los acuerdos económicos. En el orden unipolar, Estados Unidos promovió un acuerdo de libre comercio sin fricciones y la globalización económica. Actualmente, el nacionalismo económico se erige en enemigo del libre comercio. Washington, durante mucho tiempo promotor de mercados supuestamente abiertos, lidera ahora el camino para resucitar las barreras arancelarias a niveles que no se recuerdan.
En este ambiente, los realineamientos militares, junto con las crecientes barreras comerciales, harán cada vez más difícil la formación de alianzas sólidas. Se estima que, a corto plazo, Estados Unidos puede seguir empleando su poder, pero a largo plazo es probable que otros países se separen de Washington.
Un orden mundial más sinocéntrico
China, en el ámbito económico y casi en el militar, es ahora un competidor comparable a Estados Unidos. Bajo el poderoso liderazgo de Xi Jinping, busca abiertamente un orden mundial más sinocéntrico con instituciones acordes con su hegemonía. Con esa finalidad, lleva años formando un eje de resistencia al orden mundial dominado por Estados Unidos.
Por su parte, Rusia es un actor importante pero cuyo poder se limita a establecer una esfera de influencia euroasiática en sus antiguas repúblicas soviéticas y a perturbar las democracias liberales, siendo más un spoiler que un arquitecto del nuevo orden. En cuanto a Europa, la Unión se enfrenta a una situación de decadencia que coincide con el «pivote» estadounidense hacia el Indo-Pacífico, en el momento en que Rusia representa su amenaza más seria, especialmente para sus estados más orientales.
Europa ha iniciado una militarización tras décadas de desarme. Suecia y Finlandia se unieron a la OTAN en 2023 y 2024, respectivamente. En las próximas décadas, Europa podría emerger como una fuente independiente, tanto de poder económico como militar, con una agenda diferente a la de Estados Unidos, más dispuesta a enfrentarse a Rusia, menos proclive a apoyar a Israel y, quizás, más determinada a dialogar con China. No obstante, la situación precaria de la UE no aboca al optimismo.
Los tres centros globales de poder —Estados Unidos, China y Europa— tendrán dificultades con desafíos internos similares y únicos. Todos ellos tienen economías lentas y poblaciones envejecidas. Estados Unidos se enfrenta a una creciente desigualdad e inestabilidad política, mientras muta de una democracia liberal a un autoritarismo competitivo.
China dispone de una defensa potencialmente poderosa, aunque sin comprobar en amplias operaciones, una crisis demográfica inminente, una economía tambaleante y una, cada vez más cercana, lucha por la sucesión. Por último, Europa se ve acosada por el populismo nacionalista y el aumento de los costes de bienestar social, justo cuando el gasto militar está a punto de aumentar.
Esta triple división recuerda extrañamente a la división global tripartita en la obra 1984, de George Orwell, donde Oceanía, Eurasia y Eastasia libraban una guerra permanente de alianzas cambiantes. Pero Orwell escribía en una época en la que gran parte de lo que hoy se llama el Sur Global estaba bajo el control informal o formal de las superpotencias. Eso ya no ocurre en el Sur Global, especialmente los países más grandes como Brasil, India e Indonesia. El Sur Global aún no es un bloque coherente, sino más bien un arreglo informal de actores independientes que tienden a mantenerse en un papel de intermediación entre las grandes potencias.
Nueva estrategia
La emisión de la Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) 2025 de los EEUU, entre sus múltiples efectos, ha contribuido a desatar la tensión, que se venía gestando desde antes de la toma de posesión del presidente Donald Trump. La polémica se refiere a la vigencia, o no, de un acuerdo entre EEUU y los países de Europa Occidental para que el sistema geopolítico surgido de la Segunda Guerra Mundial fuese permanente. Por el contrario, la ESN afirma que esa relación geopolítica está obsoleta, lo que desata la visión de que EEUU ha «traicionado» a los países europeos. De ahí la crisis europea, ya que, al asumir que las garantías de seguridad estadounidenses eran un rasgo permanente de la geopolítica global, el continente, en su conjunto, ha hecho pocos esfuerzos por garantizar su propia seguridad. Las consecuencias para Europa son profundas, la confianza mutua que sustenta la OTAN y la cooperación transatlántica, en general, se han erosionado.
Un factor clave en esta situación es el cambio de la relación transatlántica, uno de los pilares tradicionales de la integración europea. Históricamente, EEUU ha sido protector estratégico y socio normativo. Sin embargo, bajo la administración Trump, Estados Unidos ejerce un enfoque más transaccional y unilateral en las relaciones exteriores, modulando una larga relación de alianzas e instituciones multilaterales. En una entrevista en Político, el presidente Donald Trump denunció a Europa como un grupo de naciones «en decadencia», liderado por personajes «débiles», menospreciando a los aliados tradicionales de Estados Unidos por no controlar la migración ni poner fin a la guerra entre Rusia y Ucrania, señalando que respaldaría a candidatos políticos europeos que estuviesen alineados con su propia visión del continente.
El ataque contra el liderazgo político europeo representa la denuncia más virulenta del presidente Trump, hasta la fecha, contra estas democracias occidentales, amenazando con una ruptura decisiva con países como Francia y Alemania que ya tienen relaciones profundamente tensas con la administración Trump. Las alusiones del presidente estadounidense Donald Trump a que Washington reducirá su «compromiso» con Europa se suceden continuamente. En la ESN-2025 se insta a Europa a «mantenerse por sí misma», en claro anuncio de la ruptura del enfoque tradicional estadounidense de la defensa del continente, mientras Washington se prepara para competir por primera vez con dos pares nucleares, Rusia y China. La multipolaridad nuclear emergente hace que el modelo clásico de «disuasión extendida» sea más difícil y arriesgado de mantener.
Comprender cómo ha evolucionado el debate europeo sobre la disuasión en respuesta a estos obstáculos requiere reconocer un desafío fundamental que consta de tres actuaciones distintas con actores distintos: disuadir a Rusia, dar seguridad a Europa y mantener a Estados Unidos comprometido en el continente.
Desde Rusia
El 22 de diciembre de 2025, el Club Valdai organizó un debate de expertos titulado «Estabilidad estratégica: 2025: Un año en seguridad internacional». El moderador, Fyodor Lukyanor, considerado uno de los expertos rusos más destacados en el ámbito de las Relaciones Internacionales, describió 2025 como un año decisivo en muchos aspectos. La erosión del orden global anterior y la crisis institucional se han debatido extensamente, pero ahora se ha producido un salto cualitativo. Si bien antes los principales actores apenas habían ofrecido resistencia a la crisis del orden global, en 2025 Estados Unidos comenzó a destruir deliberadamente dicho orden.
El viceministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Ryabkov, ofreció su visión en un breve resumen de la situación en términos de estabilidad estratégica. Según él, entre finales de 2024 y principios de 2025, la administración Biden, con el apoyo de varios miembros de la OTAN, incluyendo al Reino Unido y Francia, países con armas nucleares, adoptó una serie de medidas de escalada de riesgos. Como resultado, el mundo, según Ryabkov, «se acercó al borde del abismo», es decir, a un conflicto armado directo entre potencias nucleares. Los países de la OTAN habrían incumplido los compromisos políticos consagrados en la Declaración Conjunta de los Líderes de los Cinco Nucleares de enero de 2022. Rusia, por su parte, envió constantemente señales de advertencia a sus oponentes sobre los riesgos estratégicos que representaban y su disposición a defender sus intereses de seguridad nacional.
En ese ambiente, Trump llegó al poder en Estados Unidos, reconsideró algunos de los elementos antirrusos de la política de Washington y tomó medidas para iniciar un diálogo sustantivo para resolver la crisis ucraniana. A su vez, el diplomático ruso reconoció que, «aun manteniendo la desconfianza, sería injusto no reconocer avances significativos en la dirección correcta». Puso de relieve que el éxito del diálogo no estaba garantizado y que la normalización de las relaciones requerirá un tiempo considerable, el compromiso mutuo y un esfuerzo enorme. La genuina disposición de Washington a participar en igualdad de condiciones debería ser la clave del progreso.
En referencia a las relaciones con Europa, Ryabkov señaló que muchos países de la UE están complicando la situación al tratar de impedir una mejora en las relaciones ruso-estadounidenses. Europa, bajo la influencia de las falsas figuraciones sobre la amenaza que representa Rusia, se está remilitarizando. Rusia no persigue objetivos agresivos y está dispuesta a consagrarlos legalmente, enfatizó Ryabkov. Sin embargo, pocos países de la UE estarían dispuestos a construir un espacio de seguridad indivisible no contra Rusia, sino conjuntamente con ella. Las acciones hostiles inapropiadas de los países europeos han creado riesgos significativos de un enfrentamiento entre Rusia y la OTAN, incluso con una política estadounidense más moderada hacia Rusia.
Al comentar la postura estadounidense, Anatol Lieven , investigador principal del Instituto Quincy, Washington, para una Gestión Responsable del Estado, señaló la imposibilidad de hablar de un enfoque estadounidense único, citando las profundas diferencias en los enfoques de política exterior de los dos principales partidos políticos estadounidenses. Además, al analizar específicamente las políticas de Trump, Lieven enfatizó el factor personal: la capacidad de atención del presidente es limitada, y diversas facciones compiten por ella, como en la corte de un monarca medieval. Según Lieven, en general, los miembros de la actual administración, como el vicepresidente J. D. Vance, comprenden cómo funciona un mundo multipolar y reconocen la necesidad de negociar tanto con Rusia como con China. Estas personas ven en la élite liberal, tanto estadounidense como europea, a sus principales enemigos, lo que genera hostilidad hacia lo que sucede en Europa y la reduce hacia Rusia.
Lieven opina que Trump busca la hegemonía estadounidense en el hemisferio occidental, pero se muestra reacio a asumir compromisos serios en Europa, limitándose a promesas vagas. Por lo tanto, considera que nos enfrentamos a una multitud de tendencias contrapuestas que aún no han cristalizado en una línea política clara y que se enfrentan a la resistencia del viejo establishment de la política exterior.
Por su parte, Wang Huiyao, también conocido como Henry Wang, fundador y presidente del Center for China and Globalization (CCG), expone que el sistema de seguridad que surgió tras la Segunda Guerra Mundial está debilitado y no funciona correctamente, fundamentándolo en la transición de un mundo unipolar a uno multipolar. El nuevo sistema esta fragmentado y es inestable, por lo que es necesario estabilizarlo. Beneficia a todos: China, Rusia, Estados Unidos, Europa y el Sur Global. Wang ve motivos para el optimismo, incluso en el contexto de la crisis de Ucrania, en el hecho de que Trump sea más pragmático que Biden. Sin embargo, en su opinión, un enfoque unilateral no funcionará. Poner fin al conflicto requiere partes desinteresadas, por lo que sería útil involucrar a los países BRICS y al Sur Global en la resolución.
Reformar la ONU, OMC y otras instituciones
Al destacar la interconexión del mundo moderno, Wang enfatizó la inutilidad de las guerras comerciales y las sanciones, así como la necesidad de crear conjuntamente un futuro mejor para todos. Entre otros aspectos, cree que es necesario reformar la ONU, la OMC y otras instituciones, así como transformar el G7 en el G10, incluyendo a Rusia, China e India.
Por su parte, Prokhor Tebin, director del Centro de Estudios Económico-Militares del Instituto de Economía y Estrategia Militar Mundial de la Escuela Superior de Economía de la Universidad Nacional de Investigación de Moscú, instó a ser cautelosos y no engañarnos con mejoras en comparación con la situación de hace un año. «Éramos conscientes de estar al borde del equilibrio nuclear, pero hoy la situación es mucho más positiva y optimista», señaló. Sin embargo, en su opinión, se han producido pocos cambios cualitativos significativos durante el último año. Los procesos han evolucionado cuantitativamente, y en general no para mejor. En el ámbito de la estabilidad estratégica, el Nuevo Tratado START sigue llegando a su fin.
En Occidente, los avances doctrinales siguen impulsando argumentos para la militarización del espacio. Es probable que los riesgos de escalada hayan disminuido, pero no se han eliminado. Las rígidas actitudes ideológicas de los líderes europeos también se han mantenido inalteradas. Tebin opina que las mejoras principales, hasta la fecha, se deben principalmente a las acciones de Donald Trump, que tampoco son nada inequívocas, y cree que la situación seguirá siendo tensa en 2026, pero no todas las oportunidades se materializarán ni todas las esperanzas se cumplirán. Sin embargo, un futuro mejor es totalmente alcanzable y vale la pena trabajar por él.
Como cada mes de 2025, diciembre también tiene su «encanto» en relación con la actualidad geopolítica mundial.
