Irlanda vota sobre la liberalización del aborto
Los irlandeses votan este jueves en referéndum si acaban con una de las legislaciones más restrictivas de Europa contra el aborto, en un país donde la Iglesia católica ha ido perdiendo poder. Los electores decidirán concretamente si derogan la prohibición constitucional de abortar en todos los casos (el de peligro para la vida de la madre es la única circunstancia en la que Dublín permite poner fin a un embarazo), informa AFP.
Los irlandeses votan este jueves en referéndum si acaban con una de las legislaciones más restrictivas de Europa contra el aborto, en un país donde la Iglesia católica ha ido perdiendo poder. Los electores decidirán concretamente si derogan la prohibición constitucional de abortar en todos los casos (el de peligro para la vida de la madre es la única circunstancia en la que Dublín permite poner fin a un embarazo), informa AFP.
Los últimos sondeos dan la victoria a los partidarios del sí, pero su ventaja se ha visto reducida en algunas encuestas y una de cada seis personas siguen indecisas. «La profundidad de los sentimientos de ambos lados ha sido muy manifiesta», ha dicho a AFP Diarmaid Ferriter, profesor de historia moderna de Irlanda en la Universidad College Dublin.
El referéndum llega tres años después de la aprobación, por la misma vía, del matrimonio homosexual, un cambio sísmico en este país otrora fervorosamente religioso. Ferriter ha estimado que si bien el referéndum de 2015 fue «positivo e inspirador», la campaña de este está siendo «mucho más visceral».
Un caso que acabó en la ONU
En 1983 Irlanda aprobó ilegalizar el aborto por un estrecho margen y con una participación un poco por encima de la mitad del censo. La legislación subsiguiente preveía 14 años de cárcel para las mujeres que abortaran. Eso hizo que cada año miles de irlandesas viajasen al Reino Unido a abortar, porque ahí es legal. En 2013 se decidió que las mujeres cuya vida peligraba por el embarazo pudieran interrumpirlo, tras el escándalo causado por la muerte de Savita Halappanavar, que murió al negársele un aborto.
La idea del nuevo referéndum ganó impulso con el caso de Amanda Mellet, que tuvo que viajar al Reino Unido para abortar después de que se detectara que el feto sufría una anomalía mortal. Mellet llevó su caso al comité de derechos humanos de la ONU, que dictaminó que negarle el aborto vulneraba sus derechos.
El gobierno irlandés le ofreció una indemnización de 30.000 euros, pero eso atizó los llamamientos a reformar la ley. En caso de imponerse la supresión de la enmienda constitucional, ya hay un proyecto de ley para permitir el aborto sin restricciones durante las 12 primeras semanas de embarazo, y, en algunas circunstancias, durante los primeros seis meses.
«Únete a la rebelión»
La campaña se ha ido agriando a medida que se ha acercado el día del referéndum. El primer ministro, Leo Varadkar, que apoya el sí, ha denunciado el uso de niños con síndrome de Down en unos anuncios de la campaña contra el aborto. Los debates televisivos se han convertido en un intercambio de golpes verbales y los médicos que han tomado partido han sido hostigados. El no denuncia una conjura de la prensa, de sus rivales y de la mayoría de diputados y se presenta como la opción anti-establishment con el eslogan «Únete a la rebelión».
La decisión de Google y Facebook de dejar de publicar anuncios electorales reforzó sus sospechas de que todo está amañado. Entre tanto, la Iglesia católica ha optado por mantener un perfil bajo, seguramente, estiman los expertos, para no movilizar a sus detractores y alentar el voto pro-abortista.
Según el censo de 2016, el 78% de los irlandeses son católicos, pero la asistencia a misa ha caído enormemente. Ferriter estima que la posición de la Iglesia es una de las grandes diferencias respecto al referéndum de 1983, cuando jugó un papel más activo.
«Creo que el debate entonces estaba dominado por voces más viejas y muchas masculinas y obviamente la Iglesia estaba entonces en una posición más fuerte que hoy», ha explicado. La socióloga Ethel Crowley, especialista en la Irlanda rural, cree que el sí ganará gracias a los jóvenes. «Creo que la edad es un factor de mayor importancia que el lugar dónde vives y, cuanto más mayor eres, más difícil es escapar a las garras del pensamiento católico», estimó.